Fragmentos
de huidas de pensamientos
Tito demoron
|
(o
las palabras que se escaparon)
1
|
|
o-o-o
Fatal o-o-o
|
Hay que abrir la puerta y dibujar una huida.
Saludar cordial y lejanamente y dejar transcurrir los días.
Tanto como para construir nuestro propio templo.
Fresco.
Sin fatalidades
Pasó lo que alguna vez consideré importante. Claro, ya era tarde y las nubes que vamos creando hacen de la calidez un templo. Difícilmente sature el calor, después de todo un templo es mas bien fresco, aunque tampoco será el frío el encargado de erizar la piel. Allí no hay objetivos ni fatalidades que aguarden. Los muros se encargan de la custodia, y son bastantes gruesos y extendidos como para así asegurárnoslos; el tiempo se ha encargado, sin duda, de acrecentar el milagro. Después de todo, un refugio, tiene bastante similitud con un milagro. El recinto cada vez es mas pequeño y por supuesto que los habitantes son pasajeros. Entran y salen... aunque siempre algo queda. Tal vez diría algún afrancesamiento burgués: una fragancia, una estela de silueta de mujer. Un hombre venciéndose por su torcedura... o por su obstinación por permanecer de pie con todas las de la ley. Todos pasan pero tienen la misma importancia. O mejor dicho ¿por qué no habrían de tener la misma importancia en el momento que nos habitan?.
Asustados o inquietos. Perdidos en la locura que supone un encierro, o un abrazo amoroso y persistente (es lo mismo). En algún momento el cosquilleo de zafar del apretón, o del previsible ridículo social con el que se castigan los abrazos duraderos, va a venir. Entonces hay que buscar salidas o dibujar alguna (algo es algo y los adultos solemos adorar los dibujos animados), disimular o montar el teatro. El encierro puede transformarse en ahogo y apartarse de esta situación se transforma en una dulce imagen de adhesión y mecanismo de asecho e inseguridad. Asustados por lo conocido es mejor no amar cercanamente
|
o-o-o Renuncia o-o-o
|
"Te doy todas las renuncias, de cosas
simples, que llevo hechas, que llevo hechas" (Milonga del
pelo largo)
Ok, hay que renunciar para bajar cosas de la mochila, pero no voy a
renunciar al buen gusto de seguir escuchando algún tema de Nebbia, más
cuando que de vez.
Tampoco voy a renunciar así nomás a seguir dejando que el cabello
tape mis orejas, es que las orejas son tan feas, siempre ahí
husmeando, no por nada las viejas les decían antenas, ahí hay algo más
que recepción, es fea por donde se la mire, pero no voy a hacer la
gran vangog, las tapo y listo. Total, lo que se tapa no se ve.
No voy a renunciar al placer de abrir una vieja revista y reconocer
cuestiones que ya no son, tampoco de decirme "uyy pero esta película
ya la vi..." cuando alguna nueva viejedad provoca que le dé un
revés a algún diario robado.
Menos que menos voy a renunciar a adivinar si el espejo me ha puesto
alguna que otra cana que provoque algún brillo sin olvido.
No me van a apurar a que deje de rememorar perdidamente alguna poesía
de Tejada Gomez "este país de sol, esta ranura, de mirarte en lo
alto y de mirarnos, nos conoció el amor cuando lo hallamos, disperso
entre los hechos, manoseado...".
Y ni ahí, me van a convencer de renunciar a utilizar el mouse para
pintarrajear alguna escaniada, ni en pedo já.
Por ahí, sí... por ahí algo de razón, qué se yo... ehhh... puedo
sacarme de encima alguna que otra cosa, por ejemplo puedo sacarme de
encima el primer mail que recibí, total no es lo mismo que tirar un
trozo de rulo de algún hijo, o esos dientecillos que se llevó el ratón
perez a cambio del vil metal. Un mail, después de todo es solo un
mail, tampoco es para tanto. De algo tengo que deshacerme. Pasa que,
fue el primer encuentro con esta lides. Sí ya sé que no es igual a
otras primeras veces. Pero fué el primero y ... má sí, aunque lo
tenga en aprecio, yo lo borro... al fin y al cabo, para que no digan
que quedo atado al pasado... ahí va, que se pierda en el
cyberespacio.
|
o-o-o Seriedad o-o-o
|
No recuerdo cuando fue. Me digo... en realidad no
recuerdo con certeza el momento, la fecha, circunstancias, la cosa que
me permita dar cierto argumento "científico", serio. Muchas
veces pensé que debió ser cuando el primer año del secundario. Allí,
al decir tanguero, largué los cortos. Y cuando refiero
"cortos", no es joda. Nada de imaginarme con unos clásicos
"rusitos" (algo así como unas bermudas), no, más cortos aún.
Más cortos que los de Luque en el mundial del setenta y ocho,
absolutamente ridículo. Nunca supe si fue la falta de ubicuidad de
mis mayores, mi timidez, la cambiante moda, la falta de guita... pero
cuando veo la foto de la escuela debo pensar en algo generalizado. Es
que no era el único. Creo que ahí empecé a ser serio. Y a eso iba
justamente. Cuando alguien ingresaba en el secundario se suponía
estar dotado de cierta seriedad. Nada de risitas contagiosas y miradas
ingenuas. Los mayores... los chicos mayores iban a pensar que éramos
una pavotes infernales, entonces esconderse tras un rostro sin sonrisa
era una apariencia justificable. A veces pienso eso. Que fue en el
secundario. Pero no hace mucho intuí que fue un año antes. No sé.
Estar en sexto grado... explicar estas cosas es de una vejeztud
total... eran siete los grados, pero no se contaban correlativamente.
Parece que los maestros de humanísticas habían ganado alguna partida
a los de las científicas, o algo así. Estaba primer grado, que
obvvvpiamente era el primero en una institución educativa, aún no
era generalizado enviar a los pibes al deformador infantil, previo al
primario. Luego no estaba el segundo grado sino el "primero
superior", una especie extinguida. Recién entonces se contaban
matemáticamente, hasta el sexto. Ahí creo que empezaba la seriedad.
Después de todo éramos los mayores del primario. Teníamos que dar
el ejemplo a los mas chiquitos y teníamos que pasar de grado bien,
para poder ingresar al secundario, manual del alumno bonaerense de por
medio ya que había que rendir. Si es que la memoria no me falla, no
bastaba con inscribirse en algunos colegios. Eso requería cierta...
seriedad. Sí, creo que la intuición es buena y que ahí empezó la
cosa esta del necesario trueque de la sonrisa infantil por un rostro
mas cercano a lo que se esperaba de un niño que asistía a un
establecimiento educativo. Debió ser en sexto grado. O en el verano
anterior a ingresar a sexto. En quinto iba con mi amigo Osvaldo, lo
recuerdo bien porque buena parte de ese año, por culpa de la risa
contagiosa, hubimos de contar los poros de la pared, y en base a eso y
a algunos mensajes de los maestros sobre el futuro inmediato, la
preparación para cuando estemos en el secundario, la importancia del
quinto grado, el ejemplo que debíamos seguir de los de sexto que ya
eran grandes y formaban bien sin necesidad de tomar distancia con la
mano, tuvimos que repensar seriamente nuestra actitud . Ya el año
anterior era bastante difícil contenerse en las formaciones de
ingreso y mantener el rostro duro, sin que la mirada se fijara en la
picardía de alguno de adelante que nos obligara a contener la risa.
Aunque tercer grado era temible. Al menos esa era la imagen que nos
habíamos formado en primero superior en conversaciones con los chicos
de segundo grado. Tercero era de temer. Ahí aprendías cosas
complejas y las maestras ya no perdonaban tanto como en segundo. Eso
decían, los de segundo. Pero estando en primero superior y habiendo
superado la etapa de los palotes, la cosa no era fácil tampoco y había
que sentarse bien, cuidar el tintero para no mancharse, escribir
derecho... ser derecho... diestro digo, evitar los tirones de oreja, y
claro no reírse de las desventuras de los compañeritos, ni de la
infantilada de los de primero que recién empezaban con sus picardías.
Nada de patearle la valija al de adelante para que se le caiga, ni
pegarle con el índice sobre los sabañones de las orejas, ni
puntearle los tacos al ir a clase. Y si hacían estas cosas había que
ser ducho y mantener el rostro lo más serio posible, no como los de
primero inferior que se reían de cualquier cosa... esteeee.... ¿de
qué estaba hablando yo?... che che
che!!! ojo ehhh... nada de risitas.
|
o-o-o Candado o-o-o
|
Tiene su rostro
locuras de ayer, la soledad siempre la manejó muy bien. Sus labios
son la rabia al morder, inciertos candados que protegen la piel.
Remiendos sufrientes quieren sobrevivir, pero son locuras que maneja
muy bien, locuras de ayer, soledad y desdén. Tiene su cuerpo caricias
también y sin embargo la soledad cubre su piel. Sus ojos son la ira
al gritar, las nubes que no se respiran en la ciudad. Tajos hirientes,
se quieren ir, pero solo pueden vacilar y la soledad de ayer volverá
a lastimar. Las calles, angustias quebradas, rejas de hiel, sus tacos
cubren toda la piel. La ciudad no quiere descansar, son las locuras de
ayer remendando soledades sobre la piel.
|
más
fragmentos
|
|
|