El gran debate sobre el sistema electoral
Escribimos estas líneas en pleno debate de la
Junta Consultiva Nacional sobre el sistema
electoral que ha de regir en las próximas
elecciones nacionales. Las opiniones más
opuestas vienen siendo expresadas en el
recinto de sesiones. Tal como a una sana
democracia corresponde. Expuestas a veces con
mesurado tono institucional, y otras, con la
vehemencia viva. En nuestro país hay, en
este momento, un solo partido que se supone
mayoritario. Y tal vez del hecho de que todos
los demás dan por supuesta su calidad de
minoritarios, derive el que su voz se haya
alzado coincidentemente para defender a las
minorías. Los argumentos presentados han
sido, en algún caso, puramente formales, sin
esencia viva. Tanto, que se llegó a hablar de
"sistema métrico proporcional". Y en algún
otro, atendiendo a un nivel ideal de
perfección democrática que, bien lo sabemos,
no hemos alcanzado aún. Se dijo, por
ejemplo, que si la Ley Sáenz Peña sancionó el
sistema de Lista Incompleta, lo hizo a sólo
título de transición, hasta tanto las
condiciones ambientes justificaran un paso más
adelante, como se considera a la
representación proporcional pura. Y se dió por
descontado que ya hemos logrado esas
condiciones ideales. Pero, si no lo supiéramos
bastante, el mismo debate probó la
inconsistencia de tal esperanza. Cada
partido, cada sector de opinión, es
irreductible en sus propios puntos de vista.
Y nuestros partidos políticos presentan,
además, la característica de que, si no están
dispuestos a unirse más de una vez para
realizar labor constructiva, los une en cambio
fácilmente el deseo de realizarla obstructiva
contra el partido mayoritario.
Un poco
de historia Haciendo un poco de historia,
recordemos algo que sabe todo aquel que se
haya interesado por la política. El partido
Demócrata Progresista esgrimió, en cierta
ocasión, un argumento de carácter práctico que
resultó irrebatible. Se trataba del proyecto
de repartir proporcionalmente el presupuesto
educacional entre escuelas donde se impartiera
enseñanza de las diversas religiones que se
practican en el país. Dijo Lisandro de la
Torre que, en la práctica, eso era imposible.
Y lo probó presentando el caso de los
centenares de pueblos donde existían fieles de
dos o más religiones. Pero no en número
suficiente como para justificar la existencia
allí de dos o más escuelas. Eso sucedería
reiteradamente, dijo. Y tenía razón.
Pues bien, era de esperar que los demócratas
progresistas sostuvieran su misma lógica tesis
con respecto a la elección de legisladores,
puesto que pasaría en este , caso exactamente
lo mismo. ¿Cómo se divide la representación
proporcional donde se eligen dos o muy pocos
más legisladores? Número muchas veces inferior
a los partidos en pugna... Pero los demócratas
progresistas olvidaron esta vez la practicidad
demostrada otrora. En suma, y lamentamos
tener que decirlo, la posición adoptada por
cada cual revela que sólo piensa en sí mismo;
cuanto más, en su propio grupo.
El
pueblo debe decidir Nos hubiera gustado, en
vez de oírlos hacer tantas citas
bibliográficas y traer a colación tantos
antecedentes históricos, pensar e interpretar
más la realidad presente y, por sobre todo,
confiar en el pueblo. Porque no puede dejar
de reconocerse un hecho de absoluta evidencia
y que, sin embargo, poco se ha mencionado
allí: en la democracia es el pueblo el que
debe decidir. Y lo hace por el instrumento del
mayor número. Pues bien, esa mayoría de
opinión del pueblo parecía ser una cosa
secundaria. Al dictamen de la mayoría
electoral, los consejeros prefirieron el de
las minorías. Nosotros también consideramos
importante que se oiga la voz de todos. Pero
le damos la importancia que realmente tiene y
no más. Porque si el pueblo no aprieta filas
en torno de determinadas ideas partidarias,
eso no puede atribuirse a la casualidad.
Partidos hay que llevan medio siglo de
actuación o más en el país; si en comicios
honrados —que algunos hubo— no han conseguido
nunca otra cosa que minorías, resulta
meridianamente claro que, solamente una
minoría del pueblo desea que se la gobierne de
acuerdo con esas ideas. Respeto por la
voluntad del pueblo es lo que jamás debe
olvidar el político que se diga democrático.
La tesis socialista En ocasión de su
exposición, el señor Ghioldi señaló
"sugestivamente" el caso de Suiza, donde el
partido mayoritario (socialista) no gobierna
por haberse coaligado todos los demás,
superándolo así en número de representantes. Y
en la sesión siguiente, en el acaloramiento de
la discusión con López Serrot, ya dijo Ghioldi
abiertamente que afirmaba la necesidad de
coalición de los partidos minoritarios para
equilibrar o superar las fuerzas del
mayoritario. Ante la condena de López Serrot
de tal procedimiento, todavía aclaró el señor
Bullrich que dicha coalición no se haría
antes, sino después del comicio, en las
cámaras. Y aquí no podemos menos que
solidarizarnos con los conceptos de los
consejeros López Serrot y Alende, defensores
de la Ley Sáenz Peña en su total integridad:
esa coalición a posteriori implica, sin
atenuantes, el fraude a la ciudadanía. A toda
la ciudadanía. Porque quien prefiere que se
realice determinado programa de gobierno elige
a los hombres que le han prometido cumplirlo.
Si esos hombres, una vez investidos del
mandato, hacen alianzas por su propia cuenta,
y para obtener la sanción de algunas de sus
ideas transan con las de otros, que no son las
que sus mandantes deseaban, es evidente que
están haciendo mal uso del poder que se les
acordó. Y quizá, hasta traicionándolo en
alguna ocasión. De modo que con estas
coaliciones, que la experiencia prueba que
fatalmente se producen, no sólo se defrauda al
sector mayoritario del pueblo, sino también al
minoritario que se dice representar. El
verdadero sentido de la democracia, el
insobornable respeto por la voluntad
ciudadana, proscriben tales prácticas. Con
algunos consejeros coincidimos en el sentido
de que es justo que cada sector de opinión, si
cuenta con bastante respaldo popular, tiene el
derecho de hacerse oír para tratar de imponer
sus iniciativas. Y con otros, en el de que
es indispensable que tengamos un gobierno que
pueda actuar; que no se vea coartado por
obstruccionismos estériles. Permitir que el
partido mayoritario pueda ser superado por la
alianza de los demás, sería condenar al
estancamiento al país por un nuevo período.
Justamente en esta etapa histórica en que
detenemos sería seguir retrocediendo.
Representación de las minorías Dejar sin
representación alguna a minorías que lo
merecen, sin tener en cuenta la
diversificación cada vez mayor de opiniones
que se ha ido operando entre nosotros, tampoco
sería justo. Resulta, pues, necesario que
el partido que obtenga más votos, cualquiera
sea su número con relación a la suma de los
demás, tenga previamente asegurado un
porcentaje de representantes que le permita
realizar obra seria y constructiva. Este
porcentaje puede ser el del 66 % que determina
el actual sistema de lista incompleta, o bien
un 60 %. Pero debe tener mayoría efectiva
asegurada, tal como lo ha decidido la voluntad
del pueblo al demostrarle su preferencia.
El resto, entonces —ya sea el 33 % actual o un
posible 40 %—, en vez de adjudicarse
íntegramente a la minoría que obtuviera el
mayor número de votos, tendría que dividirse,
en proporción a los sufragantes que los han
apoyado, entre todos los demás. Creemos
que, además de conciliarse así las dos
posiciones que se han expresado en la Junta
Consultiva, habríamos dado un real paso
adelante en nuestra vida política. Y no
creemos, de ninguna manera, que los partidos
presumiblemente "mayoritarios dentro de la
minoría" se nieguen a dividir su
representación con los que tienen menos votos,
ateniéndonos a la insistencia con que todos
reclamaron GENEROSIDAD del mayoritario.
Estamos seguros de que quienes la reclaman de
los demás sabrán demostrarla ellos mismos.
En conclusión, pues, considerando los valiosos
argumentos de una y otra parte, pero
contemplando sobre todo la realidad actual de
nuestra vida política, y reconociendo todo su
valor a la voluntad popular, nos pronunciamos
categóricamente por una mayoría a la que la
ley electoral ponga en condiciones de actuar
como tal para gobernar con efectividad, y una
minoría con representación proporcional para
todos los que la ganen. Revista Mundo
Argentino 5 de diciembre de 1956
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del sitio
Gobierno efectivo de la mayoría y
representación proporcional en la
minoría por FIDEL AMENABAR fotos
CESAR ALVAREZ
en la foto el ministro del interior
Landaburu, el contraalmirante Rojas,
el secretario de la junta consultiva
Oliver, los representantes socialistas
A. Ghioldi y Alicia Moreau de Justo
El doctor Bullrich, católico
independiente / Américo Ghioldi y el
Doctor Muñiz / López Serrot y Oscar
Alende
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