— La "Maffia" non perdona. Signori!... —junto al
juez de instrucción, el hombre de las manos esposadas desvió la
mirada de la reabierta fosa y agregó, casi en un susurro—: ¡Fare
adurmiscere!... (castiga con la muerte). Era una tarde muy
calurosa de febrero de 1938. El grupo de policías y periodistas se
apretujó más al borde del hoyo, donde unos huesos ennegrecidos daban
testimonio de cual había sido el fin de Alí Ben Amar di Sharpe,
alias "Don Chicho Chico", el bandido cuyo paradero constituyó un
enigma para la policía argentina, que lo buscaba desde 1933 por
sindicarlo como el "capo" del grupo de "maffiosos" que secuestró y
dió muerte a Abel Ayerza. Sin embargo, ¡allí estaba... Una
confidencia, volcada en una celda de la Penitenciaria, al quebrar
seis años de silencio, dio la clave para el hallazgo: —Li anno
adurmiscere... —Quién fué? —Non saccio... Pero el hombre
habló. Cumplía una condena por complicidad en el secuestro del
doctor Jaime Favelukes, y la esperanza de una reducción de su pena
lo decidió. Mas, retrocedamos en el tiempo...
"El Argelino"
La Maffia", trasplantada desde fines del siglo anterior a nuestro
país, había resurgido, sembrando el terror inclusive entre sus
adictos. A partir del año 1931 una ola de secuestros y crímenes
conmovió a la República. El centro de la acción era la ciudad de
Rosario, y extendía sus tentáculos por todo el sur y centro de la
provincia de Santa Fe, el sudoeste de Córdoba y hasta en la misma
capital federa!, un código terrible y un juramento de sangre regían
la lealtad a la secta, entremezclándose en ellos primarías prácticas
religiosas y ritos característicos le antiguas sociedades secretas.
La base del código era la "ley del silencio". El "maffioso"
enfrentado con la justicia, tornábase humilde, alegaba inocencia, se
persignaba - repetía hasta el cansancio el consabido: "non sacio
niente.. ' SI juramento de sangre, traducido en la "vendetta", o sea
la venganza a cualquier precio, señalaba una gradación que iba
desde el tajo en el rostro que abarca desde la oreja a la boca,
castigo menor, hasta la muerte por el puñal o estrangulamiento, con
que se castigaba 1a desobediencia reiterada, la traición, o a los
"Casitunni" los espías. El recrudecimiento de la acción de la
Maffia coincidió con la aparición en nuestro medio de un individuo a
quien se conoció con el mote de "El Argelino". Decía llamarse Alí
Ben Amar di Sharpe, nombre que corresponda a un notable jockey
argelino que actuó en hipódromos de Longchamps y Epsom, pero en
realidad se llamaba Francisco Morrone, había nacido en Sicilia y era
prófugo de las policías italiana y francesa. Era de pequeña
estatura, de rostro aniñado y poseía el don de la empatía; hablaba
varios idiomas y era además cruel, astuto y, por ende, excesivamente
desconfiado, Alí Ben Amar fué admitido en la "Maffia" rosarina:
traía "buenos antecedentes" de su actuación en la "Camorra"
napolitana, experiencia de sus andanzas por los bajos fondos de
Francia y Túnez, y sentido práctico desarrollado por su contacto con
Al Capone, el rey del hampa de Chicago, de cuya ira debió escapar a
raíz de una "jugada sucia".
Surge Don Chicho Chico Hasta
la llegada de Alí Ben Amar, hacia fines de 1930. las actividades de
la "Maffia" rosarina no pasaban de pequeñas extorsiones,
generalmente en perjuicio de connacionales italianos, pequeños
comerciantes y rentistas. Imperaba como "capo máximo", a pesar de
que la policía jamás pudo probarlo, Juan Galiffi a quien sus
acólitos llamaban "Don Chicho", sujeto que de humilde barbero
habíase trocado en industrial y propietario de caballos de carrera.
Cuando Alí Ben Amar observó los "métodos" que usaban sus nuevos
amigos, sonrió, despectivo. Eso era vegetar. Él encararía grandes
negocios, y todos se harían ricos. Paulatinamente fué adquiriendo
prestigio entre los "capos" menores, al par que logró introducirse
en la buena sociedad rosarina mediante un matrimonio, que se asegura
fué producto de una extorsión. En un principio, las pretensiones
del advenedizo no causaron alarma en "Don Chicho". Sin embargo, el
"bambino" se afianzaba más y más en su prestigio, y el "capo máximo"
comenzó a preocuparse de veras luego del secuestro sensacional del
comerciante Florencio Andueza, consumado a pleno sol, un día de
octubre de 1931, en Venado Tuerto. El "afare" produjo 100.000 pesos
al grupo dirigido por Alí, quien se embolsó 70.000, distribuyendo el
resto entre su gente. El reparto desagradó a varios de los acólitos,
y el más irritado fué el "turco" Amado. Pero las protestas se
acallaron cuando el cadáver del "turco" apareció un buen día a la
vera de un camino. Todos supieron a qué atenerse, y "Don Chicho"
tomó debida nota. Alí sabía hacerse respetar. En adelante comenzóse
a llamarle "Don Chicho Chico", contraponiéndolo a "Don Chicho
Grande". Poco tiempo más y "Don Chicho Chico" deslumbró a sus
"amigos" con el secuestro de los jóvenes Gironnaci y Nannini, cuyas
familias debieron pagar crecidos rescates y callar, ¡Sobre todo
callar!... "Don Chicho Chico" cumplía su palabra, y a medida que
daba sus golpes, Galiffi, "Don Chicho Grande", perdía concepto. Sus
hombres lo abandonaban para irse a engrosar las filas de Alí, que ya
había planeado eliminarlo definitivamente del campo de la "Maffia".
A partir de entonces se desarrolló entre ambos "capos" una lucha
sorda, enconada, lo que no impedía que en la vida de relación sus
familias se visitasen. Por aquellos días, 1932, inopinadamente,
"Don Chicho Chico" desaparece de Rosario. Paralelamente se produce
el secuestro y muerte de Abel Ayerza. Este crimen hirió las fibras
más sensibles de la población. Hasta el ejército fué movilizado en
una campaña contra la "Maffia" Después vino el hallazgo de los
restos del infortunado joven, en una chacra de Corral de Bustos, en
Córdoba, Juan Vinti, acólito de "Don Chicho Chico", había sido el
ejecutor de Ayerza. De ahí que se adjudicara a Alí la mayor
responsabilidad en el hecho. Pero "parecía que la tierra se hubiese
tragado a "Don Chicho Chico", según expresión de don Miguel
Viancarlos, el entonces jefe de investigaciones de la policía
metropolitana, que intervino en el asunto. La policía no logró el
menor indicio del paradero de Alí Ben Amar di Sharpe (a) "Don Chicho
Chico". ¿Dónde se había refugiado. Misterio.
"Es necesario
pactar'' El tiempo fué transcurriendo y pronto se hizo el olvido
en torno a la figura de Alí. Hasta su mujer se presentó a la
justicia solicitando nueva calificación para su situación civil. Así
pasaron seis años, hasta que el hombre que cumplía una condena en
la Penitenciaría Nacional habló. Era en febrero de 1938. Cuando
"Don Chicho Chico" desapareció de Rosario, a comienzos de otoño de
1932, habíase dirigido, a esta capital. Debía cumplir con una cita
fijada en una casa de la calle Pringles al 1200, en pleno corazón
del barrio de Almagro. Viajó solo, y solamente sus íntimos sabían el
motivo: "hacer la paz", que por intermedio de "alguien" le ofreciera
"Don Chicho Grande". La intervención del intermediario, desconocido
hasta ahora, fué la carta de triunfo de Juan Galiffi para atraer a
una emboscada al odiado rival. La confianza ciega en aquel "alguien"
perdió a Alí. Era su amigo y, además, odiaba a Galiffi: —¡Anda,
"bambino"..., es necesario pactar... para bien de todos! Y "Don
Chicho Chico" no dudó. ¡Galiffi se entregaba, impotente para seguir
la lucha!. Eso explica su confianza al trasponer los umbrales de la
casa de la calle Pringles, donde, en lugar de "Don Chicho Grande" le
aguardaba la muerte. En la casa estaban dos de los más íntimos
acólitos de Galiffi: Juan Rubino, "El Estrangulador", y José
Glorioso, "Il Porcone". Ambos debían cumplir con la terrible
consigna: "¡Fare adurmiscere!"... Los tres hombres salieron a
comer juntos y regresaron en seguida a la casa. Era ya la
medianoche. Alí, fatigado, se arrojó sobre la cama del cuarto que le
habían destinado por esa noche. A su lado los acólitos de Galiffi:
—Váyanse, quiero dormir... —les dijo. —Sí, vas a tener un sueño
muy largo.. Cuando quiso incorporarse, ya Glorioso lo mantenía
fuertemente aprisionado sobre el lecho. Nada pudo hacer. Era de
físico esmirriado. Y todo fué cuestión de minutos. Rubino le deslizó
un cable eléctrico en el cuello y comenzó a apretar... y apretó...
apretó... Dos horas después una fosa se cerraba en la quinta de
los hermanos "Salomón", en Morón. Luego el misterio se cernió en
torno a "Don Chicho Chico", hasta que pasaron seis años. Hasta que
habló el hombre de la Penitenciaría. La máquina policial se puso
en movimiento, pero Rubino había sido deportado en el año 1934; de
Glorioso creyóse que corrió igual destino que tantos otros. Y en
cuanto a Galiffi, deportado también, vivía en Nápoles, con "libertad
vigilada" por la "Sicurezza", hasta que la muerte lo sorprendió
durante un bombardeo de la aviación inglesa en 1943. La justicia
italiana no había querido entregarlo al reclamo argentino.
Aquella tarde de febrero de 1938, cuando policías y periodistas
asistían a la exhumación de un esqueleto, una pregunta bailoteaba en
la mente de todos: ¿Quién envió a "Don Chicho Chico" a esa cita con
la muerte? Pero Alí Ben Amar di Sharpe ya no lo podía decir.
Revista Mundo Argentino 24 de octubre de 1956
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...el aventurero que se atrevió a disputar la
jefatura de la Maffia a Don Chicho Grande y pago con su
vida ese intento? ¿Quien lo envío a esa cita con la
muerte? ¿Quien hizo posible el cumplimiento de la
vendetta ordenada por su implacable enemigo?... Nunca se
supo. "Non saccio niente..." "Non saccio..."
por BRUNO MARTIN
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