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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Durante un mes nuestro redactor
Carlos A. Velazco siguió los pasos
del policía más temido por el hampa
El pardo Meneses
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"MENESES JEFE DE LA POLICIA
EL PUEBLO LO PIDE"
Revista Panorama
Abril 1965

Un aporte de Héctor Alvarez

 

 

"¿Sospechosos por aquí? No, nunca vimos a nadie. Meneses va y viene solo. Una vez, cuando el hampa lo amenazó de muerte, vimos frente a la casa a un hombre de aspecto tenebroso, pero a la mañana comprobamos que era Rafael, un admirador de Meneses que se tomó a pecho la amenaza y montó guardia toda la noche".A las dos de la tarde, con el sol cayendo a plomo sobre Buenos Aires, en la calle Arrotea, del bajo de Flores, se detiene un automóvil. Meneses descubre el revólver bajo el saco, lo palpa en ademán intimidatorio, lo cambia de ubicación en la cintura. Desciende. "¿Qué pasa?", encara al redactor de PANORAMA, que lo espera junto a la puerta. Cuando se informa, el rostro se le dilata en una sonrisa indolente. Habla con desgano, acortando las palabras con un gesto de entendimiento: "No, la nota no puede ser".

 

 

-¿ Pero usted, Meneses, admite ser un policía matón, coimero y mujeriego?
-¿Eso dicen de mí? ¿Y usted lo cree?

A pesar de la publicidad que tuvo su actuación policial, la personalidad del "pardo" Meneses (como lo apoda el hampa) es discutida. Dos leyendas se disputan su fama. La de los incrédulos, que le cargan el sanbenito de coimero y matón, atribuido en ciertos ambientes a todos los policías; y la de los amigos, vecinos y centenares de admiradores, que lo aclaman como un héroe y repiten lo que testimonian todavía con orgullo los ex miembros de la brigada de Robos y Hurtos; "Cuando había que echar abajo la puerta de un rancho el primero en poner el hombro era Meneses. Después adentro, nunca tiró primero. Hay que ver lo que es esperar parado, ante el hueco de una puerta."

Los herederos de Rocambole

Para convencer a los incrédulos y lisonjear la vanidad de sus "hinchas",. Meneses escribió los relatos de sus aventuras policiales y decidió publicarlos. El libro, con el titulo de "Meneses contra el hampa" (un hampa real que se asocia más a las novelas de Rocambole que a las policiales del siglo XX) apareció impreso con una biografía firmada por Iderla Anzoategui. Agotada la primera edición y lanzada la segunda, el libro se vio envuelto en un pleito por el usufructo de los derechos de autor. "En el libro está todo lo que Meneses me contó -admite Iderla Anzoategui-. Pero yo no puedo hablar. Llámelo al doctor Silvio Frondizi. El tiene en sus manos el juicio contra Meneses".


Silvio Frondizi

En su despacho de la calle Corrientes al 1300, en los altos de La Armonía, Silvio Frondizi entreabre la puerta con un gesto de bonhomía. "¿Una entrevista con PANORAMA? Sí, como no", Al iniciar el diálogo las cejas le asoman por encima de los gruesos anteojos, delatando un.gesto de contrariedad. "Ah, es por Meneses", murmura. Sin agregar palabra, revuelve los papeles del escritorio y muestra un abultado curriculum vitae. "¿ Le parece que yo puedo hablar de Meneses? ¿Por qué no me hace un reportaje sobre política? Estoy por publicar un libro sobre la influencia del marxismo en el catolicismo. Le aseguro que va a causar sensación". Se arrellana en su asiento. De espaldas a la biblioteca de viejos mamotretos jurídicos, su figura remeda curiosamente a la de Fausto en el gabinete de Wittemberg. Su voz es clara, impaciente. "¿Meneses? Lo vi una sola vez. Hablamos unos minutos y se despidió. Creo que ha pasado a disponibilidad. Usted sabe lo que ocurre con los militares y policías que están en esa situación. No creo que sea correcto caerle encima..."
Meneses, sin ocultar su preocupación por el asunto Anzoategui, agita con insistencia las fotocopias de algunos diarios del interior donde había publicado los relatos mucho antes de incluirlos en el libro. "Puede cotejarlos. La transcripción es textual. Ella solo intercaló suspiros, lágrimas y otras boberías de mujer. Tuve que rehacer todas las pruebas de imprenta para borrarlos". La prueba Judicial no le basta. Toma de su biblioteca un libro de poemas de Iderla Anzoategui y después de citar algunos de sus versos los desmenuza con el ensañamiento de un profesor de preceptiva. "Cuando venía por el Departamento yo sospechaba algo raro. Pero entonces no tenia tiempo para nada. No podía dejar a los chorros en libertad y ocuparme de ella y del libro".

La "boleta"

En la legislación argentina no existe la pena de muerte, pero en la jerga del hampa "la boleta" (muerte en un tiroteo) equivale a la horca. Contra ella no hay argucias legales. Solo rige la habilidad para el gatillo. La resonancia de éxito que tuvo Meneses en los procedimientos contra los delincuentes más temibles de la última década lo asoció, en la imaginación popular, al policía que confiaba más en el cañón de la 45 que en los jueces.
Meneses cuenta en su haber, como todo policía de acción, con varias "boletas". Pero no tantas como le atribuyen. Los hombres que actuaron a su lado, en la brigada de Robos y Hurtos, recuerdan su consigna: "No lo maten, no lo maten", repetida aun en ocasiones en que peligraba su vida. "El muerto no habla -explicaba-. La boleta aumenta el número de delitos impunes". Si se creyera en la estadística de los policías memoriosos, Meneses seria el jefe de Robos y Hurtos que ha hecho menos boletas durante su actuación.
Por ejemplo, José María Hidalgo, el asesino que "se la había jurado", se curó del asma a causa de un tiroteo en las afueras de La Plata. Cuando dejó de resistirse, con varios plomos en el cuerpo, se encomendó a Meneses: el "pardo" atendió sus súplicas y lo cargó por un lodazal de 30 cuadras. Hidalgo se salvó, se evadió de la cárcel y se fugó a Brasil, donde ahora cumple una condena por asesinar a tres policías.
Otro caso: En San Justo, el pibe Pedro P. (15 años) se entregó con los brazos en alto, encaramado en un gallinero, después de un tiroteo de 35 minutos a 100 kilómetros por hora, durante el cual había caído herido el cabo Pinos. Meneses, al grito de "No lo maten", le ajustó las esposas y se lo llevó. Cuando lo hizo comparecer, el pibe esperaba "la biaba", pero la venganza de Meneses era descubrir a sus cómplices. Le ofreció café y cigarrillos. Y el pibe cantó.
El loco Prieto (que murió hace poco, envuelto en llamas, en el penal de Devoto) nunca olvidó la afrenta de Meneses. El loco estaba cenando en la cantina de Paraguay y Ecuador. Meneses le había descubierto el "aguantadero" (domicilio secreto) y no le perdía pisada. Entró al restaurante, dio un rodeo y se sentó a su lado.

-¿Cómo te va? -lo saludó poniéndole una mano en la espalda.
-No. Jefecíto. Perdóneme -exclamó el delincuente mirando al "pardo" con los ojos desencajados.
-Estás en cana.

"Ninguno de los que estaban en la cantina se dio cuenta que lo detuve - recuerda Meneses-. Lo senté atrás, y empezó a lloriquear. Le vendé los ojos para impresionarlo y me entregó diez coches robados. Confesó un homicidio y varios asaltos".



Villarino, detenido por el Comisario Meneses fue el último ídolo del hampa


El loco Prieto antes de ingresar al penal donde lo esperaba la muerte


La carbonera del barrio sonríe halagada: "Nunca deja de saludarme cuando pasa"


"¿Sospechosos? No, este es un barrio tranquilo", dice el almacenero
Fernández


La vecina Beatriz odia el Bajo Flores. Pero se consuela: "Aquí vive Meneses"


"Paga al contado sin regatear. Siempre el mismo corte", dice Russin, el sastre

(sigue)

 

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