Es buenita. Inocente. Asustadiza: parpadea con
cada click de la máquina fotográfica. Manos temblorosas. Una
vocecita que pareciera querer irse hacia adentro. Tiene 27 años y
cabellos dorados como los de una muñeca. Su apellido —Gómez— figura
en varias páginas de la guía telefónica. Pero en la cartelera del
cine nacional no hay muchos nombres que brillen como el suyo: Elsa
Daniel. Hace doce años que inició su carrera y lleva filmadas quince
películas. Hasta hace dos años parecía no dar más que el tipo ángel,
el personaje adolescente, tímido, casto: se consideraban acabadas
sus posibilidades interpretativas cuando rompió —en "El Romance del
Aniceto y la Francisca"— con todos los rótulos que habían sellado y
lacrado su ficha. A partir de entonces, se pretendió darle una nueva
imagen: Elsa Daniel Sexy. Pero tampoco este cartelito sirvió para
explicar sus cualidades reales. Se trató de alimentar el mito: del
ángel casto surgió la diosa impura. Ni una ni otra. Las dos juntas.
En toda su carrera no hizo hasta ahora otra cosa que cine. Así como
durante casi todo el tiempo —cuatro años— que duró su matrimonio con
el director Rodolfo Kuhn no hizo más que dedicarse a él y a su hija
—Roberta, dos años—. Ahora está decidida a vivir para su carrera.
Viste rigurosísima minifalda y en la muñeca luce un pesado reloj de
Carnaby Street. Se hace la cómica en televisión —en "Matrimonios y
algo más"— y parece una principianta fresquita, recién salida del
conservatorio. El dinero ("Soy tan mala en las sumas que no sé
cuánto gano. Y las tablas de multiplicar las olvidé de chica.") le
interesa para vivir bien: un piso en Palermo y un Citroën plateado.
Es todo. Aunque falta algo muy importante: salvo unos meses en 1966
con Augusto Fernández, no estudió una sola letra de interpretación
en toda su vida.
EL ANGEL SUBTERRANEO Nació en un pueblo
tranquilo y siestero —San Lorenzo— de la provincia de Santa Fe:
"Tuve una infancia común, como la de todas las chicas de provincia,
con trenzas y vestidito almidonado". Su padre —contador público—, la
trajo a los seis años al barrio de Caballito. A los ocho se mudó a
Palermo, de donde no se movería más. "Para ser ángel —cuenta— me
faltaban alas". Muchos años después, ya estrella, filmando una de
sus más importantes películas ("La mano en la trampa") aparecería
como una virgen o un ángel descendiendo entre los fieles, con cara
de tarjeta de comunión y aire de pureza. Pero antes de eso hubo
mucha historia. "Era estudiante del normal. Quería ser maestra.
Un buen día una amiga me invitó a ir a la radio porque había
cantantes de bolero, que estaban de moda en esa época. Yo tenía
quince años. Un hombre de los del programa —Salvador Salías— me
preguntó sí quería participar en un concurso de la 'chica sonrisa',
que se hacía ahí mismo. Dije que sí. Gané. Después comentaron que
tenía 'ángel': 'el Knack ahora'. Casi sin darse cuenta, Elsa Daniel
se encontró al poco tiempo filmando con Román Vignoly Barreto "El
abuelo", componiendo en la ficción lo que era en la realidad: una
chiquilina alegre. Fue su primer trabajo. Ganó dos mil pesos. Los
filmes se sucedieron. Después de Barreto, Soffici. Después de
Soffici, el director que la consagraría: Leopoldo Torre Nilsson,
quien vio en ella "la imagen necesaria" de "La mano en la trampa" y
"La casa del ángel". Elsita —así se la llama y se la llamó siempre—
había alcanzado el éxito, la fama, el dinero y las posibilidades
deseadas. Pero fue entonces cuando decidió hacer "retiro espiritual"
y casarse con Kuhn: "Fue la relación que me fortaleció y por la cual
dejé mi carrera. Con Rodolfo, simplemente, fui feliz. Después de la
separación entendí que mi mayor error fue descuidar mi trabajo. Pero
en aquel momento era difícil entender. Estaba cansada. Me habían
encasillado y era como si no pudiera hacer otra cosa". Con Kuhn
filmó "Los inconstantes". Se habían conocido en Mar del Plata, hace
cuatro años. "Con él se abre y se cierra un período de mi vida",
dijo a SIETE DIAS con voz no siempre firme. "Leonardo Favio me
dio la gran oportunidad de mi vida. Creo que mi trabajo en 'El
romance . . .' es lo más importante de toda mi carrera: empecé a ser
yo, a dar realmente". Sus antiguos tabúes —la televisión y el
teatro— han desaparecido: un radioteatro y los dos personajes
centrales del programa televisivo que dirige Alberto Rinaldi,
"Matrimonios y algo más". "Desde que estoy en TV haciendo de payasa,
la gente me para en la calle, me saluda, me felicita. A decir
verdad, a mí me gusta hacer de payasa. Me divierto en grande".
Elsita es parca. O mejor dicho: "Me enferman las preguntas. Me gusta
hablar cuando tengo ganas y no cuando me preguntan". Lo que no le
molesta para nada es la popularidad. Lo que más ama es su hija
Roberta. Lo que más amó: Rodolfo Kuhn. Integró —hace dos años— el
clan de los psicoanalizados: "Antes yo criticaba mucho a los que
necesitaban del médico para solucionar sus problemas. Pero eso fue
antes. Antes de necesitar yo un médico: estaba embarazada en todo
sentido: de un hijo y de todos mis problemas. Estuve un año con la
doctora Elba Isarduy. Me fui cuando dejé de necesitarla". Ahora
lleva una vida normal: se levanta a las 7, ensaya toda la mañana en
el canal, va a la playa —Saint Tropez— y almuerza en los ex
"carritos" , ahora "carromatos". A la tarde hace las compras con su
hija y a las 22, como una señorita inglesa, se retira a sus
aposentos. Le interesa la política, aunque no se mete. Pero, tanto
la muerte de Kennedy como la de Guevara, le parecen lamentables:
"Murieron por sus ideales". Lee los best-sellers: García Márquez,
Cortázar. La nueva Elsa Daniel es la Elsa Daniel de siempre. Sólo
que ahora no le caben rótulos sino trabajo: su próximo film:
"Sexo-Análisis" de Héctor Olivera. ¿Su futuro?: demostrar de una vez
por todas que el talento nada tiene que ver con las academias.
Revista Siete Días Ilustrados 26.12.1967
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La tímida muchacha santafesina que
impuso su rostro de ángel en el cine nacional ha
cambiado. También puede hacer con éxito un papel "sexy"
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