GIVA
Ojos electrónicos defienden a Buenos Aires

Una gigantesca central subterránea controla desde Merlo el movimiento aéreo del país y extiende su alcance hasta la lejana frontera del Brasil

sistema de defensa GIVA
Velocidad: 1.600 kilómetros por hora. Altura: 8.000 metros. Objetivo: bombardear Buenos Aires. En el amanecer del día "X", una escuadrilla de aviones de un país enemigo cruza el Atlántico para destrozar sorpresivamente el corazón de la Capital Argentina. Nadie espera el ataque. Sin embargo, cuando los bombarderos se encuentran a escasos kilómetros del objetivo, cuatro cazas argentinos los interceptan, y al tratar de huir, los derriban instantáneamente.
En menos de diez minutos, el país se ha puesto a salvo. Es que un fantástico centinela electrónico vigila el espacio argentino para evitar cualquier intromisión aérea enemiga sobre territorio nacional. Violar la formidable estructura defensiva de Buenos Aires es prácticamente imposible. Pero si el enemigo logra franquearla, un silencioso ejército civil, los grupos de Defensa Pasiva, tratarán de oponer un último escollo al bombardeo.
Dentro de pocos días, Buenos Aires sufrirá, en la ficción, un ataque aéreo.

EL GUSANO DE CEMENTO
El cielo de Buenos Aires está protegido por un arma sumergida a más de 5 metros bajo tierra. Su nombre técnico es GIVA, ubicado en la localidad de Merlo, pero los hombres que lo controlan lo bautizaron con el nombre: "el gusano de cemento".
Desde allí, el Grupo 1 de Vigilancia Aérea, cumple desde 1952 la misión de controlar el movimiento aéreo sobre la Argentina. Dentro de su caparazón —una tentacular galería subterránea—, el "rol de combate", integrado por 66 oficiales y soldados de la Fuerza Aérea, protagonizan el episodio más alucinante y decisivo de la defensa nacional.
Mientras las antenas giran de manera continua en la superficie, en una de las 12 cabinas del "gusano" tres pantallas anaranjadas muestran el movimiento aéreo en un radio de 380 kilómetros. Un plano en el que entran Buenos Aires, parte de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, todo Uruguay y sur de Brasil está grabado en la pantalla. Sobre ella, una aguja gira algo más veloz que un segundero generando puntos brillantes: son los aparatos en vuelo. No hay avión que despegue, sobrevuele o descienda que escape a la pantalla. Más allá del radio de acción de los radares, otras estaciones de la Fuerza Aérea suministran continuamente datos que amplían la red de vigilancia. En una cabina contigua, el grupo de identificación —en contacto permanente con Ezeiza— posee los planes de vuelo de todos los aparatos que sobrevolarán el territorio argentino.
Cada avión, o punto que centellea en la pantalla, recibe una cifra que es volcada en los gigantescos tableros que tapizan la cabina central de operaciones. Cuando un avión detectado no coincide con ninguno de los planes registrados suena la alarma: ¡intrusos! A veces se trata de aviones de estancieros que realizan salidas esporádicas y breves o de aparatos que han equivocado el rumbo, otras —tal como ocurrió a fines de 1964— de OVNIS que vuelan en formación sobre alguna región del país. Pero cuando los aviones intrusos no responden al pedido de identificación y desarrollan un rumbo amenazador, entra a funcionar el equipo interceptor.
En breves segundos, en una de las tres cabinas conectadas con la base aérea de Morón, se pide el auxilio de una escuadrilla de cazas Gloster Meteor o Moranne Saulnier. La trayectoria de estos aviones es guiada mientras en una pantalla ubicada en la cabina central de operaciones se marca su rumbo con color azul y el de los enemigos con rojo. Cuando los pilotos "leales" descubren la formación enemiga envían un mensaje a la base: "¡Huija!". Es la señal: luego vendrá la batalla aérea.

UTIL EN GUERRA CONVENCIONAL
Hasta el presente, el GIVA ha tenido una acción fundamental en las sucesivas revoluciones que azotaron al país. En 1955, su posición opuesta a la gubernamental los envolvió en un deliberado sabotaje: suministrar al comando "leal" datos falsos sobre aviones "rebeldes". En esos momentos muchos de los hombres que operaban bajo tierra más de las cuatro horas reglamentarias sufrieron violentos ataques de claustrofobia. "Es como moverse en un submarino hermético" —-afirma uno de los soldados encargados de una pantalla de radar.
Este submarino de hormigón, unido a la artillería antiaérea, los 90 cazas interceptores y los grupos de defensa pasiva (equipos de remoción de escombros, salvataje, apoyo civil, bomberos, etcétera), constituyen la sólida defensa del "centro de poder" Buenos Aires.
Ningún otro país de América —exceptuando los Estados Unidos, que posee un sistema más avanzado de control aéreo— gozan de un arma electrónica tan evolucionada. Sin embargo, en caso de estallar una guerra nuclear este dispositivo no tendría ninguna utilidad. "El GIVA —explica su jefe, el vice-comodoro Rubén Bilbao— está destinado a intervenir en una guerra convencional; vale decir, sin proyectiles."

MAS ALLA DE LA LUCHA
En tiempos de paz, el GIVA busca hacer rendir el cuantioso capital que significa su instalación electrónica —más de 10 millones, en 1952—. Hasta hace pocos años, un convenio suscripto entre el Comando de Defensa Antiaérea y la Dirección de Circulación Aérea y Aeródromos, representó 250 horas de trabajo conjunto que significaron ayuda valiosísima a la aeronavegación civil y comercial. Pero el contrato no se renovó. A pesar de que "no se justifica en el área de Buenos Aires la compra de un aparato similar al del GIVA", según declara el vicecomodoro Héctor Girotti, el aeropuerto de Ezeiza está próximo a poseer uno. De existir convenios de aprovechamiento de las instalaciones, posiblemente los beneficios que lograría el GIVA le permitiría ampliar sus recursos materiales y humanos. "Esos recursos —sostiene el vicecomodoro Bilbao— nos posibilitaría realizar una importante tarea de paz; persecución de contrabandistas aéreos; apoyo sostenido a la aeronavegación civil y comercial; salvataje de aviones caídos e innumerables tareas vinculadas al aprovechamiento de nuestro espacio aéreo."
Alguna de esas tareas —multas a las empresas aéreas que se desvían de las aerovías convencionales para ahorrar tiempo, datos aislados solicitados por los aeropuertos, conexiones con aviones civiles en vuelo que solicitan instrucciones... —se realizan parcialmente.
Actualmente, el costo de funcionamiento de sus instalaciones obliga a la Fuerza Aérea a utilizarlo con intervalos. Esas pausas implican un desaprovechamiento del más valioso sistema electrónico de nuestra aeronavegación. Una manera de combatir este déficit consistiría en crear nuevos convenios entre la aeronáutica y las empresas civiles. Sólo así, la poderosa estructura bélica del GIVA serviría a los fines desarrollistas de un país que crece en épocas de paz.
Revista Siete Días Ilustrados
13.06.1967
SISTEMA DE DEFENSA AEREA GIVA

Ir Arriba