El masivo paro convocado por la CGT tuvo la
virtud de actuar como revulsivo de la realidad política argentina:
dejó mal parado al Gobierno y su plan económico, provocando una
inmediata respuesta que se ha dado en llamar segunda fase del Plan
Austral: agudizó la puja entre los distintos sectores que componen
la cúpula gremial argentina —62 Organizaciones, los 25 y el grupo
que lidera Saúl Ubaldini—: azuzó la interna radical y despertó
temores en círculos empresarios acerca de la posibilidad de que la
administración alfonsinista realice concesiones que hagan estéril el
esfuerzo estabilizador. No fueron los únicos efectos de la medida
de fuerza, que dejó abiertos serios interrogantes sobre el futuro
inmediato del país. Del lado del Gobierno hubo que dar respuestas
rápidas a la masiva demostración de descontento que significó la
jornada del viernes 24 y se aceleró la elaboración de un conjunto de
medidas tendientes a lograr el impulso para el crecimiento del
aparato productivo. Este contraataque radical es. básicamente, la
fase dos del Plan Austral. Asimismo, quedó en evidencia una nueva
instancia de la interna partidaria, que tiene dos protagonistas: los
fundadores de Renovación y Cambio y algunos dirigentes balbinistas
de un lado y del otro los sectores más radicalizados de la Junta
Coordinadora. Tanto históricos como balbinistas sostienen que
deben hacerse concesiones al movimiento obrero y suavizar los
extremos del planteo que se hace desde Economía. Una muestra la dio
el administrador de Encotel que concedió a los empleados del Correo
aumentos que fueron finalmente vetados por Juan Sourrouille y su
equipo. Ignacio Ortiz. a raíz del rechazo del aumento, presentó su
renuncia. Es uno de los fundadores de Renovación y Cambio. Del
otro lado, el presidente de la Juventud Radical, Carlos Raimundi,
prominente dirigente de la Coordinadora bonaerense y discípulo de
Federico Storani, salió a plantear esta semana que el paro
demostraba que el pueblo argentino ansía la ruptura con el Fondo
Monetario. Pero no sólo estas alas del partido se estremecen ante
la dureza de la ortodoxia australista. Algunos gobernadores, como
Eduardo Angeloz, ponen el grito en el cielo cuando los fondos de sus
provincias son amenazados por recortes. En la vereda de enfrente,
los sindicalistas padecen problemas no menos agudizados que el
Gobierno. Dentro de la estructura de la dirigencia obrera tres
grupos se disputan la preeminencia: los 25. con gran influencia de
dos vertientes, la socialdemócrata a través de gremios como los
mecánicos (José Rodríguez) y la del peronismo renovador, al cual
adscribe todo el grupo; las 62 Organizaciones, acaudilladas por
Lorenzo Miguel y Diego Ibáñez, ortodoxamente peronistas y que
plantean la necesidad de reorganizar urgentemente al partido
justicialista, porque "el sindicalismo no tiene capacidad para
ocupar los espacios políticos que abre la lucha gremial", y el grupo
de Ubaldini y sus seguidores. Estos últimos reciben el apodo de
"Los Cinco Latinos", ya que originalmente el sector estaba compuesto
por cinco gremios: textiles (Pedro Goyeneche), ferroviarios (José
Pedraza), Construcción (Alejo Ferias), Luz y Fuerza (Aldo
Serrano) y una fracción de los estatales (Miguel Candore). El
nucleamiento recibe creciente apoyo de vertientes socialcristianas,
y esto alarma tanto a las 62 como a los 25. Los críticos de Ubaldini
que señalan que nunca el peronismo puede derivar en una ideología
distinta a la del origen justicialista. Se critica especialmente
la idea de que el modelo sindical argentino podría ser exportado,
porque "eso lo intentó Perón en vida y fracasó, de modo que nosotros
mal haríamos en querer cantar como el ruiseñor cuando apenas somos
gorriones", gráfico a SOMOS un encumbrado militante de las 62. En
el fondo se avizora el próximo congreso normalizador de la CGT,
donde los tres grupos tratarán de llevar agua para su molino. Nadie
quiere destronar a Ubaldini, pero sí servirse de su liderazgo para
provecho de su sector. Si el máximo dirigente de la central obrera
se inclinara para uno u otro grupo, se ganaría el ataque de los
desairados. Pero la pregunta que no pocos se hacen es si
Ubaldini. que no cuenta con una estructura propia, podrá resistir
tantas presiones y embates. Por lo demás, el actual secretario
general de la CGT no tiene dentro del partido justicialista proyecto
alguno que le dé el espacio necesario para manejarse políticamente.
¿Será el respaldo que puede provenir de grupos socialcristianos una
base sólida? ¿Alcanzará? En cambio, los 25, con la corriente
renovadora, y las 62, apoyando la candidatura de Ítalo Luder,
apuntan a proyectos políticos de envergadura en el seno del
principal partido opositor. "Es que nosotros sin proyecto político
quedamos sin aire rápidamente", siguió confiando el veterano
militante de las 62, quien pontificó además que "nuestro gremialismo
es de negociación no de confrontación. Si seguimos en la
confrontación por la confrontación, abrimos un espacio para la
izquierda, porque no sabemos capitalizarlo". Cierto o no lo
anterior, el propio Ubaldini y el grupo de los Cinco Latinos
salieron a la palestra a denostar a quienes establecían contactos,
al margen de las bases, con el Gobierno. Lorenzo Miguel, Diego
Ibáñez y Jorge Triaca habían cenado con Juan Carlos Pugliese en Mar
del Plata, en tanto que Antonio Tróccoli se ufanaba de abrir un
canal de negociación, al estilo de Ricardo Balbín, con los
peronistas. Del otro lado, los 25 también mantenían algunos
diálogos con radicales amigos. Sugestivamente, ni los principales
dirigentes de los 25 ni de las 62 Organizaciones aparecieron
siquiera por la CGT en vísperas del paro, ni sus huestes formaron
parte de la claque que el miércoles 22 aplaudió a Ubaldini frente al
edificio de la central obrera en la calle Azopardo. En el
discurso pronunciado, entonces, el líder cegetista cometió algunas
gafes que fueron duramente criticadas por otros dirigentes
sindicales, como por ejemplo amenazar con la movilización, además
del paro. Y el pedido era claro: o el Gobierno cambia de política
económica o la CGT pasaría del paro a la movilización. En
realidad, declaran los popes gremiales. pasar de un paro en enero, y
en viernes, a otro de 36 o 48 horas en marzo no es prudente y
constituiría una medida extrema frente a un gobierno democrático.
En el sector empresario denominado grande, y que mantuvo hasta ahora
una aceitada relación con el Gobierno —apoyando en líneas generales
al Plan Austral—, se inquietan y asustan por lo que consideran
contradicciones del Gobierno. Por un lado, se critican las
incoherencias manifestadas antes del paro, desde el estado de sitio,
pasando por Guglielminetti, hasta la permanencia en cargos de muchos
funcionarios calificados de ineficientes. Pero el temor
generalizado es que ante el recrudecimiento de la interna radical,
Alfonsín se incline por la tesis de conceder aumentos a los
sindicatos haciendo estéril el esfuerzo estabilizador. "Sería como
empezar de nuevo", comentaba un "capitán de la industria". Por
detrás está la alianza tejida desde el poder en los últimos meses:
acercamiento a Washington y lubricada relación con los grupos
económicos nacionales grandes y los representantes en el país de las
multinacionales, que tienen presencia efectiva en la Argentina.
Esa alianza tiende a resquebrajarse cada vez que se descubren
"vacilaciones" en Alfonsín que lo apartan de la tendencia liberal
demostrada en ciertas pautas del Plan Austral y en el programa de
privatizaciones. Ni qué decir que las declaraciones del presidente
de la juventud radical. Carlos Raimundi, ya comentadas. cayeron como
un balde de agua fría en muchos empresarios. A ese contexto se
sumó de parte del Gobierno una lectura clara del masivo paro del
viernes 24. La Argentina está demandando muestras de dinamismo ante
un plan en cuyo horizonte falta la esperanza de que algo en el
futuro será mejor que el presente. Es por ello que el Presidente
ordenó a sus colaboradores, el mismo viernes 24, acelerar los
anuncios sobre la segunda fase del programa económico. Claro que
todos niegan que haya segunda fase, "porque todavía no se cumplió la
primera, la de la estabilidad". Cumplida o no, en esta semana, o a
principios de la próxima, se harán los anuncios reactivantes.
"Mientras ellos paran, nosotros construimos", será la consigna
oficial. Claro que no todas son rosas y lo que se puede dar no es
mucho, especialmente en materia de sueldos.
_________ La
fase dos Con ese paisaje político como telón de fondo, el
Gobierno habría resuelto jugar su carta económica, al parecer, antes
de tiempo: la segunda parte del Plan Austral, con sus promesas de
reactivación del ocioso aparato productivo. En los días previos al
lanzamiento del aumento salarial del 5 por ciento. SOMOS había
adelantado que en el Palacio de Hacienda se descontaba que un
paquete de medidas reactivadoras debería conocerse no más allá de
marzo. Los indicios resultaron cada vez más precisos a medida que
enero transcurría. El día 14, William Draper. el presidente del
Eximbank de Estados Unidos, dejó trascender un compromiso escuchado
de labios de Juan Sourrouille: "Necesitamos esperar los próximos
pasos del Plan Austral (para implementar nuevas líneas de crédito),
que. según me dijo, se conocerán próximamente". El viernes 17 el
propio Raúl Alfonsín puso las cosas en claro, cuando dijo en Villa
Regina que "antes de que finalice el verano se pondrá en marcha la
segunda etapa del Plan Austral, a través de medidas que darán
satisfacción a los reclamos de crecimiento de todos los argentinos".
El lunes 20, Enrique García Vázquez, presidente de la Comisión de
Economía del Partido Radical, declaró que la primera etapa del Plan
Austral "se ha cumplido v ahora se necesita entrar paulatinamente en
la reactivación de la economía". Los comentarios más escuchados
por estos días en la City sugieren que el Gobierno se vio obligado,
después del paro del viernes 24, a apurar el trámite de la
presentación en sociedad de la segunda fase del Plan Austral.
Versiones más exactas señalan —así se le dijo a SOMOS
confidencialmente— que el Día D de ese lanzamiento debería haber
sido el martes 28, pero los cálculos todavía inconclusos del
Ministerio de Economía postergaron la difusión del Australazo II. En
las inmediaciones del Presidente, se dijo que Alfonsín quería
engrosar los anuncios económicos. Ahora la fecha que se menciona con
insistencia es la del viernes próximo, último día de enero, pero
podría haber un nuevo impedimento que demoraría para la semana
siguiente la presentación: ese mismo viernes, el secretario de
Hacienda, Mario Brodersohn, convocó a una última y por lo tanto
decisiva reunión a los ministros de Economía provinciales. El propio
Brodersohn habría gestionado la postergación ante Alfonsín para
poder cerrar las cuentas de la Ley de Coparticipación Federal, el
quid de los reclamos de las provincias. Algunos de los últimos
retoques al paquete de medidas habrían sido analizados, calculadora
en mano, el lunes 27 entre Sourrouille y Alfonsín, en la Quinta de
Olivos. La apuesta del Gobierno a la fase reactivadora del programa
estabilizador del ministro de Economía es tan fuerte que espera
recobrar la confianza en el Plan Austral, paulatinamente perdida por
la población, según le habrían indicado al Presidente influyentes
dirigentes radicales. "Ahora, como antes del 15 de junio, la gente
va y paga precios que superan los que están congelados", describen
algunos punteros de Renovación y Cambio. Por añadidura, hay otro
dato que al Gobierno le permite vaticinar la continuidad de la
tempestad sindical: entre el índice del costo de vida de diciembre
(3,2 por ciento) y el de enero (se estima de 2,4 a 2,9 por ciento),
el aumento de salarios del 5 por ciento ha sido carcomido por la
realidad de los números. A modo de respuesta, el radicalismo en
el Gobierno eligió el camino de convocar adhesiones por la vía de
agitar la promesa de la reactivación (para la pequeña y mediana
industria) y la modernización (para los grandes grupos empresarios).
Como cuando se puso en marcha el Plan Austral en junio, ahora se
estudiaría la posibilidad de que nuevamente Alfonsín y Sourrouille
se dirijan al país en tándem para anunciar el paquete económico, que
contendría los siguientes temas esenciales: *Firme decisión de
reducir el gasto público (en los próximos días se conocerá el
déficit real). *Envío de la Ley de Privatizaciones al Congreso.
Además del Presupuesto '86, la Ley de Coparticipación; el impuesto a
la tierra libre de mejoras: envío de los impuestos internos y una
modificación del IVA. *Entre las empresas a privatizar surgirían
varias sorpresas: el listado incluiría a Altos Hornos Zapla, SOMISA,
Atanor. Polisur, Austral Líneas Aéreas y las petroquímicas Bahía
Blanca y General Mosconi. *Un incentivo a las exportaciones,
contenido en el proyecto que convenció al Presidente de elegir a
Roberto Lavagna para unificar las Secretarías de Industria y
Comercio Exterior. *También se darían precisiones sobre política
monetaria, dentro de la cual se establecerían nuevos coeficientes
para la capacidad prestable de las entidades financieras. De ese
paquete de medidas económicas saltan a la vista por su trascendencia
la privatización y las exportaciones. En el primer tema, Manuel
Tanoira al frente de la Secretaría de Promoción del Crecimiento (su
renuncia se considera en la City como un hecho; pasaría a ser asesor
del Presidente y su puesto cubierto por Norberto Bertaina) se
encontró con obstáculos, incluso puestos por empresarios de aparente
cepa privatista. Poco y nada es lo que pudo lograr el solitario
Tanoira, quien habría presentado como última alternativa la
conformación de un grupo de notables —constituido por hombres de
distinta extracción política— que deberían recomendar las
privatizaciones que sugiriera su Secretaría. La respuesta habría
sido un no rotundo. De Roberto Lavagna se espera la puesta en
práctica de su modelo exportador, asimilado —dijeron a SOMOS algunos
empresarios que se reunieron con él en las últimas semanas— a los de
Brasil y Japón. Su esquema tiene tres partes: *Los primeros
treinta proyectos: se trata de aquellos que estaban en estudio en
Comercio Exterior pero demorados. Todos tienen el objetivo de la
exportación y su implementación podría dar resultados rápidamente.
El objetivo es conseguir durante 1986 un aumento en las
exportaciones de 300 millones de dólares para incrementarlos
paulatinamente, durante tres años consecutivos, a la cifra de más de
2.000 millones de dólares. Lavagna ya consiguió —le comentó a varios
capitanes de la industria-el visto bueno de Brodersohn. Los
incentivos fiscales y crediticios le costarían al Estado, para esa
treintena de proyectos en avanzado estado de desarrollo, 100
millones de australes. "En realidad serian menos —analizó Lavagna en
una reunión privada con hombres de negocios— porque la reactivación
en otras industrias provocaría una mayor recaudación impositiva".
*La pequeña y mediana industria: la política que busca implementar
Enrique Mario Martínez, subsecretario del área, apunta a distribuir
selectivamente entre 100 y 300 millones de dólares en estímulos
fiscales. *Proyectos no exportadores: en estos casos, se habla de
dar impulso a proyectos como Honda, una planta de fertilizantes y
una de insulina, ya que permitirían reactivar ocupando mano de obra
ociosa y daría trabajo a empresas proveedoras de materiales. A
diferencia de lo que se suponía, Lavagna confesó a los capitanes de
la industria, en una reciente reunión privada, que obtuvo —y lo
exhibió como un éxito— que Brodersohn cediera 600 millones de
australes para la promoción de las exportaciones. No fue la única
confesión: pretende enviar en los próximos meses al Congreso una ley
que ordene las exenciones al IVA que se aplican en las provincias,
una pérdida para el fisco que la Secretaría de Hacienda presume que
asciende a una suma que oscila entre los 600 y 900 millones de
dólares anuales: la presunción viene porque los estados no informan
al gobierno central —en este caso, el Ministerio de Economía de la
Nación— de los beneficios impositivos que otorgan. Lavagna sabe que,
a pesar de haber secundado a Antonio Cafiero en las elecciones
internas del peronismo en 1983. no cuenta con el apoyo de los
renovadores, con los que de todas formas deberá tomar contacto —así
se lo habría dicho a los empresarios— para pedir apoyo a su proyecto
de ley. Los beneficios que pretende poner en marcha para alentar
las exportaciones, en particular, y la reactivación, en general, son
las siguientes: *Para mejorar el tipo de cambio sin otorgar
reembolsos se instrumentarían rebajas en las tarifas públicas de los
servicios que se utilicen intensivamente en la producción del
producto a exportar. *No se descartaría el estímulo a convenios
especiales de las fábricas para obtener de sus proveedores precios
especiales con el compromiso de repartir luego los beneficios
económicos que arrojaría el aumento de la rentabilidad por
incremento en los negocios. *Diferir el pago de impuestos y, en
algunos casos puntuales, otorgar excepciones tributarias.
*Devolver en su totalidad el pago del Impuesto al Valor Agregado de
los productos que se exporten. *Remozar el sistema de seguros de
cambio para asegurar una cotización del dólar (u otra moneda)
rentable. *Se ajustaría el esquema financiero de incentivos
cuando el tipo de cambio haga perder competitividad al productor.
*Instrumentación de un régimen de admisión temporaria para las
empresas que participen de un contrato de exportación.
*Desgravación impositiva para impulsar tradings de exportación, lo
que beneficiaría a las pequeñas y medianas industrias. De esta
forma, los tradings gozarían de las mismas posibilidades que pacten
las grandes compañías. Donde los radicales se ponen serios es
cuando, aceptando la dureza de los hombres del Plan Austral, se
habla de mantener los salarios congelados. Si bien se habría
desechado el despido de empleados estatales, el paquete contendría
un régimen de jubilación anticipada en la administración pública,
pero ningún incremento salarial masivo. Entre un sector y el otro
—sindicatos y Gobierno— se alza la muralla de la realidad, que
indica que las exportaciones de origen agropecuario se verán
reducidas en volumen y valor por efecto de agentes naturales y
condiciones de mercado. Por otra parte, el salario real cayó en 1985
un 21 por ciento para el sector industrial y un 32 por ciento para
el sector público. Claro que estos cálculos no consideran la mejora
del poder adquisitivo, que significa pasar de una inflación del uno
por ciento diario a otra de entre dos y tres puntos mensuales.
Curiosamente, las encuestas de opinión señalan que la mayoría de la
población considera que el paro no es salida para los problemas del
país, pero el acatamiento a la medida fue masivo. Sin duda un alerta
rojo al Gobierno.
Diálogo y condiciones Más allá de las
promesas reactivantes, todos los sectores sindicales coinciden en
que para volver al diálogo con el Gobierno es necesaria una
recomposición salarial que eleve los ingresos más bajos, lo que
podría darse como suma fija. También demandan la convocatoria a
paritarias "con el techo que quieran, pero elevando el piso".
Sostienen que de lo contrario sería reiterar la historia del
encuentro entre Alfonsín y Ubaldini del 2 de diciembre, que concluyó
en la desairada concertación de ese mismo mes. Los gremialistas
saben que los empresarios están dispuestos a reanudar el diálogo,
pero temen que se vuelquen hacia las posturas del Gobierno "y nos
dejen en inferioridad de dos a uno". En todas las charlas se
coincide en que debe volverse al diálogo, pero el problema es cómo y
con qué costos políticos. Mientras todo eso está bajo análisis, la
CGT prepara un congreso de Unidad Nacional, al que serán invitados
formalmente la Iglesia, los partidos políticos, las organizaciones
empresarias y las intermedias de la comunidad. Claro que el
problema será cómo evitar que los gremialistas aparezcan sosteniendo
que la deuda debe pagarse frente a una izquierda que demandará como
puntos de base el no pago o una moratoria sumamente condicionada.
Esa diferenciación y la forma de encontrarla, sin pagar por ello un
costo político alto, son lo que podrían frustrar el convite
cegetista. Además, claro está, de la negativa de la Iglesia a
participar de una propuesta a todas luces opositora al plan
económico oficial, aunque de soslayo pueda apoyarse la iniciativa
con algún gesto, como ocurrió con el paro del 24. Del lado
oficial lo que se ofreció en concreto, hasta ahora, es la
posibilidad de debatir un nuevo reajuste durante el año "si se
comprueba que lo otorgado es insuficiente" y el debate para convocar
a paritarias. Cómo y cuándo se reanudará el diálogo y hasta dónde
las partes están dispuestas a ceder posiciones, es algo que deberá
ir analizándose sobre la marcha. Los dos bandos quieren
reencontrarse, pero ambos esperan señales del otro lado. En
tanto, el contraataque radical está en marcha, pero los
condicionamientos son los mismos que siempre: no hay qué repartir ni
fórmulas mágicas, que no sean el propio esfuerzo nacional, para
sacar el país adelante. Y nadie quiere asumir el riesgo político de
hablar claro y plantear la realidad tal como es. Aunque justo es
reconocer que el lenguaje de hoy es mucho más claro que el del
pasado reciente.
Andrés k. Alcaraz y Hernán Pereyra
Informes: Marcelo Bueno. Julio Barros y Eugenio Tellez. Fotos: H.
Ramos y Agencia DyN. Tapa: Agencia I.L.A.
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Después del paro, el Gobierno lanza su receta
para crecer, como una respuesta al sindicalismo. La
nueva estrategia oficial frente a la CGT. Condiciones
para reiniciar el diálogo.
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Saúl Ubaldini |
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