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Una elección plebiscitaria la convirtió en líder indiscutida del país

 

LA GUERRA DE INDIRA GANDHI
Protagonista de primera línea en la política mundial, la premier india podría decidir la inestable situación creada en Asia a partir del conflicto pakistano.
(mayo 1971)
El conflicto civil pakistano está a punto de complicar a la India en una guerra que amenaza nuevamente la magra coexistencia pacífica que mantiene la situación de statu-quo entre ambos países. Ya en 1965 un conflicto fronterizo pakistano-hindú produjo miles de muertos, la actual guerra, que libran las tropas de Pakistán Occidental contra los soldados pakistaníes orientales que pelean por su autonomía, puede reeditar más gravemente aquella colisión.

 La primera ministra Indira Shrimati Gandhi (54, viuda, dos hijos) declaró que "no es posible ni admisible que nos mantengamos quietos mientras Bengala Oriental (denominación india de Pakistán Este) se desangra".
Esta declaración constituye una virtual bomba de tiempo: hay asesores de China comunista que planifican la escalada de los pakistaníes occidentales para reprimir a los rebeldes del sector orienta. En el conjetural caso de que la India otorgue apoyo militar a los secesionistas pakistanos, Mao podría entrar en guerra apoyando al gobierno de Karachi. Acaso por primera vez en la historia las responsabilidades de una conflagración que puede complicar a los dos países más populosos del planeta recaen sobre los delicados hombros de una mujer. Hace ya algunas semanas una clamorosa victoria la volvió a instaurar en el sitial de primera ministra hindú, ratificando el rol de líder absoluto que Indira viene cumpliendo desde mediados de la década del 60. Pero tal vez Indira haya olvidado ahora tales gratificaciones ante los problemas colosales que la agobian.
Claro que ella está habituada a resolverlos: en rigor, toda la vida de Indira constituyó una larga, angustiosa, casi increíble guerra para vencer no sólo problemas a nivel de jefe de Estado. Es posible que lo que torna más apasionante su figura sea su fuerza para destruir las innumerables barreras interiores que la situaban psíquicamente en un plano de sumisión, como es usual que ocurra con las mujeres hindúes. Mientras el mundo observa expectante sus decisiones -que pueden provocar eventuales catástrofes internacionales y modificar la geopolítica asiática-, convienen hurgar en la aventura personal de este personaje que en un país con tradición feudal y preeminencia masculina, logró convertirse en indiscutida "mujer fuerte" de la política mundial

COMO UN VARON

Las pruebas de su capacidad ejecutiva están a la vista: por otros 5 años Indira será la premier de 600 millones de hindúes, con un gobierno autoritario y mayoría parlamentaria; su obligación de alimentar a 21 millones de bocas nuevas (tasa de nacimientos del próximo quinquenio) será una de las tantas dificultades que deberá sortear. Su estilo resolutivo ya se puso claramente en evidencia cuando en diciembre último disolvió el parlamento y produjo la votación que le otorgó un triunfo plebiscitario. Lo cierto es que su "socialismo progresivo" se enfrentó a los intereses feudales enquistados en algunas empobrecidas provincias hindúes, donde los ricos príncipes y maharajáes aún reciben estipendios del Estado para vivir mejor.
Hasta el año pasado debió gobernar con los comunistas y otros partidos menores. De esa manera logró nacionalizar 14 bancos, preparando la estatización del comercio exterior y los seguros. ahora seguirá sola, sin socios impuestos y con los riesgos de una guerra exterior; esto sólo complica un panorama donde los problemas claves, sin embargo, radican en la necesidad de terminar un proceso de nacionalizaciones, para liberar definitivamente a la India de la dependencia económica. aunque los ingleses se fueron en 1947, el colonialismo pervivió a través de los bancos y las grandes compañías extranjeras. La tarea de Indira será completar su "revolución evolucionista" con la energía que, hasta ahora, sólo parecía propia de varones.
Tal vez pueda cumplir con su cometido porque, desde su nacimiento, su padre, el ex premier Jawaharial Nehru, le brindó la misma acogida que suele otorgarse a los hombres en las familias dirigentes hindúes. Aunque Indira no tiene ningún parentesco con el Mahatma Gandhi (jefe del movimiento liberador no violento), las enseñanzas del maestro impregnaron su formación . Los Nehru, una familia de brahmanes (aristócratas) y pandits (letrados de la casta superior), siempre vivieron en una atmósfera politizada, donde las detenciones, la vida clandestina y las conspiraciones reemplazaron los juegos durante toda la infancia de Indira..
A los cuatro años la policía colonial irrumpió en su casa para aprehender a su padre y a su abuelo. Un día su madre sorprendió a Indira arengando a sus muñecas: organizó con ellas una manifestación y las exhortó a ir a la cárcel; en la enorme biblioteca de su abuelo encontró a la heroína con la cual se identificó de inmediato: Juana de Arco. Las unía una misma intención: expulsar a los ingleses. Recién a los nueve años Indira conoció algunos meses de vida familiar, en el exilio europeo. A los 12 organizó agrupaciones juveniles y a los 17, en la universidad de Santiniken, dirigida por Rabindranath Tagore, fue iniciada en el mundo de la filosofía.
Cuando a los 19 años muere su madre, Kantala, abatida por las penurias de una vida repartida entre la clandestinidad y la militancia, Indira emigró a Oxford; allí, en Inglaterra, conoció a Feroze Gandhi, con quien se casaría a los 25 años. Bajo su apariencia delicada, Indira consumó, junto a su marido, actos de provocación política. Así, un día, en un refinado restaurante inglés, abandonó cuchillo y tenedor para comer con las manos, a la usanza india. En esa época, de vuelta a su país, era aún una jovencita tímida que jamás hablaba en público: cierta vez , en un mitin, el orador anunció que la hija de Jawaharial Nehru iba a dirigir la palabra a la multitud. "Primero me quedé petrificada -memoró luego I.G.- pero un oportuno e imprevisto mensaje que acababa de recibir de su padre la salvó. a partir de ese instante, Indira se juró a sí misma vencer sus inhibiciones y lo hizo de modo estentóreo; la miseria de sus compatriotas, la división en castas cerradas fueron el motivo de una aireada denuncia que perpetró en un sofisticado ágape donde los poderosos de la sociedad india fueron estigmatizados por Indira "Esto es indigno de quienes son compatriotas del Mahatma y dicen respetar sus preceptos", bramó enfurecida.
"Ese día supe que siempre podría vencer mi timidez si algo más fuerte que yo me invadía, obligándome a hablar", afirmó, explicando así los mecanismos que movilizaban su personalidad. En continuo desafío a su medio, Indira tuvo que sobrellevar las reacciones que provocó su vida de familia, ya que su marido no era un "parsit" o aristócrata sino un "sin casta"; durante un mitin en 1942, un soldado inglés la apuntó con su fusil instándola a callarse: "si no, disparo", aseguró el enceguecido militar británico. El marido de Indira, que estaba en esa reunión política, desvió el arma con gesto rápido y así salvó la vida de Indira. Pero tanto ella como Feroze terminaron encarcelados, en prisiones separadas, durante 13 meses.

UNA MUJER SOLA

Esa experiencia -a juicio de I.G.- sirvió para fortalecer su vida de pareja; de tal modo, cuando en 1947 los ingleses, agobiados, abandonaron la India, dejaron intacto un aparato de dependencia económica que aún hoy despedaza y paraliza al país. 

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Indira, la "mujer fuerte" del subcontinente hindú, ha establecido un amplio plan quinquenal de gobierno
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También legaron a los gobernantes nativos un Estado multinacional, con 14 idiomas oficiales y 1652 dialectos, que resultaba imposible manejar desde la capital India, Nueva Delhi. Pero todo eso no afectó directamente a Indira, quien prefirió recluirse en su hogar, donde nacieron dos niños.
Tal vez Indira se hubiera alejado totalmente de la política si no se hubiera producido una catástrofe: el 30 de enero de 1948 un fanático asesinó a balazos al Mahatma Gandhi y una situación caótica amenazó con expandirse por todo el país.
Fue el detonante que acercó nuevamente a Indira a los cenáculos políticos acaudillados por su padre, convertido en líder indio, como discípulo dilecto del Mahatma y único hombre fuerte capaz de dominar la tormenta de secesiones y anarquías cernidas sobre el subcontinente hindú.
convertida en brazo derecho de su padre, Indira fue ascendiendo en su carrera política: como secretaria privada de Jawaharial Nehru también recibía los virtuales honores de primera dama, a causa de la muerte de su madre. Pero este papel, engañosamente doméstico y decorativo, pasó a segundo plano en 1955 cuando la designaron integrante del Comité Ejecutivo del oficialista partido del Congreso, manejado por los Nehru. si hasta entonces algunos observadores la consideraban mera "catecúmena" que seguía ciegamente los mandatos de su padre, los acontecimientos demostraron que su personalidad tenía la aspereza suficiente como para atreverse a enfrentar la autoridad paterna.
Hacia 1960 fue electa presidenta de la agrupación; muchos se sorprendieron y hasta se escandalizaron de su primera medida: excluir a su padre del Comité Ejecutivo, para revitalizar el organismo, sometido a los manejos indiscutidos del primer ministro. Fue también por ese año que su marido -ya convertido en un periodista destacado- falleció de un ataque al corazón. Hace muy poco Indira confesaba con pena "En realidad, mi vida de casada -en sus postrimerías- no fue lo que se dice feliz". Al parecer, Indira y su esposo solían discutir "terriblemente" en su hogar: no deja de ser significativo que poco antes del fallecimiento de Feroze su mujer se dedicara activamente a la tarea política: ya estaban alejados y uno de los motivos capitales de la separación radicaba, precisamente, en el autoritarismo de Feroze quien por todos los medios quería impedir que Indira militara en la actividad pública. Muchos lo vincularon con sus celos, su espíritu de competencia y la ancestral resistencia de los hombres hindúes a aceptar la participación femenina en la acción cívica; pese a sus ideas liberales, Feroze había terminado por ceder a prejuicios ancestrales.
Cuando en 1964 murió Jawaharlai Nehru, el vacío político de la India alcanzó intensidad peligrosamente similar a la que sobrevino tras la desaparición del Mahatma. Fue entonces que la hija del "pandit" Nehru se convirtió en un símbolo. Indira ya poseía, además, los resortes efectivos del poder político en la India. Aunque no participó en las sordas luchas por la sucesión, le fue adjudicado un papel clave como ministra de Información y Radiodifusión.
La muerte del premier Lai Bahdur Shastri, en 1966, dejó de nuevo vacante el cargo más importante del sistema político hindú. Indira sólo tuvo que extender la mano para encaramarse firmemente en el poder. En una reciente conversación I.G. definió su compleja posición ideológica: "No creo en ningún "Ismo" pero ello no significa que no tenga ninguna ideología. Lo que pienso -aclaró- es que no resulta bueno encerrarse en una sola perspectiva".
En realidad, su credo político declarado es una especia de socialismo de Estado, apenas influido por el marxismo y marcado por la voluntad de no causar el derrumbe de la democracia. Indira, como su padre, cree en una suerte de racionalismo liberal que la ha llevado a ubicarse en una posición que podría ser calificada como de centro-izquierda. Propiciadora de reformas moderadas, partidaria de un nacionalismo integrador del caos indio, su posición resulta harto difícil de mantener; sobre todo en un Lejano Oriente donde las fuerzas más influyentes propician las salidas expeditivas, violentas, sin términos medios. Con la oposición constante de los estudiantes izquierdistas, Indira tiene que tomar en cuenta un ajedrez político complicado: su socialismo, aliado con la URSS y en buenas relaciones con Occidente, resulta el adversario más considerable de la China de Mao en un área de influencia común a ambos colosos: el Lejano Oriente.
Mientras la oposición la acusa de utilizar métodos dictatoriales, Indira sabe que no tiene mucho tiempo: el hambre que produce miles de muertes diarias en la India es un caldo de cultivo para rebeliones imprevisibles, que pueden contar con el apoyo del poderoso vecino y enemigo chino. Hace unos meses, durante una gira por bengala occidental, una mano arrojó contra I.G. una piedra que le produjo una herida en la frente. Los diarios de todo el mundo difundieron la imagen de una mujer que aparecía desalentada y derrotada, ostentando la muestra de una agresión física que podía suponer un repudio popular masivo. Hoy, en la cúspide de todo su poder, Indira gusta no sólo recordar esa imagen sino que la utiliza como parábola ejemplificadora: "felizmente, esa pedrada fue anulada por un plebiscito -afirmó-, pero conviene que muchos hindúes la recuerden: es una advertencia. Si yo desaparezco, el caos incontrolable de los extremismos puede convertir al país en un montón de ruinas: yo soy el orden".