LOS PLEITOS INTERNOS Y LA CRISIS ECONOMICA

El ministro de Economía memoró los tiempos de las relaciones de Perón con los ingleses, cuando éstos pedían la devaluación en favor de los exportadores y advirtió que cambiar la paridad del peso era imponer un tributo a toda la población. Negó esa posibilidad. Pero semanas más tarde anunció el alza del 100 por ciento en el valor del dólar. Entretanto, crecieron la violencia y los problemas del oficialismo, a través de una dura polémica entre Rocamora y Miquel.
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EL ministro de Economía, Alfredo Gómez Morales, dijo, en una reportaje en La Opinión, el 4 de febrero último: "Siempre recuerdo nuestra relación con los ingleses. Cuando negociábamos Perón y yo, nos decían: ¿por qué no devalúan?, así quedan bien con nosotros y con los productores argentinos. Y desde entonces los productores están en la misma. ¿Usted cree que vamos a darles eso, lo que equivale a un impuesto a toda la población? Mire, ellos han tenido en el 71/72 el ingreso más elevado de todas las épocas. Ahora quieren llegar a ese nivel. Por eso, cuando miran los balances se ponen tristes. Claro, si buscan ese nivel, no lo conseguirán, pues la situación es bastante diferente".
Ahora, a un mes de las palabras de Gómez Morales, los productores han conseguido ese nivel. La devaluación monetaria más importante de nuestra historia se los ha permitido. La población, por su parte, pagará el impuesto. Ya nadie "estará en la misma". No hace falta, un decreto del Poder Ejecutivo ha resuelto incremento en el
100 por ciento el valor del dólar comercial.
Sin ánimo recriminatorio, conviene también recordar otras manifestaciones del ministro de Economía. En la última reunión de su equipo, correspondiente a 1974, advirtió: "No habrá modificaciones en los tipos de cambio. Nosotros estamos actuando sobre las causas y sólo adoptaríamos ese camino como última medida".
Se está, pues, ante "la última medida". El hombre —recuerda la sabiduría oriental— es dueño de las palabras que calla, pero esclavo de las que pronuncia. No obstante, siempre tendrá el recurso del esperanto económico para justificar lo que pudo haber criticado en la víspera. Así dirá, en este caso, que "a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, esta reforma cambiaría no incluye devaluación preventiva ni "tiene tampoco finalidad fiscal, es decir no se ha hecho con el criterio de allegar recursos al Tesoro Nacional, con cargo a la población, sino que su fundamento es exclusivamente de orden cambiario y económico".
La justificación básica de la devaluación es obvia: fortalecer el comercio exterior y hallar un nuevo equilibrio monetario frente a las dificultades económicas. Se quiere estimular la venta externa y desalentar las importaciones. Después de 30 meses de reajustes cambiarios progresivos —que no dieron satisfacción a ningún sector— el virtual desalojo de los productos argentinos en los mercados mundiales terminó con la retórica: hubo que devaluar y a fondo, en el mejor estilo conservador y antipopulista de Pinedo y Krieger Vasena.
Queda ahora por considerar la cara negra de la devaluación: su incidencia en los precios internos. El ministro de Economía, sensible a esa perspectiva, sostiene que la población no sentirá el impacto. Sólo omite decir qué medidas adoptará para que ello ocurra y, además, subestima sin duda la experiencia local y mundial en la materia, ya que toda devaluación —y más una tan rotunda como la actual— genera la automática elevación de todos los precios.
Existe también, alrededor del episodio devaluador, una breve historia vinculada a las últimas carnestolendas. Durante esos días (según consigna El Cronista Comercial en su edición del 4 de marzo) una comisión del Banco Mundial analizó con funcionarios argentinos los principales lineamientos de la política económica de nuestro país. Estos funcionarios elaboraron posteriormente un informe en el cual recomendaron la alteración del tipo de cambio. La vicepresidencia del Banco Mundial, como se sabe, es ejercida actualmente por Adalbert Krieger Vasena, el vilipendiado ministro de Economía del Gobierno de Onganía. Si bien se ha eximido expresamente de tratar todo asunto relativo a la Argentina, en enero último conversó en Nueva York con Gómez Morales. Descartando que en la plática se hayan tocado temas para los cuales se ha autoinhibido, nada impide suponer que sus colaboradores del Banco —los que nos visitaron en carnaval— profesen sus mismas ideas en materia de paridad cambiaría. De donde, como El Cid, Krieger Vasena acabaría ganando batallas después de muerto —políticamente, claro— por las andanadas de no pocos correligionarios del ministro Gómez Morales.

Un verano caliente
Febrero empezó con atentados a los diputados oficialistas en San Luis y concluyó con el secuestro del presidente de la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires. En el ínterin, el país vivió días de inusitada densidad política. Al margen de las escuetas, y a veces inexistentes noticias oficiales, el rumor reptó, como en sus mejores épocas, a todos los niveles del Gobierno y la oposición. Hubo, por supuesto, al hilo de una vieja tradición, desmentidas que incluyeron severas acusaciones para "los enemigos de la unidad y la revolución en paz". Pero diversas medidas, entre ellas el decreto (reservado) ordenando la iniciación de operaciones militares en Tucumán contra la subversión, fueron idóneas para aumentar el sobresalto del hombre común, hostigado, además, por el costo de la vida y los problemas del desabastecimiento.
Frente a versiones y conjeturas, cuyo epicentro era fácilmente ubicable en los corrillos parlamentarios, el ministro del Interior, Alberto Rocamora —que más tarde sería
eje de resonantes acontecimientos—, inició el mes con significativas declaraciones: "La Presidente es la que decide; el que no lo crea así; tendrá en el futuro muchos motivos para confirmarlo". Días más tarde fue más explícito al advertir que la señora de Perón no tenía previsto efectuar ningún cambio en el Gabinete.
Los hechos fueron inicialmente coincidentes con las palabras del ministro. El primer acto de gobierno, tras las vacaciones en Mar del Plata, fue una reunión de Gabinete para tratar los problemas del costo de la vida. Durante dos horas, Alfredo Gómez Morales informó sobre la situación. "El desabastecimiento —dijo— está originado en gran medida en el mayor poder adquisitivo del pueblo y en la plena ocupación". Algunos observadores de reticente credulidad no encontraron acorde "ese mayor poder adquisitivo" con las exigencias de aumento salarial fundadas, precisamente, en la denuncia de su deterioro por parte de sectores sindicales.

Operación Tucumán
Hacía meses que se hablaba de una posible intervención del Ejército para poner coto a las actividades guerrilleras en el ámbito rural, especialmente en la provincia de Tucumán. Incluso en no pocas notas periodísticas se aventuraba la hipótesis de una acción militar. Noticias provenientes del actual teatro de operaciones bélico daban cuenta de la ostentación de los guerrilleros que, en uniforme verde oliva, realizaban desfiles en pequeñas poblaciones. Se afirmaba que con fines de avituallamiento y, de paso, publicitarios, los irregulares compraban gallinas a 20 y 30 mil pesos a los sorprendidos campesinos. Por otra parte, en Tucumán habían recrudecido los golpes contra personas y propiedades.
Así las cosas, el 10 de febrero la quinta brigada de infantería, comandada por el general Acdel Vilas (ex jefe de operaciones del primer cuerpo, entonces dirigido por el general Tomás Sánchez de Bustamante) inicio su avance hacia la selva tucumana. El decreto del Poder Ejecutivo, con la orden correspondiente, había sido firmado por la señora de Perón en la Base de Punta Mogotes el mes anterior.
El primer choque serio con los guerrilleros tuvo lugar en Pueblo Viejo. Costó la vida al teniente primero Cáceres y dejó con graves heridas al teniente Richter. Los subversivos —unos 15— que iniciaron el ataque tuvieron 3 bajas. Una de ellas, según versiones, consecuencia de la granada arrojada desde el suelo y pese a sus heridas, por el teniente Richter.
Si bien las altas autoridades militares han sido parcas en explicaciones sobre las características y alcances de la operación, se sabe que ésta reviste el carácter de "operación de seguridad", en oposición a la guerra convencional, ya que no se busca la ocupación de territorios, ni el sometimiento de poderes, sino de dar apoyo a las fuerzas de seguridad, rebasadas por los acontecimientos producidos en la región. Por lo tanto, se descuenta una larga duración, dilatada en búsquedas, patrullajes, controles viales, cercos y desplazamientos. Y se descarta —hasta ahora, por lo menos— el empleo de productos químicos para el desfollaje de árboles y maleza.

Córdoba litigiosa
El interventor de Córdoba, cuyas ideas propias en materia política causan desvelos a oficialistas y opositores, ha tenido un mes agitado: polemizó indirectamente con el ministro del Interior ("Yo sólo recibo órdenes de la Presidente"), desautorizó al teniente coronel Navarro quien, además, le envió una urticante carta abierta y, finalmente, en vísperas del 24 de febrero negó autorización a dos sectores peronistas para que realizaran actos de celebración, uno por el 29 aniversario del primer triunfo peronista y el otro por la destitución de Obregón Cano. Por su lado, la guerrilla local —que Lecabanne declaró haber abatido en el terreno militar— produjo diversos atentados y asesinó al cónsul de los Estados Unidos.
Y como si todo eso no bastara para configurar un cuadro inquietante, el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, Oscar Valdez, en conferencia de prensa descargó graves acusaciones contra el teniente coronel Navarro. En prieta síntesis fueron las siguientes: haber integrado los tribunales "Conintes" en tiempos de Frondizi;...
(Nota: renglón en blanco en la crónica)
...gón Cano "tolerando" actividades de la Tendencia; haber contado con el aval de Montoneros para su designación como jefe de Policía; haberse presentado antes del 25 de mayo como representante del general Carcagno.
Corresponde señalar que Valdez ejerce actualmente la intervención partidaria en Salta y expresa, por lo tanto, la opinión del Consejo Superior del Justicialismo.

Duras palabras de Miguel
En el sepelio del dirigente gremial Teodoro Ponce, asesinado por un grupo extremista, el secretario de la UOM (Rosario) Eugenio Blanco tuvo fuertes y gráficas expresiones contra el ministro del Interior: "La culpa no la tiene el chancho, sino el que le da ¡de comer; el chancho es Sylvestre Begnis y el que le da de comer es Rocamora". A su turno, Lorenzo Miguel señaló la existencia de "traidores en el Gobierno". Al día siguiente llegó la réplica del aludido. "Algunas personas, utilizando argumentos arteros han querido agraviarnos". Y moviendo el delicado árbol de la Historia, se retrotrajo hasta 1965 con esta referencia: "Son los que estaban en grandes coloquios con nuestros enemigos y en 1965 estuvieron en contra de la Presidente". Se refería, presumiblemente, al apoyo brindado por Vandor y los hombres de la UOM, en Mendoza, a la candidatura de Serú García, en contra de la de Corvalán Nanclares apoyado entonces por María Estela Martínez de Perón en su carácter de delegada del líder.
Aunque todo esto sea para el ministro de Trabajo una "cuestión de familia", Lorenzo Miguel llegó lejos en su descargo: "Un hombre que creó el neoperonismo no puede hablar con esa autoridad; no puede atacar a una organización que fue ejemplo en los últimos años de la resistencia" Y agregó un desafío: "Todo lo que hicimos entonces fue de acuerdo a las órdenes del general Perón; ponemos a disposición de quien quiera conocerlas las directivas que lo demuestran".

La Gran Paritaria
Por encima de las exhortaciones al entendimiento y las muestras verbales de buena voluntad, las deliberaciones entre representantes de la CGE y CGT no exhibieron aquellas coincidencias de la primera reunión, en vida de Perón. Los representantes obreros hicieron cuestión de fondo en la no transferencia del futuro aumento a los precios. Los delegados empresariales insistieron en los temas de la rentabilidad negativa y en la situación de algunos sectores, tanto de la producción como de la comercialización, al borde del colapso. Numerosas solicitadas en los diarios fueron prolijas en la explicación de cuadros deficitarios.
En ese cuadro, las palabras del ministro de Economía ("es indispensable hacer un gran esfuerzo; es absolutamente indispensable hacerlo y tiene que ser compartido") tan lejanas al optimismo de su predecesor ("hemos llegado a la inflación cero") han puesto un gélido manto sobre las ya muy disminuidas esperanzas generales.

REDACCION
[Observaciones]
LOS DOS PLANES DEL GOBIERNO
EL viejo Churchill solía decir que cada vez que pedía un plan económico a los tres más grandes especialistas del reino, recibía cuatro: Lord Keynes siempre entregaba dos.
El Gobierno argentino, aunque sin discípulos de Keynes a la vista (Gelbard no lo era, visiblemente, y Gómez Morales es, en rigor, ecléctico), también ha tenido dos planes. Uno inicial, de alegres resonancias populares, que se proponía lograr en forma simultánea el mayor consumo junto al más alto poder adquisitivo; la inversión, básicamente interna, para las grandes obras del desarrollo; y una agresiva política de comercio exterior capaz de derribar todas las barreras ideológicas. Y otro plan posterior, de muy recortadas aspiraciones, destinado a frenar la inflación y a poner orden en las finanzas públicas.
Desde un punto de vista fanáticamente lógico ambos planes no se compadecen. Más bien se oponen. Y a cualquier observador desprevenido —un viajero del exterior, por ejemplo— podrían resultarle antinómicos. Parecen propios de dos gobiernos de distintos objetivos e ideologías, y no como en este caso del mismo poder surgido de comicios que le obligaron el 62 por ciento de la voluntad popular.
El primer plan, ejecutado hasta la salida del ministro Gelbard, impresionaba por su fácil comprensión: se trataba de liquidar la inflación rápidamente (en algún momento se dijo que estaba en cero; "milagro argentino" se enfatizó) y de que los productos de consumo masivo no aumentaran, aunque para ello bajaran de calidad. Y en otro orden de cosas que el índice de desocupación se redujera al mínimo (mayor cantidad de obras públicas y empleos en la administración estatal harían la faena). Mientras tanto la afluencia de capitales —presumiblemente europeos— completarían el cuadro de una expansión incontenible y, obviamente, benéfica para todos los argentinos.
La realidad —única verdad— enredó las cosas. La inflación siguió su avance. Los precios, incluso con pérdida de calidad en los productos, se dislocaron. El desabastecimiento hizo su ingreso en el mercado. Los capitales —esos grandes cobardes— no accedieron al país. La situación forzó una alternativa odiosa, propia de las dictaduras militares: aumentos de salarios por decreto. Gelbard se fue.
El segundo plan —ahora en marcha— es distinto. Gómez Morales no cree en la "inflación cero" y se manifiesta agnóstico con respecto a todo tipo de milagros en economía. Ha dicho: "Es necesario aceptar la idea de que se debe convivir con un margen de inflación". Los objetivos de su gestión, que para algunos exigentes podrán parecer menguados, son directos: financiar con recursos genuinos; poner orden.
Sólo se oponen algunos factores, a saber: las exigencias gremiales, la baja rentabilidad empresaria y, en no menor medida, las apetencias del hombre corriente, estimulado por una publicidad llena de fantasías.
[J. K.]
Revista Redacción
marzo 1975

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