Oficialmente, la gigantesca contienda comenzó el 3 de septiembre de 1939, cuando Gran
Bretaña y Francia declararon la guerra a la Alemania nazi que, dos días antes, había
atacado a Polonia. Pero venía gestándose mucho tiempo atrás, y las continuas
claudicaciones de Gran Bretaña y Francia frente al expansionismo de Adolfo Hitler sólo
sirvieron para postergarla. Hubo un período sorprendentemente largo en que la política
anglofrancesa de dedicó a apaciguar a toda costa al Fuhrer, ilusionándose con que las
crecientes reivindicaciones territoriales alemanas se guiaban exclusivamente por el afán
nacionalista de aunar en un solo Reich a todos los germanos asentados fuera de las
fronteras, establecidas después de la Primera Guerra Mundial.
Así, Londres y París aceptaron sin demasiada oposición la anexión de Austria (13 de
marzo de 1938). En ese momento, el primer ministro británico, Neville Chamberlain, no
vaciló en proclamar con ciego optimismo: "¡Hemos garantizado la paz por cien
años!"
Benito Mussolini, Duce de Italia, firmante del pacto de Munich y activo mediador, recibió
las alabanzas de los Aliados, que ya habían echado al olvido su brutal conquista de
Etiopía (1935-1936), y que preferían no mirar hacia el sur de los Pirineos, donde el
general Francisco Franco estaba derrotando a la República Española con el apoyo
ítalo-germano.
La política aliada de apaciguamiento sufre dos golpes mortales en los primeros meses de
1939. En marzo, Hitler desmembra Checoslovaquia; provoca el separatismo de los eslovacos,
que forman un pequeño estado satélite del Reich; entrega el territorio subcarpático a
Hungría; finalmente el 15, ocupa a Praga y proclama el protectorado alemán en Bohemia y
Moravia. Por añadidura, el 22 se apodera violentamente del territorio de Memel,
adjudicado a Lituania en 1939. Por su parte, Mussolini, entre el 7 y el 11 de abril,
invade Albania y al anexa a Italia. Queda así demostrado que Hitler no se limita a
reivindicacioens nacionalistas, sino que su teoría del "espacio vital" implica
conquistar y someter a Europa; también ya resulta evidente que el aliado natural de
Hitler es Mussolini, pese a que la economía italiana depende muchísimo de los
suministros británicos y estadounidenses.
Recién entonces Gran Bretaña implanta el servicio militar obligatorio, mientras apresura
su rearme, lo mismo que Francia; de todos modos, los dos aliados siguen maniobrando para
prolongar la paz. No saben que ya han sufrido la primera derrota de la guerra, pues al
permitir la aniquilación de Checoslovaquia se privaron del apoyo de 36 divisiones de
ejército, y sobre todo entregaron a Hitler la poderosísima fábrica Skoda, que desde el
pacto de Munich hasta el comienzo de la contienda produjo ella sola -y para los nazis-
tanto materíal bélico como toda la industria británica de armamentos.
Aunque el ataque nazi a Polonia obliga a Francia y Gran Bretaña a empuñar las armas, no
hacen lo que realmente podría ayudar eficazmente al pequeño país amigo: abrir un
segundo frente en el oeste. Proceden con extrema lentitud y muy pronto se resignan a la
derrota polaca. No calibran la importancia de estar privados en el este del sostén
estratégico de las 35 divisiones de ejército que el gobierno de Varsovia logró formar
apresuradamnte. Hitler, en cambio, sabe que ha quedado ahora en plena libertad de atacar
cuando y como quiera en el oeste.
Otro error aliado es no haberse asegurado el apoyo de la Rusia Soviética comandada por
José Stalin. Hubo un período en que el terrible dictador hizo la corte a Francia y a la
Gran Bretaña; para quitar virulencia a los comunistas que actuaban en países de
democracia liberal acuñó la fórmula del Frente Popular, en que todas las fuerzas de
izquierda y hasta sectores de la burguesía se unían en contra del enemigo común, el
nazi-fascismo. Pero los desaires de Londres y de París, y en especial la notoria
debilidad de ambos aliados, decidieron a Stalin a pactar con Alemania (23 de agosto de
1939) y a cosechar rápidamente los frutos del acuerdo. Apenas Hitler atacó Polonia, los
sobiéticos ocuparon el territorio polaco que antes de la guerra del catorce había
pertenecido al Imperio zarista, y que estaba mayoritariametne poblado por rusos blancos y
ucranios. Satalin tenía la secreta esperanza de que las dictaduras nazi-fascistas y las
democracias liberales (que catalogaba como a dos ramas de un mismo tronco, el capitalismo)
se destrozaran mutuamente, mientras Rusia se mantenía al margen, y sólo intervenía en
busca del propio provecho.
La conquista alemana de Polonia es la primera blitzkrieg, o guerra relámpago. Impone un
nuevo concepto estratégico asado en la sorpresa y la velocidad, con gran uso de tanques y
divisiones blindadas, así como de los cuerpos de paracaidistas; la aviación cumple un
nuevo papel: bombardear y ametrallar la infantería enemiga, y además esparcir el terror
entre las poblaciones civiles, que se lanzan a una fuga caótica que entorpecen la acción
de defensa de sus propias tropas. La fuerza aérea polaca es anualda antes de que pueda
despegar de los aeródromos; los puentes, las principales vías férreas y los centros
logísticos resultan pulverizados casi desde el comienzo de la guerra. El heroico
ejército polaco se ve triturado entre el ariete alemán y el muro sobiético. El 28 de
septiembre, Polonia sucumbe.
LA DERROTA DE FRANCIA
Mientras el
ejército expedicionario británico desembsarca en territorio francés, cantando con
alegre inconsciencia: "Iremos a tender nuestras mudas de ropa en la Línea Sigfrido,
si es que aún existe...", los estrategas aliados osn incapaces de aprender nada de
la tragedia polaca. Siguen aferrados a los conceptos de la guerra de trincheras de
1914-1918; hacen oídos sordos ante las repetidas exhortaciones de un militar francés
aún poco conocido, Charles de Gaulle, quien afirma: "El arma fundamental ya no es la
infantería, sino las unidades acorazadas de rápido desplazamiento, apoyadas por una
aviación que entre sus múltiples funciones reemplaza con ventaja a la artillería
tradicional.
Detrás de la Línea Maginot, que creen inexpugnable, los ejércitos aliados
aguardan. Pero nada ocurre en el frente oeste. Estos meses de desmoralizadora inercia
reciben nombres diversos: "parodia de guerra", "guerra sentada",
·"guerra cómica".
Donde ya ha comenzado una guerra en serio, un verdadero combate a muerte, es en el mar.
Frente a la abrumadora superioridad naval de los aliados, Hitler acentúa la producción
de rápidos y mortíferos submarinos, que formarán lo que más tarde se conocerá como
"manadas de lobos", mientras los ejércitos se quedan sentados, ya se inicia la
batalla del Atlántico que durará hasta fines de 1943.
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En ese momento Hitler plantea el
problema de los abastecimientos; no ha logrado para Alemania una economía autosuficiente
pese a habar desarrollado la industria del caucho y el petróleo sintéticos; depende
vitalmetne de los envíos de materias primas provenientes de la Unión Soviética; un
renglón fundamental para su esfuerzo de guerra es el hierro de Suecia (neutral como
Noruega y Dinamarca), que en invierno es trasportado al puerto noruego de Narvik y debe
atravesar el mar del Norte. El Fuhrer decide garantizarse el acceso al hierro sueco, y a
la vez convertir a Noruega en una vasta plataforma desde donde amenazar de cerca a Gran
Bretaña.
El 9 de abril de 1940, en sólo pocas horas y sin encontrar resistencia, Alemania se
apodera de Dinamarca e inicia la invasión de Noruega, donde algunos focos aislados
resisten hasta junio, mientras el rey Haakon VII establece en Londres su gobierno en el
exilio. A Gran Bretaña le queda el único consulo de incorporar a su flota gran parte de
los navíos mercantes noruegos; ocupa las islas Feroe, Islandia y Groenlandia, puntos
estratégicos para el control de los abastecimientos.
Mientras dura la guerra "sentada" o "cómica", los pequeños países
que hoy constituyen el Benelux, perse a su afinidad con los regímenes
democrático-liberales, se aferran a su neutralidad como a una mítica tabla de
salvación, y por no irritar a Hitler se niegan a preparar una estrategia conjunta con los
aliados.
Cuando el 10 de mayo de 1940 los nazis lanzan un demoledor ataque simultáneo contra
Holanda, Bélgica y Luxemurgo, ya es demasiado tarde. Pocas horas bastan para tomar
Luxemburgo; en cinco días ponen fuera de combate a las tropas holandesas, que pierden en
su desesperada resistencia la cuarta parte de sus efectivos. La reina Guillermina huey a
Londres, donde instala su gobierno en el exilio, mientras la ciudad de Rotterdam es
arrasada por la implacable aviación nazi, como meses antes ocurriera con Varsovia: Hitler
cree en la educación por el terror de las poblaciones conquistadas.
En cuanto al ejército belga, que administra fuertes líneas fortificadas y está bien
perterechado y adiestrado, clama por la ayuda de los aliados mientras intenta contener a
los invasores. De todos modos, a los dieciocho días de lucha snagrienta, el rey Leopoldo
decide la rendición incondicional de Bélgia y es confinado en un castillo bajo
vigilancia alemana. La súbita decisión del monarca belga pone en grave peligro todo el
Cuerpo Expedicionario británico, junto con nutridas tropas francesas y un puñado de
efectivos belgas y polacos: han quedado irremisiblemente aislados del grueso de las FF.AA.
francesas, y el enemigo los cerca enlas inmediaciones del puerto de Dunkerque, convencido
de que muy pronto habrá de aniquilarlos.
Entonces sobreviene el milagro: del puerto británico de dover se lanzan al mar toda clase
de barcos dispuestos a rescatar a los sitiados. Son, en total, 222 buques de la Armada
Real, junto con 655 navíos, entre los que se mezclan remolcadores, petroleros, yates de
paseo, lanchas particulares, balandras pesqueras, pesadas chatas, antiquísimos vapores de
ruedas, y hasta las barcas de los bomberos del Támesis. Esa heterogénea flotilla, guiada
por marinos improvisados donde hay desde financistas hasta boys-scouts, entre el 26 de
mayo y el 4 de junio va y viene sin cesar de Dover a Dunkerque y logra rescatar 338.266
soldados, de los cuales 139.911 son franceses y belgas. Es preciso abandonar en tierra
todo el materila bélico pesado, pero los combatientes se llevan consigo a Gran Bretaña a
varios millares de perros mascotas.
Ahora sólo quedan frente a frente los triunfantes ejércitos nazis, galvanizados por una
fe fanática y provistos de una estrategia hábil y nueva, y las tropas francesas, con
jefes anticuados, sin lucidez ni convicción, y con soldados corrídos por el derrotismo.
Los alemanes tienen 3.500 tanques, doce divisiones acorazadas, 5.200 aviones y todo el
material es ultramoderno; los franceses poseen 2.800 tanques, tres divisiones acorazadas,
y muchísimos menos aviones, mientras que buena parte del material utilizado es obsoleto:
por ejemplo, en 1937, mientras la industria germana producía mil aviones, la gala apenas
si fabricaba cuarenta aparatos. En 1938, Alemania había dedicado a la la producción
bélica el 16,6 por ciento de su presupuesto; Francia, sólo el 7,9 por ciento.
Otros datos definitorios: los importantes sectores derechistas franceses simpatizaban con
las soluciones autoritarias y en cierto modo preferían el Nuevo Orden alemán a la
caótica república gala; los comunistas vacilaban frente a una Alemania amiga de la URSS;
los socialistas estaban aún imbuídos de un pacifismo a ultranza; los quintacolumnistas
proalemanes eran activísimos en la lucha psicológica; la población entera no se había
leantado todavía del colapso que implicó la gran crisis mundial del año Treinta. Se
comprende así que la cuádruple ofensiva alemana del 5 de junio tome París -declarada
ciudad abierta- el 14 de junio, y que el armisticio -verdadera rendición incondicional-
se firme el 22 de junio de 1940.
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