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Rubia, chispeante, más vivaz que nunca, Elina
Colomer nos produce la impresión de una
burbujeante copa de champaña desbordándose en
espumosa cresta. Dijérase que la alegría del
retorno a las tareas que le son queridas y que
en rigor fundamentan los principales motivos de
su vida, pone alas en sus pies, luz más intensa
en sus ojos oscuros y penetrantes, flexibilidad
de junco a su cintura — tan delgada que se puede
rodear con menos de un solo brazo —, y un
duendecillo en su interior, que le va dictando
una porción de cosas graciosas. Revista
Radiolandia 28.02.1953
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