El Clan Mores

ESTA ES UNA ENTREVISTA LARGA Y A FONDO CON EL CLAN MORES, EL EXCEPCIONAL GRUPO FAMILIAR DE UN MUSICO ASOMBROSO: MARIANO MORES. DESDE EL PRIMER HABANO COMPRADO CUANDO HIZO "CUARTITO AZUL" HASTA LA FAMILIA ACTUAL, DEDICADA A LA MUSICA SIN EXCEPCIONES (MIRNA, SU MUJER, CANTO PROFESIONALM ENTE) Y LIGADA POR EL CEMENTO DEL INALTERABLE AFECTO MUTUO.

El Clan Mores
Cuando a los 17 años hizo la música de "CUARTITO AZUL" comenzó a fumar habanos. Ahora que tiene 49 y es el autor de no menos de veinte (20) tangos que jamás serán gastados por el olvido sigue con esa costumbre de esconder su mirada marrón en la niebla azul de sus grandes y lujosos cigarros. Fue una manera, quizá, de habituarse al éxito y al dinero que su genio iba a hacer llover sobre él como si pasase su vida caminando por parques otoñales. La había pasado muy mal los últimos tres o tres años y medio, desde que su padre había vuelto, junto con la mamá, él y otros seis hermanitos, de Europa. Hombre bien acomodado, pero de cabeza un tanto fresca, tuvo la divertida idea de irse con toda la familia a descubrir Europa "o algo así". Se llamaba, como el que iba a ser después su famoso hijo, Mariano. Así se llamó también el abuelo. Así se llama su hijo y así —dice— se llamará mi nieto, siempre y cuando mi nuera no se oponga.
—Pero —explica mientras sigue soplando bancos de niebla azul— yo debo ser el único marido que lleva el apellido de su esposa...
En realidad su mujer tampoco se llama Mores sino Moragues. Pero con el "Mor" del comienzo y el "es" del final terminó por formar un dúo con su hermana cuando sólo tenia 13 años. Las acompañaba al piano Marianito Martínez (14), quien al ver que el dúo iba a ser un éxito resolvió crear el "Trio Mores", interpolándose como pianista, un sabio pianista de 14 años que estaba tratando, muerto ya su padre, de llevar "algo más que la leche y los pancitos que sobraban en la cooperadora del colegio de Cevallos al mil, donde yo ganaba diez pesos por mes". Fueron tiempos de miseria loca en los que la necesidad, con su cara de hereje, lo llevó a echar un poco de agua en la leche que bebían los niños del colegio para llevar él algún litro para su familia, toda hacinada en una sola pieza.
—Por eso —dice—, cuando mi tango se convirtió en el éxito que fue, y con todo lo que ese éxito prometía, me compré un gran habano. .. Desde entonces es uno de mis grandes placeres. No hay nada que me de más gusto que alguien me obsequie una caja de habanos.
Nada más que por el placer que le da el que alguien tenga una gentileza hacia su persona. Desde los 18 años, cuando compuso "EN ESTA TARDE GRIS", ya podía comprárselos solo. Ni hablar a los 19, cuando ya tiene "GRISEL" (todos con letra de José María Contursi), o a los 20, cuando acumula "A QUIEN LE PUEDE IMPORTAR", con letra de otro inmortal: Cadícamo. Y a los 21 años hace con Discépolo "UNO", y a los 22 "CRISTAL", y así todo el tiempo, al ritmo de un fabuloso éxito por año. Hizo tantos, que hasta su hijo, "Nito", perdió la cuenta y un buen día se puso a discutirle a un hombre canoso, de quien no recuerda el nombre, que "EN ESTA TARDE GRIS" no era de su papá: "El tipo me miraba y me miraba, medio raro; habrá pensado: éste está loco..." Tampoco supo, hasta cuatro o cinco meses atrás, que el tango "DEJAME" había salido de la prodigiosa imaginación musical de su padre.
Y si usted cree que todo terminó allí piense en "ADIOS PAMPA MIA", "SIN PALABRAS", "TU PIEL DE JAZMIN", "EL PATIO DE LA MOROCHA" o en la milonga "TA-QUITO MILITAR". ¿No le alcanza, señor? Bueno, ahí tiene un título para que píense un rato: "CAFETIN DE BUENOS AIRES".
Chau, después de esto no quiero más. ¡Pero es que hay más! Y bueno, dele, a ver: "FRENTE AL MAR". "ADIOS", "UNA LAGRIMA TUYA", "LINDA", y bué, bah, tanto por citar algo: "LA CALESITA" y "POR QUE LA QUISE TANTO".
Y todavía quedan "TANGUERA", "VIEJO MADRID", "EL FIRULETE".
Y ahora, como hace unos tres años que anda de vago, tiene nada más que unos diez o doce temas que largará, como pájaros grises, sobre el Buenos Aires que tanto agasajó y lastimó con su música y que tanto lo ama.
San Telmo, donde nació (Chile 280), le adornó el alma con esa gran línea melódica que nació con la década del 40 y que durará hasta que termine el siglo y puede que también algo más. Después, cuando su hueso sea apenas una flauta rota, los argentinos seguirán sintiéndolo caminar por sus corazones. Su fuego no se apagará ni en el agua más profunda de la muerte.
—Tengo como un fuego adentro, que me quema. Yo no puedo tocar el piano y sentirlo como un piano. Aquí dentro —se toca la frente con los dedos y la mano ahuecada— tengo toda la orquesta. Pero la cosa es como. .. un fuego, un fuego interior que hace que toda la orquesta tampoco me alcance.
Entonces transpira ("Yo lo he visto sudar cuando hizo "FRENTE AL MAR", dice "Nito"), se arruina la voz imitando a los violines de su orquesta mental ("Por eso tiene la voz aflautada", dice Mirna, su esposa) y se pone de pie frente a su instrumento y sufre, llora, goza, grita y, de repente, ya está: Uuuuuuno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus aaaansias... Pero después viene el franchute Jacques Leroux, el letrista de "Lili" (sí, la de la cinta), y le pone letra en francés con el título "Pour le chemin á la maison" y Pierre Cour hace, en francés, la letra de "Adieu", y los músicos norteamericanos (me lo cuenta su hija Silvia) se ponen de pie y golpean sus instrumentos para aplaudirlo cuando tocó en el "Lincoln Center", de Nueva York, "cosa que emocionó terriblemente a papá".
Este sensible es el firme jefe del "clan" Mores. Se pone el costoso habano en la boca y da órdenes. Pero como también es un sensato, los demás integrantes del grupo familiar suelen hacerle caso. Mamá Mirna ("A Veces lo escribo con ye, porque no es mi nombre, yo me llamo Guillermina") no trabajó más desde que a los 19 años se casó con Marianito. Sin embargo, hace tres años y medio, por un canal de televisión, se avino a unir su voz a la del resto de la familia: Claudia, la bellísima esposa de "Nito" ("Soy una mezcla de gallego y polaca. ¿Mi apellido? Bayo, como el que jugaba en River. Sí, 21 años"), abandonó por sugerencias del jefe del dan su línea melódica moderna y "beat" para pasarse al tango, que canta con voz de tiniebla desde hace unos meses en "Michelangelo", con su "gran oído y su memoria musical realmente sensacional", según el autor de "YO TENGO UN PECADO NUEVO". Desde los 13 años cantaba en "Escala Musical". Ahora sus tangos, cantados a toda voz, pero siempre dentro de la sombra azul del terciopelo, se llenan de los sube - y - baja del mejor estilo "beat", no porque se le cuelen de contrabando sin que ella se dé cuenta; tampoco para hacer pinta de cantante moderna, y ni siquiera por un capricho o imposición de la moda, sino por una convicción casi inconsciente, que le nace del alma y se afirma en ocho largos años de cantar "lo otro". Ahora lo otro ha quedado a cargo de Silvia, 20 años, que canta por TV, hace giras por el interior y acaba de grabar un simple con "Muchacho mío" y "Te estoy buscando, chico". Hace apenas una semana que grabó este disco, pero está convencida que vendrán muchos otros.
—A Piazzolla no lo entiendo. Para mí, su música es un conjunto de sonidos. Lo único que me gustó de él fue la "Balada para un loco".
—Pero...¿a vos te gusta el tango? —le pregunto a Silvia.
—Si, mucho —dice doña Mirna.
—Te lo preguntaba —digo yo— porque siendo tan joven, en una de ésas... muf, ¿eh?
—No, no. Me gusta mucho — dice Silvia ahora.
—Le gusta la guardia vieja y lo melódico —aclara mamá Mirna.
El "clan" Mores se completa con "Nito" ("Practiqué box como defensa personal, pero... cuando me dieron tres trompadas pensé que tiene que haber algún medio mejor para defenderse"), el hijo, 26 años, con nueve de estudios para concertista de piano con profesores como Scaramuzza, Castronovo y Francisco Amicarelli (".. .pero cada vez que toco leyendo música adentro de cada corchea veo la cara de mi viejo") y que ya se está animando a componer sus propias cosas, aunque todavía no para el público. También cantando, hace cuatro o cinco años atrás, el muchachito sentía la sombra del padre amparándolo ("Me daba cuenta que la gente me aplaudía porque estaba papá detrás"), complejo abandonado luego de todo ese tiempo porque antes, por la calle escuchaba decir "ahí va el hijo de Marianito Mores", siempre; pero ahora ha escuchado decir lo suficiente: "ahí va «Nito» Mores" como para sentirse gratificado ("Esto me lo gané yo; no porque mi viejo está ahí atrás"). Entonces se mete el padre para decir: "¿La verdad? A mi me gustaría que él me tape. Un padre bien nacido jamás puede sentir recelos o envidia de su hijo". Y "Nito" devuelve esa flor diciendo: "A mí me dolería muchísimo llegar a ser más que mi padre". El "clan Mores" no sólo está unido; está solidificado con el cemento del amor. Viven juntos, trabajan juntos, se divierten y también sufren juntos. Cuando murió una de las dos mellicitas no sólo Nito y Claudia sintieron el bofetón brutal del destino. Cuando la abuela comenzó a hablar sobre el proceso de la enfermedad, Mariano tuvo, un fugaz temblor en la boca, se apartó y comenzó a conversar con Heriberto Isaak, el dueño de Michelangelo, a firmar autógrafos, a cualquier cosa..., pero no pudo evitar el llanto de su esposa.
Salvo Silvia y la mamá, los tres están actuando ahora entre los muros abovedados de Michelángelo. Con el "fueye" de Baffa, la guitarra de De Lío, la percusión de Corréale, el órgano de Martín Darré, el violín de Agri, el vibrafón de Bissio, "Quicho" Díaz en el bajo, el maestro puede convocar todo el fuego de su infierno propio para tocar "Amigazo", de Filiberto, o "La guitarrita", de Aro-las, mientras dice del tanguero que está enterrado en París: "Su obra será siempre vigente, porque no tiene tiempo". Algún día alguien dirá eso de él.
Entonces la bella Claudia, con su peluca platinada, su maxifalda con tajo y su voz herida, canta "Cristal", y cuando dice 'Tengo el corazón hecho pedazos..." o si no:
"Y ahora que no estás, que tu voz se perdió", uno comprende por qué de la tiniebla de su voz; por qué su mano delicada y casi traslúcida, da latigazos en el aire castigando al Gran Demiurgo inconcebible y fatal. Los tangos están elegidos, casi con ensañamiento, para el espectador que sabe de su drama: "El patio de la morocha": "y su carita de ilusión que me miraba"; "Frente al mar": "Frente al mar, frente a Dios..., empapada de noche y de pena". Su voz llega como un hilo nocturno. El grito es tan desgarrador, el sentimiento tan hondo, que no parece un bibelot de porcelana el que canta sino una negra frotando incansable y monótona la llaga amarga del alma con su pena. Después es "Nito" el que dice: "llorando está mi corazón en oro y gris", y parece un responso funeral su "Cafetín de Buenos Aires" y "Uno", los tangos que su padre y Discépolo hicieron juntos. Son artistas, evidentemente. Cuando el artista goza y se alegra comunica su alegría, cuando está triste y llora comunica su congoja. Y él, el creador inagotable, tendrá entre su docena de temas inéditos, ese que escribió muriéndose de pena por la muerte de su nietecita.
Al principio, cuando todavía no los había escuchado cantar, le pregunté a Mariano a qué se debía el que pareciera tener 35 años cuando ya casi estaba llegando a los 50. Me dijo cosas, delante de su hijo y de Claudia, que en realidad —me di cuenta después— estaban dirigidas a ellos. Toda una lección de ternura. Me dijo que era por esas cosas del espíritu, "algo interior que uno tiene. La buena disposición para con todo. Si la cosa está mal —me explicó; mejor dicho: les explicó—, bueno..., era porque tenía que estar mal. Ya estará mejor. Todo es cuestión de optimismo y buen carácter". En el momento me pareció superficial, casi tonto. Después lo pensé mejor. Y me di cuenta del apoyo que tiene que haber sido él para su hijo y su nuera en el momento más triste de sus vidas. Y entonces "Nito", como si faltara algo para confirmar mi sospecha de que su padre estaba, en realidad, dirigiéndose a él, dijo: "Yo soy muy diferente", como si el consuelo hubiese ya chocado con el rechazo amargo de un corazón inconsolable. Quizá el padre ha desistido ya de consolar en línea recta. Pero aprovecha la menor oportunidad para hacerlo por elipsis; artista como es, usa un procedimiento artístico: no dice..., sugiere. Tiene la esperanza de ser escuchado con el oído del corazón.
—Grandes broncas —dice el hijo—, pero por eso nos llevamos tan bien.
Cuando "Nito" tenía apenas cuatro años y Silvia no había todavía nacido, Marianito Mores tuvo dos o tres años de espeluznante actividad creadora: preparó la' comedia musical "El otro yo de Marcela", donde también trabajó como actor al lado de Juan Carlos Thorry, Delia Garcés y Blackie, y compuso la música de "Corrientes, calle de sueño", un filme dirigido por Viñoly-Barreto. Ahí fue donde hizo la música de "Cafetín de Buenos Aires", y le sugirió a Discépolo -—el tema lo obligaba— que hablara del café porteño y los sentimientos que pudiese despertarle. Incluso hay un verso en ese famoso tango que le fue "regalado" por el actor mexicano Arturo de Córdova a Discepolín: "La ñata contra el vidrio", al que el genio relampagueante del poeta dramatizó con su continuación: "en un azul de frío". Discépolo, que tardaba meses y meses en redondear sus letras, hizo la de "Cafetín. .." en tres días. No había tiempo para más. También en esa época (48 al 50) Mariano se separa de la orquesta de Francisco Canaro y crea su Primera Orquesta de Cámara del Tango. "Gran hombre, Canaro, yo lo quería como a un padre".
Y ahora, a la vejez, viruela. Necesita a la gente como nunca antes. Esta es la explicación, sin dudas, de que vaya todas las noches a trabajar a Michelangelo. Semestralmente cobra millones por derechos de autor; de modo que no son los apuros económicos los que lo empujan a "vivir en la noche". Simplemente quiere sentir la alegría de poder darle él, directamente, al público todo lo que tiene para dar, no sólo como compositor sino como director de orquesta y como eximio pianista. Es la primera vez en toda su vida que toca a esa hora. Antes sólo había actuado para el público de los teatros. Y la experiencia ha sido para él totalmente gratificante. Está pagando, con guita del espíritu, la escalera de llanto que echará la gente en el predio de su muerte; está pagando el hacha de lágrimas que romperá las tablas de su ataúd. Para decirlo corto: el hombre que llenó Buenos Aires de música no será abandonado en el polvo y la derrota; su espíritu, hecho música, habitará sangre caliente y silbadora. Ya lo hace ahora. ¿Por qué no va a hacerlo después?
LEO SALA
Fotos: EDUARDO FRIAS
revista Gente y la actualidad
9/11/71

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