Ann Miller
ANN MILLER
Una vida consagrada a la danza

LA historia de Ann Miller, para ser descripta con mayor autenticidad, necesitaría ser rodeada con un marco coreográfico, porque la vida de esta encantadora estrella es una vida consagrada íntegramente a la danza.
Tenía sólo tres años de edad cuando comenzó a recibir lecciones de baile. A los cuatro, el pánico hacia el público le impidió hacer su debut en un solo de ballet, dedicándose con tal motivo al estudio del violín y el piano.
Sin embargo, esos instrumentos no parecieron retener su interés, por lo que pronto regresó a las prácticas del baile y lecciones de canto, que luego le fueron de enorme valor en las representaciones teatrales. Pero no fué sino hasta la edad de diez años, cuando, al ganar un concurso de personalidad patrocinado por un club de su ciudad natal —Houston, Texas—, que la ambición de alcanzar el título de bailarina en el mundo de la farándula se arraigó en su mente.
A partir de entonces no desperdició una sola oportunidad en la que pudiera practicar o estudiar el arte de Terpsícore. Se forjó el hábito de permanecer entre bastidores en el teatro de variedades de su pueblo, tratando de aprender de los artistas algún nuevo paso. Jamás dejó pasar un film o función teatral en la que se ofrecieran bailes —de cualquier estilo— e inmediatamente corría a su casa para repetirlos.
Al cumplir los doce años, su madre, Clara Virdwell Collier, la llevó a Hollywood con la esperanza de que la despierta niña hiciese carrera en el cine, idea que a Ann le pareció brillante.
Pronto descubrieron que atravesar las puertas de los estudios no era cosa fácil. En cambio, se le concedió un puesto en calidad de artista huésped en el Teatro Popheum, de Los Angeles. Presentada en cartel como "bailarina de zapateado con un nuevo estilo", Ann obtuvo un éxito rotundo y luego fué contratada por una semana en el mismo teatro. Posteriormente se presentó en el famoso Bal Tabarin de San Francisco. Este fué su paso de transición hacia el cinematógrafo.
Benny Rubin la vió bailar en ese coliseo y después persuadió a la RKO para que le hiciera una prueba fílmica. Ann retornó pronto a Hollywood, firmó un contrato con el citado estudio, e inició su carrera en el reino del celuloide con la película "Caras Nuevas de 1937", Tuvo que valerse de una mentira, diciendo que tenía 18 años, para obtener su primer papel. En seguida figuró en "La viuda artificial".
A pesar de la fama que hoy la circunda, Ann todavía se sujeta a su horario original formulado cuando arribó a Hollywood, en el que se obliga a practicar el baile por cuatro horas diarias, siempre que su trabajo no se lo impida. Continúa siendo una verdadera entusiasta del cine y cuenta, entre sus principales pasatiempos, el dibujo de retratos y la lectura.
Revista PBT
16/9/1955

siguiente

Ir Arriba