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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

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A TREINTA AÑOS DEL COMIENZO
DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
(revista Siete Días 1969)
(continuación)

 

GRAN BRETAÑA RESISTE SOLA

Francia, dividida en dos mitades, la del norte, bajo dura férula alemana, y la del sur, convertida en el precario Estado de Vichy (que comanda un hombre de derecha, el octogenario mariscal Henri Pétain, famoso en la guerra del catorce), se somete al Nuevo Orden europeo que Hitler está implantando. El llamamiento del 18 de junio del general de Gaulle, instando a proseguir la lucha, permitirá que parte del imperio colonial francés colabore con Gran Bretaña, aunque muchas colonias son copadas por el gobierno de Vichy.


Por su parte, Italia, que se declaró no beligerante en septiembre de 1939 (aunque el 22 de mayo de ese año Mussolini y Hitler hubieran firmado el Pacto de Acero), en enrola en el bando alemán en cuanto el colapso francés comienza a perfilarse. El Duce había hecho saber oportunamente al embajador británico: "Italia estará al lado del vencedor si Gran Bretaña obtiene la victoria"; mientras tanto, se solidarizaba de corazón con el Fuhrer. Pero, el 10 de junio de 1940, temeroso de llegar tarde a la repartija de Europa, el Duce se decide y declara la guerra a los Aliados.
Gran Bretaña se ha quedado sola, pero desde el 10 de mayo tiene un nuevo primer ministro, Winston Churchill. Si Hitler ha prometido a sus soldados que serán amos y señores servidos por las razas inferiores conquistadas, Churchill sólo promete a los británicos "sangre, sudor y lágrimas", y, con obstinación de un bulldog de raza, se fija un propósito, la lucha, y una meta, la victoria a cualquier precio. Los trs partidos -conservador, liberal y laborista- se alían con toda lealtad; el pueblo responde unánimemente. También los científicos colaboran: inventan el radar, y, para 1940, toda la costa británica está portegida por una red electromagnética que detecta el menor movimiento de cada avión nazi.
Hitler ordena perparar la invasión de Gran Bretaña: es el plan León Marino, que para poder cumplirse exige previamente liquidar la protección naval y aérea de la isla. La batalla queda a cargo de la Luftwaffe; la primera etapa, a partir del 10 de julio, se concentra en el ataque de los convoyes de aprovisionamiento y en la destrucción de los puertos, para reducir por hambre a Gran Bretaña. La operación da tan escasos resusltados, que a partir del 24 de agosto la Luftwaffe inicia una segunda etapa: destruir sistemáticamente la aviación británica, los aeropuertos y la industria aeronáutica de la isla; mientras tanto, los constantes bombardeos de Londres deben aterrar a los civiles. Pero las pérdidas de la Luftwaffe siguen siendo el doble de las que sufre la RAF (Royal Air Force), con la agravante de que los pilotos británicos que se lanzan a tierra en paracídas son recogidos, curados, y devueltos al combate, mientras que los pilotos alemanes quedan definitivamente perdidos para la guerra. Y si es fácil construir aviones, es difícil adiestrar buenos aviadores.
A fines de septiembre comienza una tercera etapa: la Luftwaffe decide cuidarse, atacar sólo de noche y bombardear indiscriminadamente y sin plan las poblaciones y los centros d producción. Coventry es aniquilada y convertida en un montón de ruinas humeantes; en Londres los raids incendiarios son constantes. Pero los civiles jamás se dejan ganar por el desorden y el desaliento, y mantienen un espíritu altamente combativo; nunca decrece la producción de aviones que defenderán el cielo británico contra la Luftwaffe. En las tres etapas, hasta mediados de noviembre de 1940, Alemania ha perdido 1.818 aparatos; Gran Bretaña, 915.
El plan León Marino para invadir la isla orgullosa y desafiante es constantemente posrtergado; durante la primera mitad de 1941 todavía la Luftwaffe llevará a cabo mortíferos raids contra Gran Bretaña, pero el Estado Mayor de la Wehrmacht ya se ha resignado a archivar el plan León Marino, mientras soporta a Hitler, que despotrica conta la imbecilidad de sus militares. Churchill agradece a los pilotos de la RAF con esta frase: "Jamás tantos millones de seres humanos debieron tanto a tan pocos".
Al frente oeste, donde Gran Bretaña desafía a Alemania, se añade un segundo fretne en el sur. Mussolini tiene la ambición de convertir el Mediterráneo en el Mare Nostrum de los antiguos romanos; el Duce se considra heredero de los Césares. El 28 de octubre de 1940 inicia la invasión de Grecia, pero las tropas helénicas rechazan violentamente a los italianos y los persiguen por Albania.
En cuanto a las colonias del norte de Africa, tropas fascistas han capturado la Somalía británica; a partir de diciembre de 1940 la situación cambia bruscamente y soldados del Reino Unido y del Commonwealth atacan a los italianos y los abruman con una serie de derrotas.
Hitler decide intervenir. Envía al norte de Africa un contingente especial comandado por el general Erwin Rommel, talentoso estratega que más tarde será apodado El Zorro del Desierto. Aunque los británicos deben retroceder y perder lo ganado contra los italianos, no afrontarán ningún peligro realmente crítico en la pugna por el control de Egipto y el Cercano Oriente durante el transcurso de 1941.
En cambio, cuando acuden, a comienzos de abril, en defensa de Grecia, que después de la derrota italiana lucha contra una invasión alemana, deben evacuar el reino helénico a fines de ese mismo mes con muy graves pérdidas. En mayo Gran Bretaña sufre un segundo revés: los alemanes realizan una audaz operación aerotransportada (de una envergadura sin precedentes en la historia militar) para apoderarse de Creta, llave estratégica del Mediterráneo. Entre el 20 y el 30 de mayo arrancan la valiosa isla a los británicos e infligen serios daños a la Armada Real, cuyo único consuelo es haber logrado neutralizar decisivamente la flota italiana antes de los desastres de Grecia y Creta.

DE MOSCU A PEARL HARBOR

Durante este primer período de la guerra las relaciones entre Alemania y la Unión Soviética parecen muy buenas. Los soviéticos envían a los nazis enormes cargamentos de fibras textiles, maderas, trigos, productos grasos, petróleo, mineral de hierro, manganeso, cromo y estaño; los alemanes, a su vez, entregan a la URSS importante maquinaria insudtrial, locomotoras, turbinas, generadores eléctricos, motores diesel y todo un muestrario de la artillería alemana, tanques, explisivos, equipos para la guerra químicac, y hasta el flamante crucero Lutzow.
Pero el Fuhrer mira con rabiosa desconfianza la expansión de Stalin en el Báltico y las vecindades balcánicas. El 30 de noviembre de 1939 la URSS ha invadido Finlandia, donde cosecha sangrientas derrotas y pierde doscientos mil soldados; al fin impone su superioridad numérica y de armamentos, y acrecienta su territorio a costa del combativo país finés. Entre el 15 y el 16 de junio de 1940 anexa, sin resistencia, a Lituania, Letonia y Estonia; poco después obliga a Rumania a que deje en manos soviéticas la Besarabia y el norte de la Bucovina.
Hitler, quien ya ha puesto a Francia de rodillas, una de las metas que se había fijado en Mein Kampf (Mi lucha), decide llevar a cabo otro de sus sueños; conquistar Rusia y disponer libremente de sus tesoros de materias primas, de sus enormes tierras fértiles y de su población, a la que reducirá a abyecta servidumbre. Sin duda, su odio contra el comunismo no es fingido, pero el principal motor que lo anima es el aborrecimiento que siente por la raza eslava. Los polacos, anticomunistas y católicos fervientes, ya desde 1939 experimentan brutalmente la inquina racial del Fuhrer; sus sectores dirigentes e intelectuales osn sistemáticamente liquidados por los nazis. Diversos documentos, algunos escritos de puño y letra por Hitler, explicitan el plan alemán del espacio vital en el este: un 80 por cinto de los polacos, un 65 por ciento de los ucranios y un 75 de los rusos blancos serían eliminados o confinados en Siberia; los demás quedarían como siervos de los amos alemanes instalados en ese Garten Eden (Jardín del Edén).

 

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Desde el comienzo de la guerra, Londres fue una de las ciudades más castigadas por los bombardeos


La campaña alemana en Africa fue comandada por Erwin Rommel, un estratega que se ganó el apodo de El Zorro del Desierto
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Los rigores del invierno ruso

La invasión contra la URSS lleva el nombre clave de Operación Barbarroja; es aplazada varias veces debido a las vacilaciones del Estado Mayor de la Whrmacht. Hitler monta en cólera y esgrime su argumento decisivo: si Gran Bretaña resiste es porque confía en una futura ayuda de la URSS; una vez liquidado el oso ruso, caerá el león británico. El 22 de junio de 1941, sin aviso previo, se desencadena la gigantesca ofensiva germana contra la URSS, que no está preparada para defenderse. Stalin, con increible ceguera, ha desdeñado los repetidos avisos de sus espías, que le anticipan los planes nazis de agresión; hasta se ha alzado desdeñosamente de hombros cuando en abril de 1941 Churchill le avisa que Hitler ha decidido la guerra contra la URSS.
La táctica alemana es, como siempre, la blitzkrieg, basada en la velocida, el terror y la sorpresa. Algunos generales de Hitler se muestran preocupados, pues se ha abierto un tercer frente simultáneo con los del oeste y del sur; pero el Fuhrer los hace callar mostrándoles sus espléndidas victorias. El 9 de octubre un millón doscientos cincuenta mil kilómetros cuadrados ha sido conquistados por Alemania; dos millones de soldados rusos han quedado fuera de combate. Hitler, nuevo Napolón, da orden de capturar Moscú; sus tropas avanzan en una ofensiva que parece irresistible. El 2 de diciembre destacamentos nazis de vanguardia llegan a los suburbios moscovitas y divisan las cúpulas del Kremlim. No las verán nunca más, salvo como prisioneros.
El invierno ruso, implacable, se ha lanzado al combate. Los alemanes, preparados sólo para una guerra relámpago, no llevan ropa de abrigo ni medicamenteos contra la congelación y la gangrena. Los ejércitos nazis, diezmados por el frío, sufren hambre. Una de las condiciones de la guerra relámpago es alimentarse a costa del país enemigo conquiestado: vana ilusión pues los rusos al retrocedern dejan sólo el vacío. Los radiadores de tanques y camiones estallan por escasez de elementos anticongelantes; el aceite de lubricación se petrifica, así como la nafta; el caucho sintético pierde toda elasticidad; saltan los resortes, que no fueron fabricados para temperaturas tan bajas.
Mientras tanto, en prefecta sincronización con el invierno, nuevas tropas rusas vestidas de blanco como ágiles fantasmas, perfectametne adaptadas al clima, abruman a los, que retroceden con terribles pérdidas humanas y materiales. Los alemanes ignoran que enorme cantidad de fábicas soviéticas ha sido trasladada hacia los Urales y trabajan a pleno rendimiento. ven surgir con sorpresa el tanque soviético T34, muy superior al modelo alemán; aparecen aviones ultramodernos, como el Ilyuschin II, que pronto lanzará cohetes. El 8 de diciembre, Berlín hace saber que ha "postergado" la conquista de Moscú.
Un día antes ha ocurrido un acontecimiento que modificará radicalmente el panorama de la guerra: por sorpresa, tres oleadas de aviones japoneses atacan Pearl Harbor, base naval estadounidense en las islas Hawaii, y en dos horas destruyen la mitad de la flota con que cuentan los EE.UU en el Pacífico; por suerte, poco antes del ataque han salido de puerto dos portaaviones y siete cruceros, circunstancia que el comando nipon ignora. Hay casi cuatro mil quinientas bajas, entre muertos, heridos y desaparecidos; ciento ocho aviones son destruidos o averiados.
Durante un año interminablemente largo Gran Bretaña ha luchado sola. El ataque alemán contra la URSS impone la alianza de Londres y Moscú; el propio Stalin -aunque conserva graves recelos contra las democracias liberales-, en una alocución radial significativamente pronunciada en inglés, vuelve a agitar su vieja consigna: ¡Unámonos todos contra el nazi-fascismo! Para lograr una fácil comunicación entre la URSS y las bases británicas en el Cercano Oriente, enviados del Reino Unido desplazan al Sha de Irán, germanófilo, y lo reemplazan por su hijo, proaliado; de inmediato se trazan caminos y vías férreas para agilizar la "ruta persa" de abastecimientos. Por otra parte, los británicos ya se han asegurado la solidaridad del Irak y con ayuda de los franceses libres que responden a De Gaulle han ocupado Siria, neutralizando a los colaboracionistas delegados por el régimen de Vichy. Gracias al ataque contra Pearl Harbor, a fines de 1941, Gran Bretaña, la URSS y los EE.UU se alinean contra Alemania, Italia y Japón.
Después de la primera gran contienda mundial, y sobre todo después de la terrible depresión de 1929, un virulento aislacionismo ha dominado toda la política exterior estadounidense. Además, la propaganda alemana ha encontrado eco en activos e influyentes grupos de derecha. El expansionismo japonés, que después de proyectarlo al continente asiático lo enfrenta en una larga guerra con China, no preocupa a la opinión pública de los EE.UU. (aunque Washington ayude al gobierno de Chiang-Kai-Shek a resistir la agresión nipona). El brutal impacto de Pearl Harbor logra que el público estadounidense comprenda por fin lo que su presidente, Franklin D. Roosevelt, le ha señalado con insistencia: que la guerra librada en Europa y la contienda chino-japonesa no sólo están estrechamente emparentadas sino que amenazan vitalmente a los Estados Unidos. Aunque el pueblo clama venganza contra el Japón, Roosevelt impone acertadamente su criterio: habrá máxima prioridad para la lucha contra Hitler; el imperio nipón se derrumbará cuando sean vencidos sus socios del Eje.
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Pearl Harbor
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