La saga de Mao
"Adoptemos el conocimiento
de los bárbaros occidentales y utilicémoslo en nuestra defensa"' propuso uno de los
estrategos chinos en momentos en que su patria sufría, durante el siglo XIX, humillantes
derrotas a manos de las potencias de Occidente. La tecnología, el marxismo y las semillas
del pensamiento político revolucionario constituyeron parte de los aportes europeos a la
cultura china en nuestro siglo. Pero a todo ello supieron infundirle un contenido, una
perspectiva, un uso netamente chino.
Mao Tse-tung, ideólogo adaptador, brillante estratega y apasionado nacionalista, debía
utilizar esos instrumentos para unificar a la nación, recuperar los territorios perdidos
u ocupados, como Quemoy, Matsu, Taiwan, Macao, Mongolia exterior y Hong Kong;
re-establecer el área de influencia de la época imperial que comprendía, en carácter
de tributarios, parte de Vietnam, Laos, Tailandia, Corea y los estados himalayos. Era
necesario librar a China del asfixiante bloqueo militar y económico estadounidense,
resultando impostergable la reconstrucción económica y la industrialización del país.
Se partía del convencimiento de que solo la voluntad del hombre totalmente consustanciado
con esos objetivos podía llevar a cabo la empresa. Había que educar y endurecer esa
voluntad; era necesario remodelar la mente de seiscientos millones de chinos,
infundiéndoles un pensamiento común y una guía única; luchar contra los enemigos del
fervor, contra el deterioro ideológico representado por al burocracia y Ía
tecnificación, que lentamente habían comenzado a agotar la revolución soviética.
Generación tras generación debía forjarse en estos ideales por medio de una gimnasia
intelectual y emotiva que los convenciera de la bondad de la tarea.
A todos estos problemas se les halló un principio de solución. Los pactos de ayuda mutua
con la URSS garantizaron durante los primeros años la seguridad china; el lanzamiento de
los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica en 1954 ayudó a quebrar el líderazgo
indio, en un intento por atraer a los países asiáticos y africanos;
los planes quinquenales de desarrollo y la revolución cultural debían lograr la
expansión económica y el adoctrinamiento ideológico. También se registraron fracasos
importantes, como el del Gran Salto Adelante de 1958, intento de quemar etapas en el
proceso agrario e industrial y también el poco interés demostrado por los paises del
sudeste asiático ante los cantos de sirena de Pekín en materia de orientaciones
políticas y negociaciones económicas. Pese a los tropiezos, China Popular siguió
adelante, escalando posiciones en el ranking del poder mundial.
Hoy, veinte años después del desfile inicial, un hombre cargado de años y de
experiencia, el que se asomara al balcón del palacio imperial de Pekín, trata de dar los
últimos toques a su obra: la consolidación de las bases para un imperio del siglo XXI.
Dentro y fuera de China muchos factores se suman e interactúan poniendo en peligro el
éxito de sus planes. Una mirada a la China real, la que existe más allá de los
fantasmas de la propaganda, permite sondear los problemas y aspiraciones de la tercera
potencia de la tierra.
Partido, Ejército, Tecnocracia
Si el círculo de! ying y del
yang (El ying y al yang constituyen los dos principios cósmicos que interactuando entre
si dan vida a todo lo creado. Representan lo masculino y femenino, el dia y la noche, los
elementos opuestos pero necesarios para la existencia) es el símbolo más importante de
la filosofía china, el triángulo representa el conflicto esencial de su vida política.
En sus vértices se hallan los tres centros del poder: el Partido, las Fuerzas Armadas y
la Buró-tecnocracia. Aún cuando el Partido concentra en sus manos el control de los
otros dos factores, las exigencias del desarrollo y la seguridad establecen limites que
distan mucho de satisfacer a los líderes políticos, pero ante los cuales es necesario
transigir frente al peligro de riesgos aún mayores. Entre 1949 y 1969 el Partido pasó
por periodos durante los cuales el poder de decisión amenazó con escapársele en virtud
de las crecientes presiones del Ejército y de la tecnocracia, tendientes a moderar el
énfasis en la politización supremo objetivo de la vieja guardia dirigente en
favor de una mayor especialización profesional de las élites. El dilema entre "rojo
y experto" ha dividido al sector dirigente chino en dos grupos opuestos en cuanto
hace al uso de los medios, pero coincidente en sus fines úitimos. La división no es tan
sencilla como la que pretende señalar este esquema. Muchos funcionarios de rangos medios
y superiores del Partido apoyan los requirimientos de la tecnocracia, mientras que algunos
jefes de] ejército piensan que la perfecta politización de masas y élites constituye el
primer requisito para el éxito. A la división entre técnicos y políticos se suma la
brecha generacional entre la "vieja guardia" el grupo contemporáneo de
Mao, luchadores de la primera hora, que tuvieron el conflicto y el combate como su forma
de vida y las siguientes generaciones de dirigentes, formados a partir del periodo
que va de 1945 a 1959. Estos comenzaron su experiencia en la época de paz y
reconstrucción, posterior a la creación de la República Popular y constituyen el blanco
de los ataques de Mao, que los acusa de adoptar pautas capitalistas en la conducción de
los asuntos a su cargo y de mostrar
síntomas de aburguesamiento en sus formas de vida. El fantasma de la erosión, del
deterioro de la mística revolucionaria, constituye el motor fundamental de la revolución
cultural, destinada a fijar con caracteres de relativa eternidad la supremacía de los
valores políticos maoistas en la vida china, permitiendo, simultáneamente, que de las
filas de la juventud sometida al proceso surjan nuevos líderes, material de recambio para
esa generación intermedia que no satisface el ideario de Mao.
La convocatoria durante 1969 del noveno congreso del Partido Comunista Chino promete
profundas reformas internas en los sistemas de elección de autoridades, acompañadas de
una reestructuración total de los organismos que componen el sistema de poder y control
del partido sobre todas las actividades del país. Será éste, sin duda. el instrumento
apto para consolidar la situación creada. Idéntico objeto tendrá la destitución
oficial de Liu Shao-chi y la promulgación de una nueva constitución, cuya columna
vertebral será el pensamiento político de Mao. Simultáneamente. se recomienda a los
comités revolucionarios que obedezcan a la conducción única de Pekín y que disminuyan
sus ataques y aumenten sus esfuerzos de reeducación de los elementos
contrarrevolucionarios. La ola de violencia política ha pasado y el control de la
situación a manos de los maoistas parece ser tan completo como para permitir la
distensión, concentrándose nuevamente el esfuerzo en la expansión económica y en la
política exterior. Con la casa puesta en orden, sus dueños se dedicarán a atender a
vendedores, amigos y vecinos molestos. Sin embargo, si se rasga la pulcra superficie se
hallarán latentes los males que se han pretendido extirpar. Liu Shao-chi perdió puesto y
honores, pero su estrategia para la conducción interna de China ha quedado en pie y a sus
lugartenientes y partidarios se les ruega que reasuman puestos en el aparato
administrativo y en los centros de planifícación y organización. Sus palabras de 1962.
previas al comienzo de las Campañas de Rectificación, prolegómeno de la Revolución
Cultural adquieren hoy particular vigencia: "Ha llegado el momento dijo
en que comprendamos que la educación política de nuestro pueblo ya es un hecho y que a
partir de ahora debemos dedicar nuestra potencia al perfeccionamiento técnico y
profesional de nuestros hombres".
China no puede escapar a su destino de gran potencia que le exige, para satisfacer sus
necesidades, un amargo equilibrio entre los deseos de purificación ideológica y moral y
las concretas obligaciones de mantenerse en la linea de los avances tecnológicos,
organizar la economía de un país-continente y satisfacer sus ansias de intercambio y
conquista de nuevos mercados. China se halla madura para emprender otra etapa en su vida
interna e internacional, pero no hay que olvidar, cuando se hacen conjeturas sobre la
magnitud del cambio y el rumbo probable que adoptará, que toda política resulta, vista a
través de sus ojos, una defensa necesaria, pudiendo los factores actuales y futuros
moderar, sin modificar totalmente sus objetivos últimos, la atmósfera de combativa
exaltación que ahora trasmite. Entre estos factores es necesario destacar a los nueyos
^líderes supremos" el .delfín oficial, Lin Piao y el poder en las sombras, Chou
En-Iai, hombres que pueden eliminar al morir Mao los vestigios molestos de la
revolución cultural, imprimiendo un nuevo rumbo a la política china. Por último, al
considerar el futuro de la revolución y su significado para la conducta china ante el
mundo, es necesario tener en cuenta una frase reveladora de Mao, que proyectando su mirada
hacia el futuro, en el tono de las confesiones últimas de los grandes hombres, expresa su
inquietud e impotencia, ante lo que vendrá, sin renunciar al intento de plasmarlo a su
manera: "El mundo cambia tan rápidamente que quizás dentro de mil años, tal vez
solamente en el plazo de pocas generaciones, el comunismo ya no exista ni tenga sentido y
nuestros intentos de hoy muevan a risa o no sean en absoluto comprendidos".
Visión desde la muralla
Japón antes y
durante la segunda guerra mundial, EE. UU. a partir de 1949 con la incorporación de la
URSS al finalizar la década del cincuenta, forman el cuadro de sucesivos antagonistas que
representa los males del imperialismo ante los ojos de los comunistas chinos. Mao y los
restantes teóricos del partido, establecieron la existencia de contradicciones
principales y secundarias en la política mundial. Las primeras y más importantes, eran
las que enfrentaban a las fuerzas de EE.UU. con el Tercer Mundo, determinando que China se
dedicara en su defensa a la lucha contra el imperialismo estadounidense cuando éste
reemplaza al japonés en el teatro asiático. El segundo tipo de contradicciones, que a
diferencia de las anteriores pueden resolverse evitando la lucha armada, corresponde a las
existentes entre sistemas políticos distintos; por ejemplo, un régimen burgués y uno
marxista - leninista. El uso armónico de estas contradicciones le permitió a los chinos
intentar la estructuración de un frente antiimperialista mundial. Su objetivo inmediato
era lograr una retirada de EE.UU. que diera seguridad a las fronteras chinas. Lo que se
deseaba obtener a largo plazo era un debilitamiento de EE.UU. que favoreciera su
declinación como potencia mundial.
Los intentos de apoderarse de Matsu y Taiwan y la guerra de Corea, resultaron obligaciones
ineludibles para quienes intentaban reunificar el territorio y asegurar la existencia de
un cinturón de paises alrededor de China libres de la ocupación e influencia
estadounidenses, que hicieran las veces de un escudo protector. Las acciones emprendidas
por China y EE.UU. durante la década del cincuenta establecieron los respectivos limites
de influencia y sus mutuas limitaciones,
China no podía enfrentar el poder naval estadounidense, pero EE.UU. a su vez se hallaba
inhibida de internarse en el continente; aun quedaba en juego sin embargo, la pieza clave
del tablero: el destino del sudeste asiático.
Mientras China daba sus primeros pasos hacia la obtención de un armamento nuclear se
producía el acercamiento ruso-norteamericano y entraba en crisis el conflicto
sino-soviético. Vietnam significa un nuevo enfrentamiento entre China, y EE.UU., esta
vez, en un contexto diferente al de Corea, con una Unión Soviética que deja hacer y
ayuda indirectamente a su socio y antagonista.
La relación de fuerzas no permite una apertura favorable para China, que, una vez más,
da pruebas de su prudencia política y militar al evitar toda confrontación directa,
limitando su agresión a la palabra. El crecimiento de China como potencia se realiza en
un medio caracterizado por el constante
acercamiento entre EE.UU. y la URSS, conscientes
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Mao y la vieja guardia
China inicia el camino hacia occidente
Chou En-Lai y la mujer de Mao
La cautela y el fervor revolucionario
Ocaso de las guardias rojas y la revolución cultural
Liu Shao-chi una China moderada
Mao joven: ya era mito
Un solo pensamiento: el de Mao
Fulbright: el apoyo norteamericano
del surgimiento de
una tercera potencia mundial que evidentemente constituiría el factor de desequilibrio
entre los dos superpoderes. La adolescencia nuclear china va acompañada de cierta madurez
política. Ingresar en el club de los supergrandes significa quedar sometida a reglas de
juego distintas, donde la agresión abierta se minimiza y surge obligatoriamente cierta
necesidad de cooperación o, al menos, de no interferencia. El ingreso que ahora se está
realizando no cuenta con la buena voluntad de los socios, se produce contra su voluntad,
por el propio peso político del candidato. China es consciente de esta situación
triangular y se apresta a. ejecutar un juego propio, en el cual le corresponde el papel de
estrella, odiada, pero necesariamente cortejada.
Si los objetivos de la política exterior china comprenden, además de la preservación de
la seguridad nacional, la liberación de territorios, la creación de un área de
influencia asiática y la adquisición de un status de gran potencia que le permita una
participación activa, en las decisiones de todos los asuntos mundiales de primera
importancia, la actual coyuntura internacional ofrece condiciones favorables para la
iniciación de sondeos políticos de carácter global que conduzcan a mediano plazo a la
obtención de algunos de esos objetivos. En primera línea figuran los intereses chinos en
Asia, amenazados por la maniobra envolvente de EE.UU. y de la URSS. Mientras EE.UU.
mantenía atenta guardia en las bases insulares sobre el arco del litoral marítimo chino
y efectuaba su escalada en Vietnam, la URSS comenzaba un avance hacia el subcontinente
indio, estableciendo posiciones navales en sus puertos y preparándose para llenar el
vacio que provocará la retirada inglesa del Asia sudoriental. Un período pos-vienamita
augura mejores y más estrechos entendimientos entre EE.UU. y la URSS que redundarán
inevitablemente en perjuicio de los intereses chinos a nivel regional y global. La entente
soviético-estadounidense amenaza con dejar a China puertas afuera de las discusiones de
paz de París, lo cual falicitaria una acción estadounidense en el sudeste asiático que
contará con cierto neutral apoyo de la URSS. Se impone, por lo tanto, hacer rápidamente
frente a esta posibilidad; la reiniciación de las conversaciones bilaterales con EE.UU. a
partir del 20 de febrero y la invitación a firmar un compromiso de coexistencia pacífica
con este país, conitituyen una inteligente respuesta china al peligro de quedar
soslayada, que le permite, a la vez, introducirse como una cuña entre EE.UU. y la URSS.
Del balancín de dos puntas se ha pasado al triángulo; la situación mundial se presta
para ello.
Ni la URSS ni EE.UU. podrán eri el futuro prescindir de China. Mientras convulsiones
internas agitan los pasillos del Kremlin, Moscú se lamenta de la nueva política china
hacia EE.UU. en la que adivina mayores dificultades para las deterioradas relaciones
sino-soviéticas. "Pekín coquetea con Washington, con la evidente intención de
impedir relaciones más estrechas entre Estados Unidos y la Unión Soviética, afirman los
órganos oficiales de opinión. Al otro lado de la cortina de bambú, los ataques contra
el "revisionismo soviético" superan por su importancia las habituales criticas
al imperialismo norteamericano.
Brechas en el cerco
En EE.UU., la
opinión de un grupo de expertos en asuntos asiáticos que pregonara en el desierto
durante la administración de Johnson, observa esperanzado las tímidas declaraciones de
Nixon que, a partir de una rotunda negativa inicial, se aproximan lentamente a una
expectativa flexible. La entrada de Kissinger en el equipo presidencial favorece las
aspiraciones de William Fulbright, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del
Senado, del senador Edward Kennedy, de los especialislas Fairbank, Reischauer y de muchos
otros que propician el levantamiento del cerco estadounidense a China, su ingreso a las
Naciones Unidas y el establecimiento de relaciones basadas no en la fuerza que otorga la
superioridad militar sino en el reconocimiento de que algunas de las aspiraciones chinas
son legítimas y que el resultado final será un modus vivendi favorable a los intereses
de EE.UU.
Además, el problema de las relaciones sino-norteamericanas se trasmtie al ámbito de los
aliados; Japón, Canadá. Australia, Francia e Inglaterra, estrechan sus relaciones con
China Popular obedeciendo a intereses económicos y político; Italia, Canadá y Japón
plantean abiertamente la necesidad de establecer relaciones diplomáticas formales. Si el
mantenimiento del veto a China le puede deparar tropiezos a EE.UU. con sus aliados de la
NATO, los ya existentes con el Japón en virtud de la política asiática de EE.UU. y de
su actitud antichina amenazan con crecer indefinidamente. Sato, premier de un gobierno
japonés conservador, no titubea en expresar su apoyo al ingreso de China Popular en la
ONU mientras maniobra delicadamente para lograi un mayor acercamiento. Japón crece como
potencia. aprestándose a asumir el papel de poderoso mediador en Asia. Sus intereses
exigen excelentes relaciones con China aún a cambio de un replanteo de su posición vital
para el esquema defensivo estadounidense, que perturba el panorama político japonés. La
suma de estas presiones resulta en último término favorable a China Popular al
condicionar parcialmente las respuestas posibles de EE.UU.
El Imperio y los bárbaros
Desde la época de
su unificación y expansión ocurridas en los primeros siglos de nuestra era, el imperio
chino debió luchar contra las tribus bárbaras del Asia central. Una gimnasia militar y
diplomática de cientos de años desarrolló una estrategia que dio brillantes resultados,
preservando durante mucho tiempo las fronteras del imperio. "Haced que los bárbaros
luchen contra los bárbaros", dice una antigua enseñanza militar china. La
aplicación de este principio casi pone en guerra entre si a las potencias coloniales que
se disputaban el mercado chino al comenzar nuestro siglo; su reactualización puede
constituir la clave de la nueva fase de la diplomacia china. Otorgando favores; y creando
recelos China Popular puede asegurar tácticamente la preservación de sus objetivos
mientras continúa su crecimiento y equipara con las grandes su potencia nuclear. Los
enemigos de ayer pueden convertirse en los amigos de hoy y en los antagonistas de un
mañana, donde la obtención de un aproximado equilibrio nuclear imponga la delicadeza de
un trato realmente igualitario. |