Energía
Átomos para la luz
   
El sí de Arturo Illia, el beneplácito del Secretario de Energía y Combustibles y del CONADE; y, por sobre todo, la promesa de "cúmplase" de Juan Carlos Pugliese, fueren más que suficientes para que el entusiasmo cundiera, a principios de junio, en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Eran los primeros frutos de un proyecto contenido en 2 tomos y 8 anexos, que llevó 15 meses de estudios e insumió 80 millones de pesos, y que el presidente de la Comisión, contraalmirante Oscar Quihillalt, había puesto en manos de Illia. Se trata de un estudio técnico-económico-financiero sobre la posibilidad de instalar una central térmica nuclear capaz de producir una energía eléctrica de 500 megavatios (cada megavatio, 1.000 kilovatios) .
"De ninguna manera, la CNBA (Central Nuclear Buenos Aires) desplazará a otras fuentes de energía, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta 1971 ó 72 —en que entraría a funcionar la central— la zona del litoral-Gran Buenos Aires necesitará cubrir un déficit calculado en 1.400 megavatios", explicó Quihillalt (ingeniero y técnico en energía nuclear) horas antes de partir hacia París, Viena y Washington, la semana pasada, para participar en congresos científicos. El sí del Poder Ejecutivo no disipa del todo la suerte nebulosa del proyecto: "En adelante queda en manos del gobierno nacional". De cualquier modo, el estudio de la Comisión no ofrece alternativas: si se quiere cubrir el inevitable déficit de energía y obviar los apagones, los megavatios de la usina nuclear serán previstos a un menor costo que los que emergen de las fatigadas centrales térmicas de Puerto Nuevo y Dock Sud.
Definido como "técnicamente factible, económicamente conveniente y financieramente viable", al proyecto le comprenden las generales de la iliquidez: la instalación de la planta demandará 100 millones de dólares. Sin embargo, le s responsables del llamado Estudio de Preinversión de una Central Nuclear para el Suministro de Electricidad al Área del Gran Buenos Aires (Decreto 485/65) estiman que entre el 40 y 50 por ciento de esa suma se ahorrará, "ya que en esa proporción, la planta será construida por la industria nacional", según el ingeniero Béla J. Csik (35 años), jefe de estudio del proyecto. "Encarado como preposición comercial, con todas las objeciones posibles, resulta, también, ventajoso y hasta competitivo."
Las claves de la idea cursada al gobierno son éstas:
• La usina se instalaría, preferentemente, en Atucha, al norte de Zárate (provincia de Buenos Aires), o bien al sur de La Plata, en Magdalena. Se necesitarán 20 hectáreas y la obra estaría concluida en 4 años.
• Se sugieren 4 clases de reactores; dos se abastecen de uranio natural, "uno moderado por grafito y refrigerado por gas dióxido de carbono; el otro por agua pesada"; los otros consumen uranio enriquecido, "moderado por agua a presión o hirviente". Precisamente, la gran necesidad de agua decidió la elección de zonas próximas al Paraná o al río de la Plata.
• Una vez instalada la Central, podrá ser operada con el mismo grado de eficiencia y seguridad que una usina convencional.
• Se abastecería de uranio nacional ya en explotación (en Huemul, Neuquén, y Don Otto, Salta), y del que existen reservas en otras 10 provincias. El uranio natural, contrariamente a lo que sucede con otros combustibles (carbón mineral, petróleo, gas), no provocará dificultades de transporte ni obligará a construir conductos bajo tierra. "Un camión semanal bastará para abastecer la usina atómica."
• Del estudio económico del proyecto surge que en la relación beneficio-costo se obtiene un incremento de producción del 22 por ciento sobre las usinas convencionales.
• Su funcionamiento no revestirá peligro para la población que circunda a la planta ni para sus operadores.
Actualmente, 50 centrales casi similares a la proyectada por la CNEA iluminan y dan energía a otras tantas ciudades del mundo; 35 más van camino de concluirse. La planta nuclear argentina sería la primera de Latinoamérica, ya que, según Csik, "el otro país en condiciones de hacerlo, Brasil, aún no cuenta con un proyecto tan serio y profundo como el acabamos de producir".
Instalada en la avenida Libertador, frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, la Comisión Nacional de Energía Atómica emplea a 600 técnicos altamente especializados y funciona con los fines que le propuso el Decreto-Ley 22.498/56: "Promover y realizar estudios y aplicaciones científicas e industriales de la transformación y reacciones nucleares". Es conciencia entre sus expertos que solamente la falta de medios materiales "impide al país conquistar sus aspiraciones científicas".
Desde 1958, la Comisión posee un pequeño reactor de 60 kilovatios térmicos, diseñado y ejecutado totalmente por argentinos. Otro, de 5.000 kilovatios, para la producción de radioisótopos, está próximo a concluirse. Elevar ese potencial 100 veces, de acuerdo con el reciente proyecto, demandará al Gobierno la obtención de un crédito por "50 ó 60 millones de dólares, al 7 por ciento y a 10 ó 20 años de plazo", aconseja el CNEA.
Revista Primera Plana
21.06.1966

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