CUADERNOS
El sol y un fósforo

 

Cada libro de Macedonio disuelve, acaso muy lentamente, el mito que lo esconde en la oralidad. Porque habló genialmente, su palabra escrita fue considerada una empobrecedora aproximación. Sin embargo, leerlo y releerlo —porque esos textos son inagotables— es la mayor aventura que han propuesto las letras argentinas.
'Cuadernos de todo y nada' son la mitad, o la tercera parte, de millares de notas de variada extensión y tono (...) que pudo haber tenido otro orden o desorden". Es de lamentar que no sean todas, o de esperar que las que faltan las continúen. Sin embargo, que cada tanto aparezcan textos de Macedonio, sin completar nunca su obra (que algo de él permanezca en sombras), es muy suyo, pues no quiso ponerle límites al arte, no quiso darle formas cerradas. Este libro es otro de sus recienvenidos, y es, en su pequeñez, infinito, aunque le falten dos terceras partes.
Macedonio Fernández, humorista por negador de cuerpo y muerte, vivió la busca del sentido, más que la vida, y reflexionó en la vigilia de los ojos cerrados, redescubriendo y repensando las ideas fundamentales, con la incisiva perspicacia de su meditación.
Pocas horas le bastaron a Macedonio para convertir a Santiago Dabove y a Borges al idealismo, aunque alguna vez haya anunciado "hay un mundo para todo nacer". Ese mundo externo al sujeto, sin embargo, no lo pone en cuestión. Pregunta "¿De qué lado del cero está el cosmos?" y "—¡Es insoportable realmente que el mundo sea infinito! —No, hombre, te doy la buena noticia de que sólo tiene 980 millones de leguas de radio. —¡Oh!, ¡qué descanso, ahora sí me doy una imagen y concepto claro de él! —¿Pero te lo representarás exactamente, lo concebirás justo en 980 millones? ¿Y si le yerras por una legua? —Sí, me lo representaré exacto. Y además estudiaré qué moral y qué cuello duro armonizan con ese nuevo dato". Nuevamente, el chiste es vehículo para una reflexión acerca del sentido y de la humanidad del mundo.
Este libro abierto, tejido por los mismos hilos de su obra, más vasta en su intensidad que en su extensión, requeriría, para aludir fielmente a él, trazar las innumerables figuras de sus temas, enhebradas por su interrogar fundamental. Macedonio, en 'Cuadernos de todo y nada', se ocupó de todo el todo, y de toda la nada. Imagino que el deseo podía crear la función, que era capaz de generar un ojo trasero para proteger la espalda; imagino un paraguas que lloviera y tronara; describió el amor, la fealdad y la gracia, y pudo concebir un feo hacedor de lindos por contraste; atacó los di plomas y la medicina, creyó posible un pez náufrago; prefiguró pesadillas, una de ellas el "Trust universal: un solo dueño en el mundo", y otra, "El Total Cine: toda persona paga un impuesto por cada día que no vaya al cine"; añoró —de Macedonio no puedo decirse que envidió— la capacidad del pueblo de crear proverbios; sugirió utilizar a los niños como aparato para adelgazar; interrogó la biología y propuso experimentar con una gallina, a la que se le darían todos los gustos: creyó, acaso con razón, que viviría más (había hecho alguien tal experimento?).
Sócrates fue el mito de Platón, Sócrates no escribió una línea. Numerosas escribió Macedonio. Cada una de ellas puede suscitar una cadena de reflexiones, de estupores, la risa y también el miedo. En la gracia incomparable de Macedonio suele yacer la pesadilla, el temor ante la dificultad de comprender el vasto universo, pero esa pesadilla esta encubierta por el amor y una suerte de gratitud humorística.
Su objetivo, su pasión, fue la longevidad, el alejamiento de la muerte. Propuso diluir lo real, adelgazar el imperio de la necesidad, reducirse, y pensó la eternidad por anhelo de vida. Su escritura produce un extrañamiento del mundo, capaz de evocar los problemas del conocer y del existir. Quiso ser inexistente, postuló que la muerte de un personaje de tal naturaleza sería meramente ficticia. Le fue imposible no ocultarse, por eso quienes lo conocieron suponen —acaso con una razón íntima— que superó en vida a sus textos, los cuales, sin embargo, convierten a quienes los leen en imperfectas réplicas de este hombre inmenso, de una bondad perturbadora, propagandista del no-creer como una necesidad más imperiosa que el creer.
En este libro, que también se podría haber llamado El sol y un fósforo, tan inorgánico en apariencia, están propuestos varios credos de sencillez trasgresora. Uno de ellos propone: "Para que haya en cada uno un poco de bondad hacia todos es necesario que no se crea que hay mucha. El hombre que se desvive por la humanidad y aún por su patria es una mentira; lo que se necesita y basta para que todo ande bien es querer mucho a sí mismo, su familia y sus vecinos, algo a su ciudad, un poco de algo a su país, algo casi nada a la humanidad, y nada a la Especie, a la humanidad de otra época. Es lo único que hay realmente en la gente, y con esto basta". Más adelante agrega: "Hay que luchar contra el Dinerismo".
J. di P. (por las iniciales seguramente Jorge di Paola, quien figura entre los redactores)
8/3/1973

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Cuadernos de todo y nada, por Macedonio Fernández.
Corregidor, Buenos Aires, 1973; 135 páginas.

Macedonio Fernández

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