Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

poesía buenos aires
Veinte años después
Revista "poesía buenos aires"

Es, en verdad, un caso único en la historia de la prensa literaria argentina: una revista de versos que se mantiene durante un decenio y publica treinta ediciones. Sin embargo, 'poesía buenos aires' fue algo más que todo eso: un hogar de poetas, una camaradería que el tiempo ha endulzado, y por qué no, un movimiento vital, una respiración. Camino de la leyenda, acaso nadie —salvo sus autores— recuerden el 20° aniversario de este fenómeno sin antecedentes y —lo que es grave— sin sucesión.
El Nº 1 de poesía buenos aires “se terminó de imprimir en los talleres gráficos «EL MAGUNTINO», con la colaboración de Ilka Krupkin, el día 21 de setiembre de 1950, Año del Libertador General San Martín”, señala el colofón. Son ocho páginas, formato 27 por 37 centímetros, que se venden a tres pesos. La dirigen Raúl Gustavo Aguirre y Jorge Enrique Móbili: hay textos de estos dos intrépidos y de Juan Carlos Lamadrid, Edgar Bayley, Mario Trejo.
Abundan los manifiestos, embebidos de un júbilo desconocido, de pronto retóricos, quizá soberbios; pero son una retórica y una soberbia necesarias, obligatorias, tocadas en una clave humana: la del poeta. Que “no está seguro ni tranquilo sino de su inquebrantable pericia”. Que “esquiva la debilidad, la palidez, la muerte de una mariposa. Ha de tardar en la solicitud de los alimentos: en el momento del hambre será el último, la alegría entreabierta sobre el pan de los hombres”. Sucede que “la poesía es una impiedad sin término para cualquiera que sepa reconocer su sangre en un momento de plenitud, los huesos en asamblea con los sucesos”.
Suelen rastrearse orígenes de 'pba': ya en 1944, los “invencionistas” —a través de Arturo y una serie de cuadernos— proclamaron la “negación de toda melancolía”, la “voluntad constructiva”. Esa exaltación de la capacidad creadora entrañaba, desde luego, una fervorosa defensa del creador: “El hombre quiere ser colocado en el mundo.
No quiere ficciones o sucedáneos de sus acciones posibles. Quiere ser solvente ante sí mismo”. En estos frentes combatirán los guerrilleros de 'pba': no en vano los acompaña un veterano, Bayley, a quien los manuales siguen ignorando tal vez porque su obra es una de las más lúcidas del país.
El estruendo de 'Martín Fierro' había cesado en 1927 por una desavenencia política: algunos redactores deseaban utilizar el periódico en favor de la candidatura Yrigoyen. Horizonte difícil: Martín Fierro era fruto del alvearismo, de esa calma sociedad intelectual que alentaba a los jóvenes burgueses a traer la última novedad europea, con la misma delicadeza que prestaban a los vinos franceses o a los casimires de Gran Bretaña. El Gobierno Justo halló su espejo en Sur; más tarde, la llamada “generación del 40” seguiría la misma ruta, hasta poner en versos elegantes y nostálgicos a esa Argentina que se derrumbó una mañana de 1943.
Francisco Urondo, 40, uno de los asiduos colaboradores de 'pba', ha observado con acierto: “La poesía argentina, al ir pasando de manos pareciera que ha ido simultáneamente descendiendo de categoría social; de los caballeros de la independencia, la organización nacional y el ochenta, pasa a los señoritos durante el alvearismo; luego a los profesionales en el 40, para terminar en manos de empleados en el año 1950”.
Sin embargo, los contribuyentes de 'pba' no reaccionaron por motivos políticos o clasistas, al menos según la terminología en curso. Los abogados y médicos se encerraron a tañer su lira, desdeñosos de los cambios que sacudían al país, avaros de su casta y privilegios. Los corifeos de Arturo se levantarán contra ellos, pues deseaban “liberar al hombre de esos dos frutos de la soledad: el resentimiento y la vanidad”. Eran, salvo excepciones, empleados, clase media baja: por rescatar al individuo, olvidaron a la sociedad.
No podía ser de otro modo. Y los gestores de pba lo advirtieron; en la portada del Nº 6 se lee: “El arte es nacional por añadidura, porque lo es en tanto auténtico, salido de una situación vivida en determinado lugar del tiempo y del espacio cuyo sentido se ha sabido penetrar. Sea el creador fiel a las sugestiones de su mundo, intente, oiga el mensaje de los vientos, cualquiera sea su procedencia. [...] Creemos en la poesía que, partiendo de cualquier lugar de la tierra, pueda ser vivida en Buenos Aires. Y en la poesía que, partiendo de Buenos Aires, pueda ser vivida en cualquier lugar de la tierra”.
Esta exigencia de universalidad —que es, en definitiva, la de toda poesía seria— tuvo sus manifestaciones en las treinta entregas de pba. Es curioso certificar no sólo la evolución de quienes escribían en sus páginas, sino también la búsqueda minuciosa de congéneres, de Heráclito a Fernando Pessoa, de Alfonso Cortés a Murilo Mendes, de Rimbaud a Vallejo, de Catulo a Emily Dickinson, de Dylan Thomas a Drummond de Andrade. El Nº 13-14 reunió a cincuenta poetas argentinos, y hubo quienes se burlaron de esa proeza: eran demasiados. ¿Qué duda cabe? Pero pba nunca fue una capilla, una secta; en esa virtud reside su signo más positivo.
Y en su terrible honestidad, sin parangones en el vasto campo de las letras argentinas. Entre el orden y la aventura, pba eligió la aventura, contraseña de los seres humanos. “Nada es posible fuera de la poesía”, sentenciaba el Nº 7, debajo del logotipo. “Lo más extraordinario que tiene el universo es que todavía no ha sido creado. Es hora de hacer castillos en el aire, pero castillos de verdad.” “Queremos una revista de poetas, y no una revista de poemas”, explican otras ediciones. En un envión de ira, Aguirre tributaba el mayor homenaje a pba en el Nº 25.
“Y sin embargo, cuando me digo que es a ella a quien debo mis mejores amigos, la mujer que amo, el valor de desmentirme, la alegría de ver durar el sueño, el trato hondo con ese lector que nunca conoceré, con ese muchacho que no caerá, como nosotros, en la trampa. [...] Y si algo subsiste de estas páginas, sabemos que no puede serlo para esa compilación estúpida de datos que algunos llaman historia, sino en carne viva, en letra y palabra viva de otros que harán también la vida posible a su alrededor, a su manera, como quisimos hacerla nosotros.”

RIGOR Y DESOBEDIENCIA
poesía buenos airesLa semana pasada, Aguirre (43, dos hijos) prefirió evitar esos datos y acordarse, por ejemplo, de los hermanos Arturo y Roberto Zaragoza —este último, ya fallecido—, en cuya imprenta de Santiago del Estero y San Juan se editó pba desde el Nº 3 hasta el Nº 30. “Ayudaron con su corazón a que la revista superara las dificultades económicas. Pusieron todo su interés y su paciencia para esperar el menguado dinero de los poetas”, silabea.
Fue él, sin embargo, el más activo de sus financistas, su animador perpetuo, el nombre con el cual terminó por identificarse poesía buenos aires. En sil casa de avenida Corrientes se amontonaban originales y deudas, recibos y suscripciones; en las tertulias del entonces Palacio del Café (hoy Palacio de la Pizza), en las mesas del ya desaparecido restaurante Capo di Lupo, frente al Congreso; en las fiestas “a beneficio”, al lado de las rotativas, Aguirre condujo esa admirable lucha de una década.
Lo secundaron, en la dirección de pba, el cofundador Móbili, Wolf Roitman (desde 1952 en París; el año pasado obtuvo un premio con Azul como una naranja, pieza teatral), Nicolás Espiro, Bayley. En los diez números postreros cambió el formato: 14 por 19 centímetros. Pocas veces el tiraje superó los 500 ejemplares; se utilizaba papel argentino, “obra primera”, y tipografía Futura, a dos colores; diagramaron Nélida Fasullo y Jorge Souza. Los libreros rechazaban las ediciones iniciales; la crítica las ignoró, asustada
quizá por el obstinado empleo de minúsculas o por el extraño fuego que encendían sus composiciones.
Los treinta números están agotados, hoy. “Me los piden de todas partes —comenta Aguirre—. No puedo satisfacerlos.” Pero, además de la revista, PBA lanzó 35 títulos de autores nacionales y extranjeros, entre ellos, la antología de una poesía nueva, “una verdadera rareza bibliográfica”, señala el ex director. Mientras tanto, Aguirre volcó una apreciable labor poética, cuyas recientes expresiones brillan por su despojamiento y su hondura (Cuerpo del horizonte, 1951; La danza nupcial, 1954; Cuaderno de notas, 1954; Redes y violencias, 1958; Alguna memoria, 1960; Señales de vida, 1962; La piedra movediza, 1968).
Espiro, en cambio, rehuyó el libro; aunque no ha cesado de escribir versos, los más recientes suyos que se conocen en la Argentina datan del Nº 15, otoño de 1954, de poesía buenos aires. Médico psicoanalista, de 41 años, Espiro sostiene que el de pba “fue el último grupo «ideológico» de poetas que apareció en el país”. Bayley, 51, prefiere que “la opinión sobre poesía buenos aires la den los demás”; no se siente con ganas de “hacer de historiador, de Tucídides de uno mismo”.
poesia buenos airesEn cuanto a Móbili (43, dos hijos), tampoco se ha caracterizado por su amor a la letra de molde; apenas cuatro títulos llevan su firma: La raíz verdadera (1947), Elegía (1948 ), Convocaciones (1951) y Cámaras (1957). “No salimos a la calle a matar ni tampoco a buscar el aplauso de la gloria —dijo la semana pasada a un redactor de primera plana—. Salimos con los veinte años y la convicción que nos daba una cierta cultura universal que nunca nos acarreó problemas de plagio o de vivencias prestadas.”
Según Urondo, 'poesía buenos aires' no sólo influyó en los poetas del 50 sino en toda la literatura argentina. Su diagnóstico: “En Martín Fierro, en Sur, había un sometimiento a las metrópolis culturales, un sometimiento provinciano, epigonal. propio de una cultura colonizada —o colonial— como la nuestra, pba, si bien sigue manteniendo esas expectativas, comienza a apropiarse de aquellos aportes, aunque de una manera menos provinciana, más identificable. Por otra parte, la insistencia en el manejo del instrumento, el rigor expresivo, empiezan a resquebrajar otro mal que asediaba a la literatura argentina: el populismo literario”.
Rubén Vela (42, tres hijos, “Faja de la SADE”), que fundara con Aguirre las ediciones Altamar, coincide en cierto sentido con Urondo: “La influencia de poesía buenos aires ha sido tal que ningún poeta del 50, aun perteneciendo a cualquiera de las tendencias existentes, pudo escapar a la limpieza del lenguaje, al poder de síntesis y a la claridad conceptual que imperaban en la revista. Hoy en día, cualquier poeta de 18 años que desconozca lo que fue pba, está escribiendo, sin saberlo, bajo las premisas marcadas por la generación del cincuenta”.
Espiro, en el Nº 5, resumió este espíritu: “El juicio final será ante la poesía. [...] Queremos que, junto con el oxígeno, la humanidad respire poesía. Entonces podremos amar en silencio, maravillarnos en silencio, en el gran silencio del amor, en el gran silencio de la comprensión. Queremos a la humanidad a la altura de la poesía”. , M.F.M. (nota: posiblemente se trate de Manrique Fernández Moreno, por las iniciales)
15/IX/70 • PRIMERA PLANA Nº 398
 

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