Críticas de cine
Revista Mundo Argentino
15/02/1956

 
"Al principio fué pecado"
Del cine alemán de posguerra nos llegan muy pocas expresiones, entre las que se destacaron la extraordinaria "Los asesinos están entre nosotros", del gran Wofgang Staudte, y "El affaire Blum", "Siete viajes" y "Mientras estés conmigo", en orden decreciente de importancia, también valiosas aunque muy inferiores a la primera.
"Al principio fué pecado" no alcanza la calidad de ninguna de las nombradas, no justificando la ausencia de otras muy importantes de ese origen en nuestras salas. El texto de Maupassant que le sirve de trama está desvirtuado sutilmente por una adaptación sin sentido de los matices, convirtiéndose en. un folletín campesino cargado de erotismo y escabrosidades Innecesarias, lo cual se advierte a pesar de los numerosos cortes de la copia que se exhibe en Buenos Aires. Su intención, no obstante, parece haber sido la de expresar una reivindicación de la naturaleza, de lo vital. Amplios planos, luminosos y exuberantes, recorren paisajes, árboles, animales en trance de cópula o de dar a luz, logrando a veces cierta jocunda y abultada convicción. Lo que no logra en ningún momento es lirismo, por lo cual su exaltación vital es admisible, pero no completa. Su carnalidad es basta, grosera, sin nervio. Por supuesto, lo que queremos decir no es producto de ninguna mojigatería. El sexo, la fecundidad, son elementos de la vida obviamente trascendentes, y como tales deben hallar su libre expresión en la pantalla u otro vehículo artístico. Pero es grave confundir humanidad con animalidad grosera, erotismo sexual con pornografía. Aquí no se llega a ese extremo, pero se asoma peligrosamente a la pendiente. No es tanto lo que demuestra, sino la forma de mostrarlo. Hay torpeza en la exposición. Estas cosas deben ser manejadas por manos de artífice, no de herrador de caballos. Lo que en "Éxtasis", aquella maravillosa poesía filmada por Machaty con Hedy Lamarr, era una sublimación legitima y auténtica del amor terrenal, aquí es un arrastrarse penoso y polvoriento a ras de tierra, sin despegar nunca hacia un sentido superior. Lo que, inclusive, en la Lady Chatterley de Lawrence era una feliz y valiente subordinación a su fatalismo carnal, aquí es en última instancia, vergonzante sensualismo, alegría primaria, gruesa, elemental y, sobre todo, ingenuidad en el planteo y solución del desarrollo psicológico. Todos los errores señalados caben en la superficial e inhábil adaptación y errónea dirección de Franz Cap. Los valores plásticos del film son más atribuibles al fotógrafo que a él, dada la arbitraria disposición fragmentada de esos valores en la continuidad de los planos. El sonido tiene algunos aciertos. Ruth Xiehaus y Viktor Staal cumplen una actuación muy aceptable. Peter Carsten compone un "villano" pasado de moda, con recursos groseros. Hay también una gitana que baila, encarnada por Laya Raki, cuyos gestos y actitudes contribuyen a anular los efectos de la refrigeración en el cine. Deberían agregar ventiladores de refuerzo...
D. J. K.

"La solterona romántica"
Extraño, muy extraño resulta ver, entre el maremágnum de bodrios de todos los calibres y colores que se estrenan, un film como éste, tan distinto, tan lejano de las convenciones usuales, hecho con tanta delicadeza y sinceridad. Y más extraño resulta cuando nos lo presentan con un título tan vulgar, producto de la nada mental de tituleros o traductores, quienes no entendieron nada, ni la película ni el título original: "About Mrs. Leslie", todo un hallazgo de sencillez y concisión. Pero íbamos prevenidas. El dúo formado por Shirley Booth y Daniel Mann —intérprete y director, respectivamente, de "Sin rastro del pasado"— era en cierto modo una garantía. Y no salimos decepcionados. Al contrario, nos ratificó las excelencias de aquella película. A pesar de que la novela de Vina Delmar no ofrece alternativas fáciles y, suponemos, debe ser un tanto sensiblera, está tratada, tanto en la adaptación de Ketti Frings y Hal Kanter como en la dirección de Mann, con una sutileza sentimental sólo comparable a la de Noel Coward y David Lean en "Lo que no fué", lo cual es alcanzar bastante.
Decir que Shirley Booth es una gran actriz, ya es casi un lugar común. Las expresiones de su rostro sin belleza externa logran con el mínimo visaje todo lo que se quiere expresar: conmueven, invitan a pensar o a sonreír, casi sin mover un músculo, con sólo la comunicación secreta del brillo interior de la mirada, o apenas un reclinar la cabeza sobre un costado. Robert Ryan, por su parte, nos descubre una personalidad de excelente actor, muy compenetrado y bien conducido. Los secundan con la misma eficacia Marjie Millar y Alex Nicol. Sencillamente humano, el film tiene en todo su transcurso una presencia de realidad, en una dimensión doble de tristeza y de valerosa disposición frente a la vida. Todas esas gentes, en especial la protagonista, viven la vida de hoy, agudizada en su insensatez, viven el drama inconsciente y sordo de lo cotidiano. La soledad es su común denominador frente a ellos están los insensibles, los "pequeños animalitos" que nada saben ni quieren saber, como esos adolescentes norteamericanos que sólo aspiran a pasear en automóvil, comer helados y vivir como vegetales, tan bien retratados en el film. La actitud comprensiva, tierna y condolida de la protagonista es toda una muestra de coraje y de superioridad. La realización de Daneil Mann quizá resulte demasiado "literaria" a los cine-puristas ortodoxos. Efectivamente, tiene su película mucho diálogo y un relato abundante y frondoso, pero en compensación su tratamiento de los planos es de una habilidad difícil de emular en situaciones de ese tipo, tan conversadas. Y, fundamentalmente, su mano de director con "algo que decir" se advierte en la crudeza, en la ironía con que maneja los más imperceptibles elementos de diálogo y de imagen. En sus manos, hasta lo vulgar adquiere dimensión nueva, nueva vida. Una cara, en su película, es una cara, no un pastel inerte enharinado por el maquillaje, una calle es una calle, y de pronto todo —caras, calles, casas, muebles— exhibe una dolorosa realidad, hiriente y necesaria. Y esto utilizando cosas comunes, cosas de todos los días. En algunos momentos, nos atreveríamos a decir, el film logra ser una poesía, un canto sencillo y hondo de coraje y comprensión. Daniel Mann, director cinematográfico de situaciones literarias o teatrales, es sin lugar a dudas uno de los realizadores más talentosos de Hollywood en la actualidad.
D. J. K.

El antílope de oro
Premiado en el Festival de Cannes, este dibujo animado soviético posee valores que lo destacan por encima de las muestras comunes del género. Su realización, muy moderna aunque con un inconfundible aire oriental, contrasta, en primer lugar, con el sentido tradicionalmente moralizante de la fábula relatada, eficaz en cuanto a su repercusión en el espíritu infantil. Y ese contraste resulta interesante y varía los términos en que se presenta el mundo del dibujo animado a través del estilo de las sinfonías tontas norteamericanas. El primer mérito es, pues, el de estar concebido para los niños, casi permanentemente olvidados en los últimos años. De allí que nos veamos forzados a disculpar la ausencia total de innovación en el tema y la puerilidad del relato hablado, aunque no sabemos si este último responde enteramente al original. Técnicamente perfecto, "El antílope de oro" presenta un dibujo de notable limpieza de líneas, apoyado por un color plano y una animación excelente. Aquí aparece otro aspecto formal que responde a la concepción de la fábula: los animales no se ubican dentro del antropomorfismo del dibujo animado habitual, sino que se mueven como animales y sólo están dotados de la palabra, como en todas las fábulas.
Sin superar las mejores creaciones checoslovacas, sin compararse con las de la U. P. A. (Magoo, El niño prodigio. Celos infantiles), tiene la virtud de buscar un camino propio, apartándose de la preocupación puramente didáctica de otras muestras del mismo origen y demuestra que apoyándose en la tradicional raíz oriental del dibujo se puede alcanzar una belleza de estilo diferente y de muy valiosas posibilidades.
Una obra como ésta merece la atención de todos los públicos y es más útil que toda especulación teórica para demostrar la variedad enorme del ámbito artístico del cinematógrafo.
E E E

Federico Fellini,
indudablemente la personalidad más interesante consagrada en los últimos tiempos en el cine italiano, triunfa con "La strada" (La calle), en Inglaterra. Desde luego, nos conformaremos durante varios años con la lectura de comentarios sobre esa película, pues aquí se estrenará con un lustro de retraso. El realizador de "i vitelloni" (Los inútiles) parece haberse atrevido a hacer un film con tres personajes de espíritus casi infrahumanos, cuya incomunicabilidad entre sí y con el resto del mundo es de un patetismo desgarrado, no apto para las lágrimas fáciles, que levantan los éxitos comerciales. Será difícil que aparezca un interesado en traerla para su explotación. Pero sería muy interesante para el prestigio del cine italiano, tan disminuido con las películas que nos llegan últimamente. Damos la idea por si la recoge algún peninsular con espíritu patriótico y con verdadero respeto por el arte cinematográfico

Pedro Armendáriz y María Félix
proyectan volver a filmar en México un tema titulado "La escondida", que sería dirigido por Roberto Gavaldón y fotografiado por Gabriel Figueroa. He aquí una esperanza de que la cinematografía azteca, también necesitada de una recuperación, nos dé una película comparable a "La Perla", "María Candelaria" y otras obras de un cine que hasta ahora ha constituido el único aporte latinoamericano a la pantalla universal.

En Japón,
el público rechaza las películas de las productoras norteamericanas que pretenden describir la vida y costumbres del país. De una de ellas, "The house of bamboo" (La casa de bambú), se ha dicho que resulta ofensiva por la forma en que presenta a Japón y a los japoneses. Pero los proyectos de ese tipo de realizaciones continúan en pie, pese a la inquietud que reina en las productoras. Es una fase más de la batalla de las productoras norteamericanas contra las cinematografías nacionales. Habría que hacer un congreso internacional para estudiar la forma de defenderse contra la implacable fagocitación económica de las empresas de EE.UU. y la consecuente desnaturalización cultural y artística. De otro modo, a la vuelta de pocos años se habrán aniquilado muchos centros de producción cinematográfica.

El British Film Institute
a través de su Comité de Cine Experimental, destina actualmente una buena cantidad de los fondos de fomento de la cinematografía para la realización de films sobre diversos temas dirigidos, escritos e interpretados por valores jóvenes, prácticamente sin experiencia en la industria. Desde luego, les acuerda plena libertad de expresión, desde la elección de los temas hasta la forma de tratarlos. Esto sería muy útil en el momento en nuestro país, donde las posibilidades de renovación de valores están virtualmente clausuradas. Las autoridades tienen un ejemplo para imitar y comenzar a resolver problemas no tan difíciles como parece.
E E E
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