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Sobre estudiantes y obreros
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Entre dos coloridos paréntesis, la llegada del seleccionado de fútbol el miércoles, y la inauguración de la muestra ganadera el sábado (ver páginas 20/21), el Poder Ejecutivo siguió completando su elenco de funcionarios y esclareció —con la parquedad y el estilo generalizador que lo caracteriza— una parte de su futuro. El viernes, luego del segundo cónclave ministerial, que condujo el Presidente, la Secretaria de Prensa comunicaba la existencia de dos grandes etapas de gobierno: la que corre desde ahora hasta diciembre de 1967, durante la cual ha de aplicarse un "programa de ordenamiento y transformación", y la que comenzará en enero de 1968 con la puesta en marcha de un "plan nacional de desarrollo y seguridad", cuya duración algunos estiman en un lustro.
Pero dentro de aquellos paréntesis cupieron dos hechos significativos, dos brotes de probables actitudes rígidas: el fin de la autonomía universitaria, y un esbozo de critica trazado por el sector gremial como respuesta a las declaraciones de Álvaro Alsogaray en los Estados Unidos. En ambos casos, el único destinatario es el Gobierno, y los dos hechos coincidieron con dudas y reconvenciones provenientes de sectores adictos a la revolución y a las autoridades que la dirigen.
Fue el viernes pasado, a la tarde, cuando se consumó la intervención a las Universidades, un acto de fuerza que se aguardaba desde el 28 de junio y que el ex Presidente Illia se negó a patrocinar aún cuando se lo exigía el pequeño grupo de militares embarcados en su defensa, en medio de la crisis en que se diluyeron sus últimos días. El general Onganía supeditó la intervención al nombramiento de un encargado de la Educación, cartera supervisada por el Ministro del Interior (de quien depende según la nueva estructura). Pero ese nombramiento no fue fácil de zanjar, y por lo menos cinco candidatos quedaron desechados.
Finalmente, el jueves se confiaba la Subsecretaría de Educación a Carlos María Gelly y Obes, un abogado que dicta cátedras de historia en la Facultad de Derecho y en la Escuela Argentina Modelo, íntimo amigo y ex condiscípulo del Subsecretario de Relaciones Exteriores Jorge Mazzinghi. El Gobierno prefirió ordenar la intervención por medio de un eufemismo: según Ley 16912 convirtió a Rectores y Decanos en meros administradores, colocó a las Universidades bajo el control de Educación, y prohibió las actividades políticas de los centros estudiantiles.
El Rector de la Universidad de Buenos Aires (70.000 alumnos) debió enviar un ordenanza a la Casa Rosada para obtener copia de la Ley, pues no hubo trasmisión oficial. Poco después, Hilario Fernández Long, un católico, convocó a los periodistas para despedirse: "El Gobierno me ha echado — dijo—. Gracias por todo". El Decano de Ciencias Exactas prefirió ser más cáustico: "Llámeme mi Interventor", pedía a quienes conversaban con él. En suma, la mayoría de los Decanos decidieron no acatar la ley, que para esa contingencia establece el reemplazo automático, a las 48 horas (el lunes 1º), por funcionarios designados por el PE.
El sábado, sólo 2 de los 9 Decanos se mostraban dispuestos a convertirse en administradores: Pires y Fustinoni. Ya el viernes, Fustinoni, quien figuró entre los siete consejeros rebeldes que no suscribieron el comunicado de la Universidad contra el derrocamiento de Illia (ver Nº 186), opinaba ante sus pares: "El Gobierno que dictó esta ley es un Gobierno constituido. Las leyes se respetan o uno debe emigrar".
Cinco facultades fueron ocupadas por sus alumnos en la noche del viernes; en una de ella, la de Ciencias Exactas, en el barrio Sur de Buenos Aires, imperó una violencia inusitada. Tres carros de asalto de la Policía Federal se estacionaron a las once, y sus efectivos se ensañaron con los estudiantes de manera reprobable. Los hechos de 1945 parecían reeditarse, mientras los estudiantes abandonaban la Facultad con las manos en alto, muchos de ellos ensangrentados. De la violencia no se salvó el profesor Warren Ambrose, de la Universidad de Massachusetts que dictaba su curso en Ciencias Exactas; tampoco el Decano García. Los Jugadores del seleccionado de fútbol, tuvieron más suerte a su regreso.. Al día siguiente, el Subsecretario del Interior deploraba los acontecimientos de las noche anterior (160 detenidos, 50 lesionados) y los endilgaba a "la actitud de algunos grupos de activistas".
Sin duda la Universidad, por más que adopte una postura negativa ante el Gobierno, no dificultará sus acciones. No obstante, en la casa Rosada se proyectaba una serie de medidas tendientes a paliar los efectos prácticos y psicológicos de la intervención. El viernes, en la asamblea del gabinete, el Presidente reiteró sus deseos de respaldar todas la mejoras necesarias en el campo educativo. "Quiero que se cree un ambiente de verdadera cultura, sin interferencias políticas", habría dicho a sus colaboradores. Esa labor corresponde ahora a Gelly y Obes; una labor nada confortable, ya que deberá vencer resistencias y preservar las estructuras universitarias de un mayor éxodo de profesores y alumnos, o de un descenso en los niveles de la investigación por ejemplo.

Un rey en Nueva York
El 26 de julio, ante unas 160 personalidades del comercio, la industria y las finanzas norteamericanas, el Embajador Álvaro Alsogaray inició en Nueva York su misión de propaganda y búsqueda de apoyo económico al Gobierno argentino. Los puntos principales de su discurso:
• La revolución debió adelantarse; de allí ciertos titubeos o indecisiones aparentes de las nuevas autoridades nacionales.
• En la Argentina hay un Gobierno civil encabezado por un militar. No se trata de un régimen militar.
• "Se nos ha dicho que no somos demócratas porque no dejamos que los peronistas tomen el mando, pero hay que tener presente que el peronismo
fue el equivalente del nazismo alemán o al fascismo italiano".
• Se procurará reemplazar la inflación por la estabilidad económica y habrá ejercicio pleno de la libre empresa, Se garantizarán las inversiones y serán revisados los contratos petroleros anulados por Illia
• Para volver al sistema representativo se necesitarán "más de dos años, y muchos más".
Las reacciones locales demoraron sólo 24 horas. Tocó romper el fuego al Sindicato de Luz y Fuerza de la Capital, conducido por Juan Taccone (dirigente que alguna vez confesó que con Alsogaray podía entenderse mejor que con otros Ministros de Frondizi); en una carilla y media opinaba que los conceptos vertidos por el Embajador "no creemos beneficien en nada la expectativa y esperanza que abriera en el seno de nuestro pueblo, la Revolución Argentina". El mayor reproche se centró en la defensa de la libre empresa, acometida por Alsogaray; para Luz y Fuerza, esa defensa fue prematura, pues "no condice con los lineamientos establecidos por el documento oficial respecto a la futura línea económica a seguir en la materia".
A Luz y Fuerza siguieron las Organizaciones De Pie (alonsismo), enrostrándole a Alsogaray su calificación del peronismo; la Federación de Sindicatos Unidos Petroleros del Estado (vandorista), que también puso el dedo en la llaga peronista; y la propia CGT, cuyo comité central confederal juzgó: "Las declaraciones del ingeniero Alsogaray contradicen los postulados de la Revolución Argentina, que encontró al pueblo argentino en las mejores condiciones para trabajar en paz y hallar las soluciones que posibilitarán la unidad da la familia argentina". Acción Sindical Argentina, un nucleamiento social-cristiano, fue más lejos: "Exigimos la inmediata destitución de Alsogaray",
Fue la primera desazón en la tregua amistosa, idílica, entablada entre los gremios y el Gobierno, a partir del 38 de Junio. Porque, si bien con reticencias, en las políticas dadas a conocer el 13 de julio se toma partido por la libre empresa. "Implantar un sistema económico —reza el documento firmado por Onganía— en el que no haya lugar para totalitarismos que ahoguen la iniciativa, las energías y las libertades individuales, ni para deformaciones del sistema de libre empresa, que atenten contra la justicia... y resistan el cambio y el progreso social."
La filípica contra Alsogaray puede achacarse a dos motivos:
• El antiguo encono de los sindicatos hacia el Embajador, a quien consideran —con razón, no cabe duda— como un "capitalista".
• La oportunidad de colocar una pica en la Casa Rosada, porque Alsogaray habló en nombre del Gobierno, no en el suyo propio. Era una manera de que los gremios, al hacer oír su voz, demostraran que no están dormidos. Los gremios, por principio, jamás abandonan la práctica de esta especie de gimnasia rebelde.
Así, la libre empresa se convirtió en un argumento retórico, en un pretexto. Alsogaray cometió una gaffe al sugerir que fue el acceso del peronismo al poder el que determinó, en buena medida, el estallido de junio. Pero esa gaffe es tan sólo en la Argentina: a los empresarios de USA, y a los de tantos países, les inquieta el peronismo, en el cual siguen viendo un espíritu subversivo. Para quien, como Alsogaray, se ve forzado a negociar, acaso no queda más camino que el de las implicaciones, otra forma retórica.
No en vano un idólatra de las simplificaciones, Spruille Braden, se apresuró a felicitar a Alsogaray: "El plan que nos ha dibujado rectificara el largo período de estupideces cometidas por Perón y algunos de sus sucesores", proclamó. Y además: "Esta revolución es la mejor cosa que le ha ocurrido a la Argentina desde hace mucho tiempo". Con lo cual quedaba demostrado que el Embajador argentino cosechaba éxitos: es el objetivo que le encargara el Presidente de la República.
El Buenos Aires Herald se preguntaba por qué los líderes obreros tardaron tanto en divulgar sus puntos de vista y no encontraba respuesta. Pero añade que la actitud era previsible, ya que en el credo peronista se inscribe "una aversión por las inversiones extranjeras". Sería ingenuo pensar que los líderes sindicales "como los príncipes de los cuentos de hadas, pudieran de la noche a la mañana transformarse en ardientes capitalistas que recibieran a las compañías extranjeras con los brazos abiertos", La respuesta también está en otra parte, en los contactos del
Ministro de Economía con los gremios; los jefes sindicales se sintieron defraudados ante las declaraciones de Alsogaray: eran la antípoda de lo que a menudo promete y asegura el doctor Salimei.
El Ministro cree que para fin de año el Gobierno dispondrá de una poderosa base de sustentación: la clase obrera; y en esa dirección trabaja. Quienes conocen los entretelones de su gestión explican que Salimei está más interesado en lograr el concurso gremial que el empresario, con lo que parecería coagular la idea del 'pacto social' que tanto anhela el Gobierno. El jueves, entregó otra prenda de buena voluntad: se había resuelto suspender la vigencia del Salario Vital Mínimo y Móvil, una conquista que beneficia a pocos sectores, entre ellos, los trabajadores rurales, pero la opinión expresada ese día por la CGT de que la medida no sería bien vista (a pesar de su corto alcance, es una antigua aspiración obrera), anunció que el SVMM se mantendría. En medios gremiales se dijo, inclusive, que era probable la anulación del reglamento de la Ley de Asociaciones y la promulgación de las reformas a la Ley de Despidos que tachara Arturo Illia, dos peticiones de la CGT al Ministro de Economía.
Otros sectores que han tomado contacto con la conducción económica ratifican que el doctor Salimei respalda más de lo que se suponía las premisas del Subsecretario de Trabajo, Juan P. Tamborenea. Otro índice de la línea que sigue el Ministro de Economía salta de su interés por tomar activa participación en las discusiones de lo: convenios. En estos días, según fuentes dignas de crédito, se adoptará una disposición que faculta al Ministro a resolver de oficio aquellos convenios cuyo trámite no prospere; pasaría entonces a convertirse en único juez de los problemas entre empresas y obreros, ya que estos últimos, endureciendo sus posiciones, desatarían automáticamente la injerencia ministerial, que suponen favorable a ellos. De producirse esta novedad en el esquema paritario (el laudo oficial debían pedirlo las partes), quizá Salimei deba comenzar solucionando el detenido convenio metalúrgico.
Los dirigentes empresarios miran con recelo la política emprendida por el Ministro de Economía. Según otros observadores, el camino que ha elegido sólo sirve para alejar al Gobierno de uno de sus objetivos primordiales: frenar la inflación. De allí que conjeturen que, si el Gobierno desea cumplir ese objetivo, tal vez deba procederse a una revisión de la política laboral o a reemplazos en el gabinete.
El tema reemplazos también alcanzó a Álvaro Alsogaray: el jueves se llegó a suponer que sería cancelada su misión. No obstante, el Superembajador, ajeno a la tormenta que había desatado en Buenos Aires, continuaba sus conversaciones y hasta se permitía insistir en que "el problema económico más importante a que debe hacer frente el Gobierno del general Onganía es cómo combatir la inflación".
PRIMERA PLANA
02 de agosto de 1966

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