DIRECTORES TECNICOS
¿ A QUE JUGAMOS ?
Entre la idolatría y el odio los directores técnicos protagonizan uno de los roles más polémicos del fútbol profesional. Plagada de impostores, la profesión oculta un complejo submundo -a veces lindante con el delito- regido por los resultados de cada domingo
Directores técnicos
"La mayoría de los entrenadores son unos charlatanes. En el desarrollo del juego tienen menos influencia que el peor de los jugadores" (Pedro Cea, uruguayo, único jugador del mundo que actuó en todos los partidos da una triple conquista mundial: Olimpíadas de 1924, 1928 y Campeonato del Mundo de 1930).
"Para algunos exquisitos, el mío no es un buen sueldo (unos 800 mil pesos mensuales). Pero yo sé que en los pueblos hay millones de personas que ganan bastante menos" (Joao Saldanha, recientemente desvinculado de la dirección técnica de la selección brasileña).
"Cuando me piden un autógrafo pienso para mis adentros: ¡pobre Italia!" (Nereo Rocco, D.T. del Milán Atletic Club).
Para la mayoría, suele ser una etapa intermedia entre su crepúsculo como futbolistas y la jubilación. Una etapa nada despreciable si —como ocurre en no pocas oportunidades— les permite embolsar más dividendos que los obtenidos como jugadores. De allí que en los últimos años, la proliferación de DD.TT. (sólo la Asociación de Técnicos de Fútbol de la Argentina nuclea 400 afiliados) haya incentivado una puja que se renueva todos los años: acceder a una de las 21 instituciones que integran la primera división de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA); en ellas, obviamente, se perciben los mejores honorarios. Los que no cuentan con buena fortuna, predicamento, o eficaces intermediarios para enrolarse en uno de los 21 monstruos que habitan la cúspide de la AFA, pueden ofrecer sus servicios en los 3.600 clubes que completan la estructura futbolística nacional. Para acceder a un tentador contrato sólo hace falta —teóricamente— saber (y exhibir el título habilitante otorgado por la Escuela de Técnicos de la AFA que recién a partir del 1º de enero de 1970 comenzó a exigir ese requisito). Claro que muchos se han preguntado, y lo siguen haciendo, ¿qué es lo que debe saber un D.T.? Las respuestas a ese interrogante han desatado una de las mayores polémicas del fútbol profesional: según algunas figuras estrechamente vinculadas a ese deporte, como el jugador uruguayo Cea, sólo se requiere una buena dosis de hipocresía; otros sostienen teorías tan dispares como "saber pegarle a la pelota" o "digitar funcionalmente sistemas táctica-estratégicos hilvanados de acuerdo a la movilidad posicional de los rivales". El panorama parece oscilar entre la mogigatería y la cosmogonía, o poco menos. Pero ese increíble movimiento pendular que agrupa a incapaces e impostores, y no pocas veces eclipsa los logros de los talentosos, es sólo uno de los hilos que componen la trama de esta actividad. SIETE DIAS trató de enhebrarlos todos, o casi todos, respaldada por los testimonios de técnicos, periodistas, jugadores y quienes, de distinta manera, participan activamente en la renovación o destrucción del deporte más popular de la Argentina.

¿D.T. ERAN LOS DE ANTES?
"En mi época de jugador, el director técnico no hablaba nada de fútbol. Yo, mi hermano Antonio, Arsenio Erico, Antonio De la Mata y los demás muchachos, nos reuníamos antes de cada partido y resolvíamos todo" (Oscar Carlos Sastre, ex jugador de Independiente y actual presidente de la Asociación de Técnicos Egresados).

A comienzos de siglo, cuando la práctica del fútbol era aún incipiente en la Argentina y el juego conservaba algunas reminiscencias del rugby, el cargo de D.T. no poseía esa denominación ni las atribuciones actuales. Alejandro Watson Hutton —un profesor inglés que por 1900 popularizó al equipo del English High School bajo la mitológica denominación de Alumni— cumplía funciones de consejero espiritual del equipo. Las soluciones técnico-táctico-estratégicas quedaban en manos de los jugadores; particularmente, del capitán, Jorge G. Brown, considerado el caudillo del team.
Esta estructuración rigió, sin variantes substanciales, hasta bastante entrada la década del 50. El D.T. o "entrenador", como algunos preferían llamarlo, era un personaje secundario, casi anónimo, en el que nadie reparaba. Permanecía año tras año en el puesto, como una suerte de becado, marginado de los éxitos o fracasos de sus discípulos. Un ejemplo bastante nítido de esta situación puede, extraerse de la vida de Alfredo Garassini, una fanático hincha de Boca Juniors que gozó de notable popularidad en la Ribera hacia la década del 40. Durante la temporada futbolística de 1943 y 1944, Garasa —así lo llamaban en el barrio xeneize— salió al campo de juego como D.T. de los primeros equipos de Boca que conquistaron ambos campeonatos. La tarea de Garasa —quien, durante el resto de la semana, ganaba su sustento como empleado bancario— era entretener y alegrar a los jugadores con sus canciones y ocurrencias antes de cada partido. Jamás hablaba de fútbol, ratificando lo expresado por Sastre.
La teoría que sostiene que los equipos de otras épocas (varios expertos aseguran que los actuales también) estaban regidos futbolísticamente por las decisiones que adoptaban sus mejores integrantes (camarillas) se visualiza claramente en un pasaje del libro Fútbol, dinámica de lo impensado, pergeñado por el periodista deportivo Dante Panzeri: "Cuando a los jugadores de las más triunfales generaciones de River Plate se les pregunta quién orientaba aquel fútbol tan brillante (además del genio de ellos mismos), siendo Emerico Hirschl o Renato Cesarini el D. T. del equipo, ellos responden: —¡Carlitos! ... Se refieren a Carlos Peucelle, con quien se reunían a hablar a espaldas de Cesarini o Hirschl)."
Inmediatamente, Panzeri acota: "Colegas brasileños suelen decir que de Feola o Aymoré Moreira (ex directores técnicos de la selección de Brasil) existía entre Pelé, Zito, Nilton Santos, Garrincha, Didí, Coutinho ... la misma idea que entre la 'camarilla' del Boca 1943-44, la 'camarilla' de River, la 'camarilla' de San Lorenzo, la 'camarilla' de Racing . . . respecto de los DD.TT. que los 'dirigían'. Es significativo: los nombres de sus DD.TT. han caído casi siempre en el olvido tratándose de grandes equipos. Tanto porque la capacidad de los jugadores los dejó de lado . . . como porque esos equipos no tuvieron otro D.T. que los mismos jugadores con su 'camarilla'."

PEOR EL REMEDIO OUE LA ENFERMEDAD
"Después del fracaso de la selección argentina en el mundial de Suecia de 1958 inventamos el boom de los DD.TT." (Rodolfo Kraly, presidente de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino).
"Directores técnicos hubo siempre; pizarrones y tácticas no" (Federico Pizarro, director técnico de Platense).

Kraly (57, un hijo) fija un punto de partida para explicar la irrupción vertiginosa, y con facultades cada vez mayores, de los directores técnicos en el medio futbolístico local. Según sostuvo ante SIETE DIAS, esa "invención" tuvo una triste finalidad: "matar un fútbol hábil por naturaleza y reemplazarlo por la fuerza bruta que siempre caracterizó a los europeos". Pizarro (42, dos hijos), en cambio, prefirió urdir una respuesta apelando a "la carencia de buenos jugadores" que se viene advirtiendo en los últimos años. "En mi época de jugador —memorizó—, el técnico sólo estaba para entrar al vestuario y gritarnos: ¡Vamos, muchachos, que el referee ya llamó...! No necesitaba hacer otra cosa porque contaba con buenos jugadores. Tenía más suerte que los actuales DD.TT., quienes tropezamos en primera con cada patadura ..." Suerte que benefició, entre otros, al desaparecido Guillermo Stábile (manager de la selección nacional durante 20 años: 1939-1959). Casi todos los jugadores que actuaron bajo su liderazgo —recuerda Panzeri— aseguran haber recibido de G.S. indicaciones futbolísticas que no superaban este tenor:
—Muchachos, ya saben lo que tienen que hacer.. .
—¡Garra y corazón!!!! ...
—Fulano, cuidado con Zutano que es peligroso ...
—Mengano, no gambetee . . .
—Muchachos, faltan quince minutos ...
¿Trocar habilidad por fuerza? ¿Resolver la ausencia de futbolistas aptos? Las teorías que intentan explicar la ruidosa reivindicación del oficio de técnico en la década pasada no concluyen) allí. El periodista especializado Luis Alfredo Sciutto (40 años en el métier, redactor y columnista del diario Clarín, más conocido como Diego Lucero) aportó un novedoso y lapidario enfoque: "El auge de los DD.TT. —acusó— debe atribuirse a la falta de responsabilidad y capacidad de los dirigentes. Para desligarse de compromisos, financian la renta de una persona que se responsabilice de las actuaciones del equipo". En un todo de acuerdo con Sciutto, Ángel Labruna (50, un hijo, director técnico de River Plate) ilustró ese razonamiento: "Cuando jugaba en la primera de River y el equipo venía actuando mal desde hacía varias fechas, la gente se daba vuelta en la tribuna, mirando hacia el palco oficial —recordó nostalgioso—. Gritaban acusaciones contra la comisión de fútbol del club. Generalmente, pedían la cabeza de alguien. Ahora, en cambio, cuando el plantel no camina, todo el mundo deja de mirar el partido y comienza a clavarle los ojos y las críticas al D.T.: un blanco móvil al servicio del dirigente".
A primera vista, las teorías que analizan el boom de los managers no se contradicen; todo lo contrario, se complementan. Fundamentándose en ellas podría afirmarse que un director técnico útil es aquel que puede trasformar la habilidad de sus discípulos en alguna otra virtud más estimada, que está en condiciones de prefabricar cracks y que, de por sí, se ofrece como inmejorable chivo expiatorio de los dirigentes "cuando las papas queman". ¿Esa es la función de los preocupados, aunque bien remunerados, DD. TT.?

MISION IMPOSIBLE
"El técnico es una especie de jefe de fábrica" (Osvaldo Zubeldía).
"El director técnico es un ejecutivo de empresa" (Manuel Giúdice).
En una profesión donde cada uno impone sus normas y métodos de trabajo es bastante frecuente tropezar con criterios disímiles sobre lo que debe hacerse. "Los clubes me pagan para que conduzca un grupo de jugadores que representan un importante capital —estimó el ejecutivo Manuel Giúdice, 50, dos hijos, director técnico de Independiente—. Mi deber consiste en evitar que ese capital se deteriore, haciéndolo rendir al máximo e incrementándolo con la promoción de nuevos
valores." Aunque parezca lo contrario, M. G. no dialogó con SIETE DIAS en la sala central de la Bolsa de Comercio.
Algo más proclive a la industria, Osvaldo Zubeldía (42, un hijo, D. T. de Estudiantes de La Plata) desenfundó sus dotes deportivo-fabriles: "Este oficio se parece mucho al de un capataz industrial —comparó—; si la empresa cuenta con buenos operarios, pero carece del hombre que los mande, todo se derrumba".
Menos metafórico y esgrimiendo un envidiable poder de síntesis, La-bruna concretó en dos palabras los objetivos que persigue como profesional: "Ganar títulos". No abundó en detalles sobre cómo adueñarse de esos trofeos. Kraly lo hizo por él, y con creces: "La verdadera función del técnico es seleccionar, integrar, conducir, pulir, perfeccionar . . . —respiró— ... y adoptar un esquema de juego de conjunto". Cuando SIETE DIAS se aprestaba a preguntarle si creía que todos los DD. TT. desplegaban semejante actividad, R. K. se despachó con un epílogo que sería injusto macular con un interrogante: "Y coordinar —adicionó— las aptitudes innatas de los jugadores y la sincronización de los esfuerzos".

LAS LLAVES DEL EXITO
"Hay que saber pegarle a la pelota" (Ángel Labruna).
"El director técnico debe tener humor" (Argentino Geronazzo).
"Hay que tener vestuario" (Zubeldía).

¿Qué factores determinan el éxito de un director técnico? ¿Cuáles son las claves sobre las que basa su trabajo? También en este asunto los criterios varían y se contraponen hasta enfrentarse. Para el susurrante Juan José Pizzuti (42, soltero, manager de la selección nacional) tres generalidades —muy saludables, por cierto— deben encabezar el curriculum del buen D. T.: "Responsabilidad, seriedad y conocimientos de fútbol —pontificó, añadiendo una cuarta muy en boga últimamente—; además, debe estar en condiciones de resolver problemas de relaciones humanas". Menos apostólico, Labruna adjudicó suprema importancia a ciertos detalles prácticos; especialmente saber shotear a la perfección. "El jugador —advirtió— debe estar convencido que el técnico le pega mejor que él a la pelota." Es más, A. L. piensa que allí nace el respeto del jugador hacia su "maestro". "Lo respeta porque el técnico lo supera en eso que el jugador sabe hacer mejor que nada: patear. Casi siempre, durante los entrenamientos, mientras yo peloteo a los arqueros, escucho voces detrás mío que murmuran bajito: «Como le pega don Angelito no le pega nadie», «Fijate ese chanfle ...», «¡Qué bien la agarró de sobrepique! ...» Ahí está el quid de la cuestión." Cuando SIETE DIAS preguntó a Argentino Geronazzo (38, soltero, ex técnico de Deportivo Morón) qué opinaba con respecto al enfoque de Labruna, lo primero que obtuvo, como respuesta, fue un gesto de inusitado asombro; inmediatamente después, esta valoración demoledora: "Quienes defienden esa teoría no saben hacer otra cosa que pegarle a la pelota. No nos engañemos —se sinceró—, para ser un buen técnico hay que tener humor en grandes dosis. Muchos colegas, durante la noche anterior a los partidos, se angustian más que los jugadores. No es raro que el médico del plantel deba descuidar a sus integrantes para ocuparse del D. T.".
Exhibiendo un sentido del humor no muy desarrollado, Zubeldía eludió analizar el criterio de sus colegas. Echando mano a una de las frases de la jerga futbolística que más lo cautivan recalcó que un buen técnico "debe tener vestuario". No se refería, obviamente, al que cubre su anatomía.
Analizando las características valoradas por los tres reconocidos DD. TT. argentinos podría deducirse que sabiendo shotear, gozando de un excelente humor y luego de haber transitado los sitios claves del fútbol (además del campo de juego), se estaría en condiciones de conquistar una influencia notable en el rendimiento de un equipo. Pero, ¿cómo podría justipreciarse esa influencia? El periodista Panzeri ensayó una estimación: "Al decir que un buen D. T. tiene mucha influencia si aporta un 10 por ciento del rendimiento de un equipo . . . estoy diciendo mucho. Acaso demasiado, porque le estoy asignando más participación que a uno de los once jugadores. Y eso es muy generoso de mi parte. Porque si discriminamos por partes iguales la participación de un equipo en sus resultados, a cada jugador le corresponde el 9,99 por ciento ... Y no hay director técnico que pueda contar como un jugador, aunque sepa mucho y mande mucho y enseñe mucho..."

LOS DISCIPULOS DEL DIABLO
"Con el jugador hay que ser pedagógico" (Giúdice).
"El D. T. es para el jugador como un padre de familia" (Pizarro).
"Hay que ser un Batihombre" (Geronazzo).

Curiosamente, para la mayoría de los DD. TT., los problemas que entraña formar el equipo, estudiar el próximo rival o elaborar técnicas de juego, no resultan tan difíciles de solucionar como los acarreados por una mala relación con sus dirigidos. ¿Cómo evita un manager esos peligrosos roces? "Imponiendo disciplina desde el comienzo —sentenció Pizarro sin hesitar—. No hay que olvidar que en cada deportista hay un 70 por ciento de niño y un 30 por ciento de adulto."
Desenfundando una observación que también planea sobre terrenos infantiles, Geronazzo explicó que "el técnico debe actuar como un maestro frente a sus alumnos; para ellos representa un ser todopoderoso que debe defenderlos, aconsejarlos, hacer justicia cuando corresponde . . . En síntesis, debe ser un Batihombre".
Poco afecto (en este terreno) al paternalismo, Zubeldía planteó las ventajas de la hermandad técnico-futbolista: "Uno debe demostrar a los jugadores que está a la par de ellos, que no los usa en su beneficio; por eso es fundamental que el D. T. perciba el mismo sueldo que sus discípulos. Eso no es todo: yo, por ejemplo, soy amigo de mis jugadores, salgo con ellos, vamos al hipódromo ... Y no me interesa que la gente diga pavadas por ahí".
No es sencillo verificar cuánto dinero embolsa un D. T.; tampoco es fácil descubrir si esa presunta amistad formal tiene auténticas raíces afectivas o disimulados fines demagógicos. De todos modos, no siempre los tanteos afectivos (o de cualquier índole) del técnico son respondidos positivamente por el jugador. Cuando tropieza con situaciones de esta naturaleza, Geronazzo apela a una receta infalible. "El jugador rebelde es el más fácil de domar —se jactó—. A los futbolistas ventajeros les saco lo que menos les gusta perder: dinero y puesto. Cuando faltan sin justificaciones o cometen cualquier desatino, jamás les pido que me rindan cuentas . . . ¡pero a fin de mes no ven un peso! Por eso, en el fondo, el ventajero es dócil: cuando ve que pierde, se achica. Los verdaderos problemas se presentan con los jugadores rectos, idealistas. A ésos nunca hay que fallarles, porque si se comete esa torpeza no se los recupera jamás."
Indudablemente, la consagración o permanencia de un futbolista en la primera división de cualquier equipo depende, en buena medida, del técnico que ejerza en esos momentos. No es extraño, entonces, que los jugadores exhiban cierta reticencia cuando se los interroga sobre su manager de turno. Antonio Ubaldo Rattin (32, tres hijas, mediocampista de Boca Juniors), un veterano en las lides futbolísticas, justificó —planteando su propio caso— esta precaución generalizada. "No quiero hablar sobre DD. TT. porque, si alguna vez lo hiciera, en cualquier momento tendría que lamentarlo. No puedo arriesgarme a suministrar opiniones por una sencilla razón: el jugador, como el técnico, ejercen profesiones muy inestables, cambian constantemente de clubes. ¿Quién me asegura que el día de mañana, por cualquier circunstancia, no me toca obedecer a un D. T. al que juzgué con opiniones no muy favorables? ¿Cómo reaccionaría ese hombre? Tal vez excluyéndome del equipo, obligándome a jugar en reserva o, en el mejor de los casos, logrando por todos los medios que el club me trasfiera."
Resulta interesante comparar (y sacar conclusiones) las observaciones de Rattin y las de su actual D.T., José María Silvero (38, tres hijas). El flamante técnico de los xeneizes ofreció a SIETE DIAS una de las reflexiones más adultas sobre el problema: "Una buena relación D. T.-jugador no entraña ningún secreto —aclaró—. Todo se reduce a no mentirle a! futbolista en ningún terreno, sea humano o técnico, y ofrecerle oportunidades. Cuando uno de los dos pierde la confianza en el otro, la relación se derrumba. Todo esto está regido por una apreciación personal que considero válida: a la larga, los mejores individuos son los mejores jugadores. Con el D. T. ocurre exactamente lo mismo".

MI QUERIDO ENEMIGO
"Al dirigente sólo le interesa ganar" (Labruna).
"Entre el dirigente y el jugador, me quedo con el jugador" (Geronazzo).

Tal vez la tarea más difícil que debe encarar un técnico sea satisfacer las exigencias de la comisión directiva, sin que ésta interfiera su trabajo o pretenda imponerle ideas. Para Kraly, ese objetivo es bastante difícil de alcanzar. "Los dirigentes de nuestro fútbol prefieren técnicos maleables antes que capaces —acusó—. Me consta que la mayoría de los DD. TT. trabaja sin contrato: eso posibilita que se los maneje sin trabas legales".
Obviamente, cuando escuchan esta imputación, la mayoría de los managers niega aceptar ofrecimientos urdidos en tales condiciones. Pizzuti, por ejemplo, aseguró que jamás toleró interferencias en su trabajo o irregularidades de cualquier calibre. Algo más contemporizador, Labruna reconoció: "Acepto las opiniones y estoy a disposición de la comisión para explicarles lo que deseen saber. Ante los integrantes de la C. D. trato de imponer mis razones, y así sigo". En esas condiciones, Zubeldía no sólo no seguiría sino que ni siquiera comenzaría: "Personalmente —juzgó—, desconfío de los técnicos que se reúnen todas las semanas con la comisión directiva. Sospecho que a esa gente le forman el equipo".
Defendiendo la posición de algunos dirigentes, Alberto J. Armando (59, una hija, presidente de Boca Juniors) estableció pautas de relación entre técnicos y directivos. "Es peligroso generalizar —aclaró—. Conviene tener en cuenta que hay dos tipos de instituciones: las que están planificadas y las que no. En las primeras, el técnico tiene la responsabilidad de formar los equipos. Eso, por supuesto, no le da derecho para hacer lo que se le ocurra. Lo que se pretende es que el equipo gane (esto, en Boca, es un imperativo). Por eso los técnicos tienen atribuciones y obligaciones. Estas últimas podrían resumirse en un solo compromiso: demostrar a la comisión directiva que su criterio (el del D. T.) con respecto a cualquier asunto es más efectivo que el esgrimido por la C. D."
Por lo visto, Geronazzo no podría desempeñarse en Boca; al menos eso se desprende de su observación, algo agresiva si se quiere: "Si un dirigente me llega a insinuar que Fulano está jugando mejor que Zutano, sólo por demostrarle que no le llevo el apunte soy capaz de dejar a Zutano en primera todo el año. Y lo haría aunque el dirigente tuviera razón". Silvero, en cambio, despliega actitudes menos exabruptas en la conducción del Campeón Nacional 1969: "Muchas veces escucho lo que me sugiere Armando —confesó—; y no lo hago porque sea el presidente de Boca, sino porque lo considero una persona sensata. Claro que eso no quiere decir que aplique sus puntos de vista aunque no los comparta. En absoluto: en definitiva, yo me juego, gano o muero, con la mía".

LOS TECNICOS Y EL HAMPA
"Esta profesión me permite comprobar hasta dónde puedo soportar todas las presiones que ejercen sobre mí" (Geronazzo).
"Si hubiese querido ser sinvergüenza, a estas horas sería millonario" (Giúdice).
"Un D. T. debe entrar por la puerta, no por la ventana" (Zubeldía).

¿Qué camino transita un director técnico antes de incorporarse a una institución? Las vías pueden ser numerosas y no siempre legales: éste, tal vez, sea uno de los capítulos más oscuros en la breve historia de los DD. TT.; un intrincado submundo donde aparecen complicados dirigentes, técnicos, intermediarios e, incluso, periodistas; una realidad que los allegados al fútbol reconocen pero que se niegan a denunciar con hechos y pruebas concretas. "Es harto conocido el caso de numerosos intermediarios que sugieren a sus «clientes» operaciones insospechadas —refirió Kraly—. Una bastante común consiste en proponerle a un D. T. desocupado firmar contrato con una institución importante. A cambio de esos servicios, el técnico en cuestión (una vez incorporado a la institución de marras) le comprará determinados jugadores por cuya venta el intermediario embolsa suculentos intereses."
Kraly no es el único que arremete contra esa embozada manifestación gangsteril: Giúdice reveló a SIETE DIAS un episodio del que fue protagonista. "Confieso que hace cinco años yo era un puritano, un inocente que se burlaba de los comentarios que hacían entrever cierto subsuelo del fútbol donde paseaban orondos los hampones —se criticó—. Pero desde entonces hasta hoy me han propuesto todo tipo de negocios turbios, cobrando sumas siderales si accedía." La pregunta salta a la vista: ¿Por qué Giúdice no denunció esas maniobras? La respuesta también es instantánea: "Porque carecía de pruebas concretas. Además —reflexionó—, ¿qué ganaba con hacerlo?"
Paradójicamente, los mismos intermediarios aportan cargos contra sus colegas involucrados en lo que suele denominarse "el gran negocio del fútbol". Félix Latrónico (57, dos hijas, quien medió en la venta de Ernesto Grillo al Milán de Italia, de Antonio Angelillo al Internazionale del mismo país, de Luis Carniglia al Fiorentina . . .) aseguró que "muchos D. T. están ligados de por vida a una persona por el sólo hecho de haber firmado un contrato tramposo; obligados, además, a compartir hasta el sueldo con el intermediario en cuestión".
¿No puede el técnico eludir la mediación de estos insólitos empresarios? El intermediario Ángel Espiño (30, tres hijos, participó en la trasferencia de Iselín Ovejero al Atlético Madrid, de Sergio Villar a San Lorenzo de Almagro . . .) suministró algunos detalles aclaratorios. "Los técnicos generalmente acceden —aunque más no sea— al diálogo con los intermediarios: nosotros somos los únicos, o poco menos, que podemos procurarles un contrato en el exterior. Que lo trampeen o no, depende del intermediario que le toque en suerte." Los servicios de intermediación insumen a los D. T. porcentajes normales cercanos al 10 por ciento de la suma oblada por su contratación. En circunstancias anormales o tramposas esos honorarios pueden multiplicarse inusitadamente. Es más, algunos intermediarios, capitalizando la urgencia de un técnico desocupado y sabiendo que determinado club está dispuesto a pagar cierta suma mensual por un D. T., ofrecen al manager un sueldo o prima menor y, en complicidad con los dirigentes de la institución, embolsan la diferencia.
Ignorando, aparentemente, esta turbia trama, Zubeldía rehusó polemizar. Como era de suponer, echó mano a una de sus frases preferidas y lanzó este aforismo: "Para triunfar en un club hay que entrar por la puerta, no por la ventana". Geronazzo, en cambio, no se negó a aportar una experiencia personal. "No hace mucho —recordó— me llamó por teléfono un señor que es periodista —lamentablemente, A. G. no recuerda su nombre— y me informó que se dedicaba a «colocar» técnicos. Acto seguido me ofreció un club. Le respondí que estaba encantado, que me enviara a los dirigentes a casa y que se olvidase de mí porque no pensaba darle un solo centavo. Por supuesto, jamás volví a tener noticias del susodicho."
El ingreso de un D. T. a un club puede ser turbulento: su alejamiento de la institución también. Habitualmente, la determinante de esas fugas precipitadas suele ser la ausencia de éxitos. Pero no es la única causa: muchas veces, al granjearse el encono de la tribuna partidaria (negándose, por ejemplo, integrar el primer equipo con determinado y carismático jugador) o rechazando las interferencias de la comisión directiva, un D. T. está firmando tácitamente su pasaporte al exilio.
Quienes acostumbran transitar los corrillos del club San Lorenzo de Almagro suelen comentar cierto episodio que, según esas versiones, ocurrió en julio de 1963, cuando Pablo Amándola y Adolfo Mogilewsky estaban a cargo de la dirección técnica y preparación física, respectivamente, del plantel santo. Al parecer, los dirigentes del club —deseosos de que P.A. y A.M. abandonaran la institución, a la cual estaban ligados por contratos— enviaron a un grupo de socios para que los molestaran durante las prácticas. Tanto urticaron a los dos técnicos que uno de ellos, Amándola, cayó en la trampa, trabándose a puñetazos con los molestos visitantes. Al día siguiente de registrada la pelea —viernes 7— las autoridades del club impidieron que Amándola y Mogilewsky ingresaran al mismo; posteriormente, les rescindieron los contratos, acusándolos de agraviar a miembros de la comisión directiva, subcomisión de fútbol y asociados.
Otras versiones dan cuenta de sucesos menos premeditados aunque igualmente insólitos. Tal vez el caso más patético —de acuerdo a los comentarios que numerosos simpatizantes de Vélez Sársfield vierten al respecto— sea el que protagonizó Ricardo Aráuz hacia 1967, durante su breve tránsito como D. T. del equipo de Liniers. Según se comenta, miembros de la "hinchada brava" del club, descontentos con su trabajo, se apersonaron en su domicilio y, amenazándolo de muerte, lo obligaron a renunciar.
El panorama no parece amedrentar a los incontables aspirantes a D. T. Uno de ellos, careciendo de mejor vía para ofrecer sus servicios, optó por poner un aviso destacado en el matutino Clarín, edición del 18 de agosto de 1969. Bajo el título Fútbol, se leía textualmente: "Señor mayor, serio, responsable, ex jugador de fútbol por más de 20 años en las provincias, actuando como instructor y entrenador de equipos, se ofrece como director técnico a prueba por 30 días, sin remuneración mensual, a fin de demostrar métodos benéficos de marcación, combinación veloz y forma de llevar la pelota. A la vez, inculcar cultura deportiva: caballerosidad, tolerancia, corrección. Llamar a don Fernando: 38-..., de 8 a 12 hs.".

Revista Siete Días Ilustrados
23.03.1970
GUSTAVO MARQUEZ.
Recuadros de la crónica
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LOS DUEÑOS DEL SEMILLERO
Las divisiones inferiores de todo club constituyen, sin duda, su más provechosa fuente de recursos humanos. SIETE DIAS dialogó con dos veteranos directores técnicos (Bernardo Gandulla, 53, un hijo, contratado por Boca Juniors, y Ernesto Duchini, 60, casado, quien se desempeña en San Lorenzo de Almagro), pertrechados con abundante experiencia sobre el juvenil mundo del "semillero". A continuación se reproducen algunos de sus conceptos claves.
GANDULLA
•No tengo zonas donde ir a buscar jugadores: ellos están en cualquier parte.
•No es difícil seleccionar jugadores: con sólo verle el toque, la prestancia, la manera de pegarle a la pelota, la gambeta... se obtiene una radiografía del chico.
•Las divisiones inferiores constituyen una suerte de colegio primario: el D.T. es el egresado que aconseja.
•Los técnicos de inferiores estamos al servicio del de primera división. Estos, a veces, prefieren jugarse la suya y se resisten a pedirnos algún pibe.
•El jugador de 14 años es como un árbol joven: si uno lo poda no le queda nada. Recién a los 17 años hay que persuadirlo de que abandone ciertas mañas para bien del equipo.
•En esta división los triunfos no interesan.

DUCHINI
•Los potreros desaparecen; dentro de poco habrá que ir a buscar toda la gente al interior.
•No puedo explicar por qué me gusta un jugador, pero cuando me gusta no me equivoco jamás.
•En las inferiores hay que oficiar de padre más que de D. T.
•Los técnicos de inferiores no somos postergados: yo gané dinero, fama e, incluso, muchos viajes.
•A los chicos no podemos insuflarles talento ni modificar su inventiva, su inspiración: eso viene con ellos. Lo que piensa el jugador siempre está por encima de lo que piensa el técnico.
•Pobrecitos los que suponen que en las divisiones inferiores no interesan los resultados.

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¿PASAMOS AL PIZARRON?
Es probable que uno de los temas que más ardorosas polémicas ha desatado entre los DD. TT. sea el referido a las jugadas premeditadas y su presunta utilidad. Seis managers argentinos sintetizaron ante SIETE DIAS la vigencia del "pizarrón".

•A quienes dicen que las jugadas preconcebidas no dan resultado les contesto lo que siempre repito ante mis jugadores: mientras otros sigan improvisando con los futbolistas, nosotros seguiremos ganando campeonatos con el trabajo.
Osvaldo Zubeldia
•No creo en las jugadas premeditadas porque no creo en el fútbol mecanizado. A los jugadores sólo hay que alertarlos sobre todas las situaciones que se puedan presentar a favor y —especialmente— en contra. Ángel Labruna
•Un técnico no le puede enseñar nada nuevo a un jugador que ya llegó a primera. En Sudamérica el futbolista nace sabiendo jugar. Se le pueden transmitir ciertas tácticas,
sistemas defensivos o de ataque, pero nada más. Juan José Pizzuti
•A los jugadores no hay que aturdirlos con jugadas preconcebidas. Algunos DD.TT, quieren enseñar, por ejemplo, 50 variantes de córner al mismo tiempo y los futbolistas se embarullan; sólo hay que practicar 4 ó 5 posibilidades y usarlas mientras den resultado. De todos modos, nunca se puede predecir qué va a pasar en un partido: si yo tengo en mis manos una murga infame no puedo pretender milagros.
Argentino Geronazzo
•Hay técnicos teóricos y otros prácticos. El práctico es un fiscalizador del grupo. Alguien que tiene que cuidar la disciplina y colocar a los hombres en el campo. Yo apenas tengo algunas jugadas preparadas: prefiero tener un equipo de fútbol. Manuel Giúdice
•Si existiese un técnico que pudiera crear un jugador le resultaría mucho más retributivo instalar una fábrica de cracks y venderlos por cuenta propia. Rodolfo Kraly

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