fallecimiento de Perón
fallecimiento de Perón

EL MUNDO ENTERO VIO
LLORAR A UN PUEBLO
Pasaron varios días pero las lágrimas del pueblo no se han secado y, acaso, no se sequen nunca... A las 13.15 horas del lunes primero de julio —una fecha que quedará para siempre en la historia argentina— se apagó la vida del mayor político que tuvo nuestro país durante este siglo: el Teniente General Juan Domingo Perón, abanderado de los humildes, de los descamisados, de los que a través de sus treinta años de lucha pública accedieron a una justicia social que ante les parecía negada. Por eso, cuando a las 14.05 del mismo día María Estela Martínez de Perón, con el rostro acongojado, la voz quebrada y un temple admirable dio la infausta noticia, el pueblo se sintió solo y desamparado ante la pérdida irreparable: "Con gran dolor —anunció— debo transmitir el fallecimiento de un verdadero apóstol de la paz y la no violencia". Desde ese momento todo fue desesperación, expresada en silencio. La calle las barriadas, el país entero enlutó su alma y se plegó al duelo. Un duelo auténtico, íntimo, profundo, que hermanó a todos los sectores políticos y tendencias, a todos los credos, a todas las clases sociales. Los partes médicos que con regularidad habían ido dando cuenta del estado de salud del Presidente, sobre todo el último, que casi presagiaba el trágico desenlace, quedaron atrás, sepultados ante la angustiosa e irreversible realidad. Y entonces la Argentina se unió más allá de banderías u opiniones encontradas para dar su postrer homenaje al líder indiscutido; en cada casa de familia, en...

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