Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

CINE
ICONOCLASTAS DEL CELULOIDE
Los últimos años han traído una arremetida cinematográfica made in USA que nada tiene que ver con la tradicional producción a que había acostumbrado Hollywood a las salad del mundo. Feroces realizadores producen films "off Broadway" donde aplican su talento en la autocrítica más descarnada y doliente que se haya hecho a un país en la historia del cine. La crisis de una supersociedad, de un superpaís, que sin embargo no produjo un superpueblo y al que se le pronostica el superderrumbe fatal al que están condenados por la historia los imperios. Una enorme y poderosa nación capaz de negar su cuota de humanidad y de reflotar permanentemente —sobre sus enormes contradicciones internas— sus guerras, sus consignas tambaleantes, su deterioro.
El american way of life no es un motivo de envidia ni de admiración; un lavarropas más o menos ya no indica la felicidad de un pueblo ni ejemplariza la vida americana. Detrás del automatismo o del motor de una celestial batidora acecha la sombra que arroja el superdesarrollo como proposición de vida.
Dos películas de reciente estreno —"Joe" y "Mi vida es mi vida"— han sacudido al público argentino. EXTRA invitó a un político conservador, un novelista de éxito y un músico genial a opinar sobre estas dos producciones iconoclastas. También, para que hablaran sobre sus experiencias propias mientras vivieron en los Estados Unidos.
Las películas fueron vistas, y de allí en más el tema no pudo controlarse. La salida al cine desató en estas personalidades un ímpetu que los hizo irrumpir en los terrenos más variados. De EE.UU. se pasó por ejemplo o analogía a la situación en nuestro país. Así, sobre el fema propuesto se ganó terreno hasta avanzar entre reflexiones y experiencias personales en el contexto nacional que rodea a cada uno de estos personajes.
He aquí los resultados.
Enrique Villegas (pianista)
EXTRA: ¿Qué le parece este nuevo cine norteamericano, cine de autocrítica y de antihéroes?
VILLEGAS: Yo creo que de películas, o de cualquier cosa de que se hable, es al divino botón. Porque en las películas sucede lo que el productor quiere. El productor es el que hace el negocio con la película, el que la comercializa. El argumentista y el director hacen lo que se les da la gana también con los personajes y sus situaciones. Si ese cine que vemos es un buen negocio, seguro que se seguirá haciendo. La contradicción está en que sigue dando plata justamente para apuntalar el sistema de vida que dicen criticar.
E.: ¿Pero la problemática que se refleja en estos films es real o no?
V.: Yo me acuerdo siempre de una película que se llamaba "La voz de la alondra", donde salía una especie de mujer ideal, Pero esa mujer ideal era una fantasía, no existía. Esto de "Joe" y "Mi vida es mi vida" pareciera que sí. Pero pensándolo bien, todo es fantasía; los hippies existen, existe la fantasmagoría, los miedos horribles de esta cosa espantosa que se llama "ser humano". Porque lo horrible no son los hippies, los norteamericanos medios, los alemanes, los latinoamericanos. Lo horrible es el ser humano en sí. El hombre es el asesino más grande que hay en el mundo, el único que mata por placer.
YO SOY UN PARASITO
E.: ¿El personaje de Robert en "Mi vida es mi vida" es un producto de la sociedad de consumo o simplemente un inadaptado que se puede dar en cualquier tipo de sociedad que no sea la del american way of life.
V.: Yo me pregunto dónde está el amor en ese film. ¿La hermana que se hace "sparknig"? El gimnasta, cuando le pega en el traste, está repitiendo vivencias juveniles de castigo y disciplina. Disciplina para recibir órdenes. ¿Para qué?. Para convertirse en un hombre de provecho. ¿Un ejecutivo es un hombre de provecho, un ladrón es un hombre de provecho? ¿A qué se le llama "hombre de provecho"? ¿A qué se le llama convivir en sociedad, o en suciedad, como la llamo yo? ¿Y esos personajes que se van a Alaska porque creen que la nieve es blanca y pura? ¡Escaparse!
E.: Usted no es un hombre de provecho.
V.: ¿Por qué? Por que soy un parásito.
E.: ¿Esa es una apreciación exagerada?
V.: ¡Vamos! Si soy un clown. Soy el fenómeno. Me dan de comer para enseñarme; después toco el piano y está todo pago.
E.: No exactamente.
V.: ¡Como no exactamente! ¿Qué significa esa imbecilidad de tocar en el Colón, ahora? ¿Qué hay con tocar en el Colón o en la Plaza de Mayo? La cuestión, ¿eh?, es tocar. ¿Qué utilidad le doy yo a la sociedad?; ninguna. Música, ¿y en qué manos está la música? Quien le da de comer es el supermarket. ¡Ja! ¿Y cuál es el único poder que hay en el mundo? El dinero; el dinero, sí, señor.

EL QUE NO HABLA INGLES ES UN ENEMIGO
E.: "Joe" no critica eso. El norteamericano medio siente un gran respeto por el dinero.
V.: No solamente el norteamericano; cualquiera se agacha cuando le ofrecen unos millones. Lo que pasa con el norteamericano es que vive lleno de odio hacia cualquier tipo que no sea él mismo. Ningún norteamericano tiene ninguna relación humana. El padre, la madre, son la compañía, y tienen que tener una imagen, y él tiene que mantener esa imagen. Y cualquier tipo que no hable inglés es un enemigo que íes está haciendo un complot para matarlos a todos ellos.
Están llenos de miedo. Miedo al enemigo. ¿Y qué es el enemigo? Vivimos de genocidio en genocidio. El descubrimiento de Benjamín Franklin rindió: más ron igual 0. Eso es lo que han descubierto: hombre-pichicata igual 0.

LA MADRE COLUMBIA
Yo viví en los Estados Unidos cuando era artista de la Columbia; era un genio que hasta en el "Vogue" salía. Me estaban inflando. Era un gran artista con una gran campaña detrás. Cuando me fui de la Columbia, viví años a café con leche. Nunca más salí en ninguna parte. Y ahora acá (señalando un semanario) no sé de dónde sacaron que fui dos veces el hombre del año en EE.UU. ¿De dónde lo sacaron? Después de la Columbia, no me conocía más nadie, nadie. Y ahora tampoco.
Así son las cosas. Aquí, en el año 66, tenía un local en la calle Viamonte: "Los amigos de Enrique Villegas". Subió Onganía y me cerraron por ruidos molestos y —como venían amigos del teatro— dijeron que venían comunistas. ¿Qué tiene que ver esto con EE.UU.? No lo sé, pero después de ver esta película me da por recordar. Ahora estoy estudiando una sonata. Y me voy.

Partió Enrique Villegas con su aura de talento. Tres noches después escuchábamos cómo en un programa de radio ante periodistas inquisidores el pianista, con retórica que le desconocíamos, hablaba del "honor de haber tocado en el Colón" ¿Contradicciones sólo para genios?

Emilio Hardoy
"Mi vida es mi vida" me parece un film interesante, pero no tan sobresaliente como "Joe". Sin embargo, los dos son testimonios de la vida en los Estados Unidos. El personaje de Robert en "Mi vida..." es el de un insatisfecho que se puede dar en cualquier lugar; en cambio Joe es un producto de un contexto social muy determinado.
Los Estados Unidos son otro mundo. Aquí, la gran ciudad está muy bien expresada. Evidentemente, por lo que conozco y por lo que me entero ahora, es un proceso que se ha ido agravando. En Filadelfia —yo estuve hace dos años—, con mi mujer teníamos miedo de salir de noche. Cuando lo hacíamos. íbamos por las avenidas bien iluminadas y hablando bien fuerte en español para que nos nos confundieran con ciudadanos norteamericanos de cierta clase. Pero de cualquier manera, como expresión y testimonio de una época y de una sociedad y como espíritu humano personal e íntimo, por la calidad artística, la realización, el final y la llegada a un desemboque rigurosamente lógico, terrible, hacen de "Joe" un film excepcional,

LA GENERACION DE LOS PROTESTONES
La violencia, como reacción de un estado colectivo e individual, es el cuadro de una sociedad en la que evidentemente algo está fallando. Por otra parte, la nueva generación tampoco da soluciones Tampoco esta generación que protesta hace algo más que protestar.
EXTRA: El nivel de vida de los Estados Unidos es sin embargo uno de los más altos del mundo.
HARDOY: Se habla mucho de los niveles de vida en la Argentina y en el mundo. Pero nadie tiene idea de cuáles eran los niveles de vida en la Argentina hace cuarenta años. Cuando yo tenía 20. . En Lomas de Zamora, donde me crié, había una cantidad de familias de nombre altisonante, pero sin dinero.
E.: Venidas a menos, que le dicen...
H.: No. eso es un error, porque aquí la aristocracia llamada oligarquía no fue rica. Fueron ricos algunos. La oligarquía de tono social había sido soldado de la Independencia, político o profesor. Era la cultura o la guerra la que daba el tono. Claro que era patrimonio reducido de una minoría. Por otra parte había miles de gauchos analfabetos, lindando con el salvajismo.

UN OBRERO VIVE MEJOR QUE UN REY (en la Argentina)
H.: Nosotros vivíamos en casonas viejas: se iba al cine una vez por semana al club de tenis, se trabajaba y estudiaba. Cuando alguien se compraba un Ford, todos salían para verlo. Ese era el tipo de vida. Ahora, si un jovencito no tiene un Torino se siente frustrado.
Y, sin embargo, hoy un obrero en la Argentina vive mejor que Luis XIV.
E.: ¿Cómo es posible?
H.: No tenga la menor duda: si a Luis XIV se le pudría la boca, no tenía quién se la arreglara; si la lluvia arruinaba los sembrados, tenía que mudarse con toda la corte porque no había qué comer. No era una cuestión de dinero; no había.
Hoy, la técnica ha progresado de tal manera que no hay epidemias; aquella gente, en cambio, moría de viruela, fiebre amarilla, de parto. La reina Ana de Inglaterra tuvo 13 hijos y no vivió ninguno. Y era la reina.

EL PERONISMO
E.: ¿Cree que el avance técnico traduce también un avance de la conciencia social?
H.: Mire, la parte más importante del peronismo no es la material. El peronismo le dio muy poco a la gente, en realidad, muy poco materialmente hablando Pero le dio dignidad.
Mire la diferencia: yo entro en el Jockey Club y el lacayo (sic) me da la mano: ¿"Cómo está doctor"? Bueno, antes del peronismo, esto era inconcebible
Lo cierto es que esa igualdad social se ha producido. Ahora lo que falta es racionalidad; no se puede dar una solución con alquimia o pretender que dictan do decretos mañana seremos ricos. Tampoco practicando un nacionalismo absurdo. La Argentina es como una estancia que no tiene alambrados ni vacas. ¿Los tenemos nosotros? No. Bueno, alguien tiene que venir y traerlos. Claro que trataremos de negociar un las mejores condiciones. Si EE.UU. no hubiera tenido las inversiones que tuvo para montar la industria que tiene, no hubiera podido ser lo que es. En Rusia lo están haciendo sin inversiones extranjeras, ¿pero a costa de qué?: el hambre, la miseria y la esclavitud de varias generaciones.

LA NUEVA FUERZA PARA INTERPRETAR EL SISTEMA
E.: Pero en la Argentina la cuestión económica está supeditada a un problema político.
H.: Aquí se requiere una autoridad que tenga un Poder Ejecutivo estable, y, además. que esa autoridad tenga planes racionales.
E.: ¿Y qué opinión fe merece el futuro de la Nueva Fuerza?
H.: Va a funcionar. Porque hay un gran sector que no se siente interpretado. Yo no digo que Alsogaray vaya a ser un líder. Ni ninguno de nosotros que hemos actuado. Hay nuevos líderes, nuevas personalidades. Pero va a funcionar. ¿Qué puede interpretar el radicalismo jugando a la izquierda sin serlo? Es algo absurdo, del pasado.
Este sistema, mientras subsista, tiene que tener una fuerza política que lo interprete para que el sistema funcione. O sea: la seguridad jurídica, estímulo a la iniciativa privada, el aliciente de la ganancia. Podrá ser moralmente malo, o bueno, pero si usted quiere una sociedad capitalista o de consumo requiere esto. Si elige el sistema marxista, necesitará otras condiciones. Pero lo que no puede ser es este desarrollismo y nacionalismo que quiere las dos cosas al mismo tiempo. Aquí es donde entramos en el batifondo social.

EL PELIGRO QUE CORRE LANUSSE
Lanusse no tiene la menor idea del peligro que está corriendo él y que está haciendo correr al país. Porque el orden es una cosa muy artificial. El orden es algo que se logra con mucho trabajo. Es el producto de una gran cultura, una sedimentación, una costumbre. El día que esto desaparezca, ¿qué va a pasar? Que va a salir a la calle y se va a encontrar con que las vidrieras están rotas, no andan los transportes y que no hay pan. Porque cada uno va a salir a defenderse como pueda. Y esto va a pasar, porque todo este aparente orden está basado en que los precios se porten bien. ¿Y por qué se van a portar bien los precios? Hay temor y crisis. Cada cual trata de salvarse. Entonces, el pequeño ahorrista saca los pesos de abajo de la cama y corre a comprar dólares. Los grandes empresarios dicen que la Argentina es un país terminado. Es que todos los días se los asusta, no se piensa que ellos son los que mantienen el sistema.

Ernesto Sábato
EXTRA: ¿Qué opinión le merecen estos films?
SABATO: Son los dos de primer orden, pero en realidad no se puede decir que traten el mismo tipo de problemas. "Joe" es específicamente, a mi juicio, la expresión del drama espiritual que más concretamente sacude hoy a los Estados Unidos: el de la rebelión de la juventud contra el llamado "establishment",
E.: ¿Pero no hay algún rasgo común entre ambos films?
S.: Sí, el mismo rasgo común que hay en todos los grandes films norteamericanos de este momento. Una dureza, una autenticidad desgarradoras, la expresión patética de los grandes dilemas que enfrenta el hombre en la existencia actual. Todo lo contrario de lo que podríamos llamar un cine juego, tal como por ejemplo tipifica "El año pasado en Marienbad", arte en que prevalecen los valores formales, de lenguaje, de sintaxis, frente a lo que se ha llamado siempre valores de fondo. El cine norteamericano de hoy no desconoce las nuevas formas (cualquiera de estas cintas es formalmente distinta de las del pasado), pero no hace de ellas un fin en sí mismo: es un medio, como sucede siempre en todo gran arte. No se puede separar en todo gran arte la forma del contenido; cuando se lo hace, como a menudo sucede hoy con expresiones bizantinas, cuando el artista se aplica esencialmente a las búsquedas formales, estemos seguros de que se trata ya de una decadencia. Los norteamericanos no acostumbran incurrir en estas masturbaciones. Ya en la primera posguerra nos dieron una formidable lección cuando irrumpieron en Europa, literariamente languideciente por exceso de refinamiento, con una formidable novelística. Faulkner, Hemingway y otros menores llegaron a Europa como un poderoso vendaval que barrió con todos los que cortaban un pelo en cuatro, como dicen precisamente los franceses.
E.: Me decía usted que a su juicio "Joe" es la que más específicamente expresa la crisis de la juventud norteamericana.
S.: Así lo creo. El problema del otro film podría suceder en muchas partes. El de "Joe" es específicamente norteamericano. La rebelión de la juventud contra la sociedad de consumo, contra esta tremenda y deshumanizada sociedad en que el hombre es un robot y que se ha enajenando casi totalmente, alejándose de los grandes y vitales valores de la sangre y de la especie.
Casi para que el caso sea arquetípico, el padre de la muchacha rebelde es un empresario de publicidad. La publicidad: la quintaesencia de esta detestable sociedad. La reacción de esa juventud es caótica, a menudo sucia, muchas veces criminal, incoherente, pero radicalmente necesaria. Es quizá la más grande y profunda revolución de nuestro tiempo, porque después de ella no podremos volver (si es que hay posibilidades todavía de volver a algo) a este sistema caduco de valores. Y ojo: no se trata simplemente de valores económicos. Esa juventud está formada por hijos de intelectuales, de ejecutivos, de millonarios, de ministros, de funcionarios. No son obreros que se rebelan por más pan: es una juventud que está harta de esta sociedad hiperdesarrollada que representa los Estados Unidos, donde los sentimientos han sido reemplazados por las estadísticas y el amor, por las computadoras. Esta revolución no la predijo Marx. Por lo contrario, el obrero llamado Joe es una especie de fascista, de reaccionario, que llegaría hasta el crimen y la tortura para imponer sus puntos de vista.
E.: ¿Piensa que las ideas, las motivaciones de esa rebelión son generalizables? ¿Por ejemplo a nuestro país?
S.: No. Son válidas para las sociedades hiperdesarrolladas, y sólo como rebote pueden observarse aquí o en otros países actitudes parecidas. Generalmente no son representativas. Para darle un ejemplo: el pacificismo de un muchacho norteamericano es revolucionario. En Vietnam seria canallesco, pues allí un muchacho tiene el deber de luchar con las armas en la mano en defensa de su patria. En esto, como en los pantalones y el lenguaje, lamentablemente asistimos a fenómenos muy tristes de imitación.
Dicho sea de paso, aquí hay gente que sueña (pero, claro, y felizmente, no es más que un sueño) en lograr para nosotros el desarrollo material de los Estados Unidos. La mayor parte de los llamados "desarrollistas", los que creen que todos los males del hombre (no sólo los físicos sino los espirituales) se arreglarán automáticamente cuando tengamos petroquímica, petróleo y no sé qué cifras sobre el bien llamado producto bruto. Al parecer, ese ejemplo presente de ese futuro utópico que constituyen los Estados Unidos no les sirve. Están ciegos. No ven que debemos aprender esa espantosa lección.
E.: ¿Se niega usted entonces al desarrollo económico?
S.: No, nunca he dicho eso; he dicho siempre que ya que estamos a medio desarrollo debemos aprovechar la dolorosa lección norteamericana. Y lograr o tratar de lograr un desarrollo material que salvaguarde grandes valores humanos que ya se perdieron. Pero analizar este magno problema no es cosa que se pueda hacer en un reportaje de un par de páginas. Hay muchos libros ya sobre esto.
Revista Extra
02.1972

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