Personajes como el Leandro de "Los
isleros" dan carácter a nuestro cine, dice
García Buhr
LEANDRO, el de "Los Isleros", necesitaba un
cuerpo que lo encarnara, un espíritu que lo
entendiera y una fisonomía que le diera
expresión. Porque Leandro no era un
engendro de la fantasía, sino un tipo cierto,
de carne y hueso, viviente tanto en las
páginas de un libro como en las anchas páginas
del Delta. Arturo García Buhr fué el hombre
para esa faena. Así, tal como es, con su
exterior de galán madurado en Indiscutible
primer actor, pudo transformarse. Pero el
porqué de la transformación debe explicarse
poco a poco.
"DEBE SER ARTURO..."
Nos decía, hace unas tardes, Tita Merello —
"La Carancha" de "Los Isleros" —, que cuando
tuvo oportunidad de opinar sobre el reparto de
la producción que iba a dirigir Lucas Demare,
y que ahora es un éxito de alta Jerarquía,
dijo, desde el primer momento, respecto al
actor que hacia falta para hacer el Leandro:
—Debe ser Arturo... Esta afirmación
anticipada y creyente de la actriz ha sido
doblemente afortunada. Le deparó a la película
el equilibrio indispensable para que los
primeros planos no se resientan por culpa de
alguna de las partes. Y aseguró el éxito de la
presentación de un trabajo laborioso, lleno de
dificultades, necesitado de estudio y de
comprensión. Agreguemos que Lucas Demore
también estaba convencido de que debía ser
García Buhr. Y con él, los productores.
SUPERANDO LO PREVISTO Y no son
palabras. Se había imaginado un gran
trabajo... Y éste fué, con mucho, superior a
lo Imaginado. Y volvemos a la pregunta
inicial: ¿Cómo se logró esto?... Para
entenderlo, hay que escuchar a García Buhr. Y
para escucharlo lo hemos ido a buscar a ese
foco de actividad, de ilusiones, de afanes,
que es el teatro que está próximo a Inaugurar
en la calle Santa Fe: el "Versalles". —Está
en el foso... Y, efectivamente, está en el
foso. Pero también está en el escenario, en
los palcos, en la platea, con el electricista,
con el tapicero, con los carpinteros... Está
en todas partes y con todos... Un momento de
vida febril, que se prolonga desde hace
semanas y que habrá de culminar don él, y su
compañía, en el escenario, el 17 del
corriente...
HABLEMOS DE "LOS
ISLEROS"... García Buhr querría hablar —y
mucho— de teatro en general, y de su teatro en
particular... Así como hay quienes han
deseado Intensamente un automóvil, una casa,
un barco, un tapado de piel o un encendedor,
así también García Buhr vivía deseando un
teatro. Su teatro. Ahora lo tiene. Y va a
ponerlo en acción dentro de unos días. Lo que
para un hombre como él, tiene enorme
importancia. Es como la carta decisiva en la
noche decisiva de un jugador. —¿Hablemos de
"Los isleros"?... —¿Qué les puedo decir?
—Lo que usted piensa en estos momentos de la
película... —Pues... ahí anda... Y según
parece... anda muy bien... Y ríe con cierta
Intima alegría, muy parecida a la del muchacho
que ve que su barrilete se levanta derechito,
cobrando altura sin cabeceos ni coleadas.
TODO ES UNA' ANECDOTA —Queremos algo
más que eso... Queremos saber —para que lo
sepa el público— algo de usted en su
trabajo... En su visión de Leandro... En su
Interpretación ... Algo más que una anécdota,
también. .. —No sé si hubo anécdotas
durante la filmación ... Siempre las hay. Unas
ciertas, otras dudosas y otras, como la mayor
parte de las anécdotas..., Inventadas. Pero
pienso que lo mejor será convenir que todo
—desde el principio al fin— ha sido una
anécdota. Una linda anécdota para contarla ...
Hicimos una película que se llamó "Los
isleros"... Y gustó... Vuelve a reír, pero
acosado por una pregunta más directa, recobra
su rostro la expresión entre seria y
reflexiva, se quita los anteojos y nos dice:
—Si... Fué una gran oportunidad hacer ese
trabajo... Un trabajo que me gustó desde el
primer momento... Un trabajo lleno de
posibilidades y en un todo de acuerdo con mi
manera de entender el cine. Me refiero al cine
nuestro, a sus asuntos...
UNA BUENA
DERIVACION —Esta —intercalamos— es una
buena derivación... Hablemos de eso... Que eso
es hablar de "Los lsleros"... —Cuando se
habla de hacer cine, queriendo con ello
significarse que el cine que se haga debe
tener valores esencialmente nuestros,
representativos de costumbres y cosa? de
nuestro ambiente, ajustadas a nuestra
modalidad, con tipos auténticos, se plantea un
problema mucho más difícil de lo que parece...
Y mucho más fácil también, aunque resulte una
paradoja... —Estamos de acuerdo... —Y es
así.. Lo primero, como planteo, parece poner
una montaña delante de los ojos. ¿Y esto?
¿Cómo se afronta? ¿Cómo se encara? Pero si es
muy sencillo. Ahí está el caso de Leandro. Ese
personaje es real. . ., es común..., es uno de
los tantos criollos fuertes, honrados, capaces
de cualquier sacrificio, laboriosos y hasta
heroicos llegado el caso, de los que está
lleno el país... No sólo nuestras islas... En
las Islas, es el prototipo del islero... En la
llanura o en la montaña, será siempre así, en
su esencia, en lo Intimo, con otro escenario
dentro del cual se moverá con los mismos
sentimientos.. Los elementos naturales —el
rio, la llanura y la montaña— tienen
Influencias semejantes... Atrapan al hombre y
lo hacen a su manera..,
LO QUE DEBEMOS
HACER —Esto quiere decir... —Que tenemos
un material riquísimo, imponderable, al
alcance de nuestras manos, es decir, de
nuestros propósitos. Sólo hay que saber
utilizarlo, sin desnaturalizar sus cualidades,
sin equivocar sus gestos.,. Porque en cada
gesto hay parte de él... Lo Interrumpe un
tapicero, y previa medida de una tela que ha
de servir para el antepecho de los palcos,
reanudamos la conversación. —Estábamos en
lo que debemos hacer... Debemos hacer — si
queremos tener un cine que sea reconocido por
su personalidad, su vigor y su categoría, que
despierte interés y que guste verse en otras
partes— uso de todos aquellos personajes con
los cuales se Identifica lo argentino... Así
como hoy encontramos que un islero representa
algo nuestro, con valores y virtudes
personales sobresalientes, mañana puede ser un
tipo de la fábrica, un tipo del suburbio o un
tipo de cualquier esquina de la ciudad... o de
las provincias.
LO QUE HACEN LOS
DEMAS... Ya el asunto apasiona a García
Buhr, que agrega: —¿Por qué gusta el cine
mexicano aquí y en muchas partes?... Por una
razón muy sencilla. Cuando los mexicanos hacen
cine mostrando sus tipos, sus costumbres, sus
vestimentas, su música y sus canciones...,
esas películas tienen éxito inmediato. No
quiero hablar de las otras, que abordan los
que llamaremos temas universales... Quiero
referirme a lo que realmente camina bien del
cine mexicano... —Otro tanto ocurre con el
italiano... —Iba a decir eso mismo. ¿Qué
han hecho los italianos para colocarse en un
plano sobresaliente en el concepto mundial?
Muy sencillo. Han mostrado sus tipos, llenos
de humanidad, de verdad. Nada de
desfiguraciones. Nada de alterar los rasgos
esenciales de cada tipo. Y cuando en este caso
se dice rasgos, se entiende que se habla de
todas aquellas exteriorizaciones del carácter
que sirven para mostrar una mentalidad, una
sensibilidad, un espíritu... El tema
sugiere mucho más. Y García Buhr observa:
—Los Italianos haciendo una comedia francesa
no tendrían el mismo éxito. Serla algo
absolutamente falso. Pensemos nosotros en lo
que debemos hacer, en los temas que debemos
elegir, y que nos sirva este ejemplo de punto
de mira...
NO DESFIGURAR LO NUESTRO
—Por otra parte, cuando hablamos de lo
nuestro, no significa que debamos encerrarnos
en un clima determinado... Que debamos hacer
gauchos, pampa, guitarras, caballos, arreos...
No hay por qué quedarse en eso. Eso es una
parte de lo argentino. También la chacra y el
chacarero son algo nuestro. También el
ciudadano del barrio en la urbe es algo
nuestro... Pero con la condición de no
cambiar, como a menudo se cambia, el gaucho.
El gaucho monta, se mueve, habla y mira de un
modo que solamente él sabe hacerlo. Hemos
visto gauchos cowboys haciendo caracolear el
caballo, desmontando al galope de un salto de
circo. No. Eso no es lo nuestro. Hay que mirar
mucho nuestras cosas, compenetrarse de ellas y
llevarlas con autenticidad a la pantalla.
Gustarán entre nosotros y fuera de nuestra
casa. Para mi. el mejor elogio del Leandro de
"Los lsleros" lo ha hecho un director, actor y
amigo, lleno de autoridad, que me ha dicho:
—Yo he visto ese tipo en alguna parte. No sé
cómo ni dónde. Pero lo he visto. Sabemos
que el comentario pertenece a Esteban
Serrador. Se lo decimos, y García Buhr responde
sonriendo: —¿Y no les parece que es buen
elogio? Lograr que se reconozca al personaje
que encarnamos... Que se lo ubique en su
significación, en sus gestos, en su
personalidad es todo lo que podemos desear...
Hay media docena de rostros
atisbando —con
ojos de quien come naranjas agrias— el momento
en que dejemos libre a García Buhr. Un nuevo
apretón de manos y nos vamos de verdad.
Revista Antena 08-05-1951
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