FERNANDO "DICK" Y MARIA
UNO
MAS UNO, CUATRO POR PRIMERA VEZ
FERNANDO —DICK— SUSTAITA SE MUESTRA
PUBLICAMENTE CON SU ESPOSA, MARIA; SU
HIJA, DOLORES, Y ALGUIEN QUE TODAVIA NO
HABIA LLEGADO AL HACER LA NOTA Y CUYO
NOMBRE AUN SE DISCUTE. ES, TAMBIEN, UNA
HISTORIA DE AMOR COMO LA DEL TEMA QUE EL
MISMO CANTA; PERO CON UN FINAL MUCHISIMO
MAS FELIZ. O SIN FINAL, LO CUAL ES AUN
MEJOR. ES CASI IMPERDONABLE NO CONOCER A
LA PAREJA. POR ESO SE LA MOSTRAMOS AHORA.
Ahora mismo, cuando
usted está leyendo estas líneas, un personaje
más se habrá agregado a esta historia. Seguro.
Porque el día que estuvimos con Fernando y
María —hace una semana— ese personaje ya
pateaba de lo lindo como si estuviera jugando
la Copa Libertadores y quería asomarse al
mundo cuanto antes. Hoy, en este instante,
puede ser que esté llorando. Será una pequeña
cosa rosadita, con trompa fruncida y un poco
de pelo. Si es varón... —Va a ser varón.
Tiene que ser varón. Bien, supongamos que
es varón. Se llama Fernando II, como
corresponde a un rey. Si es nena tendrá
también un bonito nombre. —Romina...
—Dios nos libre. No lo voy a permitir. Suena
como nombre de gato, María. Fijate: mish,
mish, Romina, Romina... —Se llamará Romina.
De acuerdo, no discutan ahora que no me dejan
seguir con la historia. Pero, claro, mejor
vamos al principio, ¿eh? Se estila. Vamos a
contar cómo se conocieron ustedes. —Ella me
levantó. Algo así fue, en realidad. María
tenía 15 años y vivía en San Isidro. Fernando
también vivía allí y tenía 23 años. Un día iba
él caminando por una calle cualquiera y de
repente notó que lo estaban siguiendo. Miró y
vio por primera vez a una deliciosa chiquita
poniendo cara de ser grande. Era María. Ella
apuró el paso, lo cerró como quien no quiere
la cosa y al fin se puso delante de él.
Obviamente lo estaba seduciendo. —Claro, en
esa época él era flaco, buen mozo y joven.
—¡Ah, qué bien! Ahora soy gordo, feo y
viejo... —Pero te quiero igual, sonso.
No se apresuren, no me cuenten el final de la
historia, ¿quieren? Quedamos en que él se vio
medio acorralado y —casi huyendo— se metió en
La Vascongada que estaba a pocos pasos.
—Era La Martona. Bueno, qué más da, el caso
es que no era una whiskería precisamente.
—Con la edad que tenía ella no me metí en una
calesita porque no había ninguna cerca, que si
no.. . —Pavote. El ahora llamado
cariñosamente pavote se sentó y pidió un
estimulante vaso de leche con crema. Pocos
segundos después entró María, quien, con aire
de vampiresa precoz, se acercó a él pidiéndole
fuego, lo cual no era, justo es reconocerlo,
ninguna prueba de originalidad para el caso.
—Me acuerdo que justo cuando yo estaba con el
cigarrillo en la mano pasó una tía mía y me
vio. Se armó una en casa, ese día, que ni te
cuento. El que cuenta soy yo, quedamos. El
le dio fuego y se sucedieron cosas tales como
"¿vivís por acá? ¿A qué te dedicás? y "qué
raro, yo no te vi nunca por estos lados";
típicas mentiritas necesarias. Fernando le
preguntó cuántos años tenía y María se
atragantó con el humo, tosió un poco y mintió
con cara de estar mintiendo: "Dieciocho".
Quedaron en verse todas las semanas, pero
Fernando no apareció más. —Tenía miedo,
che. Era una mocosita y yo ya era bastante
grande. Me daba miedo encontrarla otra vez.
Pero la encontró un año después. Era en un
baile. Llegaron separados. María estaba
bailando con otro y cuando Fernando entró dejó
al otro plantado y no se separó en toda la
noche de su presa. A todo esto, en esa época,
había salido a la venta el primer disco del
dúo Bárbara y Dick. Los amigos de Fernando
Sustaita — Dick— insistieron en esa fiesta en
poner a todo volumen el tema de su ídolo
local; pero un grupo al que pertenecía el
muchacho que bailaba antes con María se opuso
tenazmente. Piñas, lío y comisaría para todo
el mundo. A todo esto, el disco vendió nada
más que 1.700 placas. Bárbara y Dick recién
habían nacido. Lo bueno es cómo habían nacido.
Se conocieron en los Estados Unidos. . .
—Mentiras. —¿Cómo mentiras? —Si,
mentiras. Es hora ya de aclarar eso. Nunca lo
conté y lo voy a contar ahora. Cuando recién
se formó el dúo alguien encargado de la
promoción hizo llegar a "La Razón" la historia
ésa de que nos conocimos en los Estados
Unidos, donde yo estaba estudiando en la
Universidad de Yale. Se publicó que recién
regresábamos de allá y que éramos partidarios
del amor libre y esas cosas. Los padres de
Bárbara me querían matar, pero yo no tenía
nada que ver. Después —y aquí viene la
anécdota— fue tan grande la bola de nieve que
nos sepultó a nosotros mismos en la mentira.
Ya era imposible desmentir nada, ya todo el
mundo empezaba los reportajes contando que
Bárbara y yo nos habíamos conocido en los
Estados Unidos, pero yo debo confesar ahora
algo que hace años tengo atragantado: NO
CONOZCO los Estados Unidos a menos que sea por
las postales que me manda mi hermano que vive
allá. Pero era tarde para negarlo. Llegué a
mantener una conversación de cuatro horas
hablando de los Estados Unidos con una
periodista que había vivido allí varios años.
Yo inventaba barrios, locales nocturnos,
plazas y hablaba de cosas tales como "la
máquina" y la ingenuidad de los americanos.
Ahora confieso que estaba tan envuelto como
para no poder salir, aun a pesar mío. La
realidad es que conocí a Bárbara porque me la
presentaron y formamos un trío con un amigo,
Martín Grondona. Luego él se fue y comenzamos
a grabar después de algunas antesalas. La
primera vez que actuamos fue en "Remates
musicales" y eso no lo sabía nadie hasta hoy.
Vaya por la sorpresa. Gracias por la
confesión. Volvemos a María, entonces. Después
de aquella famosa fiesta que terminó en la
comisaría como toda fiesta juvenil que se
preciara en esa época, continuaron viéndose.
Un buen día Fernando le dijo a María que
quería casarse con ella. —Estábamos
mamados. Perdón, creo haber entendido mal.
—Que estábamos mamados, borrachitos. —Es
cierto. Tanto él como yo estábamos algo
mareados. —Mamados. —Bueno, mamados.
Puerilmente, se entiende. Yo le dije que
estaba loco cuando me propuso casarnos.
Entonces me desafió. Me dijo: "vos poné una
fecha y en esa fecha nos casamos". Yo le dije
que de allí a un mes y me dijo que sí. Claro
que después "se borró". Puso excusas.
—Entre otras cosas, la familia de María no me
podía ver ni dibujado. Decían que si yo estaba
en televisión debía ser un tipo medio raro;
con esas patillas y esa ropa... Medio raro, ya
me entendés. Sí, te entiendo. Pero el
asunto es que cinco meses después se casaron
en serio. Ella recién cumplía los 17 años y él
los 25. Un año después nació Dolores Sustaita,
que hoy tiene un año y nueve meses y cuya
principal vocación en la vida es volcar
ceniceros repletos de puchos, tomarse el
whisky de los periodistas que entrevistan a
papá y mamá, romper todo aquello que pueda ser
roto, encaramarse a altísimos sillones con
gran peligro de su integridad física y ser
definitivamente adorable. Todos estos puntos
los consigue sin mayor esfuerzo, en especial
ser adorable. —Quisiera verte a vos todo el
día con ella... Sí, yo también quisiera
verme a mí todo el día con ella, pero el caso
es que es de ustedes dos y la adoran. Además,
si un chico trae tantos problemas como se
supone, ¿para qué encargaron otro? —Porque
Fernando quiere un varón. Pero si llega a ser
nena va a tener que esperar cinco años para
probar de nuevo. —Va a ser varón. Lo
lindo del caso es que cuando usted,
imprescindible lector, tenga este ejemplar en
sus manos, ya se sabrá qué fue. Parafraseando
a mi amigo Mancera, ésta es la magia del
periodismo. En cuanto a ellos, son una pareja
sin ningún tipo de problemas. Ya se sabe que
la farándula. . . —¿Quién te contó que no
tenemos problemas? Bueno, supongo. La vida
de los que forman parte del mundo del
espectáculo está plagada de triunfos y
buenaventura. Eso piensa mucha gente, al
menos, cuando los ve en un show o te escucha
en un disco. —Ojalá fuera cierto. Tenemos
problemas. Tienen una hija adorable, otro
por venir, son jóvenes ¿qué les puede pasar?
¿Quizás algún problemita de celos? ¿Será
celosa María? —No. No soy celosa. Yo
recuerdo, sin embargo, que una noche de
hace un par de años paseábamos por Mar del
Plata los tres y cuando unas chicas jóvenes se
cruzaron con Fernando vos murmuraste: "esas
estúpidas, ¿qué miran?". Creo. —Bueno, fue
otra cosa. Está bien, soy un poco celosa, pero
no es ése el problema... No entiendo,
entonces. Ustedes, repito, lo tienen todo:
amor, juventud, hijos, futuro, carrera de
Fernando, dinero. . . —Ese es el asunto.
—¿Dinero? —Mirá; lo que la gente no
terminará de entender nunca es que en nuestro
trabajo, en mi trabajo, a veces se gana bien,
pero la cosa no es continuada. Hoy puedo hacer
un show y mañana grabar un disco, pero
¿cuántos shows y cuántos discos puedo hacer
por año? Por mes. Por supuesto no tenemos
espantosos problemas para vivir, pero tenemos
los mismos que puede tener cualquiera del
público. Te diré que es lo que más me gusta,
dentro de todo; es una manera de identificarte
del todo con el que te escucha o ve. A María y
a mi nos duele tanto como a cualquiera de
ellos el aumento de la leche o de la carne o
del pan, ¿entendés? Somos la misma cosa. Y
es muy lindo, por supuesto, pero imagino que
hasta ellos tienen un seguro de vida que vos
no tenés. Saben que a fin de mes cobran un
sueldo En vos depende de lo que hagas y
—fijate qué paradoja— depende de cómo reciban
ellos precisamente lo que hacés. Me pregunté
muchas veces por qué tus discos no se venden
en la medida de la calidad. Esto sólo para
usted, imprescindible lector, imprescindible
público, imprescindible comprador de discos,
imprescindible espectador (si usted imaginara
realmente lo imprescindible que es para todo
lo masivo se le reventarían los botones de la
camisa o —si es mujer— cualquier otro tipo de
botón): Fernando Sustaita —o, si lo prefiere,
Fernando "Dick"— es, en mi concepto personal,
uno de los mejores intérpretes nacionales.
Ojalá haya escuchado usted en alguna parte su
versión de "Historia de amor" en castellano,
idioma éste que —al fin de cuentas— es el
nuestro, ¿no? Si escuchó esa versión seguro me
entenderá. 0 si escuchó sus temas de Navidad o
esa delicia de hace un par de años que se
llamó "Balada para una niña extranjera" o "Un
caballo blanco" donde la poesía era San Martín
antes de que se entrenaran y pusieran de moda
los filmes de héroes nacionales. Pero, claro,
tiene que pagar el derecho de piso que pagan
todos los que —siendo de avanzada— hacen las
cosas demasiado bien. Un día va a incluir en
sus temas vocablos como "sha-la-lá";
"bunga-bunga" o "vende-vende" y todo va a
andar de lo más bien. Ojo que una cosa no
quita a la otra. El "vende-vende" puede ser
divertido y simpático, pero lo que hace
Fernando no es menos simpático, es emotivo y
además está lleno de sensibilidad. Palabra,
imprescindible. —Te van a decir cosas feas
por escribir eso. —Prefiero que me digan
cosas feas por escribir eso y no que me digan
bondades por escribir cosas feas. Además no te
metás en mis asuntos. —Vos te estás
metiendo en los míos desde hace dos horas ya.
—Pero tengo carnet. —Ah, bueno. ¿Querés
comer? ¿Y vos, Moura? —No. Nos vamos. Creo
que ya está bien. Para mostrarte tal como sos
por primera vez para nosotros ya está bien.
—¿Y la nota? ¿No hablamos de la nota? —Ah,
claro, la nota. La nota al tipo de la
farándula que no tiene problemas y canta en
televisión. Supongo que el "gancho" es sacarte
fotos por primera vez junto a María, tu mujer,
que —además— está embarazada. La nota de todos
los días, tenés razón. La nota al triunfador
que se eleva por sobre las cabezas de sus
espectadores porque él graba discos, le sacan
fotos, canta en clubes, es distinto del
público que lo aplaude. La nota. Comencemos:
decime, ¿estás realizado? VICTOR SUEIRO
Fotos: Ricardo Moura
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