El espectáculo se repite todos los mediodías
desde hace varios años, pero en la última temporada parece haber
llegado a su apoteosis. Desde los primeros días de enero, la
estrella Mirtha Legrand se instaló en una suite del hotel Provincial
y repite cotidianamente una ceremonia que congrega públicos
multitudinarios: la de sus almuerzos televisados. Ya no sólo se
trata de millares de espectadores que miran comer sentados delante
de una pantalla, sino de un acontecimiento suplementario, de la
presencia de muchedumbres en las inmediaciones del ostentoso
alojamiento mientras se consuma el ritual. A lo largo de horas,
entre gritos y apretujones, con sol o con lluvia, la multitud
aguardará la llegada —en automóvil descubierto— de la diva, y luego,
pacientemente, que ella se asome a una ventana para saludarla.
Mientras otros tantos millares de personas tratan de conseguir una
mesa en algunos de los restaurantes céntricos de Mar del Plata que
sirven comida a precios moderados —tarea que suele significar
sumarse a una fila interminable de turistas con pretensiones
similares—, los iniciados en el rito habrán de gozar con la
fascinación que les ofrece la Legrand antes y después de sus
festines. Durante la prolongada ingestión de los invitados, se
permitirán —seguramente— digerir faisanes imaginarios, en compañía
de artistas de cine deslumbrantes y celebridades de la ciencia y el
arte. Las razones que argumentan estos fans permiten presuponer, en
efecto, que la fiesta se arma con ingredientes extraalimenticios:
"Me instalo aquí todas las mañanas, desde temprano, porque en esta
ciudad es la única diversión que no cuesta", explicó la cordobesa
Renée Leiva en el hall del hotel marplatense desde donde se irradia
el programa. Otras explicaciones: "Vengo a ver a Mirtha porque es un
amor, porque es muy culta, porque tiene clase, porque sabe tratar a
la gente importante, porque uno no siempre tiene oportunidades como
ésta".
LA OPORTUNIDAD. Sin duda, el show ha sido pensado y
preparado para captar a la audiencia a través de todos aquellos
elementos que puedan satisfacer, por un rato —y, desde luego,
ilusoriamente—, las ambiciones más o menos tipificadas de las capas
medias: comer bien, en un lugar costoso, en compañía de personajes
que suelen aparecer en las revistas, de políticos influyentes y
cantantes de moda. Además, el horario de trasmisión posibilita el
aprovechamiento de un tiempo por lo general desaprovechado,
destinándolo a recibir información de los temas más variados y en
boca de quienes protagonizan la vida pública. Por ejemplo: al seguir
cotidianamente 'Almorzando con Mirtha Legrand', es posible enterarse
de que Nito Mores practica golf; de que sus hijas son muy golosas;
de que el alcoholismo se cura; de que Ubaldo Martínez colecciona
relojes; de que el folklorista Torres Vila piensa "encarar las cosas
con un cachito más de seriedad"; de que la parapsicología "es un don
que tenemos todos los seres humanos", o de que a la propia
anfitriona le encantaría vivir en el campo.
La diversidad de
asuntos, sin duda, entretiene y proporciona, sin que a nadie le
pese, una vasta cultura. Nada queda librado al azar;
invariablemente, las preguntas dirigidas a los comensales estudiadas
la noche previa al encuentro, y repasadas mediante el ayudamemoria
que a cada momento alzará un asistente detrás de cámaras, serán de
tono mesurado pero inquietante: "¿Cuánto hace que llegó usted a Mar
del Plata?", "¿Por qué no nos cuenta alguna anécdota de su viaje?",
"¿Qué es la telepatía?", "¿Por qué no nos habla de su repertorio?",.
"¿Qué particularidad tiene su trabajo?", y así por el estilo. Si
alguno de los invitados resulta ser extranjero, recibirá un
inopinado: "¿Cuándo llegó a la Argentina?", y luego: "¿Qué opinión
le merece el país?".
Invariablemente, también la comida
transcurrirá en medio de abundantes anécdotas —en especial
graciosas—, exhibición de habilidades y mensajes edificantes. Cuando
entre los presentes figure Graciela Borges, la vida se volverá
"bárbara, fascinante, sensacional, fantástica. Todo es fantástico".
Los mohines de aprobación de la conductora, sus palabras de femenina
comprensión, sólo se pierden en las ocasiones en que la charla —a
veces sucede, ya que, como es evidente, predomina la espontaneidad—
se convierte en un griterío de monólogos simultáneos. Como la gente
importante y la menos importante comparte una misma mesa, los
beneficios se multiplican: el teleespectador puede aprender cosas y
pasar, al mismo tiempo, un rato agradable; casi como si él en
persona estuviera presente. A todos se les ofrece una oportunidad de
acceder al gran mundo.
LA PUESTA EN ESCENA. Para alcanzar
este nivel de exigencias, no, menos de una docena de personas se
entregan de cuerpo entero a planificar hasta los detalles que
podrían considerarse insignificantes: el color de la vajilla, los
cuadros que servirán de fondo, el vestuario y el maquillaje de
Legrand (y la elección de los invitados, por supuesto). El rubro
invitaciones a menudo se complica; la temporada de verano es larga y
muchas caras deben comer a mandíbula descubierta más de una vez y en
más de un programa (porque a falta de un almuerzo, el animador
Orlando Marconi preside la competencia). "Nos brindamos íntegros
para conseguir un producto impecable, y creo que no fallamos. Al
menos, nos sobra para intentarlo una buena fe a toda prueba",
explicó el productor de "Almorzando...", Armando Barbeito.
Con
todo, la existencia de dos programas simultáneos (el de Marconi se
emite a la misma hora desde el Hermitage, anterior escenario de la
actriz de "La vendedora de fantasías") ha traído problemas
imprevisibles. "Se vive dentro del equipo un clima intolerable, de
permanente agresión. Como yo vestía a la señora Mirtha, pero también
organizaba desfiles en el Hermitage, se me insinuaba que trasmitía
información. Entonces preferí renunciar y terminar con las
suspicacias", relató el asesor de modas Héctor Vidal Rivas. Tajante,
el mozo Carlos Conti (colaboró con Legrand el año pasado y en la
actualidad lo hace con Marconi) justificó sus quejas: "Mirtha
Legrand era intratable —confesó— y a veces ni siquiera contestaba un
saludo; ahora me siento contento de no trabajar más con ella.
Además, no me pagaron un peso". A pesar de "su deserción, el asesor
Vidal Rivas admitió, empero, que "la Legrand es una auténtica
estrella que vive las 24 horas del día pendiente de su público".
Para ese público reitera en cada emisión los movimientos
consagratorios: la vueltita, la salida presidencial a la ventana.
Para ese público se viste y para él, también, expone las
consideraciones que le merece su propia experiencia; en un programa
reciente, por ejemplo, opinó que "las cosas materiales ayudan", que
"hay que valorar la heladera, el televisor, los artefactos que
contribuyen a hacer pasar momentos agradables". Escapando a lo
personal, dedicó asimismo una opípara comida a la descripción
pedagógica
de una sífilis. "Siempre miro hacia delante", dijo a
Panorama. Hace unas semanas, tuvo la audacia de instalar a su lado,
mientras saludaba a los fans que se insolaban frente al Provincial,
a la cantante Ginamaría Hidalgo, quien trinó desde la ventana como
en un acto de magia.
LA COMPETENCIA. "Ella busca figuras,
nosotros gente que diga cosas", afirmó Jorge Torres, jefe del equipo
de producción del almuerzo que conduce Orlando Marconi. Y agregó:
"Me molesta que se diga que le sacamos invitados; no veo el programa
desde hace 8 meses". A diferencia de la aparición majestuosa de
Mirtha (a bordo de un Peugeot con el techo abierto, enfundada cada
día en modelos cuidadosamente elegidos), Marconi se presenta en
pantalón, remera y saco sport, y saluda en la calle al público
reunido para ver de cerca y tocar a los invitados. En algunas
emisiones, la llegada adquirió cierta espectacularidad; Marconi
apareció, entre otras cosas, montado sobre un elefante del circo
Tihany o trepado a una escalera de las que usan los bomberos para
apagar los incendios.
En lugar de la vueltita, ese inexplicable
gira, que ahora se practica hasta con dedicatoria, con Marconi hay
una especie de canto común, de invocación a la alegría: "El sol sale
para todos, sale el sol para todos", corean animador y admiradores
junto a las escaleras del Hermitage. El arquetipo que alienta
Marconi corresponde al del muchacho de barrio, jovial y nada
pretencioso, que "no se cree más de lo que es", desenfadado, pero
receptivo. "Es un bebé que nace", destacó el director artístico del
Hermitage, Jorge Prieto. "Con humildad, con simpatía, consiguió la
adhesión de una audiencia cada vez mayor, sobre todo de chicos y
personas mayores". Y completó: "Orlando Marconi, quien además tiene
la ventaja de manejar desde hace, mucho tiempo un espacio monstruo
de los domingos —lo que significa un ejercicio y una posibilidad de
atracción considerables—, posee, sin duda, carisma".
Como
Legrand, Marconi lleva a sus almuerzos a artistas, políticos,
médicos, modelos y empresarios. A menudo, las mismas caras aparecen
en las pantallas de ambos canales en una misma semana o —video tape
mediante— inclusive en un mismo día, a la misma hora. Aun cuando no
faltan los que se autoproponen como candidatos a ser elegidos
("Astor Piazzolla me llamó porque quería venir antes de partir hacia
Europa", confesó Prieto), el elenco estable de la temporada se
compone con los actores y actrices de los conjuntos armados por los
productores teatrales para adueñarse, en los meses veraniegos, de
sumas millonarias con espectáculos casi siempre incalificables.
Pero también puede arribar un showman notorio como Federico, quien
en una hora absorbe el 80 por ciento de la transmisión sin dejar de
hablar por un instante, intercalando definiciones sobre la mentira y
la sabiduría y aconsejando "una seriedad cordial". "Las damas me
creen, y eso es lo esencial", sostuvo el antiguo experto en modas
después de calificar a un médico que intervenía en el almuerzo como
"agradable en el trato y versado en el tema". Es que no existen
sorpresas; verborrágicos o silenciosos, famosos o ignorados, los .
comensales salen siempre ganando. Algunos, felicidad; otros, fama, y
los actores (gracias a una reivindicación gremial), 50 mil pesos
viejos. Copyright Panorama, 1974
Panorama del 14 al 20 de
marzo de 1974
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