villa sarmiento

Si cañas había... ratas corrían

En el fondo de mi casa de segunda infancia sesentista (léase Villa Sarmiento), como en toda casa vieja que se preciara de conservadora de los valores barriales suburbanos había que tener gallinas o cañas. Gallinas, porque los huevos justamente costaban eso mismo. Y cañas, está de más decirlo, para hacer barriletes ¿para qué otra cosa iban a servir las cañas, no?. Pero siempre le encontrabas alguna utilidad... hasta a nuestros viejos les servía, para correr a los perros que se mandaban para adentro de la casa sin pedir permiso... o para corrernos a nosotros después de alguna "más que travesura".
Al frente, en el jardín: Dalias, Rosas y Amapolas. Algunas Calas en los laterales, que acobachaban los muy útiles caracoles. Útiles, claro... cinco minutos de entretenimiento para ver como metían sus cuernitos cuando acercabas el dedo. Hoy por cinco minutos cualquier payaso te arranca la cabeza. Y, obviamente en el jardín el cedrón, que era el atractivo del mangazo semanal de las viejas vecinas... "no me alcanza unas hojitas para hacer un té... viera cómo se puso el patrón de tanta comilona". Debería curar de todo el té de cedrón, porque la excusa variaba, cuando no era la comilona, era la garraspera, o sacarse los nervios.
Nada delineado el jardín, Japón todavía no había invadido el barrio ni siquiera con transistores, a como venga la cosa era la distribución, eso sí nada de rejas tapial bajo de ladrillos, multifuncional ya que hacían las veces de arco para la pelota, límite para las figuritas (puchero o tapadita), caballo para imitar a Roy Rogers y hasta de salto para volar a lo Superman (cuando podías sacarle el pañuelo rojo de cuello a tu viejo, claro, y convertirlo en capa), para la escondida no tanto, eso era para principiantes al juego, cualquier experto sabía que lo primero que tenía que buscar era detrás del tapialcito. Ya llegada la temprana juventud, el asiento preferido... pero eso es mas largo de contar que el mismo tapial.  A lo sumo tenía puerta de madera. De hierro o chapa ni hablar, eso era otro precio, menos que menos timbre, era de otro nivel mantener el botón del timbre al alcance de las picardías del después conocido como "ring-raje".
Las cañas siempre fueron un elemento natural del juego infantil, no sólo de barriletes vive el pibe; es bastante difícil cuando se crean ciertos laberintos naturales, que puedan descubrirte en una escondida, y cuanto más podés cantar "sangre" en complicidad con algún compañero casual del juego. Los mas prudentes (léase dos años mayor que uno mismo) en la época en que venían las mariposas estiraban y cortaban las hojas con las uñas hasta darles formas de palmera, esto servía para armarse en la caza de una buena colección, que a falta de conocimiento certero sobre cómo había que endurecerlas se solía practicar el rito con algún líquido espeso (aceite de cocina, si es que no te veía tu vieja). Planta rastrera, la caña,  que si no cuidás un poco, cuando te diste vuelta estaba todo cubierto de sus raices. Pero había que dejarlas crecer, y cortarlas para que se sequen, así cuando en agosto los vientos inflaban los sueños de llegar a las nubes, uno estaba bien preparado para hacer un cometa o una "bomba". Y hasta te dabas el lujo de regalarlas a otros amigos.
Claro que si cañas había, ratas corrían. Nada es perfecto.
No sé porque a los sueños muchas veces se los compara con los barriletes, ¿será una cuestión de altura?. Los sueños de muchos estuvieron en esas revistas subterráneas, que también te hacían volar un poco. No eran "cinco pa la birra",y aunque la venta sonaba mas a mangazo que a otra cosa (depende la época) en el fondo intuías que esos, ya no tan pibes, habían tenido cañas y construido un sueño que querían remontar. No sé que tal haya sido el grado de frustración de los hacedores de revistas under, cuando algún remontador poco caballeresco en su ingenuidad infantil de eliminarlas ¿por competencia? hubo de llegar a poner una gillete a la cola de su "bomba" para cortar el hilo por lo más delgado.
Sueños son sueños y esos no se cortan así nomás.En el fondo de casa tenía cañas aún en el 76-77 y cuando llegó el momento en que la frustración y las ratas hicieron que se tuvieran que tomar precauciones, cuando el miedo superaba la impotencia y cualquier vecino confundía el apellido o nombre de otro de la cuadra con el de algún implicado en actos contrarios a "la organización nacional", cuando te decían hasta tus familiares cosas como "¿te gustan esos conjuntos de rock?... vos tenés ideas medio 'raritas' ".
Cuando la identificación del supuesto mal nacional se hacía "a ojo" y llevar barba y cabello largo ya no era símbolo social de "hippies, melenudos y rotosos", entonces empezabas a descubrir que tenías que morderte la lengua para no salpicar palabras que hieran a otros. Por ahí vos no tenías nada que ver con nada, pero tenías amigos o simples conocidos que habían laburado haciendo zanjas para la villa o puesto una canilla barrial donde no había, o habían ayudado a eliminar las ratas de los cañaverales de los sueños.
O simplemente te juntabas a tomar café y discutir eternamente como solucionar lo que no tenía solución, libro va... panfleto viene. Cuando todo esto sucedía y ya no encontrabas en un recital una fiesta sino un refugio, donde esas añoradas revistas pasaban a ser algo más que un reconocimiento en el barrilete del otro. Definitivamente...había que enterrar los sueños antes que anidaran los roedores.
Si alguna vez paso por la vieja calle Ameghino, en una de esas me atrevo a pedir permiso para ir al fondo a ver si puedo de una vez por todas desenterrar tantos recuerdos... por ahora solo hago un poco de memoria :-((

Tito demorón


 

 

 

Monumento en la Plaza de Villa Sarmiento 1968

 

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

CRÓNICAS NACIONALES

Los violentos años 70
Arturo Illia: su último día como presidente
Sectas: Los extraños caminos hacia el infinito
Tierra del Fuego, la tierra que está sola y espera
Diputados peronistas: Entre Vandor y Jorge Antonio
Breve historia para gente joven (Oscar Alende)

 

Fantasmas

mi casa tuvo sonrisas,
cañas, techos y barriletes
inquietudes, cosquillas, alientos,
mis sueños solamente fantasmas,
esperanzas que no acertaron a despertar

mi esperanza tenía una casa
sonrisas, sueños y despertares
relámpagos, yerros y hasta un canario
paredes desmanteladas y un tapial
antecocina, pasillo, dalias

mis fantasmas, en cambio, no tenían nada... absolutamente nada...

Tito demorón

 

villa sarmiento

 

Viejo Pino

Hoy mi vieja me enteró que ya no había un árbol en mi vieja plaza, ya no voy a poder decir como al pasar "que hacés macho viejo..." :-( , pero voy a seguir viendolo ahí, inclinado para que los pibes puedan treparlo con facilidad. Viejo pino que no resistió la tentación de acercar su copa a la realidad terrestres, que los demás compañeros veían desde otra altura, sin arrimar una rama que sirva para trepar un poco la fantasía, ni con un "te hago pié" podías subir. Egoismos que se resisten a brindar un poco de lo mucho que tienen. Esa altura seguramente marea. Los que se inclinan y permanecen fuertes son admirables aunque su postura pueda indicar otra cosa mas cercana a la humillación. Seguramente los otros pinos que abundan en mi vieja plaza deben estar orgullosos, desde que quien los diferenciaba dejó el lugar... vaya uno a saber por qué. El rito sin embargo, no dejará de estar, aunque la palmada al pasar ahora vaya a ser al aire...
Nada lo va a restituir, ya no lo preservaron en su momento. Yo no hice nada, no estaba. No sé si se cayó de tantas colgadas de los pibes de su cuello, si se gastó... si sus raices... si su adentro no resistió o si vino alguien y no le caía simpático y quiso poner las cosas en orden.
Tengo mis sospechas... las influencias de los detractores pudieron más. Todos sabíamos que al placero los chicos lieros y gritones no les caían bien, menos los que se colgaban de los árboles. No creo que hayan ortibado los otros pinos, su orgullo no dá para tanto. Para mí que fue el eucaliptus de la otra esquina, celoso y torpe como todo gigante que no llega a ver sus propias raíces, de tantos mimos que recibía el viejo pino inclinado. Siendo que él mismo daba más frutos para llevar a calentarse en el agua de aquellas estufas a kerosene, y nadie lo palmeaba siquiera, mi sospecha no es descabellada. No puedo probarlo. pero te aseguro que voy a ir a ver y me voy a dar cuenta enseguida. Si su sonrisa se ladea, cuando me acerque a recoger sus conitos aún verdes, como esperando una palmada, como haciendome notar una ausencia de la cual ya no me colgaré... si lo hace... si se le llega a escapar esa mueca...

Tito demorón

 

 
Google
Web www.magicasruinas.com.ar