La primera ministra Indira Shrimati Gandhi (54, viuda, dos hijos) declaró que "no es
posible ni admisible que nos mantengamos quietos mientras Bengala Oriental (denominación
india de Pakistán Este) se desangra".
Esta declaración constituye una virtual bomba de tiempo: hay asesores de China comunista
que planifican la escalada de los pakistaníes occidentales para reprimir a los rebeldes
del sector orienta. En el conjetural caso de que la India otorgue apoyo militar a los
secesionistas pakistanos, Mao podría entrar en guerra apoyando al gobierno de Karachi.
Acaso por primera vez en la historia las responsabilidades de una conflagración que puede
complicar a los dos países más populosos del planeta recaen sobre los delicados hombros
de una mujer. Hace ya algunas semanas una clamorosa victoria la volvió a instaurar en el
sitial de primera ministra hindú, ratificando el rol de líder absoluto que Indira viene
cumpliendo desde mediados de la década del 60. Pero tal vez Indira haya olvidado ahora
tales gratificaciones ante los problemas colosales que la agobian.
Claro que ella está habituada a resolverlos: en rigor, toda la vida de Indira constituyó
una larga, angustiosa, casi increíble guerra para vencer no sólo problemas a nivel de
jefe de Estado. Es posible que lo que torna más apasionante su figura sea su fuerza para
destruir las innumerables barreras interiores que la situaban psíquicamente en un plano
de sumisión, como es usual que ocurra con las mujeres hindúes. Mientras el mundo observa
expectante sus decisiones -que pueden provocar eventuales catástrofes internacionales y
modificar la geopolítica asiática-, convienen hurgar en la aventura personal de este
personaje que en un país con tradición feudal y preeminencia masculina, logró
convertirse en indiscutida "mujer fuerte" de la política mundial
COMO UN VARON
Las pruebas de su
capacidad ejecutiva están a la vista: por otros 5 años Indira será la premier de 600
millones de hindúes, con un gobierno autoritario y mayoría parlamentaria; su obligación
de alimentar a 21 millones de bocas nuevas (tasa de nacimientos del próximo quinquenio)
será una de las tantas dificultades que deberá sortear. Su estilo resolutivo ya se puso
claramente en evidencia cuando en diciembre último disolvió el parlamento y produjo la
votación que le otorgó un triunfo plebiscitario. Lo cierto es que su "socialismo
progresivo" se enfrentó a los intereses feudales enquistados en algunas empobrecidas
provincias hindúes, donde los ricos príncipes y maharajáes aún reciben estipendios del
Estado para vivir mejor.
Hasta el año pasado debió gobernar con los comunistas y otros partidos menores. De esa
manera logró nacionalizar 14 bancos, preparando la estatización del comercio exterior y
los seguros. ahora seguirá sola, sin socios impuestos y con los riesgos de una guerra
exterior; esto sólo complica un panorama donde los problemas claves, sin embargo, radican
en la necesidad de terminar un proceso de nacionalizaciones, para liberar definitivamente
a la India de la dependencia económica. aunque los ingleses se fueron en 1947, el
colonialismo pervivió a través de los bancos y las grandes compañías extranjeras. La
tarea de Indira será completar su "revolución evolucionista" con la energía
que, hasta ahora, sólo parecía propia de varones.
Tal vez pueda cumplir con su cometido porque, desde su nacimiento, su padre, el ex premier
Jawaharial Nehru, le brindó la misma acogida que suele otorgarse a los hombres en las
familias dirigentes hindúes. Aunque Indira no tiene ningún parentesco con el Mahatma
Gandhi (jefe del movimiento liberador no violento), las enseñanzas del maestro
impregnaron su formación . Los Nehru, una familia de brahmanes (aristócratas) y pandits
(letrados de la casta superior), siempre vivieron en una atmósfera politizada, donde las
detenciones, la vida clandestina y las conspiraciones reemplazaron los juegos durante toda
la infancia de Indira..
A los cuatro años la policía colonial irrumpió en su casa para aprehender a su padre y
a su abuelo. Un día su madre sorprendió a Indira arengando a sus muñecas: organizó con
ellas una manifestación y las exhortó a ir a la cárcel; en la enorme biblioteca de su
abuelo encontró a la heroína con la cual se identificó de inmediato: Juana de Arco. Las
unía una misma intención: expulsar a los ingleses. Recién a los nueve años Indira
conoció algunos meses de vida familiar, en el exilio europeo. A los 12 organizó
agrupaciones juveniles y a los 17, en la universidad de Santiniken, dirigida por
Rabindranath Tagore, fue iniciada en el mundo de la filosofía.
Cuando a los 19 años muere su madre, Kantala, abatida por las penurias de una vida
repartida entre la clandestinidad y la militancia, Indira emigró a Oxford; allí, en
Inglaterra, conoció a Feroze Gandhi, con quien se casaría a los 25 años. Bajo su
apariencia delicada, Indira consumó, junto a su marido, actos de provocación política.
Así, un día, en un refinado restaurante inglés, abandonó cuchillo y tenedor para comer
con las manos, a la usanza india. En esa época, de vuelta a su país, era aún una
jovencita tímida que jamás hablaba en público: cierta vez , en un mitin, el orador
anunció que la hija de Jawaharial Nehru iba a dirigir la palabra a la multitud.
"Primero me quedé petrificada -memoró luego I.G.- pero un oportuno e imprevisto
mensaje que acababa de recibir de su padre la salvó. a partir de ese instante, Indira se
juró a sí misma vencer sus inhibiciones y lo hizo de modo estentóreo; la miseria de sus
compatriotas, la división en castas cerradas fueron el motivo de una aireada denuncia que
perpetró en un sofisticado ágape donde los poderosos de la sociedad india fueron
estigmatizados por Indira "Esto es indigno de quienes son compatriotas del Mahatma y
dicen respetar sus preceptos", bramó enfurecida.
"Ese día supe que siempre podría vencer mi timidez si algo más fuerte que yo me
invadía, obligándome a hablar", afirmó, explicando así los mecanismos que
movilizaban su personalidad. En continuo desafío a su medio, Indira tuvo que sobrellevar
las reacciones que provocó su vida de familia, ya que su marido no era un
"parsit" o aristócrata sino un "sin casta"; durante un mitin en 1942,
un soldado inglés la apuntó con su fusil instándola a callarse: "si no,
disparo", aseguró el enceguecido militar británico. El marido de Indira, que estaba
en esa reunión política, desvió el arma con gesto rápido y así salvó la vida de
Indira. Pero tanto ella como Feroze terminaron encarcelados, en prisiones separadas,
durante 13 meses.
UNA MUJER SOLA
Esa experiencia -a
juicio de I.G.- sirvió para fortalecer su vida de pareja; de tal modo, cuando en 1947 los
ingleses, agobiados, abandonaron la India, dejaron intacto un aparato de dependencia
económica que aún hoy despedaza y paraliza al país. |
Indira, la "mujer fuerte" del subcontinente hindú, ha establecido un
amplio plan quinquenal de gobierno
También legaron a los gobernantes
nativos un Estado multinacional, con 14 idiomas oficiales y 1652 dialectos, que resultaba
imposible manejar desde la capital India, Nueva Delhi. Pero todo eso no afectó
directamente a Indira, quien prefirió recluirse en su hogar, donde nacieron dos niños.
Tal vez Indira se
hubiera alejado totalmente de la política si no se hubiera producido una catástrofe: el
30 de enero de 1948 un fanático asesinó a balazos al Mahatma Gandhi y una situación
caótica amenazó con expandirse por todo el país.
Fue el detonante que acercó nuevamente a Indira a los cenáculos políticos acaudillados
por su padre, convertido en líder indio, como discípulo dilecto del Mahatma y único
hombre fuerte capaz de dominar la tormenta de secesiones y anarquías cernidas sobre el
subcontinente hindú.
convertida en brazo derecho de su padre, Indira fue ascendiendo en su carrera política:
como secretaria privada de Jawaharial Nehru también recibía los virtuales honores de
primera dama, a causa de la muerte de su madre. Pero este papel, engañosamente doméstico
y decorativo, pasó a segundo plano en 1955 cuando la designaron integrante del Comité
Ejecutivo del oficialista partido del Congreso, manejado por los Nehru. si hasta entonces
algunos observadores la consideraban mera "catecúmena" que seguía ciegamente
los mandatos de su padre, los acontecimientos demostraron que su personalidad tenía la
aspereza suficiente como para atreverse a enfrentar la autoridad paterna.
Hacia 1960 fue electa presidenta de la agrupación; muchos se sorprendieron y hasta se
escandalizaron de su primera medida: excluir a su padre del Comité Ejecutivo, para
revitalizar el organismo, sometido a los manejos indiscutidos del primer ministro. Fue
también por ese año que su marido -ya convertido en un periodista destacado- falleció
de un ataque al corazón. Hace muy poco Indira confesaba con pena "En realidad, mi
vida de casada -en sus postrimerías- no fue lo que se dice feliz". Al parecer,
Indira y su esposo solían discutir "terriblemente" en su hogar: no deja de ser
significativo que poco antes del fallecimiento de Feroze su mujer se dedicara activamente
a la tarea política: ya estaban alejados y uno de los motivos capitales de la separación
radicaba, precisamente, en el autoritarismo de Feroze quien por todos los medios quería
impedir que Indira militara en la actividad pública. Muchos lo vincularon con sus celos,
su espíritu de competencia y la ancestral resistencia de los hombres hindúes a aceptar
la participación femenina en la acción cívica; pese a sus ideas liberales, Feroze
había terminado por ceder a prejuicios ancestrales.
Cuando en 1964 murió Jawaharlai Nehru, el vacío político de la India alcanzó
intensidad peligrosamente similar a la que sobrevino tras la desaparición del Mahatma.
Fue entonces que la hija del "pandit" Nehru se convirtió en un símbolo. Indira
ya poseía, además, los resortes efectivos del poder político en la India. Aunque no
participó en las sordas luchas por la sucesión, le fue adjudicado un papel clave como
ministra de Información y Radiodifusión.
La muerte del premier Lai Bahdur Shastri, en 1966, dejó de nuevo vacante el cargo más
importante del sistema político hindú. Indira sólo tuvo que extender la mano para
encaramarse firmemente en el poder. En una reciente conversación I.G. definió su
compleja posición ideológica: "No creo en ningún "Ismo" pero ello no
significa que no tenga ninguna ideología. Lo que pienso -aclaró- es que no resulta bueno
encerrarse en una sola perspectiva".
En realidad, su credo político declarado es una especia de socialismo de Estado, apenas
influido por el marxismo y marcado por la voluntad de no causar el derrumbe de la
democracia. Indira, como su padre, cree en una suerte de racionalismo liberal que la ha
llevado a ubicarse en una posición que podría ser calificada como de centro-izquierda.
Propiciadora de reformas moderadas, partidaria de un nacionalismo integrador del caos
indio, su posición resulta harto difícil de mantener; sobre todo en un Lejano Oriente
donde las fuerzas más influyentes propician las salidas expeditivas, violentas, sin
términos medios. Con la oposición constante de los estudiantes izquierdistas, Indira
tiene que tomar en cuenta un ajedrez político complicado: su socialismo, aliado con la
URSS y en buenas relaciones con Occidente, resulta el adversario más considerable de la
China de Mao en un área de influencia común a ambos colosos: el Lejano Oriente.
Mientras la oposición la acusa de utilizar métodos dictatoriales, Indira sabe que no
tiene mucho tiempo: el hambre que produce miles de muertes diarias en la India es un caldo
de cultivo para rebeliones imprevisibles, que pueden contar con el apoyo del poderoso
vecino y enemigo chino. Hace unos meses, durante una gira por bengala occidental, una mano
arrojó contra I.G. una piedra que le produjo una herida en la frente. Los diarios de todo
el mundo difundieron la imagen de una mujer que aparecía desalentada y derrotada,
ostentando la muestra de una agresión física que podía suponer un repudio popular
masivo. Hoy, en la cúspide de todo su poder, Indira gusta no sólo recordar esa imagen
sino que la utiliza como parábola ejemplificadora: "felizmente, esa pedrada fue
anulada por un plebiscito -afirmó-, pero conviene que muchos hindúes la recuerden: es
una advertencia. Si yo desaparezco, el caos incontrolable de los extremismos puede
convertir al país en un montón de ruinas: yo soy el orden". |