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JULIO CORTAZAR: ¿QUIEN LO CONOCE? Desde que
arribó a la Argentina, el eficiente escritor
parece haber concentrado todos sus esfuerzos en
un único objetivo: eludir sistemáticamente al
periodismo, a la vez que pasar totalmente
inadvertido entre sus presuntos admiradores
porteños. Pese a tales empeños, y según se
desprende de dos episodios acontecidos la semana
pasada, esos temores resultan a todas luces
infundados. Hace pocos días, por ejemplo,
concurrió a un sofisticado café-concert donde,
noche a noche, Niní Marshall desgrana su
habitual desparpajo. Quizás incómodo —es sólo
una hipótesis— al advertir que el público no lo
reconocía, Cortázar dedicó buena parte de la
velada a reírse estentóreamente a carcajadas y
hasta llegó a arrojar su paraguas al suelo con
el consabido estruendo. Todo fue en vano: ni una
mirada. El fracaso no lo amilanó: al día
siguiente almorzó en el céntrico restaurante
América en compañía de la veterana actriz Cipe
Linkovsky, de por sí bastante llamativa. Pero,
otra vez, quiso la desgracia que volviera a
pasar desapercibido entre los comensales. De
nada valieron, en tal sentido, sus potentes
órdenes al mozo, proferidas con marcado acento
francés. ¿No será que le está faltando
promoción? Revista Siete Días Ilustrados
07.05.1973
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