Presentación de "Casacuberta"
"Casacuberta se suma
al movimiento Independiente y rescata otra sala
para la escena argentina. Lo hace como organismo
vivo, libre, responsable. Estructurado en su
esfuerzo de tal modo que le permita alcanzar la
plena capacitación artística, técnica y económica.
Porque es hora, de profesionalizar nuestra misión
en el arduo sentido de la entrega total. Y
arrancarle su afrenta de mero ensayo inconcluso."
Con estas palabras se Inicia a la vida teatral un
nuevo elenco que en su presentación primera ha
dado sobradas pruebas de haber asimilado la
experiencia de un pujante movimiento escénico y
que está dispuesto a inyectar renovada savia a las
actividades dramáticas. Lo indican con claridad un
buen grupo de actores, la elección de una obra de
singular belleza y la idónea dirección de Eugenio
Pilippelli. A ello hay que agregar la sustancial
presencia de un escenógrafo —Antón— que ha sabido
depurar planos y líneas arquitectónicas para
fundirlo en la poesía de esta comedia dramática.
Repitamos: "La zorra y las uvas" de Guilherme
Figueiredo, escritor brasileño, escogida para la
presentación de esta novel compañía, nos parece un
doble acierto. El primero, la obra en sí, fuera de
cualquier especulación extra teatral. La segunda,
el haber recurrido al mejor repertorio americano,
en ocasiones un tanto soterrado por tanto fácil
éxito europeo y en especial parisiense. Porque "La
zorra y las uvas" es una auténtica comedia
americana, que puede desde ya emparentársele a las
mejores creaciones de la literatura de nuestro
continente. Americana en su sentido integrador,
insobornable, expuesto con serena rebeldía por el
hombre y por su libertad, elevada —como muy
bien rubrica Pigueiredo en el prefacio— a la
categoría de un problema moral, antes que a
cualquier otra exigencia política. No importa que
sus personajes sean griegos y que la acción se
sitúe en tiempos de Esopo; lo que cuenta en
materia de arte no es el documento, sino la manera
y la forma en que se lo expresa. Y aquí hay un
sentimiento, una sensibilidad, una conciencia,
típicamente americanos, que pueden incorporamos,
con esta voz vigorosa y sencilla, al concierto de
la dramaturgia universal, afirmando nuestra razón
étnica. Obra de palabras claras, de acción
directa, sin concesiones ni falsas retóricas, con
personajes sin artificios y ubicados en ambientes
y situaciones de medular poesía dramática, tal "La
zorra y las uvas" de Guilherme Pigueiredo,
laureado dos veces en su país de origen y
representada en Viena con notable apoyo de un
público que supo destacarla entre los mejores
estrenos. Un breve reparto —seis en total— explica
y deciden el destino de este saludable mensaje de
libertad, donde lo que se justiprecia no es la
ventaja que proporciona la consecución de una
situación social de privilegio sobre los demás
esclavos, sino la posibilidad de que el hombre
pueda trascender históricamente como tal. "Aprende
Xantos: todo hombre está maduro para la libertad",
exclama el protagonista. Es que Esopo era
potencialmente libre al conocer las necesidades de
su clase y de la sociedad en que vivía. De este
conocimiento dimanan su acción y su conducta sin
extravíos. Actúa y cree en su acción. Es un héroe
y un revolucionario. Por eso enfrenta las
situaciones y carece de estridencias. Y es también
un gran artista, a su manera. Toda su vida y sus
anécdotas a modo de parábolas están signadas por
una sutil y candorosa belleza, que pronto nos
contagia. Por eso seduce en ocasiones antes de
convencer. Y éste es otro de los triunfos del
escritor brasileño: seducir y convencer al público
en el culto de la libertad. Eugenio Pilippelli, al
frente del elenco, cumplió una de sus mejores
jornadas escénicas, al insuflarle a este magnifico
texto el denso y pulcro lirismo que bajo distintas
formas le es imprescindible. Las voces,
desplazamientos, ambientes y atmósfera son otros
tantos aciertos puntuales y sagaces de esta
batuta. Lilián Riera —de quien no conocíamos
anteriores trabajos— respondió con severo arraigo
a la esencia de su personaje. Fernando Vegal
trazó un Esopo que fué toda una revelación en su
muy bien perfilada discriminación de voces y
estados interiores. Carlos Acebal encarnó un
Xantos que da buena prueba de sus posibilidades,
pero al que expresó con alguna exterioridad. Delma
Ricci, con lograda sugestión de su personaje, y
Jorge Thompson en un papel con breves palabras,
completaron el reparto, junto a Miguel Segovia,
plástico y carente de letra. Correcta la
versión a nuestro idioma, realizada por Eduardo
Borrás. Adecuada y excelente la música de Héctor
Sorin. Revista Mundo Argentino 16.05.1956
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Guilherme Figueiredo, autor que acaba
de visitamos para asistir a la
representación de su obra "La zorra y
las uvas".
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