Frondizi
Visitas, un libro y un parangón:
1963 repite la situación de 1820

Frondizi
Cuatro hectáreas y media de la provincia de Buenos Aires se han transformado, en los últimos días, en uno de los centros políticos más concurridos de la Argentina. Para llegar a ellas, hay una hora de tren y un poco menos de automóvil; el viajero, entonces, se encontrará en la estación ferroviaria de San Miguel y deberá todavía recorrer una decena de kilómetros, entre edificaciones y arboledas, para llegar a destino.
La quinta Los Plátanos parece estar a medio camino entre la granja y la pequeña estancia. Algunos animales van y vienen sobre el suelo golpeado por el sol invernal. El único detalle insólito lo constituye media docena de flamantes automóviles estacionados a un costado de la casa. La casa —o el casco— tampoco deslumbra demasiado. En otros sitios de San Miguel pueden encontrarse atrayentes construcciones de fines del siglo XIX o algunas de avanzada arquitectura.
Pero la entrada de Los Plátanos anuncia, a la derecha, la acendrada fe religiosa de sus propietarios, la familia Pérez Torquinst: un gran signo del "Cristo vence" (cruz sobre una V) es suficientemente explícito. No aparecen mucamos en el interior; en el "living-room", cuadros y sillones. En el comedor contiguo, una chimenea encendida, un armario con porcelanas, una mesa de madera sin lustrar, como las sillas, una puerta-ventana al fondo.
A la mañana y a la tarde, el living y el comedor suelen verse desbordados; en la casa arrecian las visitas. Arrecian desde el sábado 3 en que un nuevo ocupante la habita: Arturo Frondizi. En Los Plátanos se cierra, temporariamente, un periplo que comenzó en la residencia presidencial de Olivos y siguió en la isla Martín García y en un hotel de Bariloche, que el jueves 1° abandonó el ex mandatario, con rumbo a San Miguel. Ahora, Frondizi divide a sus visitantes: familiares, en Los Plátanos; allegados, en una casa de San Isidro.
Hasta Los Plátanos fue PRIMERA PLANA para saber qué hace Arturo Frondizi. Lo encontró rodeado de amigos y compañeros de lucha. Lo encontró brioso, menos delgado y más eufórico que en una anterior entrevista en el Tunquelén (ver Nº 18, págs. 6/7). Lo encontró, también, con un atuendo ya conocido: campera negra de cuero, sweater y camisa abierta, pantalones de franela, cabello cortado casi al rape.
Aunque Frondizi ha reiterado su decisión de no formular declaraciones políticas, de no someterse a reportajes, concedió varias horas de conversación al redactor de PRIMERA PLANA. En una buena parte de la conferencia estuvieron junto a él: su esposa, su hija, Eduardo González (h.)f David Blejer, Mariano Wainfeld, Oscar Valdovinos, Alfredo Allende y algunos íntimos del ex presidente.
Frondizi comenzó hablando de sus problemas personales: buscar departamento (desde 1956 no utiliza el que posee en la calle Rivadavia), reorganizar su vida. Por ahora piensa dedicarse a recibir a sus amigos y departir con ellos. Le interesa, especialmente, informarse sobre todos los matices de la actual situación. Inclusive llegó a confesar un maleable horario de recibo para quienes quieren verlo.
A veces recibe insólitas visitas: unos jóvenes de la UCRI fueron a formularle reproches, aunque salieron convenientemente convencidos. Un sacerdote lo invitó a la primera colación de grados en la Universidad Católica de Río Hondo, Santiago del Estero: "También invitó a Illía y a Guido. Yo le dije que si podía reunimos a los tres debía cobrar entrada. No iré." Una directora de colegio primario lo convidó a participar de un acto escolar.
El ex presidente desvía la charla y pregunta a su ex ministro de Trabajo: "¿Cómo va su libro?". Allende, que trabaja en un estudio sobre cuestiones sociales, anuncia que el texto está bastante adelantado. Frondizi hace hincapié en su conocida tesis: los problemas sociales no pueden ser estudiados sin analizar conjuntamente el problema del desarrollo.
"Esa es la gran innovación de «Mater et Magistra» —dice Frondizi—. Cuando Juan XXIII habla de la justicia social, no hace sino retomar una gran tradición de encíclicas sociales, pero nadie destacó aquí que la originalidad fundamental de «Mater et Magistra» es que allí todo se centra en el problema del desarrollo. Esa es la línea, por lo demás, de los últimos documentos de los obispos chilenos y paraguayos. Hay allí cosas muy interesantes que usted debería citar."
El ex presidente señala que tiene en la cabeza 300 temas para libros y que sólo está esperando a los posibles autores. "Yo les voy a dar el título, un rato de conversación y algunas fichas." De alguna manera confirma así que piensa dirigir una editorial. En seguida vuelve al tema del desarrollo: "Me vino a visitar, el sociólogo norteamericano Kantor, que está escribiendo algo sobre mí. Me dijo que en la Argentina el problema fundamental es el de la vivienda. Según él, si todos tienen vivienda confortable y barata, habrá tranquilidad y paz social."
Interviene entonces Elena Faggionatto: "Y vos le hablaste entonces de la revolución de las milanesas." Frondizi asiente: "El tema de la revolución de las milanesas... es fundamental." Todos parecen tomar la frase con absoluta seriedad; varios confirman la trascendencia de esa revolución. Finalmente, el ex mandatario explica: "Cuando estaba en Bariloche vino a verme un maestro rural; me contó que los chicos iban a su escuela sin comer, con todo el frío que hace allá. -«Trate usted de hacer algo», me insistió. Entonces hablé con un puestero, simpatizante político, un tal Maldonado. Le pedí que tratara de separar algo de la carne y la verdura que no vendiera y que preparase una sopa. Maldonado me dijo que me cobraría estrictamente los gastos. Así lo hizo. Al día siguiente estaba yo en la escuela, llevando la olla de la sopa caliente. No se pueden imaginar la alegría de esos pobres chicos. A los quince días, la alegría se había ido transformando en costumbre y poco después el «cabecilla» de los chicos me hizo el primer planteo: «Oiga, don, siempre sopa, siempre sopa, siempre sopa. Estamos cansados de sopa.» Yo volví a verlo a Maldonado y le pedí que «pusiera un poco menos de agua y un poco más de papas». Entonces empecé a alternar la sopa con los guisos.
También la alegría fue efímera. El cabecilla volvió a retomar la ofensiva en seguida: "Siempre sopa o siempre guiso, siempre sopa o siempre guiso. ¿Por qué no nos trae milanesas". Me hicieron así la revolución de las milanesas. Con la vivienda pasa lo mismo: la vivienda no soluciona los problemas, sino que crea nuevos problemas, nuevas apetencias. El que tiene casa, quiere después llenarla; el que empieza a vivir bien, exige vivir mejor. Y hay que estar preparados para darles.
"Yo le dije a Kantor: «Si usted cree que nuestros pueblos se van a conformar con el departamentito, es un ingenuo.» Del problema de la vivienda hay que ocuparse, por supuesto. Pero primordialmente hay que buscar que un plan de viviendas vaya unido a un plan general de desarrollo."
En seguida se pasa al tema de "los enemigos del desarrollo". Frondizi indica que siempre, quienes quisieron impulsar el desarrollo, se encontraron con los mismos obstáculos: la burocracia, la moralina de los reaccionarios. "Ese es el tema de mi próximo libro, Un yanqui en la Patagonia: allí analizo todo eso, pero limitándome a una descripción histórica. Nadie puede decir que defiendo «el desarrollo» (marca la U, aludiendo a las ironías verbales de algunos de sus adversarios) del período 1958-1962".
Según su autor, Un yanqui en la Patagonia "es la historia del norteamericano Bailey Willis, que vino a la Argentina llamado por uno de los eminentes ministros de la oligarquía, el doctor Ramos Mejía, a principios de siglo. Ramos Mejía fue primero ministro de Agricultura y después de Obras Públicas, y tenía un plan para desarrollar la Patagonia clavando allí una pujante ciudad industrial, que transformaría materias primas de nuestro sur (lanas, cueros, maderas) y de Chile. El plan incluía cruzar la Patagonia con líneas férreas, inclusive ferrocarriles eléctricos de distinto nivel, y la apertura de dos entradas a Chile.
"Era económicamente posible, y Ramos Mejía lo había demostrado. Pero era también una revolución para la Argentina; una revolución que la oligarquía progresista, el roquismo (y soy anticonservador) quería llevar a cabo. Fue boicoteado de todas formas: una diferencia de cinco centavos en una cuenta hizo que se pararan los sueldos del grupo de pioneros que acompañaba al yanqui; después hubo interpelaciones parlamentarias y, finalmente, se hizo sentir la presión directa de intereses extranjeros. Resultado: todo quedó en la nada."
El periodista consigue ubicar una pregunta concreta: "Estamos en 1963, a dos meses de la asunción al poder del doctor Arturo Illía. Usted no piensa pronunciarse por ahora sobre los últimos acontecimientos que determinaron la llegada de Illía al gobierno, pero quiero saber ¿qué otro año de la historia argentina le recuerda éste de 1963?".
La respuesta apenas se demora:
"A 1820. Los libros de historia dicen que en 1820 hubo un día de los tres gobernadores, y ahora se afirma que hay tres presidentes... Pero no me refiero a ese parecido formal. En 1820 se enfrentaron las fuerzas del Directorio, que representaban a la oligarquía portuaria, con los caudillos populares Ramírez y López. Hubo varias escaramuzas, algo así como setiembre y abril, y ganó Ramírez. Tanto ganó que llego a amarrar su caballo en la Pirámide. Era algo así como los tanques de López Aufranc en Plaza de Mayo. Pero después la oligarquía maniobró con suma habilidad e hizo pelear a los caudillos entre ellos (Ramírez con Artigas, López con Ramírez, y después lo mandó matar) y, finalmente, llevó a Rivadavia a la presidencia. Claro que la historia no terminó allí. Después pasaron muchas cosas, y apareció Rosas. La historia no se repite, pero sus grandes líneas enseñan a quien sepa leer en ellas."
Por lo demás, en un breve aparte con el periodista, Frondizi no apareció dispuesto a dividir a la UCRI ni a crear, por ahora, un nuevo partido político. "Aristóteles —dijo— pudo hacer política sin tener un partido que le respondiera." No dio importancia a la "sublevación alendista". Insistió en la necesidad de que sus partidarios se organicen y comiencen a trabajar en seguida; En general, rehuyó mediante salidas humorísticas todas las preguntas sobre la actualidad "inmediata". Cuando se le preguntó si le sorprendería demasiado una visita de Oscar Alende, Frondizi contestó preguntando, a su vez: "¿Qué opina sobre las guarderías infantiles?" (la hija de Frondizi se especializa en ese problema).
La conversación, además, estuvo salpicada por anécdotas y revelaciones más o menos inusitadas:
• David Blejer estuvo cuatro días preso siendo titular de trabajo. Se dio así, quizá, el primer caso de un presidente que hace detener a un ministro sin destituirlo. El médico de Blejer había advertido a Frondizi que la salud de su colaborador corría serio peligro si no dejaba de fumar. "Si resiste cuatro días —dijo el médico-puede conseguirse un éxito." Frondizi, fracasados sus esfuerzos persuasivos, dio orden a un oficial de su guardia, en Olivos, que no permitiera, durante cuatro días, la salida de Blejer "bajo ningún concepto" y que lo vigilara especialmente para que no pudiera agenciarse cigarrillos por ningún procedimiento. La orden fue escrupulosamente cumplida.
• Frondizi sigue siendo "hincha" de Almagro. El origen de esa singular "devoción" es político. Cuando joven, todos sus compañeros de comité, en la sección séptima, eran directivos del Club Almagro, que constituía algo así como una "colateral" del partido radical.
• Frondizi jugó su último partido de fútbol en 1953. Tenía entonces 45 años, e integró un equipo de abogados en el que también se hallaban Wainfeld y Blejer. Hizo foul y la incidencia determinó la suspensión del partido a los 25 minutos.
Ante un nuevo intento por conocer el juicio de Frondizi respecto de los últimos acontecimientos ocurridos en la Argentina desde su derrocamiento en marzo de 1962, el ex presidente sonrió: "Se imagina que tengo opinión sobre todo eso", expresó. Tampoco dio seguridades de cuándo y cómo las expondría. Se limitó a aclarar: "El día que quiera decir algo de estas cosas trataré de hacerlo sin intermediarios, en una conferencia pública o en un artículo o en un libro."
Los allegados a Frondizi fueron tan inescrutables como él. La charla terminó con una información marginal: el ex mandatario calcula estar en Los Plátanos alrededor de un mes. Hasta entonces, el pueblo de San Miguel seguirá atado al exotismo de que hacen gala sus vecinos al responder cuando se les piden datos de orientación para llegar a la quinta.
En un café de la ruta 8, los redactores de PRIMERA PLANA protagonizaron esta anécdota; se dirigieron a uno de los parroquianos en busca de la dirección de Los Plátanos:
—No sé dónde es. Debe quedar pasando la vía...
—¿Doblamos a la izquierda o a la derecha?
—Creo que a la izquierda. ¿Ustedes son periodistas?
—Sí.
—¿Entonces vienen a verlo a Frondizi?
—Sí.
—Me lo hubieran dicho antes. Mire, sigan una cuadra, doblen a la izquierda hasta llegar a la avenida...
13 de agosto de 1963
PRIMERA PLANA

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