A 48 años de la reforma universitaria
¿Fue inútil el suicidio de Sánchez?

A 48 años de la reforma universitaria
Buenos Aires, 1871: con un disparo se inicia una nueva vida en la universidad. Córdoba, 1918: Latinoamérica va a seguir los pasos del movimiento que une a estudiantes y pueblo en solidaridad entrañable
— Se suicidó.
—¿Por qué?
—Porque lo aplazaron.
Condolido, el curioso transeúnte porteño se plegó a la columna.
Pocas veces —como en aquel sofocante 13 de diciembre de 1871— desfiló por Buenos Aires un cortejo fúnebre más espontáneo, numeroso y movido por una silenciosa indignación que acompañaba los restos de Roberto A. Sánchez, sanjuanino, de 20 años, alumno de la carrera de abogacía.
Después, en grupos tumultuosos, las cables se poblaron con gritos tajantes: "¡Abajo los inquisidores universitarios!".
"¡Queremos estudiar en libertad!". En seguida, frente a la Universidad y en los alrededores del viejo Mercado del Centro, a lo largo de Perú y Potosí —cuando la ciudad se apoltronaba en la siesta obligada—, los estudiantes volvieron a reunirse.
Entonces un adolescente de voz aflautada —Estanislao Zevallos, flamante orador— arengó con energía: "¡Que renuncien los verdugos! ¡Condenemos el absurdo régimen universitario que promueve suicidios! ¡Expulsemos los métodos arcaicos de enseñanza! ¡Basta de limitaciones!".
El vocerío ensordeció las cerradas aulas, los sombreros volaron por el aire, la efervescencia fue en aumento y el conflicto se agravó con caracteres de rebelión. En ese momento un almidonado funcionario decidió conformarlos: reclamó silencio y leyó la renuncia que minutos antes le habían presentado tres profesores, los mismos culpables del aplazo de Sánchez.

Refugio de mediocres
Diciembre de 1871 es fecha clave en la historia universitaria argentina. Las manifestaciones y solicitudes de aquel año enhebran una larga lista de actitudes y huelgas estudiantiles que culminaron en la Universidad de Córdoba —en junio de 1918—, al ser expulsados profesores y decanos del aula magna, y proclamarse —con el apoyo del gobierno radical—, la Reforma del sistema imperante en la Universidad.
"Nuestro régimen universitario —puntualizaba un manifiesto de entonces— está fundado sobre una especie de derecho divino: el derecho divino del profesorado. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Los estudiantes se rebelan contra ese régimen. Las Universidades han sido, hasta aquí, el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes y el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron las cátedras que la dictaran".
La Universidad estaba en manos de grupos de profesores que se perpetuaban aferrados por afinidades ideológicas, religiosas, de parentesco. Las "camarillas" académicas, las cátedras heredadas de padres a hijos, los impedimentos reglamentarios que vedaban el libre ejercicio de la docencia, encendieron los ánimos revolucionarios.
Por eso, las bases programáticas de lo que con el tiempo se llamó la "Reforma Universitaria", no asombraron a nadie, pero conmovieron al país y al resto de Latinoamérica. Autonomía de la Universidad, coparticipación estudiantil y de graduados en el gobierno universitario, docencia libre, periodicidad o rotación de las cátedras, publicidad de los actos de gobierno, prestación de servicios a la comunidad, fueron, entre otros, los pilares que sustentaron a partir de entonces la organización de cada una de las casas de altos estudios.
Avalados por la presidencia de Hipólito Irigoyen, los nuevos estatutos fueron hechos de acuerdo con las proposiciones reformistas. Al amparo de las organizaciones obreras y de los partidos políticos, la Reforma triunfó por sobre la oposición de la gran prensa porteña. El movimiento aglutinó a la mayoría de los estudiantes del país y se convirtió en el bloque ideológico monolítico de la primera mitad del siglo.
El fantasma de Sánchez colaboraba en ese afán por demoler con fuerza increíble los caducos sistemas de la enseñanza universitaria.

La importancia de llamarse Rector
A noventa y cinco años del suicidio de diciembre, a cuarenta y ocho del Manifiesto de Córdoba, el actual rector de la Universidad de Buenos Aires, ingeniero Hilario Fernández Long, no es reformista. Sin .embargo, cuenta con el apoyo unánime de profesores, decanos y estudiantes.
"Ser rector —dijo en una oportunidad— tiene tanta importancia como ser ministro de guerra".
Con un total de 10 Facultades que enseñan medio centenar de carreras y una población de 70.000 alumnos y 14.500 personas que integran su cuerpo docente, profesional, médico asistencial y administrativo, distribuida en 75 lugares de trabajo diferentes, la Universidad reivindica para sí el carácter de "mundo aparte". Pero mientras forma el material humano que constituirá el futuro país también recibe —desconsoladamente— el impacto de los problemas que aquejan a la comunidad a la que pertenece.
Cualquier acontecimiento social repercute vertiginosamente y hace posible que se generen en su medio centros de agitación.
Pero si sólo se tratara del desorden, ya los gobiernos hubieran ideado formas para clausurar sus puertas. Porque —contra ciertas opiniones parciales—, la obra de la Universidad no trasciende y existe una imagen deformada y prejuiciosa de sus aportes constantes al país. Mientras algunos sectores conservadores señalan a ciertas Facultades como "cuevas de extremistas", otros las ven como "un reducto de privilegiados".
En tanto, ignoran las obligadas piruetas presupuestarias de los responsables de la institución, el titánico esfuerzo de los profesores por consagrarse a la enseñanza, el duro trajín de los alumnos en establecimientos ruinosos, la idílica aventura del título, las razones del éxodo y la deserción, la carencia de elementales equipos de investigación.
El prejuicio olvida los 600 títulos editados en millones de ejemplares —desde 1958— por la Editorial Universitaria —eudeba—, libros que no cuestan más que un paquete de cigarrillos. También descuida los momentos en que la Universidad abandona los claustros para integrarse al desarrollo de la comunidad, dialogando con empresarios, atendiendo los problemas básicos de la salud y la vivienda. Mediante el Departamento de Extensión Universitaria o los equipos de trabajo —organizados en pocas horas— el asesoramiento a la población se efectiviza en situaciones trágicas —incendios, plagas, inundaciones— o normales: Planta Piloto de la Isla Maciel, Centro de Salud y Jardín Infantil de Retiro, y distintos servicios asistenciales. El prejuicio también cae en el error, al enunciar que "todos los estudiantes son vagos" : más de la mitad del total, —37.751— tienen ocupación o tareas remuneradas, 3.770 ayudan a un familiar en el negocio, taller u oficina, 2.500 cumplen el servicio militar, 19.000 estudian sin becas y la ínfima suma de 801 posee becas que oscila entre los 6.000 y 8.000 pesos, cuando se las pagan.

Un dilema universal
"La Universidad es una escuela de guerrillas".
Los acusadores del momento reniegan de los aportes constructivos de la Universidad. Además, ¿es un dilema particularmente argentino que los estudiantes despotriquen a gusto y con saña, participen del gobierno universitario y ejerzan presión sobre las autoridades nacionales? Los conflictos estudiantiles no son privativos de nuestro país. En el último decenio, muchos fueron los gobiernos extranjeros que cayeron estrepitosamente por la acción denodada de los universitarios: Syngman Rhee en Corea del Sur, la junta militar del Ecuador, varios presidentes de Vietnam del Sur.
Hace algunas semanas, 3.000 alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de México, garrotes en mano y destrozando puertas y ventanas del rectorado, exigían cambios en los programas de estudio; en Indonesia, el presidente Su-karno no podía contener las avalanchas estudiantiles que clamaban por un vuelco ideológico de su gobierno; en Santo Domingo, desde el paraninfo de la Universidad, se rendía póstumo homenaje a los caídos en la revuelta del año pasado. En España, después de veintisiete años, los estudiantes se agitan francamente contra el régimen y piden más fondos para la enseñanza. La respuesta estatal fue cortante : se clausuró por tiempo indeterminado la Universidad de Barcelona.
En la Argentina, la Reforma Universitaria de 1918 —al comienzo netamente técnico-pedagógica— fue definiéndose ante cada suceso trascendental: la semana trágica, las huelgas docentes, la nacionalización del petróleo, los golpes militares. Hasta se habló de la creación del Partido Nacional Reformista. Tres años después de aquella fecha, todos los regímenes universitarios latinoamericanos, cambiaban de raíz, para beneficio de los estudiantes.
En Perú, en 1924, el político Víctor Haya de la Torre fundaba la Alianza Popular Revolucionaria Americana — apra—, tomando en cuenta en su plataforma partidaria los principios reformistas argentinos.
Sin embargo, la política dentro de la Universidad argentina obedece a razones y principios exclusivos. El libre albedrío imperante permite la impunidad de reductos y hasta fortalezas bélicas.

¿Estudio o política?
"El universitario puro es un monstruo" enunciaba Deodoro Roca, líder reformista de la primera hora.
Una universidad democráticamente organizada, con finalidades sociales, órgano de la cultural nacional, abierta al pueblo, entroncada con la realidad política del país, fue el ideal de los alumnos sediciosos de 1918.
Las agrupaciones estudiantiles cuentan hoy con el amparo de la autonomía que —según consta en los Estatutos— impide a las fuerzas públicas —salvo expreso pedido del rector o los decanos— ingresar a les focos de disturbio para legitimar el principio de autoridad.
Así, el mismísimo presidente Illia, ministros —ex líderes reformistas entre
ellos— y altos jefes militares, tuvieron que soportar las pullas de grupos estudiantiles que, parapetados en la Facultad de Ciencias Exactas, —en momentos en que bregaban por un mayor presupuesto—, atentaron contra el formal homenaje a Julio Argentino Roca. La indignación posterior de los presentes y el antecedente de los guerrilleros universitarios, fue el leit-motiv para que se descargara contra la Universidad una andanada de amenazas, solicitudes de clausura, nombramiento de comisiones investigadoras, interpelaciones en el Congreso. Distintas instituciones y asociaciones empresarias democráticas formularon premonitorias declaraciones. En forma consuetudinaria faeda se hizo eco de cargos contra profesores. La gruesa mayoría eran lisa y llanamente "comunistas" al "servicio de Moscú".
Las acusaciones y protestas hicieron pensar en una inmediata intervención. El rector y los miembros del Consejo Superior Universitario no se inmutaron. "Señalamos, ante todo, que la autonomía es valor tan importante para la Universidad, que no estamos dispuestos a auto-limitarla para evitar las presiones que la amenazan desde afuera. Las solicitudes publicadas por FAEDA implican una actitud regresiva y estéril, de nefastas consecuencias. La Universidad ha sido ejemplo de democracia, de convivencia y de capacidad de respuesta ante grandes problemas nacionales", constaba en un comunicado del 22 de octubre pasado, suscripto por Fernández Long.
Es probable que los detractores de la Universidad tomen como modelo de conducta a las Universidades del sector privado, como la Pontificia Universidad Católica Argentina —10 facultades, siete en la Capital Federal y el resto en Rosario, Mendoza y Paraná— o la Universidad del Salvador— perteneciente a la Compañía de Jesús, autorizadas por la ley nº 14.557 a extender títulos de nivel superior. En ellas, la actitud rectoral frente a las actividades políticas del estudiantado es distinta. "La Universidad del Salvador no tiene una acción directa sobre el contexto económico social del país, ni lo pretende. Su función es puramente educativa", afirma el R.P. Eduardo Martínez Márquez, rector de la Universidad del Salvador. "La Universidad estatal tiene una responsabilidad indelegable frente a la sociedad que la circunda y debe estudiar y encarar soluciones concretas a los problemas del país", replica Fernández Long.
¿Debe la Universidad ocuparse también de política?, preguntó Panorama a monseñor Octavio Derisi, rector de la Universidad Católica.
"Sí, en cuanto al saber político, es decir, debe impartir una formación política, de sus principios y normas. Pero no en cuanto al quehacer político mismo. La Universidad debe dejar esa tarea, que no le compete, a los partidos". Panorama sometió la misma pregunta a consideración de profesores, alumnos y egresados.
"Participación en la política, sí. Pero entendida como la tarea de esclarecimiento y toma de posición, sin caer jamás en la desgastadora y poco constructiva lucha de facciones" contestó Fernando Sabsay, profesor en las Facultades de Derecho y Ciencias Económicas del estado. "La Universidad debe respetar la faena política, pero jamás compartirla", sostuvo Juan Ovidio Zavala, ex líder reformista, torturado en las cárceles peronistas, hoy abogado y ex miembro del gabinete de Arturo Frondizi". "Aplaudo a los estudiantes que se manifiestan en contra de la intervención extranjera en Vietnam —argumentó Jorge Lafforgue, ex presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires—, aunque me gustaría que tomaran igual actitud respecto de los cañeros tucumanos".
En una vereda los que levantan muros de contención ideológica, en la de enfrente los que derrumban los existentes, el tema de la política en la Universidad despierta diálogos agudos, irónicas respuestas, profundos resentimientos. ¿Demostraría que la Universidad es el reflejo de las luchas, desmembraciones e intereses políticos que se suceden a lo largo y a lo ancho del país?
En 1966, un centenar de agrupaciones estudiantiles pugnan por el dominio absoluto del reino universitario. Roberto A. Sánchez se suicidó en 1871 por las trabas limitacionistas impuestas por los profesores. Hoy, aunque perduran los problemas de entonces, las guerras asiáticas, la lucha armada en otros confines y los conflictos tucumanos absorben toda la pasión de sus actuales colegas.

¡Apronten las armas!
A la primera descarga la multitud se arremolinó, desesperada. Otros echaron a correr. Los tiros siguieron retumbando en las escalinatas del Congreso, pegaron en las confiterías aledañas, para seguir su trayecto en los frentes de los edificios.
Nadie pensó en la muerte en un principio. Pero cuando alguien gritó "¡Asesinos!" por los altoparlantes, la sangre convirtió al acto "Pro Libre Determinación de Santo Domingo" en pesadilla.
Daniel Grinsback, 18 años, estudiante de medicina, perdía para siempre, en una ambulancia, su vehemencia juvenil.
Hacía ya tiempo que las rencillas estudiantiles no cobraban su precio. Nadie recordaba las víctimas de 1958 —cuando se enfrentaron "Libres" y "Laicos"— o los muertos del 59 y del 62 en Derecho y Medicina. Los pasillos que daban al bar de Derecho exhumaban lejanas leyendas de batallas campales en las que relucían los héroes adolescentes. La aureola épica de entonces consistía en batirse con armamento de guerra: "Los fascistas del Sindicato nos cercaron en este rectángulo y desde la puerta del bar nos mantenían a raya con un fusil ametralladora. Si no fuera por algunos de nuestros compañeros que los sorprendieron de atrás con las 38 y las 45, nos mataban a todos" recuerda con nostalgia un estudiante reformista, a punto de egresar.
Que los dirigentes universitarios portaran armas, "para defendernos, se entiende", pertenecía entonces al folklore diurno y nocturno de las facultades. Ahora la violencia ha menguado. Antiguos enemigos familiarizan triunfos electorales como aliados. El odio ha dejado paso a "otras razones, más atendibles". La división extrema que sufrió el Movimiento Reformista a partir de 1961, coincidió con alianzas temporarias o definitivas entre algunas agrupaciones adversas: humanistas y reformistas estrecharon filas.
Si bien la lucha antiperonista había hecho posible la unidad estudiantil, en los primeros meses de 1956 se advierten fisuras, asoman rencores. Atrás quedaban los asaltos a los sindicatos, las febriles adhesiones a la Revolución Libertadora. En adelante, la Reforma desplaza su apoyo al gobierno militar y se convierte en franca opositora. Sucede la época de los "grandes replanteos", momento en que jóvenes intelectuales dirigen su atención a las clases desposeídas. Arturo Frondizi, candidato a presidente pasa a ser —para ellos— el líder insustituible. Hasta que con la reglamentación —injerto del Art. 28 propugnado por el ex ministro Dell'Oro Maini en 1956— que hizo posible la creación de las Universidades Privadas, su liderazgo es echado por tierra. La guerra entre estudiantes y gobierno adoptó ribetes nunca vistos: ocupación de Facultades, tiroteos a mansalva, destrucción y un tendal de heridos. Risieri Frondizi —rector, hermano y adversario político del presidente— encabezaba —transformado en jefe de clan— las manifestaciones universitarias.
El Humanismo —un movimiento de extracción social-cristiana, que en Francia, después de la Segunda Guerra Mundial, se manifestó a través de las obras de filósofos como Maritain y Mounier, implantado en la Universidad hacia 1951 —chocaba— como postulante de la enseñanza libre —con el Reformismo, enérgicamente laicista.
El tiempo y otros acontecimientos —la Revolución Cubana, la aparición de corrientes enfrentadas dentro del catolicismo y del comunismo— se encargaron de borrar asperezas. Pero quedaron en pie las elecciones y con ellas la dualidad de intereses.
En dos oportunidades, los humanistas lograren imponer sus candidatos a rector: Julio H. G. Olivera y el vigente Fernández Long. Después de triunfos consecutivos sobrevino la derrota. En las elecciones de 1965 la Reforma ganó 5 Facultades: Ciencias Médicas, Filosofía y Letras, Arquitectura y Urbanismo, Ingeniería y Ciencias Exactas. El Humanismo pasó al frente en dos: Agronomía y Veterinaria y Ciencias Económicas. El resto de las Facultades fue repartido entre los Independientes —invictos permanentemente en Odontología—, el Movimiento de Centro, celoso baluarte del anticomunismo desde 1962, y la Unidad Programática Estudiantil, upe, fusión reformista-humanista, en Farmacia y Bioquímica.
De un total de 47.185 inscriptos en los padrones, sufragaron 41.634. Las listas dependientes de la Federación Universitaria de Buenos Aires —fuba, bajo riguroso control reformista— obtuvieron 8.658 votos. El humanismo 5.724, los Independientes 1.138, el muc 2.851 y UPE 700.
Ciento doce agrupaciones de distinto matiz y color pretenden, año tras año y sin reservas, conquistar el apoyo electoral. Lo asombroso del caso es que en 1957, con una población relativamente menor, las agrupaciones no llegaban a 30. En menos de diez años se triplicaron. ¿Qué factores incidieron para que el estudiantado se dispersara, atomizándose políticamente de esa manera? Al espíritu de la Nación lo hará el espíritu de la Universidad, señalaba con candoroso optimismo un discurso de 1918.
Era el sueño mesiánico de los reformistas de comienzo de siglo. La Reforma jamás fue un cuerpo ideológico claro, ni completo, ni unívoco. Se dio porque las condiciones sociales y políticas del país la favorecían. Si en estos momentos la atomización estudiantil coarta de plano la unidad monolítica que debería ser la Universidad, es porque el país está dividido en un irremediable centenar de compartimentos políticos estancos.
La trillada imagen de la Universidad —"isla democrática aislada de la realidad"— ha cambiado, felizmente. La presión desde el exterior se filtra por sus puertas. ¿ Desaparecerán los rígidos límites del ámbito universitario?

Una cadena de trenzas
—¿Qué es una trenza?
—"Es un grupo de amigos que defienden intereses particulares —define Oscar Real, ex presidente de la Liga Humanista de Buenos Aires—, disfrazándolos de intereses científicos o universitarios. Solamente los cabecillas son identificables. Todos los miembros de la 'trenza' o 'camarilla', sin excepción, niegan su carácter de 'trenceros'. Estos grupos son los responsables del atraso y desajuste de la enseñanza".
Roberto Aizcorbe, egresado de psicología, es más cauto: "Se trata de una estructura de poder, paralela a la prevista por los estatutos".
El fenómeno de la "trenza" es complejo y escurridizo. Se manifiesta especialmente en los concursos para cubrir cátedras y es en esos casos donde se hace evidente. El secreto es guardado cuidadosamente por sus integrantes hasta que toma estado público. Así, la denuncia de que desde una cátedra de la Facultad de Ciencias Médicas se favorecía a cuatro postulantes a jefes de Trabajos Prácticos. O la acusación de los doctores Mario Torrecillas y Francisca Bataglia: '"el doctor Jorge Mera, director del Servicio Universitario de Salud, reemplaza a personal con más de 20 años de desempeño, para colocar en su lugar a gente de su simpatía. Otorga o hace otorgar licencias especiales para su esposa, jefa inmediata del personal, licencia que luego no figura en los partes de asistencia, mientras niega permisos para estudio, del personal que no le es obsecuente".
En los concursos, la camarilla se dedicará a copar el jurado y decidir el triunfo de su candidato. "Se pretenden mantener intereses profesionales, o conservar a un determinado titular al frente de su cátedra o aferrarse a los puestos claves que hacen posible adueñarse de una facultad" aseguró un estudiante.
Los reformistas de 1918 atacaron de frente a las camarillas. "Las trenzas —decían— son las que sustentan la odiosa herencia de las cátedras". Hoy, autotitulados reformistas, participan de ellas, sin asumir culpas.
Varios informantes —a los que por razones obvias prometimos mantener en el anonimato— señalaron que la "edad de oro" de la trenza ha pasado. Sin embargo, en 1962, se descubrió que en el Consejo Superior de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Córdoba —formado por ocho personas— seis de sus integrantes estaban ligados por lazos de parentesco.
En Ciencias Exactas, en Buenos Aires, existe una agrupación informal que, desde algunos sectores humanistas es señalada como incursa en flagrante "trenza". Su cabeza visible sería el doctor Rolando García, decano actual —ex candidato a rector por los reformistas—. En este caso, las opiniones distan de ser unánimes. "No hay tal trenza —afirmaron enérgicamente algunos consultados—. Se trata, simplemente, de un grupo de profesores que tienen una visión común de la Universidad y de su función. No los agrupa ningún interés personal y sí un gran entusiasmo constructivo. Reconocen como líder al doctor García, porque ha demostrado su empuje y eficacia en las obras de interés para la Universidad y el país".
Otro entrevistado, consejero reformista, contestó socarronamente : "¿Trenza de García?... no creo... pero en todo caso hay trenzas convenientes".

¿Reforma de la Reforma?
En los últimos días de febrero de 1962, un pequeño cartel fijado en las cercanías de algunas casas de altos estudios, anunciaba el apoyo al peronismo —para las elecciones del 18 de marzo— de 50 dirigentes estudiantiles. Como entre los firmantes figuraban miembros conspicuos del partido Socialista de Vanguardia, el apoyo electoral provocó en su seno la ofendida y publicitada renuncia de destacados afiliados: los profesores universitarios José Luis Romero, Leopoldo Portnoy, Andrés López Acotto y Jorge Graciarena.
La opción quedaba sellada en la medida que el socialismo compartía con la Federación Juvenil Comunista la hegemonía del movimiento reformista, y el baqueteado lema "unidad obrero estudiantil" abría el contacto con altas esferas sindicales. De los cincuenta cabecillas, sólo cuatro son los que aún pretenden desplegar en alto las banderas reformistas.
"La Reforma fue presa de sus propias contradicciones, por eso ya no tiene vigencia. No podría tenerla, ya pertenece a la historia", afirma Jorge Graci y Susini (h), delegado estudiantil humanista ante el Consejo Superior Universitario. "El revolucionarismo de la Reforma era de medias tintas y no calaba hondo", admite Lafforgue. "En la actual Reforma están anquilosados los mismos sectores liberales que la propiciaron en 1918" indica Pedro Bohmer, abogado, ex delegado a FUBA.
"Surge a las claras una reforma de la reforma" concluyen otros. En 1966, escasamente tres grupos antagónicos pretenden convertirse en justicieros paladines de los postulados de 1918. Uno de ellos: la Juventud Universitaria de la Izquierda Nacional —apéndice del partido Socialista de Izquierda Nacional— que en 1963 controló el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras. El segundo, conforma a antiperonistas y anticomunistas y ejerce actitudes pro gremialistas, como la Agrupación Reformista de Derecho. Finalmente el tercero, la Federación Juvenil Comunista, mayoría en los centros de Filosofía, Medicina, Derecho y Arquitectura.
Otras agrupaciones, integradas bajo la denominación común de "reformistas" —no es casual cierta definición que caracteriza a la Reforma en los términos de "una gran camiseta que viste a todos y a cualquiera" —ocultan con una mezcla de pudor y de vergüenza sus antecedentes antiyrigoyenistas y antiperonistas. Marginadas de la Federación Universitaria Argentina suelen vocear su "mea culpa" en reuniones y concentraciones obreras. Chinoístas, trotskistas, disidentes, alguna vez pasaron por las células juveniles comunistas y son los que propugnan el cambio cortante, definitivo de las estructuras económicas y sociales.
Por pura coincidencia comparten ideas con los ex militantes de los planteles reformistas. A coro repiten "es necesario una reforma de la reforma". Todavía no han formulado los propósitos de tan imperiosa necesidad. "Habrá que esperar la revolución social", aseguran en las mesas de café.

Lo que hay que saber
Las fuerzas que —legítimamente o no— se oponen al ritmo cadencioso de la política estudiantil, se conjuran —sin descanso— para erigir una imagen destructiva, falsa y prejuiciosa. No entienden que el alumno que durante 5, 7, u 8 años —si no más— traslada sus inquietudes de aula en aula, del laboratorio al hospital, de la teoría a la práctica, forma parte de una comunidad, víctima de un sin fin de presiones económicas, políticas y sociales. "Si no me prestan los libros no podré estudiar". "Hace un año que trabajo, en las tres horas que me quedan a la noche ya no me puedo concentrar", son los diálogos que panorama recogió en los pasillos, en las colas de las facultades, en todo rincón de estudio.
Universidad y país son sinónimos, resulta imposible separarlos. Con ese sentido se llegó a concretar la Reforma Universitaria, que cuarenta y ocho años después nadie invalida ni ignora. Aunque los viejos postulados ya no se adecúan, más allá de las críticas mordaces, la Universidad argentina —sumida en magros presupuestos— da pruebas de su constante espíritu creativo. De ella dependerá —en buena parte— el futuro del país.
Daniel Muchnik
Revista Panorama
06/1966

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