CUMPLE SIETE AÑOS DE EXISTENCIA
LA ASOCIACION DE DADORES VOLUNTARIOS
DE SANGRE DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

dadores de sangre
"SEA humanitario. ¡Done un poco de sangre!" Hace siete años — el 15 de diciembre de 1942 — la ciudad conoció por primera vez este "slogan" e intimó a través de él con uno de los problemas médicos más importantes para los establecimientos hospitalarios de la metrópoli y del país: muchas vidas de accidentados, de enfermos, etc.. se perdían por carecer de parientes o amigos que pudieran donarles sangre para asegurar su salvación.
Un grupo calificado de hombres y mujeres, a cuya buena voluntad apeló el doctor Emilio S. Sammartino, titular de la Dirección Municipal de Transfusión de Sangre y Plasmoterapia, que funciona en el Hospital Durand, para constituir una agrupación destinada a satisfacer esa perentoria y urgente necesidad, dieron cima al proyecto creando la Asociación de Dadores Voluntarios de Sangre de la Ciudad de Buenos Aires y se entregaron a la patriótica y humanitaria tarea de promover en la conciencia pública un movimiento de adhesión hacia la misma.
La síntesis de ese esfuerzo, expresión fiel de la tesonera labor desarrollada, lo evidencia el hecho de que desde su fundación hasta el 15 de diciembre de 1948,
los miembros de esta benemérita Asociación hicieron posible la realización de 7.950 transfusiones de sangre, con las que se beneficiaron una apreciable cantidad de enfermos que requirieron esa terapéutica para asegurar su salud.

LOS PRIMEROS DADORES
Merece, por elementales razones de público reconocimiento, consignar los nombres de los primeros dadores voluntarios, aquellos que iniciaron la marcha y a cuyo alto espíritu de solidaridad humana y comprensión de la obra se debe, puede decirse, el éxito logrado por la entidad.
En los registros de la Asociación se consignan, en el orden correlativo que transcribimos, las siguientes personas: Nº 1, doctor Emilio S. Sammartino; Nº 2, Da. Julia B. de Flores; Nº 3, D. Rubén Vernengo: Nº 4, D. Luis Marconi; Nº 5, D. Miguel Acevedo; Nº 6 D. Ireneo J. Araneo; Nº 7, D. Ulises de Oliveira; Nº 8, D. Mario Marino; Nº 9, D. León Zolotow, y Nº 10, D. Ricardo Otero.
Tras ellos una verdadera falange de hombres y mujeres, compenetrados de los humanitarios fines de la agrupación, ingresaron en sus filas, dando prestigio con el anónimo de su valiosa contribución el generoso impulso que los llevó a ella.
Rasgo sobresaliente de esa generosidad o de esa comprensión, lo pone de manifiesto la circunstancia de que al tratarse de la creación de la entidad, todos los Integrantes depusieron su interés por la dirección de la misma, en forma tal que ésta quedó librada a las propias autoridades de la Comuna. De ahí que la Asociación, como organismo anexo a la ya mencionada Dirección Municipal de Transfusión de Sangre y Plasmoterapia, actúa como dependiente de la Secretaría de Salud Pública y Abastecimiento, la que le presta el más amplio apoyo, auspiciando toda iniciativa destinada a asegurar su prestigio.

LA COMPRENSION OFICIAL
Idéntica comprensión y apoyo tiene la entidad por parte del jefe de la Comuna, cuya inquietud por el mejoramiento y perfecciona miento de los servicios hospitalarios municipales, a fin de asegurar a la población enferma la más correcta asistencia médica, le llevó a hacerse eco de toda medida destinada a ese objeto, y que con relación al organismo que nos ocupa se dictó un decreto que reconoce y auspicia a la Agrupación de Amigos de la Asociación de Dadores de Sangre de la Ciudad de Buenos Aires, que preside el doctor J. Martínez del Castillo, la que actuará a manera de Cooperadora de la misma.
Sobre Servicios Hospitalarios — Disposición Nº 1 — el Intendente Municipal, señor Juan Virgilio Debenedetti, encara como problema fundamental todo lo atingente a la salud del pueblo. En ese sentido podemos asegurar que dentro de su vasto plan de acción este aspecto humanitario está principalmente contemplado.
Este auspicio de las autoridades tiene asimismo una forma directa de traducirse, y a ese respecto corresponde señalar que los miembros de la Asociación gozan del beneficio — dispuesto por decreto — de obtener gratuitamente para ellos: padres, hijos, cónyuges y hermanos, medicamentos, sangre y plasma, así como asistencia médica domiciliaria y de preferencia en los hospitales municipales.
Se les acuerda también acceso gratuito a los lugares de esparcimiento da carácter municipal: teatros Colón Municipal, etc.
Cláusulas especiales establecen otras atenciones para los dadores voluntarios que son empleados u obreros de la comuna. A éstos se les acuerda asueto el día que donan sangre, y gozan de una licencia especial de seis días por cada dos litros y medio que hayan donado.
De más está agregar que los dadores son objeto de constante atención médica a cargo de profesionales especializados, así como que en las oportunidades requeridas se les practican los exámenes y análisis clínicos y de laboratorio indispensables.

UNA MEDALLA, UN DIPLOMA
No obstante, no son esas ventajas las que estimulan el desprendimiento de los dadores voluntarios de sangre Para ellos, más que esas ventajas de orden material, tiene firme influencia el factor moral y el reconocimiento de las autoridades, que se materializa en la entrega de una medalla y un diploma cuando han llegado a donar hasta cinco litros de sangre.
Ese diploma y esa medalla, que son entregados en acto público el 15 de diciembre, oportunidad en que se festeja el aniversario de la Asociación y el Día del Dador Voluntario de Sangre, constituyen una meta y un verdadero motivo de orgullo.
Esa medalla y ese diploma son un legítimo timbre de honor para quienes, tocados por esa generosidad, han practicado y practican, en esa entrega espontánea de su sangre, la más hermosa forma de solidaridad humana.

UNA VERDADERA HERMANDAD
En medio de un mundo que se debate entre problemas de aguda complejidad, donde la incomprensión y el egoísmo parecen ser el índice de la época, la existencia de esta Asociación en nuestra tierra de paz y el desprendimiento que alienta a quienes militan en sus filas, es algo que reconforta el espíritu.
Y es la palabra sencilla de uno de los dadores la que permite captar, en su aspecto más esencial, toda la importancia moral de este organismo. Es un hombre simple, auténtico hijo del pueblo. Fuerte. De amplia expresión cordial en su sonrisa y en su mirada francas. Se niega a darnos su nombre. Apenas si es uno en ese concierto de voluntades entregadas a tan humanitaria función de bien público.
Nos dice:
— En nuestra Asociación no hacemos cuestión de raza, de religión, de credos o ideologías. Estamos todos, empeñados en ser útiles a alguien... No sabemos nunca para quién es la sangre que entregamos. Formamos, como he oído decir, una verdadera hermandad de la sangre. Dicen que dando nuestra sangre salvamos vidas. Es tan grande esto, que a veces uno no alcanza a comprenderlo; pero ha de ser así, seguramente, ya que los doctores lo dicen.
Y tras una pausa, agrega:
— Pero somos pocos todavía Tendríamos que ser muchos más Por eso todos los años, para estos días, nos acercamos a la mujer o al hombre que pasan para decirles: "Sea humanitario. ¡Done un poco de sangre!"
Revista Mundo Argentino
14/12/1949

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