PUCARA de TILCARA

No recuerdo la primera vez que estuve. Pero tengo la impresión de que los recuerdos forman parte de esa sensación placentera que me da cada vez que vuelvo.
Lo que sí tengo muy presente es la última vez que estuve ahí con mis hijas. Una en brazos incómoda con el sol y el viento y la otra con sus 2 añitos a cuestas absolutamente feliz de estar arriba de la montaña.
A veces me pregunto los significados del pasado para el que está a 2600 metros sobre el nivel del mar. Suelo hacerme composiciones de lugar, acá estuvo parado un aborigen, allá durmió una muchacha de piel cobriza; desde acá vieron pasar a los adelantados. Y nunca logro responderme. Tal vez mis preguntas no estén bien dirigidas. Habrá subido esta cuesta San Francisco Solano con su violín?
El hecho es que ahora este Pucará de Tilcara tiene algo de misterio para mí, entre sus casas reconstruidas, sus altares y corrales.
Por la quebrada, desde el norte baja el Río Grande, desde el este baja el río Huasamayo. Difícil comprender que esos hilos de agua causen tanto daño. Mirando hacia el oeste está la quebrada de Huichaira.
No se para que lado mirar. Para el lado que lo haga descubro algo nuevo cada vez.
Creo que en ese pedazo de suelo se atesora la magia. Es inútil no caer en las dudas sobre miles de leyendas de la zona, que la máscara de oro, el Ukumano y miles más. Me cago de miedo de contarlas así que........será para otra vez.
El lugareño será por eso que no sube al pucará. La gente de la quebrada, ancestralmente sumisa y respetuosa cumple al pie de la letra los rituales y si hay supersticiones creen en ellas a rajatabla. Es todo parte del sincretismo impregnado en la quebrada. Por un lado le pone una vela a la la Virgen de Punta Corral y por el otro le hace su ofrenda a la Pachamama.
Recorrer la quebrada trae sorpresas. Eso sin lugar a dudas. Cierta vez acampábamos con 2 amigos por las montañas de Purmamarca, como de la nada apareció una mujer. Se nos acercó y sin mas preámbulos dijo:
- ustedes me vienen a rezar?
- Como? Dijimos sorprendidos por la pregunta y por el sopor de la siesta.
- Si. Soy santa y ustedes deben venir a rezarme.
- Amén - le dijo mi amigo, que no es capaz de tomar a nadie en serio.
Yo le pregunté que tipo de rezo había que hacerle.
Ella me miró y dibujó su rostro una sonrisa desdentada y alejándose me contestó:
- pueden rezarme lo que quieran. Total soy una santa bastante guacha y no doy bola a lo que me piden.

Por esas pequeñas cosas es que amo Jujuy. Por su paisaje, su gente, su cultura, el sufrimiento de un pueblo castigado por siglos. Que hago viviendo aquí que no me vuelvo al lugar al que pertenezco?

Pablo Aguiar

 

Pucará de Tilcara

 

Ruidos

Los ruidos volvieron después de las tres de la tarde. Eran ruidos como del galope de un caballo. Un caballo cojo de la pata delantera izquierda. Tal vez el herraje le molestaba, o simplemente una contractura. Pero el ritmo sincopado delataba alguna anomalía, que a simple oído no pude distinguir. Estaba, sin embargo, seguro de que era el galope de un caballo. Me dispuse a esperar el transcurso de los hechos. Cerré bien las puertas y ventanas y verifiqué que la línea telefónica funcionara a la perfección. La intensidad del ruido aumentaba y disminuía por efectos del viento que a esas horas acostumbra a rotar arremolinadamente, ora hacia el este, ora hacia el sur, etc. Traté de recuperar la concentración en mis tareas. Volver a la traducción de los clásicos hebreos, que por diversos motivos venía atrasada. Sonó el teléfono. El Señor Miller me reclama las traducciones en un muy mal tono, aduciendo que el trabajo fue pagado por adelantado (muy en contra de sus principios),y que me habían contratado teniendo en cuenta mis pergaminos en la materia. Le comenté el tema de los ruidos y me dijo que le importaba un pito; quería el trabajo a mas tardar el sábado. Con el mayor rigor científico posible y cuidando los aspectos gramaticales y sintácticos, proseguí con la traducción haciendo abstracción del ruido que, en intermitencias, persistía. Lo extraño fue cuando cambió la frecuencia rítmica, de un galope pasó a un trote controlado, como quien se aproxima al obstáculo en paralelas a un metro cuarenta del suelo. Como un pequeño zapateo negando el salto y luego paso peruano. Comenzó a sentirse el ruido de riendas y el inconfundible roce de las piernas del jinete sobre el cuero de la montura (a lo mejor). A decir verdad, no era mucho lo que le faltaba a la traducción, algunas correciones y darle una idea final al prólogo de la edición española. Si alguien me preguntara como hacía para soportar tamaña presión, no sabría que contestar. Me apuraban, estaba en juego mi prestigio y mis nervios me estaban jugando una mala pasada. No sé en que momentos cesaron los ruidos. Me enfrasqué de lleno en los papeles. Luego de unas horas concluí el trabajo y el calor y el sueño comenzaron a doblegarme. Me senté en un sillón al lado de la ventana que abrí para recibir el aire reparador de la tarde. Creo que me dormí en el capítulo tercero. No sé cuanto tiempo estuve en ese estado. Me desperté sobresaltado; presentí que me miraban, ya que efectivamente lo estaban haciendo. Inútil fue querer quitarle de la boca al pobre equino los originales de mi traducción, sólo pude recuperar el prólogo, que al fin y al cabo era producto de mi talento, mi devoción y mi amor por el trabajo a conciencia. Apoyé las manos sobre mi cabeza en un comprensible gesto de resignación. El animal me miró sonriendo. Los ruidos no volvieron más.
Pablo Aguiar
03/11/97

 

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

CRÓNICAS NACIONALES

La herencia de Juan B. Justo
El Circo Criollo
Dios y el socialismo, Padre Mugica
Tercera Posición
Los cómicos ambulantes
Pesos Ley 18.188
La CGT de los estudiantes
El Norte contra el Sur (Malvinas)
La soberanía y la paz (Perez Esquivel)

 

 

lulu-pablo.jpg (7917 bytes)

 

 

 
Google
Web www.magicasruinas.com.ar