Córdoba - El Chocón Los picos de la
discordia
"Esto es simplemente un
desfachatado ataque a la cultura, ante el cual
ninguna persona digna puede agachar la cabeza,
aunque la vengan chumbando." La endecha fue
descerrajada el martes 24 por La Voz del Interior
—el matutino cordobés de mayor tirada—, y no iba
firmada por ningún exaltado estudiante sino por el
docente Antonio Requena, ex profesor de lenguas y
cultura griega de la universidad mediterránea. Su
propósito fue, obviamente, justificar la conmoción
que el día anterior habían protagonizado
centenares de estudiantes, mediante un bramido
rebelde que, como se preveía, crispó al
hipersensibilizado mundo político nacional. En
realidad, el conato del lunes 23 fue la concreción
del segundo round callejero de una escalada
opositora cuyas intimidades y desavenencias
internas (ver SIETE DIAS Nros. 145 y 146) no
impidieron la confluencia de distintos sectores a
una misma pasión por el tumulto. Con todo, esa
confluencia fue meramente política: a excepción
del sector estudiantil, nadie más participó
activamente en la algarada. Ni los obreros ni sus
dirigentes, ni los políticos opositores que
verbalizaron generosamente su apoyo al alumnado,
fueros vistos en los encontronazos con la policía,
un cuerpo que, por otra parte, estaba mejor
preparado para la batalla que el año pasado. De
ahí que un nuevo cordobazo haya estado muy lejos
de reproducirse. Sin embargo, una contagiosa
onda de inquietud comenzó a ronronear en Buenos
Aires hacia la media tarde de ese mismo lunes,
cuando deambuló la especie de que las refriegas
habían segado la vida de dos estudiantes y un
policía. El rumor era falso: sólo murió el agente
Francisco Santa Cruz, nativo de Río Primero,
Córdoba, atravesado por un balazo accidentalmente
disparado por su compañero Atilio Campaño,
mientras los dos llevaban detenido a uno de los
cincuenta apresados durante los sucesos. Pero la
posibilidad de que se hubieran registrado varias
muertes trastornó al país entero; todos suponían
que un desenlace trágico podría derivar hacia
tormentas incontrolables.
EL DIA MAS LARGO
DEL SIGLO El desbarajuste despuntó cuando los
activistas apelotonados frente a las facultades de
Arquitectura y Ciencias Exactas, en plena avenida
Vélez Sársfield, comenzaron a vociferar su
protesta contra el test que ese día se iba a tomar
a 12.704 aspirantes a ingresar en la universidad.
La ofensiva se descargó especialmente contra los
adolescentes que desoyeron la voz de orden lanzada
por las agrupaciones estudiantiles y que consistía
en no presentarse a rendir esa prueba: era
limitacionista —argumentaron—, antipedagógica y
oligárquica. Porque todo el mes de enero y la
mitad de febrero, habían sido dedicados por los
grupos estudiantiles para hacer naufragar el
examen; el fruto de ese esfuerzo iba a cristalizar
el lunes 23, la nueva fecha elegida por el
vapuleado Rogelio Nores Martínez, rector de la
universidad, para poner a prueba su política.
Pero el objetivo rebelde fracasó. Según Nores, más
del 75 por ciento de los ingresantes aceptaron
someterse al test, un porcentaje que aumentó
levemente —dijo— en la segunda ronda, efectuada el
martes 24; la Coordinadora Estudiantil y la FUA
—los dos centros de gravedad políticos— estimaron
en cambio que la cifra ni siquiera arañaba el 50
por ciento. De todas maneras, el triunfo del
gobierno fue visible cuando ese mismo martes no se
perpetró casi ningún disturbio. "La Universidad de
Córdoba no puede silenciar esta noche su
satisfacción", se euforizó entonces Nores, en un
victorioso comunicado. Y, a continuación, optó por
el paternalismo cuando pronosticó que todos los
postulantes van a ser aceptados gracias al alto
nivel demostrado durante la prueba. Así y todo,
las refriegas del lunes fueron suficientes para
desnudar un inquietante estado de ánimo. A lo
largo de cerca de tres horas, las fuerzas
estudiantiles festonearon el centro de la ciudad
con focos móviles de agitación, matizados con
barricadas, pedreas y fogatas. Esa táctica obligó
a los pelotones de represión a trajinar de un lado
a otro, en cumplimiento de la consigna adelantada
a SIETE DIAS (Nº 145) por el jefe de policía,
Héctor Romanutti: impedir que los estallidos se
encadenen, ahogándolos lo más rápidamente posible,
antes de que se combinen entre sí y conformen un
haz impenetrable. El triunfo policial hizo decir
en la noche del lunes a Francisco Imaz, ministro
del Interior, que "se alcanzó un éxito relativo,
pero éxito al fin", y que la situación no llegó al
nivel de gravedad "que algunos señores
vaticinaron". Es probable: ni siquiera los
estudiantes de los cursos superiores que se
anotaron para rendir el test con el único
propósito de frustrarlo, pudieron convencer a los
atribulados aspirantes de que quemaran las pruebas
y se retiraran en manifestación. Es que para ellos
ese gesto significaba la pérdida del año. No
obstante, ante la presión de los disturbios, las
autoridades se vieron resignadas a hacer
concesiones: de los 9.828 postulantes presentados
se disponían a aceptar a 9.828, con lo cual
obligaron a formular una pregunta: ¿para qué se
había tomado el test?; sobre todo si se tiene en
cuenta que el año pasado, sobre 7.319 futuros
alumnos, la universidad sólo acogió a 6.293.
Muchos se preguntaron si acaso se habían creado
3.000 nuevas vacantes.
LAS LINEAS DE LA
REBELION De todos modos, cuando al promediar
los sucesos, las fuerzas policiales acordonaron el
local de la CGT, impidiendo la entrada y salida de
personas, aún no se sabía cuál iba a ser el
desenlace. Por eso el gobierno cortó por lo sano,
impidiendo que el edificio cegetista se viera
envuelto en los disturbios y, de esa manera, que
se precipitara una peligrosa adhesión sindical a
los estudiantes. Porque la sede obrera, más que un
ámbito físico, fue una bandera política enarbolada
por las corrientes nacionales (Frente Estudiantil
Nacional —FEN— y el Integralismo), para intentar
copar el control del movimiento, trasladando allí
todas las reuniones estudiantiles. Hasta la
intervención a Luz y Fuerza, tales reuniones se
escenificaban en ese sindicato, lo cual dio un
cierto predominio inicial a las tendencias
liberales; éstas, luego, fueron sobrepasadas por
los "nacionales" y los izquierdistas de la FUA,
dos tendencias que pugnaron abiertamente por
obtener el padrinazgo de la algarada, hasta el
punto de realizar reuniones paralelas y animar
torneos oratorios de improbable interés para los
ingresantes: de ahí que el principal problema de
ambas tendencias haya sido el de conseguir la
masificación del movimiento, ya que en los
debates políticos sólo participaban poco más de
300 alumnos. Una recorrida propagandística
efectuada a último momento en los barrios y
pensiones universitarios, fue infructuosa: el
grueso de los aspirantes al ingreso aún no
habitaba esos lugares y el resto casi ignoró una
polémica que giraba en torno a si el peronismo,
como machacan los "nacionales", es la "verdadera
fuerza revolucionaria" o si, como declaman los
fuistas, es necesaria la creación de un "polo"
izquierdista para atraer a los obreros y curarlos
de lo que ellos llaman el "peronismo burgués".
Mientras esas tendencias, pese a todo, alcanzaban
un triunfo publicitario al divulgar reproducciones
del test con las respuestas correctas —copias muy
parecidas a las finalmente tomadas— los dirigentes
obreros ignoraron olímpicamente a los estudiantes:
era más importante para ellos dilucidar el pleito
interno suscitado por la renovación de autoridades
en la CGT local. Lo cual no implica que, en marzo,
no pueda fructificar la implacable alianza
obrero-estudiantil. Al parecer, independientemente
de sus divergencias, la central cordobesa se
encamina hacia la concreción de un paro activo de
38 horas, una medida cuyas temibles consecuencias
ya flamean sobre Buenos Aires: el bloque sindical
participacionista, de tendencia progubernamental,
se ha debilitado con el éxodo de los textiles y
del gremio del vestido, mientras que sus colegas
de la oficialista Comisión de los 25, se animan
cada vez más a pronunciarse contra el Ejecutivo.
"El gobierno sigue postergando la solución de los
problemas fundamentales, es impotente para
contener el costo de la vida y revela una evidente
incoherencia", desafió, el lunes 23, Gerónimo
Izetta, uno de los líderes de los 25. Y agregó:
"El presidente está distanciado del accionar de su
equipo y no toma las cosas en serio, desoyendo los
diarios reclamos y exigencias de la población".
Tal vez estas declaraciones abran el camino a un
improbable paro de 24 horas, que podrían
decretar los 25 cuando logren quórum para
formalizar una reunión. El martes 24, José María
Dagnino Pastore derramó en Washington, ante el
pleno del Comité Interamericano de la Alianza para
el Progreso —CIAP—, un discurso que implica
nuevamente la ratificación de una política
económica rígida en materia de salarios.
Justamente las modificaciones introducidas a
último momento en su discurso —llevadas a EE. UU.
por el subsecretario Manuel San Miguel—, tuvieron
el propósito de enfatizar ese aspecto, que en la
redacción original aparecía un tanto ambiguo. Pero
el propio CIAP, en su informe sobre la Argentina,
reconoció la necesidad de alcanzar una tasa de
crecimiento "que constituya el mantenimiento de
condiciones político-sociales adecuadas". En el
Ministerio de Economía, se considera que ningún
nuevo aumento de salarios, aparte del 7 por ciento
concedido en marzo, será posible otorgar hasta
septiembre próximo, por lo menos. Y, en ese caso,
el incremento jamás podría superar un 5 por
ciento. A mediados de la semana pasada
restallaba un conflicto en la planta de Acindar de
Villa Constitución, originado en un pedido de
aumento de sueldos que desembocó en el despido de
18 delegados y una huelga general. Mientras tanto,
a las 8 de la noche del lunes 23, la casi
totalidad de los 3 mil obreros de las obras de El
Chocón, en Neuquén, iniciaban otra huelga general,
descargada con dos propósitos: obtener un aumento
de sueldos de un 40 por ciento, y aplicar un golpe
político a la Unión Obrera de la Construcción, un
gremio participacionista que destituyó a los
delegados de esa obra por haber participado en el
encuentro opositor que se quiso realizar en
Córdoba, el 31 de enero. Uno de esos delegados,
Antonio Alac, tronó ante SIETE DIAS diciendo que
ellos más que nadie necesitan el aumento, "pues
aquí la vida es mucho más cara". Además "Coria
—dirigente máximo de la construcción— es un
colaboracionista entregado al gobierno, que
pretende desconocer a delegados libremente
elegidos en una asamblea que él mismo presidió". A
continuación negó que la huelga tuviera alguna
implicancia política: "Nuestro movimiento es
específicamente gremial; aquí nadie hace
política". Después se supo que Alac había llegado
a un acuerdo con la policía para evitar todo acto
de violencia: los huelguistas tienen en su poder
cargas explosivas, que podrían ensangrentar el
pleito si no predomina la prudencia. Quizá por
ello Juan Carlos Onganía —quien gozaba de sus
últimos días de vacaciones en la residencia de
Villa la Angostura (ver página 6) haya decidido
suspender la visita que tenía proyectada hacer a
El Chocón, el martes 24. Se sabe, con todo, que el
presidente ha planeado tres actos importantes, a
ejecutar a su regreso. Después de reanudar su
actividad, el lunes 2 leerá al país las "políticas
y estrategias" para esta década; repetirá sus
exigencias de dedicación full time a todos sus
funcionarios, en una reunión plenaria a efectuarse
en Olivos; y, a fines de marzo, encabezará un
pleno de gobernadores en el que —otra vez —
predominará un solo tema: el participacionismo.
Revista Siete Días Ilustrados 02.03.1970
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Como se preveía, Córdoba se
convulsionó por los efectos de una
revuelta estudiantil que logró ser
dominada. Mientras tanto, la huelga en
El Chocón puede conducir a otros
pleitos obreros.
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