LIBROS Y AUTORES
LA RESPUESTA NEGRA
DE VUELTA A CASA, por Leroi Jones;
Editorial Tiempo Contemporáneo, 1969;
217 páginas, 8,80 pesos.
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El 7 de enero de 1965, frente al auditorio del Militant Labour Forum,
en Nueva York, profetizaba Malcolm X: "No fue 1964 un año de
promisión. La sangre corrió por las calles de Harlern, Filadelfia,
Rochester, Jersey. Este año se verterá más sangre todavía, más de la
que nadie ha soñado".
Fue su despedida: al mes siguiente lo asesinaron mientras
arengaba a sus huestes en un salón de baile. En agosto, el estallido
de un motín en el barrio de Watts ( amenazó con transformar a Los
Ángeles en una nueva Jerusalén: 35 muertos, 879 heridos, 200
millones de dólares de pérdida, 80 kilómetros cuadrados cubiertos de
tropas, 4.000 negros encarcelados. Para el Alcalde, los responsables
del caos eran "los comunistas, sus compañeros de ruta y otros
demagogos". Una patraña: el alzamiento respondió a la indignación
espontánea más que a un plan elaborado por un aparato directivo.
Había transcurrido un decenio desde aquel diciembre de 1955,
cuando el arresto de Rosa Parks —por negarse a ceder el asiento a un
blanco— lanzara al primer plano de la escena política a un joven
pastor llamado Martin Luther King. Entre ambas fechas, el conflicto
racial de los Estados Unidos cumple un vertiginoso periplo, se
polariza en dos actitudes. King predica la resistencia pasiva, hasta
caer abatido en el invierno de 1968; su máximo triunfo, la Marcha
sobre Washington de 1963, apresuró la Ley de Derechos Civiles, una
esperanza de papel nacida en 1964. En las antípodas de King, Malcolm
X, líder del separatismo, defendía la violencia.
Una y otra posición, sin embargo, no se agotan en su aspecto
táctico. Al contrario, lo que en ellas se define es una manera de
ver el mundo, una decisión histórica, en definitiva. La incesante
tensión en la que convivían ambas actitudes forma a una generación:
Leroi Jones es hijo de ella: también lo es 'De vuelta a casa'.
Nacido en 1934, de una familia de clase media, su nombre se
popularizó en 1968: armado de dos revólveres, alentaba a sus
camaradas en los disturbios de Newark; fue condenado a tres años de
prisión y una multa de mil dólares. Como poeta, dramaturgo y
novelista, su obra jamás se aparta del acontecimiento racial;
ensayista, De vuelta a casa descubre los hilos que mueven sus
ficciones.
Abierto con "Cuba libre", donde se narra un viaje a la isla
de Fidel, el libro se cierra con "El legado de Malcolm X y el
advenimiento de la Nación Negra"; no es gratuita la ubicación de
estos dos textos. En el primero, donde se respira el aliento de su
mejor prosa, Jones sostiene que la lucha de liberación de su raza,
lejos de limitarse al espacio norteamericano forma parte de un
movimiento mucho más vasto: el que en Asia, África y América latina
enfrenta la expoliación de los Estados Unidos blancos. "El legado"
es una propuesta, un programa: define las bases para levantar la
estructura económica, política y cultural de la "Nación Negra".
Entre esos dos artículos, la "Carta a Jules Feiffer", los
trabajos sobre "Emblemismo", "La ciudad de Harlem", "El mito de una
literatura negra", sus reflexiones acerca de la no violencia, "El
lenguaje expresivo", "El teatro revolucionario"', "El macho negro",
son rostros de un mismo pensamiento, desdoblan las constantes
expuestas al comienzo y al final del volumen. Jones ha querido
otorgar al lector una visión global y fluida del problema racial,
encarada desde un registro inédito.
Desmitificadora, la inteligencia de Jones se aposenta sobre
cada mojón ideológico que frena el combate de su gente y proclama la
conquista de la negrura como el paso inicial de la victoria. A
partir de este reconocimiento, que convierte el elemento rechazado
en arma de rebelión, empiezan a desplomarse los viejos ídolos. El
sueño de King es, para Jones, una idea hábilmente perpetrada por la
clase media negra y los liberales blancos, a fin de mantener el
statu quo vigente. Esa clase media es una entelequia, alejada de sus
hermanos pobres, sostenida por un espejismo: acceder al mundo de los
blancos. Su función, neutralizadora, tiene en la no violencia un
símbolo contundente.
Colgada de ella, la integración es tan sólo una broma cruel,
añade Jones. Los negros que, en una fábrica, ascienden de ordenanzas
a oficinistas, son sólo mascotas, "emblemas", analgésicos para las
buenas conciencias. Pero la fábula integracionista incluye otro
peligro: aceptarla, señala el autor, es hacerse cómplice del
opresor. Por eso, los intelectuales de su raza deben contribuir a
edificar una cultura propia, a ordenar las líneas de esa historia
que el Sistema les obliga a repudiar. En este desplazamiento, sexo,
literatura, teatro, el terror y la agresividad de las calles de
Harlem se fusionan en una unidad de pensamiento que las erige en
categorías sociales.
Sucede que 'De vuelta a casa' puede leerse, también, como una
experiencia vital: la carrera, en pos de su libertad, de un hombre
convencido de ser al mismo tiempo todos los demás.
N. J. S.
44 * PERISCOPIO Nº 34 * 12/V/70 |
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