Todavía a fines de enero, la población estable
del bar seguía siendo la manada perdida. "Nos sentimos de pronto
como huérfanos. Ahora estamos buscando un digno heredero", confesó
Sergio Mulet, modelo publicitario y editor de la revista Opium.
Mientras la patota dispersa continúa viviendo una de las más
comentadas diásporas, algo permanece inamovible. El hábitat del
Moderno permitió —entre otras cosas— incubar una de sus más
duraderas pasiones: el deporte. Porque el viejo bar tenía y sigue
teniendo su propio equipo: el Moderno Fútbol Club, o simplemente La
Pocilga, como lo apodan sus integrantes. Enrique Crosatto, su
capitán, regentea con mano firme y casi lindante con el rigor de
cualquier director técnico de la A los destinos de su cuadro. "Los
pataduras nos tratan de resentidos. Lo que ocurre es que son muchos
los que quedaron afuera", explica. "Aquí el que no sirve, no entra",
agregó Mulet, que juega de arquero. "Esto hay que tomarlo con mucha
seriedad. Hay que verlos a Romero Brest y a Manucho (Mujica Láinez)
de linesman y referee..." Pero, pasemos a la alineación del
equipo. Mientras la delantera parece reclutada con exclusividad
entre artistas plásticos —Carmelo Carrá, Alberto Alonso, Bute,
Enrique Battista, Mario Mollari, el propio Crosatto y en ocasiones
el advenedizo Pérez Celis, del que reniegan los once titulares—, la
defensa la forman el poeta Gregorio Kohon, Carlos Espartaco, el
cineasta Tony Giannattasio y Luis Altamirano. Sin embargo, el
derroche artístico del elenco brilla por su ausencia en lo que a
camisetas se refiere. Visten la del Inter. Verticales franjas azules
y negras. A veces, ni siquiera eso. Los apurones del madrugón a que
los obliga la disputada disponibilidad de las canchas frente a la
Costanera o en los baldíos de la Quema justifica la falta de
ortodoxia en el uniforme. Crosatto se apresura a aclarar la
situación: "Las compró Joaquín Domínguez, uno de los seis
propietarios del bar, con el dinero de la rifa de obras que todavía
no pintamos". Según anticipa, el problema va a ser pronto
solucionado con la licitación del Concurso Pro Creación de la
Camiseta Propia. ¿Y los adversarios? Anónimos libreros de la
calle Corrientes, recios galanes televisivos y hasta los más
conspicuos miembros de la Asociación Psicoanalítica Argentina les
permiten intercambiar empujones y pateaduras. Así, Enrique Pichón
Riviere o el meloso Oscar Casco pueden resultar zagueros de dudosa
marcación. La hinchada tampoco es fija. Los más consecuentes y a
prueba de chubascos y contingencias inenarrables son los pintores
Martha Peluffo, Carlos Alonso y Alfredo Plank, Mercedes Palacios,
Pepe Lamarca y Jesús Díaz. El resto, "minas en minis y a veces hasta
el dormilón de Rómulo Macció. El pobre gordo quiere entrar en el
equipo pero ni en los picados consigue darle a la pelota", rumorean
conmiserativos. Por el momento, mientras la diáspora y la
búsqueda del bar prometido continúan, lo único tangible son los
encuentros de los sábados. ¿Serán realmente buenos?, se preguntan
muchos. Será cuestión de darse una vueltita por Palermo cualquier
sábado por la mañana. La iracundia no se nota, aclaramos. Sólo verán
once melenudos detrás de una pelota blanca. Rosario Añaños
Revista Panorama 02/1968
Ir Arriba
|
A mediados de
diciembre el bar Moderno —reducto de la bohemia y la
iracundia porteñas— cerraba sus puertas. La demolición
del inmueble concentró esa noche a un ruidoso y
compungido cortejo de parroquianos.
|
|