CARCEL DE SANTA ROSA
HABLAN TOSCO Y TORRES
El sábado 7, un enviado especial de SIETE DIAS logró comunicarse con los dirigentes cordobeses Agustín Tosco y Elpidio Torres, detenidos en la prisión de Santa Rosa, La Pampa, acusados de organizar los violentos sucesos de mayo
Agustín Tosco y Elpidio Torres
EI Fiat 1500 avanzaba a toda velocidad por la ruta 35, una recta monótona que une las provincias de Córdoba y La Pampa. A pocos kilómetros de Huinca Renancó, en el límite fronterizo, comienzan los rigurosos controles policiales: es como si se atravesara un cruce internacional. El tránsito es un enjambre que se transforma en una larga y lenta caravana de automóviles que avanzan casi a paso de hombre; sobre un recodo del asfalto, al fin, se divisa a una patrulla policial que registra cuidadosamente el paso de los vehículos. Armados de ametralladoras FAL, verificaban los números de patentes y motor, indagaban sobre los motivos del viaje, constataban la identidad de cada uno de los pasajeros; un largo abucheo de bocinas aturdía la siesta de los pajonales.
El automóvil volvió a recuperar velocidad; había superado la requisa. El motor bramó algunos kilómetros más; en la localidad pampeana de Castex se repitió el procedimiento de vigilancia caminera. Un macizo policía con la gorra encasquetada hasta las orejas, se acercó a la ventanilla del automóvil; esta vez la inspección quiso ser más rigurosa. Luego de cumplir con las formalidades del caso, el agente preguntó nerviosamente: "¿Quién de ustedes es Torres?"; desde la parte trasera del vehículo, un joven de 18 años se dio a conocer, sin perder la calma. "Entonces van a tener que acompañarme a la comisaría", exigió el policía caminero.
El subcomisario Miguel D'Amico tuvo que soportar el humor del abogado cordobés Lucio Garzón Maceda: "Mire, amigo, el Torres que ustedes andan buscando está preso en la cárcel de Santa Rosa". Sin embargo, la ironía del letrado adquirió insólita verosimilitud; por retraso en la información, la nómina de los "buscados" no era otra que la de los 30 reclusos de la Unidad 13 de la Cárcel de Procesados de Santa Rosa, en cumplimiento de las condenas dictadas por los tribunales militares por participación en el cordobazo.
Aclarada la confusión, superada la última valla caminera, el automóvil prosiguió su viaje; en su interior viajaban el abogado Garzón Maceda, apoderado del dirigente gremial Elpidio Torres (Secretario General de SMATA —Sindicato de Mecánicos y Afines, del Transporte Automotor—, de Córdoba), Juan José Torres, hijo mayor del sindicalista y el enviado especial de SIETE DIAS. Destino del trayecto: Santa Rosa; objetivo: visitar a los detenidos y lograr reportear a Torres y Agustín Tosco (Secretario General de Luz y Fuerza, también de Córdoba), no obstante la expresa prohibición de las autoridades del penal.

MISION IMPOSIBLE
En el mediodía del sábado 7, una modesta estufa de kerosene entibiaba el antiguo hall de entrada de la Unidad 13; algunas personas aguardaban apretadas en las rudimentarias sillas de madera. En la calle, el invierno pampeano resbalaba por los muros del viejo edificio carcelario, ubicado en Alvear 351 de Santa Rosa; en las esquinas, los guardias —desde sus garitas— impedían a los peatones transitar por las cercanías.
"Es la hora de las visitas", anunció un empleado asomándose a la puerta del hall. Presurosamente, las mujeres ordenaron los dulces y algunas viandas; los hombres aprestaron varias cajas de cigarrillos. Esa coyuntura permitió a SIETE DIAS allegar a los dirigentes Tosco y Torres un cuestionario que los condenados respondieron antes de la culminación del horario de visitas. Lo que sigue es, fielmente, el resultado de esa peripecia:
—¿Ustedes consideran que las penas responden al grado de participación que tuvieron en los sucesos de Córdoba?
Torres: Creemos que fuimos arbitrariamente encarcelados ya que estábamos cumpliendo con nuestros deberes gremiales. El gobierno, alguna vez, manifestó que los obreros teníamos que unirnos y luchar por nuestros intereses. Precisamente por unirnos y luchar estamos en la cárcel.
—¿Cuál fue el comportamiento de los tribunales militares?
Tosco: Fuimos objeto de apremios físicos y psíquicos; nos tuvieron tirados sobre un piso de cemento, boca abajo, con los pies cruzados y las manos en la nuca.
Torres: Todavía tengo las muñecas lastimadas por las esposas.
—¿Cuál fue el método utilizado en los juicios?
Tosco: Eso no fue un interrogatorio sino una discusión a lo largo de cuatro horas; todos gritábamos, yo contestaba violentamente. Se nos preguntaba por qué no utilizamos la radio y la televisión para detener la pelea que se libraba en la calle. Les respondíamos que ése no era el procedimiento y que de haberlo hecho nos hubieran pegado un tiro los mismos militares que custodiaban los canales y las estaciones radiales.
Torres: Eso no fue un juicio; si hasta llegaron a tantearnos para que detengamos la lucha a cambio de una contemplación favorable para nuestra situación. Por supuesto, ninguno de nosotros entró en el juego.
—¿Hubo algún tipo de presiones?
Tosco: Luego de responder infinitamente que nosotros no habíamos organizado las depredaciones, decidieron, de todas maneras, darnos el trato de prisioneros de guerra y ahí vinieron las torturas: varias horas parados con las piernas separadas, el cuerpo inclinado hacia adelante y con dos dedos apoyados en la pared; nos negaban el permiso para ir al baño; estaba prohibido dormir y casi no comíamos.
Torres: Acá en Santa Rosa las cosas cambiaron; nos tratan bien, hay buena comida; claro que sólo podemos leer las revistas deportivas.
—Después de lo sucedido en Córdoba, ¿qué es lo que propondrían al movimiento obrero?
Tosco: Continuidad en la lucha contra el gobierno y fundamentalmente contra el participacionismo, que es el peor enemigo de la clase trabajadora; manifestarse por la plena vigencia de los derechos obreros y de los derechos humanos; acuerdos para la unidad únicamente en la lucha y no desde el punto de vista formal; si no hay lucha no debe haber unidad con nadie.
Torres: Estamos decididos a permanecer en la cárcel todo el tiempo que sea necesario, porque estamos convencidos que será el pueblo quien vendrá a liberarnos.
—Se dijo que había sido torpe la actitud de ustedes de dejarse detener: ¿Qué opinión tienen al respecto?
Tosco: A quienes nos reprochan no habernos escondido, les contestamos que como dirigentes teníamos que correr los mismos riesgos de nuestros compañeros perseguidos, encarcelados y golpeados. La conducción no puede ejercerse de otra manera que no sea a cara limpia y no en la comodidad de un escondrijo.

POR LAS DUDAS
"Hay que tratarlos bien —musitó por lo bajo un guardiacárcel—; alguno de éstos que hoy está preso puede ser presidente de la Nación el día de mañana". Oscurecía, los familiares salían por un estrecho pasillo, atrás quedaban treinta hombres, vestidos con trajes de color gris terroso. "Los tribunales militares consiguieron lo que no ha logrado la Dirección Provincial de Turismo: promover una forzada corriente turística a La Pampa", se alegró un hotelero de Santa Rosa. Por supuesto que no se equivocaba; prueba de ello fue el negocio que hizo un carnicero de la zona, cuando Oscar Mario Montes de Oca, dirigente del diminuto sindicato de Luz y Fuerza local, se abasteció de varios kilos de asado para agasajar a los familiares de los presos.
El domingo 8 al mediodía, en Pellegrini 555, en Santa Rosa, un grupo de personas compartía los sazonados costillares. "Acá hacía años que no pasaba nada", se regocijaba Montes de Oca. "En cambio en Córdoba pasó de todo —interrumpió Nélida Bonyuán de Tosco, esposa del dirigente—; en casa, por ejemplo, la policía vino a requisar hasta el último rincón, me querían asustar con que mi marido iba a perder el empleo . . . ¡Qué se le va a hacer, con las deudas que tenemos!". En otro corrillo, Estela Beatriz Gutiérrez Brandon de Torres, explicaba: "A veces discrepo con mi marido, pero en estos momentos le doy mi solidaridad; después que nos pusieron una bomba en nuestra casa de Alta Gracia, él me prometió abandonar todo, pero yo le respondí que ése era el preciso momento en que debía seguir luchando".
A esas horas, mientras se iniciaba la sobremesa del asado, dos dirigentes del Movimiento Estudiantil Independiente de Córdoba, Pablo Baudilio y Manuel Bafrán, llegaban a Santa Rosa para interesarse por los universitarios detenidos; el lunes 9 darían cuenta al estudiantado cordobés, en una asamblea que tendría por objetivo mantener latente el espíritu de lucha.
Entrada la tarde, los asistentes al asado comentaron el "trato humano" que recibían sus familiares en los pabellones de la Unidad 3; alguien recordó que tuvieron que evacuar a los presos comunes para darles lugar a los penados por el cordobazo.
"Sí, así es —reconoció ante SIETE DIAS el prefecto Armando Mirasón, jefe del Complejo Penitenciario de Santa Rosa—, tuvimos que trasladar los presos comunes a otras unidades, entre ellos a Federico Gonzani, el famoso descuartizador". Durante la entrevista, el prefecto Mirasón informó: "Los presos se levantan a las 7 de la mañana y se acuestan a las 9 de la noche; les hemos dado un uniforme, cosa que a muchos de ellos les ha venido bien porque apenas estaban en mangas de camisa cuando llegaron acá", comentó, mientras sus espesos bigotes grises amortiguaban una sonrisa. "Ahora estamos esperando la reglamentación especial —agregó—, y después vamos a ofrecerles trabajo para que no se sientan tan aislados. Eso sí, los hemos provisto de sacerdotes, médicos y dentistas".
Los esfuerzos organizativos de la Unidad 13, de todas maneras no evita/i que los reclusos tengan sus propias leyes y sistemas. Al poco tiempo de ingresar a los vetustos cuadros carcelarios, Torres fue nombrado delegado de los 30 penados políticos; Tosco no se hizo esperar: redactó un estatuto de disciplina que regirá el comportamiento de todos los detenidos mientras permanezcan en el encierro. Otros idearon torneos de ajedrez; las partidas se confunden entre discusiones sobre la distribución de los alimentos y las polémicas acerca del desarrollo de los acontecimientos políticos. Claro que hay quienes se resisten al régimen pergeñado por Tosco y mucho más a las prolongadas sesiones de politización; tal es el caso de Pío Marciareno Jerez, un conocido quinielero cordobés, insólitamente condenado a cuatro años por una acusación poco frecuente en la terminología de la justicia militar: "Oposición a una patrulla y encubridor de juegos prohibidos".
En torno del presidio se erige una ciudad que desmiente la clásica imagen de la pampa desértica; filtrándose por sus lujosas avenidas, deambulando entre modernos monobloques, los abogados Garzón Maceda y Arnaldo Murúa, y los dirigentes Julio Rodríguez, de Luz y Fuerza, Nicolás Galván y Antonio Sánchez, de SMATA, se empeñaban en comprometer el apoyo profesional de los más notorios letrados locales. Al filo de la tarde del domingo 8 se descontaba que la solidaridad pedida había sido lograda.
A esas horas los treinta reclusos por el cordobazo, se disponían a cenar una sopa de fariña y fideos con tuco; a los postres consumirían una compota de ciruelas. Poco después, se oía el toque de silencio rebotando en las altas paredes de los patios. Apenas se escuchaban los últimos murmullos en los pabellones. La luna brillaba en las baldosas gastadas por los tacos del carcelero López, de otros tacos, de muchos carceleros, de tantos años.
MANUEL CALDEIRO
Revista Siete Días Ilustrados
16.06.1969
Elpidio Torres y Agustín Tosco

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