Llegó a la Argentina cuando tenía diez años. Entre su memoria del Lago Di Como y su descubrimiento del Manuel Huapí, de los laberintos en que logró no ser devorado completamente por la melancolía, surgió una literatura intensa. De su libro de cuentos Las Huellas de Nefertiti. Antonio Dal Masetto

BLANCO Y NEGRO

Este es vuestro hogar: una pálida ciudad americana, una ciudad que se somete a las modas, que les ha transmitido sus costumbres y sus histerias, que los ha saturado con sus músicas, sus necesidades, sus tristezas, sus asesinatos. Quiero que sepan que en sus venas hay otros soles y otras fiebres, que sus carnes no están amasadas solamente con olor a nafta y horizontes de cemento. Quiero que lo sepan porque tal vez algún día, cuando les toque hacerse la gran pregunta -¿quién soy yo?- esto pueda formar parte de sus preguntas.
Recupero imágenes de un tiempo que ya es lejano para mí pero, seguramente las presencias que lo habitan estén tan claras en la memoria de vuestras sangres como en la mía. Hay una casa sobre un lago y un pedazo de tierra con hileras de vides. Vuestro abuelo cuida de esa viña. Cuando llega el día preciso corta los racimos y los transporta hasta el sótano. Lo miro trabajar, pisar la uva en la cuba, alistar el proceso del vino. En la penumbra de ese loca! el olor del mosto es, para mí, olor a misterio.
Hay otra casa, en la montaría. Sobre la tierra difícil vuestros bisabuelos han sembrado trigo. Los veo, hoz en mano, abriendo surcos en el trigal. Los haces son transportados en carro hasta el molino, en una aldea vecina. Allí se muele y se paga con parte de lo cosechado. Al atardecer, vuelven trayendo las bolsas de harina con la que amasarán pan durante el resto del año.
Estas son las dos imágenes que quiero rescatar. Una es oscura y subterránea: ese sótano y su fermentar secreto, su actividad viva detrás de la puerta cerrada. La otra está llena de la luz de los trigales y el trabajo bajo el sol. Tal vez estos recuerdos no signifiquen nada y sean sólo el reflejo melancólico de alguien que no se ha acostumbrado a las pérdidas y al desarraigo. Pero insisto en creer que en esa luz y en esa sombra existe una enseñanza, no quiero sugerir que aquella fuese gente feliz. Eran tozudos y eran egoístas. Tuvieron hijos y defendieron lo suyo. Duraron. Alimentaban sus vidas con trabajo, con odios y alegrías, con pasiones fuertes y primitivas. Pero nunca con indiferencia que es uno de nuestros males (todos se llamaban como ustedes: D.M.). Llevaban a cabo ceremonias que para nosotros perdieron sentido. Esperaban la hora de la cosecha seguros de que llegaría. Trabajaban para que el milagro se repitiese. Confiaban y la tierra no los defraudaba. no se preguntaban por qué. Dos guerras pasaron sobre sus casas. Ellos siguieron sembrando y cosechando.
Más tarde, vuestros abuelos, transplantados a tierra americana, seguían aferrados al ritual en los pocos metros de jardín de la casa en que vivían. Plantaban hortalizas y frutales, espiaban el devenir de las estaciones. Esos desarrollos y nacimientos parecían contribuir a darles una medida y una razón a sus vidas. Probablemente, para ellos, lo importante no fuese la necesidad y el placer de la cosecha, sino la certeza y el testimonio de un proceso. Sin saberlo, acataron mejor que nadie el papel que a todos nos ha tocado desempeñar.
El ejemplo de esa entrega, que es también elección, que es también participación, nos habla un lenguaje olvidado, pero que reconocemos, nos sugiere que quizás seamos más que intermediarios entre fuerzas que nos superan y un mundo que acepta y necesita nuestra colaboración. Que más allá de nosotros, de nuestra voluntad y conocimientos, existe una alianza entre las cosas, un pacto inalterable al que es preciso secundar. Cada día trae su confusión, pero la meta es siempre la misma, nuestra tarea es de rescate. Lo perdido, lo oculto es nuestro objetivo. Hay en nosotros una memoria que no pertenece solamente al pasado. Ella nos indica el camino: poner orden en lo invisible. Las herramientas, los elementos de trabajo, igual que la pala y la zapa. están de este lado. Energía, lucidez y paciencia son nuestras cartas de triunfo. Pero también impaciencia, desorden, pasión. Y delicadeza, que es privilegio de la fuerza. Si todo está en todo, entonces siempre hemos estado cerca de lo que buscamos. A cada hora la realidad nos está repitiendo el mismo estribillo, no hay pistas falsas. En todas partes surgen señales y conclusiones. Será necesario recorrer esos senderos para llegar a descubrir lo que en última instancia sabíamos desde siempre. Aquella luz y aquella sombra no son solamente las partes opuestas y complementarias de una misma esfera, sino también un espejo de nuestra condición, no nos queda más que confiar en que la tarea visible proyecte sus frutos en lo invisible. ¿Qué es el vino sino agua que contiene fuego? ¿Qué es el pan sino tierra que levitó?
Texto extraído de la revista Mutantia

 

 

Mágicas Ruinas
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(eclipse)
aunque la sombra se nutra de los años no deja de ser el pasado quien está iluminando mi espalda

No se cuando fue la primera vez, carezco de certeza histórica. Muchas veces me pasa eso cuando llegan amontonadas las sensaciones. Es que me desubican y cualquier hecho podría... bueno, vos me entendes. Eso de los sentimientos, la conmoción, la cosa que por ahí te nubla, pero que las circunstancias te llevan a dejar colgadas por un instante. Hay momentos en que la razón me dice que quienes están en ese minuto no comprenderían. Que así, sin motivo algo se asome en la mirada. Y como mecanismo de relojería, los dedos se juntan a inventar la excusa. Ahí, donde las cejas hacen de portal... "no...nada, la vista cansada nomás".
- Tata, andá afuera a ver la luna
Alguna vez escuché o leí... ya ni sé, que los abuelos somos los mejores juguetes de los nietos. Y claro, a mi me gusta jugar y la luna siempre se prende.
- Nooo... ¿y si me muerde?. Yo salgo al patio, viene la luna y me da un tarascón... mejor no.
- Tataaaaa...
Con esa expresión que tiene... "no seas versero" me va a decir en unos años, y estoy seguro que va a provocar la misma risa escondida que me despierta ahora.
- pero... está todo oscuro... ¿vos la ves?
- si Tata...allá...
Y en esa manito el brillo que dá la inocencia. El futuro relajado. El pasado en lo reciente. La realidad en la cita...
- ¿no ves?... está apagando la luz

Tito demoron
28-10-2004

 

 

 
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