...cada
altar levantado en barrios y villlas
de emergencia, en cada plegaria
religiosa. El país s e transformó
rápidamente: calles vaciad, puertas
cerradas, miradas tristes. Y empezó la
serena espera para aguardar que los
despojos de Juan Domingo Perón (la
única figura de nuestra historia que
en tres oportunidades accedió a la
primera magistratura) fueran
trasladados al Palacio del Congreso
para que el pueblo, su pueblo, se
hiciera presente para brindarle el
último saludo.
El martes
amaneció brumoso, húmedo, desapacible.
Mientras el féretro, acompañado por un
solemne cortejo militar, se acercaba a
la Catedral Metropolitana, la gente se
agolpaba en las calles y trataba de
romper las vallas con un solo grito:
"Perón", "Perón". Ese fue el elocuente
coro que lo acompañó en todo el
trayecto, por la Avenida Libertador,
por Leandro N. Alem, por Plaza de
Mayo..., la misma Plaza de Mayo que
fue testigo de jornadas gloriosas
llenas de júbilo y alegría, de cientos
de miles de personas enarbolando
banderas, de dedos levantados en "V"
de victoria y bombos bullangueros. El
balcón de la Casa de Gobierno donde
tantas veces dialogó con sus
partidarios, estaba triste,
solitario...
En la
Catedral, el féretro fue recibido por
el Cardenal Primado de la Argentina,
doctor Antonio Caggiano, quien
pronunció una homilía mientras se
realizaba la misa de cuerpo presente.
Detrás, vestida de negro y demacrada,
María Estela Martínez de Perón eraba
de rodillas. Afuera, la multitud
había...
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