LAS ARTES
Hugo Santiago filma "Los otros"
Desde París, escribe el corresponsal Pepe Fernández:

No es habitual que un film hecho en Francia, reúna en sus créditos a tantos argentinos, empezando por el director, Hugo Santiago (Invasión). Porque el guión de 'Los otros' es del propio Santiago, con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares; la fotografía es de Ricardo Aronovich; la música es de Edgardo Cantón; escenografía y vestuario son de Antonio Seguí. Por eso, pareció importante comunicarse con ellos, en primer término con el director (verdadero nombre Hugo Santiago Muchnick).

Hugo Santiago Muchnick
PANORAMA. —La sinopsis adjunta (ver recuadro) pareciera referida a una historia fantástica. ¿En qué medida es fantástico Los otros?
Hugo Santiago —He aquí los elementos del film, cuya trama fue concebida en francés, compuesta en francés y, de alguna manera, ofrecida por Francia a tres argentinos para quienes París es su otra ciudad. Así como mi film anterior, Invasión, es Buenos Aires, yo quería que 'Los otros' me permitiera tratar París, posar sobre París una cierta mirada, visual y sonora. La trama es perfectamente clásica, organizada —sin duda— según las tradiciones fantásticas, mitad anglosajonas, mitad orientales, con una originalidad: que la explicación final del misterioso trazado —que se esclarece enteramente— es ella misma y en sí misma, fantástica. La trama es, entonces, tradicional, arrancando de lo cotidiano, no lejos de un cierto romanticismo, y envolviéndose luego en un misterio siempre creciente para arrojarse, por fin, en lo imaginario, que quizá no lo sea tanto. Trama aún más inquietante porque su desenvolvimiento es cartesiano. Pero lo cotidiano del principio contiene ya signos —disfraces para el baile, muerte fingida, dinero que es siempre otra cosa, etcétera— piezas del juego de espejos que es el film entero. Los diálogos no pretenden ser realistas: han querido mostrarse casi siempre cotidianos y funcionales, a fin de que su formulación apretada provoque el sutil desnivel del que participan todos los otros elementos del film. Se dice poco de los lugares donde suceden los acontecimientos: señalemos solamente que son elegidos según su fluctuante relación con nuestra serie de comportamientos. Lugares, colores de París que amueblan la pantalla, dispuestos como por ellos mismos alrededor de los protagonistas, para crear un espacio diferente y específico.
—Se habla mucho de la importancia de la banda sonora en su film.
—Diré, simplemente, que el espacio sonoro, complejo y múltiple, del film, va a ser esencial en la estructura total. Llevando más lejos el trabajo hecho sobre Invasión, se manipularán sonidos de variadas fuentes que, modificando la imagen, situarán nuestro cuento en la dimensión fantástica donde encuentra su origen. Yo resumiría la trama diciendo que se ocupa de la identidad. Mejor que hablar de una metáfora de la mitomanía, de una mirada sobre la esquizofrenia —y del Yo fugitivo, búsqueda del Yo, u otras vastas enunciaciones—, digamos que 'Los otros' es un simple cuento de amor y de muerte a propósito de la identidad.
—Trabajar en Francia no es fácil para un extranjero. ¿Cómo se tas arregló?
—Como se trata de una producción francesa, de un film hablado en francés, salvo unos instantes en "argentino", necesité permiso especial sólo como realizador. Obtuve más que esto: me dieron el carnet de realizador francés sin exigirme la nacionalidad. Es muy excepcional y lo obtuve por el hecho, entre otros, de que mi film anterior, Invasión, había sido seleccionado por Francia para el festival del Palacio de Chaillot, el año pasado. Lo sorprendente es que cualquier director francés necesita haber hecho tres largos metrajes para conseguir ese carnet.
—¿Qué otras ventajas le aporta la autorización de trabajo?
—La más importante, materialmente, es la de obtener fondos, como los del Instituto Cinematográfico, por ejemplo. Tuve luego la suerte de encontrar un productor, Jean-Daniel Pollet, importante director de vanguardia, que hasta ahora sólo había producido sus propios films, y un co-productor, la firma de los hermanos Vincent y Louis Malle. Esto también se lo debo a Invasión, que gustó mucho a Louis Malle y del que habló con grandes elogios en muchas entrevistas, antes de conocernos personalmente.
—Lo curioso es que, salvo por los intérpretes y escenarios naturales, podría decirse que es un film argentino realizado en Francia.
—E incluso algo de porteño se refleja en él.
—¿La idea existía ya en la obra de Borges y Bioy Casares?
—En absoluto. Como el de Invasión, fue un libro escrito por nosotros tres para realizar un film. Más que una obra literaria, hicimos una estructura cinematográfica.
—¿Toda la filmación se hizo en París?
—Casi toda, o en sus alrededores, pero también hay una pequeña parte rodada en Buenos Aires.
—¿Cuánto tiempo llevó el trabajo?
—Diez semanas de filmación. Pero, sin contar la labor con Borges y Bioy Casares, hubo una larga y minuciosa preparación por cuestiones de decorados, trajes, música y luz.
—¿Cómo eligió a los actores?
—Excepto dos de ellos, los demás no son profesionales y los encontré imprevistamente. Por ejemplo, trabaja Noelle Chatelet, esposa del filósofo Chatelet, que no es actriz sino asistente de cátedra en la Universidad de París. Luego hay un joven director de publicidad, varios directores de cine o teatro, como Jean-Daniel Pollet y Roger Planchón.
—¿Cómo es que Planchón, esencialmente hombre de teatro, hace un papel?
—También gracias a Invasión. Sabiendo que el film le había gustado, lo llamé por teléfono a Lyon, casi sin conocerlo, y le propuse el personaje del mago. Realmente, yo necesitaba una gran presencia para ese papel y había elegido al actor italiano Tino Buazzelli, quien desistió a último momento por serias razones de salud. No encontrando ningún actor que me convenciera, pensé de pronto en Planchón, por una cuestión de fuerza y de presencia, aunque sabía que rechazaba actuar en cine: lo había declarado públicamente una vez más, hacía apenas un mes. Para colmo, Planchón vive absorbido por el Nuevo Teatro Nacional Popular, ya que es uno de sus tres directores. Pero me tiré el lance: el primer resultado fue que me agradeciera el ofrecimiento, pero no pude arrancarle el sí. Entonces uno de los muchachos del equipo voló a Lyon para llevarle una copia del libro. Planchón la leyó y me llamó inmediatamente, anunciándome su llegada a París al otro día, domingo. El cuenta todo esto en un artículo que publicó luego, donde también habla de Invasión. Tuvo, como se dice en francés, 'un coup de foudre'. Enseguida nos tuteamos y me dijo: Mirá que no soy Orson Welles, no soy un actor. No importa, le contesté: Por una vez, entregate en manos de alguien, olvida que sos un director. Y así lo hizo: fue una maravilla, un gran profesional. Entendió inmediatamente lo que yo quería del personaje y le dio toda la fuerza que necesitaba, la extraordinaria fuerza que él mismo posee. Debo decir que el trabajo fue perfecto con todo el elenco, pese a que escapaba bastante de las reglas conocidas de actuación. Se trata de un clima fantástico y, como en Invasión, yo no quería que "actuaran". Necesitaba que los intérpretes aparecieran como signos. Creo que todos, en general, están a la altura de lo que les pedí, y que tendré satisfacciones como con Lautaro Muñía en Invasión, que estuvo extraordinario.
—Usted acaba de terminar la filmación. ¿De qué se ocupa actualmente?
De la sincronización, la música, con Edgardo Cantón. Trabajamos sin descanso, de 8 a 10 horas por día, porque he prometido terminar todo para principios de abril. Felizmente, el talento y la experiencia de Cantón facilitan la tarea. El ya había hecho la música de Invasión. Otro elemento importantísimo en el film es la luz, también solucionada magistral-mente, como siempre, por Ricardo Aronovich. Siempre he filmado con él y nos entendemos a veces con una simple mirada. Es mi primer film en color, y si bien Aronovich ya ha hecho varios, aquí logra efectos nuevos con una luz muy fuerte, muy contrastada, muy arriesgada, diría yo: fuera de los cánones habituales. Habrá dos tipos de luz, una para una especie de obertura con que empieza el film, en la que se ve a Borges y Bioy Casares, más todo el equipo, y otra luz para el film en sí. En una palabra, el trabajo de Aronovich no se parece a nada de lo que hizo antes. Lo único que repite es su extrema calidad, como siempre.
—¿Cuándo se estrena Los otros?
—En mayo, para el festival de Can-Cannes. Si llego a tiempo para la selección, hay posibilidades de que sea elegido para competir en el festival, de lo contrario irá igualmente, pero en la Quincena de Realizadores. Es, sobre todo, una cuestión de tiempo. Espero llegar, si no se presentan problemas imprevistos.
—¿Tiene fecha para la presentación en Buenos Aires?
—Será después de Cannes, naturalmente.
—¿Está satisfecho de haber realizado este film en Francia?
—Enormemente. Sobre todo, porque los problemas lógicos que se le presentan a uno como extranjero, se resolvieron gracias a la amistad. A la de los argentinos, incluyendo en esto a todo el equipo, y a la amistad de los franceses: los Malle, Pollet, Planchón, los intérpretes, la Comisión que me otorgó el carnet, y la ciudad misma. Me satisface pensar, comprobar que es un film debido a la amistad.

QUIEN ES ARONOVICH. Nació en Buenos Aires en 1930 y estudió fotografía en el Chicago Institute of Design, en los Estados Unidos, pero es autodidacto en cuanto a la iluminación cinematográfica. Lleva realizados unos 45 largos y cortometrajes, desde 1960, en la Argentina, el Brasil y Francia, principalmente. Sus films más importantes como director de fotografía son, entre otros: Tendres chasseurs y Os fuzis, de Ruy Guerra; Invasión, de Hugo Santiago; Benito Cereño, de Serge Roullet; Soplo al Corazón, de Louis Malle; Chére Louise, de Philippe de Broca, con Jeanne Moreau; El atentado, de Yves Boisset; L'affaire Dominici, de Claude-Bernard Aubert; y, recientemente, Los otros, de Hugo Santiago. He aquí su diálogo con Panorama:
—¿Con qué clase de luz preferís trabajar?
—Con luz natural, en lo posible. Si no, por lo menos que se le parezca.
—Para lo que es necesario tener un gran dominio de la luz artificial...
—Sí, pero es una cuestión de técnica, de oficio, más sentido común.
—¿Hasta qué punto podés intervenir en la elección del decorado, o por lo menos del ángulo de filmación, para poder obtener tu luz?
—Todo depende del realizador del film. Aunque parezca mentira, no son muchos los que conocen a fondo la importancia de la labor de un director de fotografía. No perciben que el clima del film depende en gran parte de la luz. Un hombre excepcional en ese sentido es Louis Malle. No sólo aceptó mis sugerencias en cuanto a cambios de hora de filmación y de ángulos, sino también de decorados. Con él se trabaja realmente en equipo.
—¿Podrías dar un ejemplo de sugerencia que facilite tu trabajo, sin que obligue al director a cambiar totalmente de idea?
—No siempre es fácil, pero a veces no cuesta nada y hay que luchar contra la testarudez de algunos directores, como me sucedía constantemente con Boisset. Un ejemplo sencillo sería: hay que filmar en este bar. Si el director, sin una razón determinada, elige una mesa en un rincón, yo le sugiero filmar junto a una ventana, para aprovechar la luz natural, cuando es de día. Lógicamente, no sugeriré este cambio si se trata de una escena muy íntima que exige ser filmada en un rincón. En exteriores es más sencillo. Mis sugerencias se reducen, sobre todo, a una cuestión de horario o de clima.
—¿Hay alguna diferencia notoria en la manera de trabajar, en tu profesión, entre la Argentina y Francia?
—No especialmente. Quizá sea más notoria la diferencia con los Estados Unidos, por los medios técnicos muy superiores, pero en Francia se trabaja como en la Argentina, o en cualquier otro país. Lo que cambia más que nada es el estilo. Ni siquiera las posibilidades técnicas son mayores en Francia, con respecto a la Argentina, salvo en laboratorio. Podría decir, sí, que la formación es superior. Un asistente de cámara sale de una buena escuela, por lo menos con una muy buena base para su oficio. En la Argentina pueden ser también excelentes, pero menos numerosos. En general, la diferencia no es de calidad sino de organización de equipos, lo que facilita enormemente el trabajo. Teniendo la calidad, en la Argentina sólo se trata de llegar a la gran organización: es una cuestión de tiempo y de buena voluntad.
—¿Algún motivo preciso te trajo a Francia, aparte del de —se supone— tener nuevas experiencias?
—Ese fue el motivo primordial: cambio de aire, conocer estilos diferentes, lo que es tan importante para todo profesional.
—¿Proyectos inmediatos?
Me voy mañana a la India, a terminar un documental con un grupo norteamericano. Es un film sobre la obra del arquitecto Louis Kahn. Luego debo terminar en Bélgica un cortometraje del director Veyergans, con quien ya hice otro corto, sobre Maurice Béjart, Je t'aime, tu danses, en el que participó el bailarín argentino Jorge Don, solista de Béjart.
—¿Qué opinas de Los otros?
—Primero necesito verlo terminado, pero fue difícil, empezando por el libro, que costó captar. Cuando lo terminé, me había olvidado del comienzo. Tuve que "respirarlo", sobre todo durante la filmación, lo que no facilita el trabajo. En general, creo que finalmente todo salió bien.
—¿Tenés conciencia de que sos muy famoso, por lo menos en el medio cinematográfico francés?
—No, no me doy cuenta, ni pienso en ello. Sólo trato de tener conciencia de mi responsabilidad cuando me llama un gran director que admiro.
Fotos: Pepe Fernández
revista Panorama
14.02.1974

Ir Arriba