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Jane Russell

JANE RUSSELL
"Sabe administrar sus atractivos"
CON una carta abierta que el periodista George Higgins dirigió recientemente a Marilyn Monroe, la "girl" que está causando sensación por sus poses provocativas, la exhibición desmedida de su físico con breves "bikinis" y vestidos sin breteles y exagerados escotes, repróchale que se apoye en una publicidad hecha a base de escándalos para conquistar fama. "Toma el ejemplo Jane Russell y Marie Wilson —le dice Higgins—; como tú. también ellas se destacaron por su atracción física. Sin embargo, han cultivado otros aspectos más importantes de su personalidad. Jane se ha casado y es feliz. Ella y Su esposo son muy populares y bien recibidos en sociedad. Han labrado una situación de orgullo para sus hijos."
Higgins pone el dedo en la llaga. Lo que está ocurriendo con Marilyn Monroe —quizás ella no tenga toda la culpa—, pudo haberle pasado a Jane Russell. Es bien conocido cómo surgió a la fama, poco menos que de la noche a la mañana, esta escultural estrella. Pero vale la pena recordar algunos detalles.
Jane Russell era, como otras tantas miles, una muchacha que soñaba con convertirse algún día en una gran actriz. Entusiasmada con la idea, comenzó a estudiar en la escuela dramática de Marie Ouspenskaya. La necesidad de ganarse la vida la obligó, entretanto, a emplearse como modelo para fotografías de propaganda.
Lo mismo que con las de Marilyn, sus fotografías fueron profusamente difundidas y todas ellas mostraban su agraciada personalidad, sus ojos embrujados, sus labios cargados de sensualidad y sus formas ondulantes. Y como Marilyn, también ella tuvo la suerte de que una de esas fotografías fuera a parar a manos de un agente de artistas, quien corrió a mostrársela a Howard Hughes, el multimillonario, aviador y productor de películas, que en esos momentos hacía los preparativos para filmar "El proscripto".
Estrenada la película, tuvo una corta pero ruidosa permanencia en cartel. Los cófrades de las sociedades moralistas alzaron sus voces de protesta y se escandalizaron, frente a las escenas en que Jane Russell, con un atuendo que no era, por cierto, muy a propósito para una fiesta escolar, exhibía impúdicamente su belleza más allá de los límites que señalan el pudor y el buen sentido (a menudo el peor de todos ellos). La película fue prohibida, pero ya Jane Russell se había hecho famosa.
Un despierto empresario vió en Jane una " magnífica atracción y seguro negocio para su cabaret, y se apresuro a contratarla. Utilizando las mismas fotos de "El proscripto", hizo una reclame excitante, que dió como resultado un lleno completo la noche fijada para el debut. Pero grande fué la decepción del público y tremenda la desesperación del empresario. La Jane Russell que apareció sobre el escenario, en lugar de aquella blusa que tantas discusiones provocara, por la insegura contención que ofrecía al estupendo busto de la actriz, lucía un vestido de cuello alto, mangas largas y Caldas hasta los tobillos. El empresario exigió de Jane una reparación por daños y perjuicios, y la cuestión concluyó en los estrados judiciales, de donde el prestigio de Jane y su buen nombre salieron incólumes.
Actualmente, como lo señala Higgins, Jane Russell es una estrella que triunfa sin necesidad de explotar sus encantos físicos, pero no desdeña la oportunidad de lucirlos para deleite de quienes, sin ser procaces, tienen el refinado gusto de admirarla tal cual es.
Revista PBT
24.04.1953

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