George Orwell, en la guerra española

GEORGE ORWELL: "Cataluña 1937", ediciones Proyección, Buenos Aires, 1963; 248 páginas, 250 pesos.

George Orwell
"Recuerdo que una noche la contraseña era «Cataluña-heroica», y un joven campesino de rostro redondo, llamado Jaime Domenech, se me acercó, muy desconcertado, y me pidió que le explicara:
—Heroica... ¿Qué quiere decir heroica?
Le expliqué que era sinónimo de valiente. Poco después avanzaba tropezando por la trinchera a oscuras, cuando el centinela le gritó:
—¡Alto! ¡Cataluña!
—¡Valiente! —respondió Jaime, seguro de recordar la palabra exacta.
¡Bang! Afortunadamente, el centinela erró. En esta guerra, todo el mundo le erraba a todo el mundo, siempre que fuera humanamente posible."
La anécdota ilustra, con un poco de casual humor negro, el clima desordenado y epopéyico de los primeros tiempos de la contienda española. El relator es nada menos que George Orwell, que llegó a Barcelona a fines de diciembre de 1936 como enviado periodístico, y se alistó en la milicia del partido Obrero de Unificación Marxista. Homage to Catalonia, publicado en Londres en 1938 y hasta ahora inédito en castellano, registra su paso por uno de los hechos decisivos del siglo.
Orwell tenía 33 años cuando entró en España. Había nacido en la India y servido en la policía imperial de Birmania; en 1927 se instaló en la capital inglesa, decidido a vivir de la literatura. Lo hizo como escritor político, de ideas socialistas, y a esta tesitura pertenecen sus máximas creaciones: Rebelón en la granja (1945) y 1984 (1949), dos muestras de su preocupación por las coyunturas que enfrentaba el mundo contemporáneo: jugosa sátira la primera y angustiosa presunción la segunda, dijeron de qué manera Orwell estaba atado al destino de su tiempo. Al morir, en enero de 1950, muchas de sus profecías se habían cumplido.
'Cataluña 1937' (traducción de Noemí Rosenblatt) pertenece a esa misma posición humana e intelectual, la que lo llevó a participar en la guerra española, a no conformarse con una mera misión de espectador. Para un tema trillado y agotado, el libro de Orwell destaca por un lado el valor histórico, familiar, doméstico, que poseen las descripciones últimas e independientes como ésta del novelista inglés. Por otro, lo que agrega en el rubro documentación y análisis de la complicada maquinaria política que operaba detrás del arrojo romántico de los soldados.
Los primeros capítulos describen ese lapso que Malraux, en La esperanza, calificó como "La ilusión lírica": frente al levantamiento del 18 de julio de 1936, las organizaciones obreras, los sindicatos, los estudiantes, se unen para sofocarla. Orwell llega a Cataluña, controlada por los anarquistas en plena improvisación y ejercicio revolucionario: faltan armas y municiones, escasean los alimentos, se han quitado las habituales barreras sociales y todo el mundo se desespera por combatir.
Sin embargo, la guerra en sí —por lo menos la guerra en que interviene Orwell— es apenas una larga espera. En las trincheras sólo cinco cosas tienen importancia: leña, comida, tabaco, velas y el enemigo. "En invierno, en el frente de Zaragoza, eran importantes en ese orden, con el enemigo en un alejado último puesto."
El horror y la rutina cubren los días del invierno y de la primavera del año 37: las guardias, la suciedad, las balas perdidas, el frío, alguna expedición riesgosa, el hastío. Aquí se agrupa el mejor material del libro. "Cuando salimos de licencia, yo llevaba 115 días en el frente. Ese período me parecía entonces uno de los más inútiles de toda mi vida. Me uní a la milicia para pelear contra el fascismo y, hasta ese momento, casi no había luchado."
En mayo de 1937, Orwell retorna a Barcelona y presencia los famosos episodios que mellaron el dominio anarquista, ayudaron a imponerse al flamante gabinete de Negrín y sirvieron a los comunistas —y a los enviados directos de Stalin— para absorber buena parte del poder. Se trataba, como es notorio, de exhibir el rostro de una República Española no contaminada de objetivos revolucionarios, el rostro de un estado que anulaba el aparato de avanzada social de los primeros tiempos de la guerra.
En ese momento concluye "la ilusión lírica" y comienzan las censuras y las persecuciones, en las que actúan sigilosos agentes de Moscú. A los episodios de mayo Orwell dedica 70 páginas (123-194) de exégesis, confrontación de despachos de prensa, observaciones personales. A partir del capítulo XII, cuando Orwell vuelve a la línea de fuego, la situación de euforia se ha evaporado. En Huesca recibe un balazo en el cuello que lo pone al borde de la muerte; regresa a Barcelona, lo dan de baja y huye de España —una España asustada—, con la policía pisándole los talones.
Los últimos renglones del libro ocultan una sombría predicción: "...los hombres con sombrero hongo, las palomas en la plaza de Trafalgar, los ómnibus rojos, los policías azules... todos durmiendo el sueño profundo de Inglaterra, del cual muchas veces temo que nunca despertaremos, a menos que nos obligue el estrépito de las bombas".
Un año después de aparecer Homage to Catalonia, Inglaterra despertaba para hacer frente a la barbarie nazi.
PRIMERA PLANA
24 DE SETIEMBRE DE 1963.
 

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