Balance de un año de gobierno
peronista
Desde hace 10 meses
pilotea el ministerio clave de la política
nacional Interior. Sucesor en el cargo del doctor
Esteban Righi, su gestión desembocó en lo que
muchos observadores dieron en llamar la
normalización del proceso gubernamental
justicialista, luego de la efervescencia inicial
promovida por la asunción presidencial del doctor
Héctor Cámpora. Es decir que —exceptuando los
primeros 60 días de gobierno—, el embajador Benito
Llambí (62, cuatro hijos) participó directamente
de todo el primer año de administración
justicialista, a cerrarse el próximo sábado 25.
De allí que Siete Días considerara más que
oportuna la circunstancia para entrevistarlo, para
así conocer sus puntos de vista respecto del
período a punto de concluir y revelar la otra
imagen —doméstica— de un hombre casi
exclusivamente asociado a los grandes vaivenes de
la política argentina. Sus respuestas, sumadas a
la síntesis elaborada por la revista sobre los
sucesos más relevantes del primer año de gobierno
peronista (ver páginas 8 y 9), permiten
estructurar una suerte de ilustrativo balance de
un lapso trascendental en la vida del país.
Oriundo de la provincia de San Luis, Benito Llambí
accedió a la vida diplomática luego de una intensa
experiencia castrense: cursó estudios en la
Escuela Superior de Guerra, prestó servicios en
varias unidades y en el Estado Mayor y en 1943,
participó activamente en la revolución que derrocó
al doctor Ramón Castillo. Más tarde, para encarar
de Meno su vocación política, solicitó el pase a
retiro con el grado de mayor. Sus primeros
oficios diplomáticos datan de 1944, cuando accedió
al cargo de secretario de embajada. Su foja de
servicios, a las órdenes de la cancillería
nacional, revela funciones en casi todo el mundo,
sobresaliendo las cumplidas entre 1946 y 1955,
cuando en carácter de enviado extraordinario y
ministro plenipotenciario de primera clase
representó al país en Suecia, Suiza, Irán y
Tailandia. Dieciocho años después, el 28 de mayo
de 1973, ascendía un nuevo peldaño en su carrera,
al ser nombrado embajador extraordinario y
plenipotenciario. Cuando Siete Días se disponía
a entrevistar a Llambí, dos cuestiones ocupaban
particularmente la atención del ministro: una de
ellas era de carácter honorífico (ese día iba a
ser condecorado con la Cruz de Malta); la otra
rozaba terrenos demográficos: el Ministerio
activaba, entre otras cuestiones, a puesta en
práctica de la nueva política inmigratoria (tema
que Siete Días abordará en el próximo número).
Pero no todo el reportaje se realizó en el
despacho del embajador: su agitada función obligó
a continuarlo en otros escenarios. Uno de ellos
fue su hogar —un noveno piso de avenida del
Libertador al 3500, donde vive con su esposa,
Beatriz Haedo, y tres de sus hijos: Verónica (22),
Benito Eduardo (8) y Juan Pablo (5)—; otro, los
bosques de Palermo, donde el ministro suele
intervenir en cabalgatas buena parte de su escaso
tiempo libre. —¿Podría sintetizarnos cómo es
uno de sus días de trabajo? —Bastante agitado.
A eso de las siete de la mañana ya estoy en
acción: generalmente liquido algunas cosas
pendientes en casa. Luego, a las ocho, voy al
Ministerio, donde permanezco hasta las dos de la
tarde. Almuerzo, duermo una breve siesta y retorno
a Ministerio a ¡las cinco. No me pregunte a qué
hora salgo: nunca lo sé, como pasa con ustedes,
los periodistas. A veces también tengo jaleo los
sábados y domingos. —Y cuando no trabaja, ¿qué
hace? —Por lo general, leo. —¿Tiene alguna
preferencia? —Depende del momento. Leo bastante
sociología, historia —¿Y literatura? —Me
gustan los clásicos. También, naturalmente, los
autores modernos. Creo que he leído buena parte de
ellos. —¿Recuerda a alguno en especial?
—Podría ser Miguel Ángel Asturias, el autor de 'El
presidente'. —¿Y argentinos? —Si nombro a
todos mis preferidos no terminaríamos nunca. ¿Sabe
una cosa? ¡Hasta Borges me gusta! No comparto sus
ideas como hombre, pero me deslumbra como
escritor. —¿Le interesa la música? —¡Cómo
no! Me entretiene y permite descansar. No crea que
soy muy moderno: escucho Wagner, Beethoven,
Schubert. . . También me gusta la ópera, el
ballet, pero francamente no tengo tiempo para
darme esos gustos. —Usted ha escrito varios
ensayos históricos. ¿Lo sigue haciendo? —Por el
momento, no. Mi tiempo, le repito, es más que
escaso: casi le diría inexistente. —Pero un
rato para cabalgar siempre le queda, ¿no es
verdad? —No es que prefiera la equitación a
otro esparcimiento: ocurre que me permite
despejarme mentalmente en compañía de mi familia.
Fíjese que cuando dispongo de un día libre, voy a
Palermo con los chicos y Beatriz; si es más de un
día, me corro hasta Punta del Este, donde tenemos
una casa. Allí recupero fuerzas: aire puro, pinos,
caminatas junto al mar... —¿Qué aspecto de la
historia le atrae en particular? —La evolución
que ha sufrido el conocimiento de la Historia
Nacional, verdadero precursor del revisionismo
histórico, que significa dar a cada uno de los
personajes que han participado de nuestro pasado
el verdadero lugar que les corresponde. Antes de
Saldías, muchos hombres que contribuyeron con
esfuerzo a la grandeza del país estaban totalmente
ignorados, o, lo que es peor, vilipendiados.
—¿Le reprochan sus hijos el poco tiempo que tiene
para estar con ellos? —¿Y a qué padre no? Por
eso le digo siempre a mi mujer que lo que más me
preocupa es no poder darles más de lo que les doy.
Como son muy chicos, es probable que yo les falte
antes de que estén totalmente desarrolladas. Por
eso pienso que es fundamental que estén moral y
espiritualmente preparados: habrá que cultivarles
el intelecto y sugerirles que estudien una carrera
que tenga aplicación en el mundo que van a vivir.
Es la mejor protección que se puede dar a un hijo.
Yo no creo que la fortuna sea un respaldo
confiable para nadie: por el contrario, se la
puede perder en un mal negocio. Lo que nunca
perderá un hombre es lo que lleva en la cabeza y
en el alma; es el patrimonio que nadie le podrá
quitar. —Su esposa es una mujer de profundas
inquietudes artísticas. ¿Son estas cualidades las
que más admira en ella? —Por supuesto sé
apreciarlo, pero por sobre todo me inclino ante su
equilibrio, su prudencia y su inteligencia, que te
permite entender todos los problemas, comentarlos,
compartirlos y convertirse, de este modo, en una
verdadera consejera, de manera que mi mujer es un
punto de referencia muy importante en mi vida.
—¿Cómo se ve a usted mismo? —Vea, soy de Tauro
y para algunas personas está todo dicho. Pero como
no todos confían en el zodíaco le diré que me
considero perseverante, luchador, me gusta el
trabajo, soy exigente, acepto la crítica, y soy
severo cuando corresponde. —¿Hay alguna función
para la que no se considera capaz? —Los
negocios. —¿Qué es lo que más desea
actualmente? —Le responderé desde dos puntos de
vista. A nivel personal, deseo ver desarrollada a
mi familia. A nivel nacional, quiero ver crecer al
país rápidamente, llegar a la Argentina potencia
lo antes posible.
LOS FRUTOS DEL AÑO —El
próximo sábado 25 se cumplirá el primer año de
gobierno peronista. ¿Qué saldo deja, a su
entender, ese período? —Altamente positivo.
Mire, sería imposible enumerar las cosas
realizadas en estos doce meses porque son
muchísimas. Pero considere solamente el terreno de
la política internacional: está a la vista,
todo el mundo conoce la proyección vigorosa del
país en el mundo, donde han caído todas las
barreras. Otro aspecto resonante es el económico:
sufríamos una espiral inflacionaria y la
erradicamos, se logró estabilizar los precios, con
gran sacrificio de obreros y empresarios que
firmaron un Pacto Social que posibilitó ese
triunfo. En cuanto a reservas, el Gobierno recibió
al país con menos de 500 millones de dólares en
divisas y llevó esa cifra a 1.800 millones de
dólares. Todo en menos de un año. No exagero al
afirmar que, casi, se ha consumado un milagro,
pues tras largos e interminables años de
sometimiento hemos logrado recuperar la autonomía
necesaria para decidir por nuestra cuenta, de
conformidad con los intereses de la Nación. —¿O
sea que se ha reducido la dependencia del país
respecto a las naciones poderosas? —Yo no diría
reducido; afirmaría que hemos roto con la
dependencia. En estos momentos negociamos con
todos los países del mundo y en condiciones
sumamente ventajosas y determinamos la estructura
y el funcionamiento de nuestro sistema económico
en las variables estratégicas tanto en lo externo
cuanto en lo interno. ¿Dónde está, entonces, la
dependencia? —¿Y en lo relativo a su esfera de
acción; es decir, la política interna?
—Fundamentalmente, hemos inaugurado un nuevo
estilo de vida política, el Gobierno les ha
tendido la mano a sus adversarios políticos. El
presidente ha proclamado que para un argentino no
hay nada mejor que otro argentino. Desde ese
instante ha quedado totalmente expedito el camino
para la reconciliación, la unidad y la solidaridad
nacional. Ahora, todos juntos debemos abocarnos a
la construcción de la Argentina del año 2.000.
—Según considera el Gobierno, para alcanzar ese
país del futuro es menester modificar la
Constitución. Su Ministerio tiene una función
precisa respecto de esa reforma. ¿En qué estado se
encuentran los estudios respectivos? —El
Ministerio del Interior participará en las
consultas con los partidos políticos, con todas
las organizaciones importantes del país y con los
hombres especializados en la materia, a fin de
reunir opiniones relativas a la reforma. También
se cursará un cuestionario a cada provincia para
que ¡la Constitución que surja después de este
estudio cuente con el consenso de todos los
argentinos. —Retomando el balance del primer
año de gobierno peronista, ¿qué papel jugó la
juventud argentina en ese período? —La juventud
es el más rico potencial con que cuenta un país.
La nuestra no escapa a la regla. Para el Gobierno
es fundamental contribuir a su formación, pues
ellos deberán recibir el país que estamos tratando
de construir. Como usted sabe, no es tarea fácil
orientar a la juventud. Pero en eso estamos. Vea,
para que tenga un ejemplo más que concreto de que
nuestra juventud posee una iniciativa sin
parangones, le contaré una anécdota que ocurrió
días pasados. Un chico de 13 años (se llama
Marcelo y cursa el primer año de la escuela de
comercio Nº 18), en la obligación de realizar un
trabajo sobre la "Realidad social argentina", hizo
algo que usted no se imagina. —¿Qué hizo?
—Tuvo la inusual idea de tramitar una entrevista
en este Ministerio. —¿Con quién quería hablar?
—Conmigo. —¿Y lo recibió? —¡Cómo no lo voy a
recibir! Vino acompañado por su maestra (que sólo
se enteró a último momento de la ocurrencia del
chico) y me preguntó, entre otras cosas, cuáles
son las provincias ricas, las pobres, si existe
intercambio comercial entre ellas... Esto le
demuestra a usted que cuando la juventud se
propone algo, lo consigue, que cuando necesita
saber, acude a las fuentes y, por lo visto, allí
nadie les impide beber.
PERON Y EL FUTURO
—Conocí al teniente general Perón en los primeros
años de la década del 30 en la actividad militar.
Serví a sus órdenes en los comienzos de la
revolución de 1943. Luego me desempeñé como
diplomático en dos periodos de su gobierno
anterior. —Al margen de sus funciones, ¿qué
relación mantiene con él? —Las de un discípulo
con su maestro. —¿Y cómo definiría al
presidente? —Mire, su personalidad excede los
límites del tiempo que le toca vivir: es un
elegido, un convocado por ese extraño destino que
señale a los grandes hombres. —¿Qué es, para
usted, el peronismo? —Una concepción del mundo
y de la vida; un modo de sentir al hombre como a
un semejante y a los pueblos como una realidad sin
la que la historia carece de posibilidades de
realización. El peronismo es esencialmente
cristiano y universalista; procura el tránsito de
las confederaciones e integraciones de tipo
nacional al continentalismo, al universalismo.
Todo en su medida y armoniosamente, porque el
peronismo sabe que el tiempo ahorra sangre. En eso
está y para eso trabaja y lucha. —¿Cuáles son
las ventajas de la verticalidad? —Favorece la
conducción; sobre todo, en momentos de grandes
cambios como el que estamos viviendo. Es sabido
que en los cuerpos colegiados se diluyen un poco
los esfuerzos y, además, se disminuye el ritmo de
conducción en los procesos de cambio. Pero
conviene aclarar que la verticalidad no existe en
todos los casos, sino cuando hay un líder de gran
magnitud, que es acatado sin reticencias, como el
general Perón. En nuestro movimiento la
verticalidad hace a las esencias mismas de su
historia, en sus triunfos y en sus derrotas. El
peronismo es policlasista y todos los intereses se
armonizan en el más alto interés de la Nación,
cuya titularidad ejerce el general Perón. Por eso
son acatadas sus decisiones por todos, salvo los
que están al servicio de los enemigos del país o
de otra causa. —Dada su vieja militancia en el
Movimiento, ¿podría señalar qué cambios ha
experimentado el Justicialismo desde 1955 a la
fecha? —Cambian las circunstancias, el ritmo,
la metodología, pero no el rumbo ni las bases
filosóficas y pragmáticas. Lo de hoy no es
distinto a lo de ayer, sino que es lo mismo frente
a diferentes circunstancias históricas, políticas
y económicas. Por eso le digo que el
Justicialismo, en tanto concepción teórico
práctica de la liberación nacional y social del
pueblo y de la Nación argentina (integrando,
además, la liberación de los pueblos y naciones
latinoamericanas), no ha cambiado desde que el
general Perón lo conformara, hace 30 años.
—¿Cree que el peronismo ha sufrido algún tipo de
evolución respecto del resto de los partidos
políticos argentinos? —Yo invertiría los
términos de la pregunta: son los políticos quienes
evolucionaron en relación al peronismo. Antes no
se comprendía la dimensión de su doctrina y de su
programa. —¿Cómo vivió los festejos del
reciente 1º de mayo? —Fue el reencuentro de un
gran líder con su pueblo, que demostró su fe y
capacidad para recuperarlo para la conducción del
país. Cuando el general dijo: "¡Compañeros!" no
hubo nadie que dudara que la historia de nuestra
voluntad de grandeza había resurgido.
—¿Considera grave el problema de la infiltración
en el peronismo? —Es un problema, como otros,
que no es exclusivo del peronismo, ni se reduce al
área política solamente. Hay infiltraciones
económicas y de otro tipo, tan perniciosas como
las de origen político y, a veces, peores todavía.
Lo que ocurre es que el peronismo, por aglutinar a
las grandes mayorías nacionales ofrece el campo
más propicio para el fraude ideológico. La
infiltración, que es eso, un fraude, tiende a
despersonalizarnos y a introducir de contrabando
ideologías y prácticas ajenas a nuestras
concepciones, como la violencia y la intolerancia.
—¿Podría concebirse el peronismo sin Perón? —El
peronismo será con Perón o no será nada.
Viviana Hall Fotos de Mariolino Castellazzo
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Declaraciones de Cámpora y la síntesis de 365 día
muy intensos "La revista Siete Días me pide una
opinión sobre el primer año de gobierno
justicialista. Como ciudadano puedo decir que los
hechos han confirmado las esperanzas del pueblo,
bajo el mandato del general Perón el país se ha
encauzado en su vida interior y ha logrado un
altísimo prestigio en las relaciones
internacionales. La Argentina tiene voz plena en
el mundo, con la autoridad de un gobierno que
cuenta con el decidido apoyo de la gran mayoría
que lo eligió y de los sectores no gubernamentales
que, en un acto sin precedentes en nuestra
historia política, ejercen la crítica con altura y
lealtad. Como embajador en México procuro cumplir,
en la esfera de mi acción, con las pautas fijadas
por el gobierno del general Perón, y en tal
sentido debo decir que las relaciones con México,
especialmente en el campo cultural y económico, se
hallan en muy alto nivel, en una relación de total
franqueza y espontánea cooperación". El texto
corresponde a la respuesta que Héctor José Cámpora
—actual embajador argentino en México— dio al
corresponsal de Siete Días en la capital azteca,
cuando éste le requirió una evaluación sobre el
primer año de gobierno peronista, inaugurado por
él mismo en la soleada tarde del 25 de mayo de
1973. Ahora el justicialismo se apresta a celebrar
su primer cumpleaños en el poder exhibiendo, entre
sus logros, el de haber nucleado tras de sí a la
mayor parte de la aposición. Han sido 365 días
políticamente intensos; una etapa ajetreada que
culmina con la afirmación del rumbo trazado por
Juan Perón y la puesta en marcha de un ambicioso
proyecto nacional. La oportunidad es propicia para
echar una mirada retrospectiva.
POLITICA
INTERNA El 25 de mayo de 1973, desde los
balcones de la Casa Rosada, Héctor Cámpora había
dicho a la muchedumbre allí congregada: "Yo sé que
no es a mí a quien ustedes querrían ver en este
sitio". Y el 13 de julio —luego de haber puesto en
marcha el Pacto Social, eje de la política
económica del justicialismo— el primer magistrado
y su vice renunciaron (asumiendo el cargo
provisionalmente Raúl Lastiri, presidente de la
Cámara de Diputados), creando así las condiciones
para el acceso de Perón al poder. Ante las nuevas
elecciones, los politicólogos vaticinaron una
fórmula mixta —Perón-Balbín— que no se concretó,
aun cuando ambos caudillos sellaron un acuerdo que
aún perdura: aunar fuerzas para impulsar la
propuesta triunfante en los comicios del 23 de
setiembre. Avalado por el 62 por ciento de la
ciudadanía, Perón volvió a la Casa de Gobierno el
12 de octubre, 18 años después de su
derrocamiento. En el curso del año, en tanto se
solidificaba la conjunción radical-peronista,
avalada por otras fuerzas del espectro político
nacional, se suscitaron serias divergencias entre
la ortodoxia y los sectores más radicalizados de
la Juventud Peronista. En diciembre, la línea
institucionalista del Ejército llevó a la
comandancia general a Leandro Anaya, quien
reemplazó a Jorge Raúl Carcagno. En enero, la puja
interna del justicialismo provocó el reemplazo del
gobernador bonaerense Oscar Bidegain por el
metalúrgico Victorio Calabró, hasta entonces vice.
Días después, ocho diputados de la JP renunciaron
a sus bancas. El 1º de marzo, luego de un motín
policial, dimitieron Ricardo Obregón Cano y Afilio
López, gobernador y vice de la provincia de
Córdoba. Ese mismo mes, se rediscutieron las
características del Pacto Social: el gobierno
decretó un alza salarial del 13 por ciento, al
tiempo que aumentó sustancialmente los haberes
jubilatorios y las asignaciones familiares. Se
anunció que los asalariados habían incrementado su
participación en la renta nacional. En abril
volvieron a reunirse en Olivos casi todos los
líderes políticos, encabezados por Perón y Balbín.
Allí se respaldó, expresa o tácitamente, la
propuesta pacificadora del presidente. El 1º de
mayo, en su mensaje al Parlamento, Perón trazó los
objetivos esenciales del Poder Ejecutivo: diálogo
abierto con todos los partidos, avance hacia la
"liberación nacional y social" de la Argentina,
represión para quienes opten por la violencia.
Horas después, en Plaza de Mayo, fustigó duramente
al ala izquierda de su Movimiento, respaldando al
aparato sindical. A mediados de mes, en fin,
Ricardo Balbín arrolló a Raúl Alfonsín en los
comicios internos del radicalismo; el principal
interlocutor extrapartidario del General mantenía
la dirección de la Unión Cívica Radical.
LA
ARGENTINA Y EL MUNDO El nuevo gobierno encaró
una franca y enérgica política exterior,
restableciendo relaciones diplomáticas con Cuba,
Corea del Norte, Alemania Oriental y otros países
del área socialista. La presencia de Salvador
Allende y Osvaldo Dorticós en los actos de
asunción de Cámpora y el discurso del
subsecretario de Relaciones Exteriores Jorge
Alberto Vázquez, pronunciado en junio del año
pasado en Lima, fueron quizás los síntomas más
empinados del cambio. Con especial énfasis, la
Argentina remarcó una política exterior
independiente, pero no exenta de prudencia: en
septiembre participaba en la Conferencia de Países
no Alineados celebrada en Argel; Perón —poco
después— se entrevistaba con el presidente
boliviano Hugo Banzer (en Buenos Aires) y el
uruguayo José María Bordaberry (en Montevideo).
Isabel Martínez, por su parte, hacía lo propio con
Alfredo Stroessner en Paraguay. A un ritmo
incesante, la política exterior necesitó de nuevas
entrevistas, largos viajes y el estudio y
concreción de importantes convenios. En enero
llegó a Buenos Aires el presidente de Panamá, Omar
Torrijos, y en febrero los ministros José López
Riega y José Ber Gelbard encabezaban sendas
misiones a Libia y Cuba. La presencia argentina
fue preponderante en la conferencia de la OEA en
México, y el canciller Alberto Juan Vignes
consiguió —como vocero de los países
latinoamericanos— un resonante triunfo en otra
reunión de ese organismo en abril, en la ciudad de
Atlanta (USA). Recalaron en Buenos Aires los
integrantes de misiones de países socialistas, del
Banco Interamericano de Desarrollo y de gobiernos
africanos. Reflotada la Tercera Posición, la
amplitud de miras del Palacio San Martín quedó
evidenciada con la reciente entrevista de Gelbard
con Leónid Breznev, en Moscú, y el diálogo
mantenido el 16 de mayo en el aeródromo de Morón,
entre Perón y el jefe de la Junta Militar chilena
Augusto Pinochet.
TERRORISMO Poco
después de la asunción de Cámpora, grupos
sediciosos asaltaron en Buenos Aires un
destacamento militar de Sanidad; un alto oficial
murió y varios guerrilleros cayeron prisioneros.
Entonces, se advirtió que la marejada de violencia
desatada durante la Revolución Argentina no se
había atemperado. Antes bien, se complicó cuando
peronistas ortodoxos y jóvenes promontoneros
comenzaron a dirimir sus diferencias con el áspero
lenguaje de las metralletas. Así, el año exhibe
una larga lista de asesinatos: un número
indeterminado de víctimas en Ezeiza, el 20 de
junio; varios crímenes en la localidad de San
Nicolás (que incluyeron a un periodista, José
Colombo); la muerte de jefes de operativos
antiguerrilleros, como el inspector mayor Hugo
Guillermo Tamagnini, en agosto, en Tucumán. Fue el
terror político el que adquirió proporciones de
delirio cuando un comando acribilló a José Ignacio
Rucci, secretario general de la CGT, atentado que
se perpetró el 25 de septiembre, floras después
que siete millones y medio de votos reventaran las
urnas, plebiscitando a Perón. El 27, el dirigente
de la JP Enrique Grynberg era asesinado en la
puerta de su casa. El miércoles 21 de
noviembre, el senador nacional Hipólito Solari
Yrigoyen, radical alfonsinista, estuvo a punto de
volar por los aires; pero la bomba colocada en su
automóvil sólo alcanzó a producirle lesiones de
cierta gravedad en ambas piernas. Ya en 1974,
el terrorismo de derecha e izquierda pareció
cambiar su estrategia: la lista de muertos
reconoce gran cantidad de militantes de estratos
intermedios, especialmente de la JP promontonera y
de la ortodoxa JP de la República Argentina. En
enero se produjo el más osado golpe intentado por
la guerrilla en la Argentina: contingentes
fuertemente armados trataron —sin éxito— de copar
la guarnición militar de Azul. En el prolongado
tiroteo murió el jefe de la guarnición, el coronel
Camilo Gay. Allí fue secuestrado el teniente
coronel Jorge Ibarzábal, de quien aún no se tienen
noticias. En Córdoba, cinco cooperativistas fueron
acribillados por la policía en un episodio todavía
no dilucidado. En Buenos Aires, una veintena de
locales de la JP quedaron destruidos luego de ser
atacados con armas de grueso calibre. En marzo, a
pocas cuadras del Congreso Nacional, varios
balazos de pistola calibre 45 troncharon la vida
de Rogelio Coria, ex jerarca de los albañiles y de
las 62 Organizaciones Peronistas. El sábado 11 de
mayo fue asesinado el sacerdote tercermundista
Carlos Mugica, sin que haya podido determinarse
quiénes fueron sus asesinos. El terrorismo, pues,
mantiene su desalentadora, vesánica vigencia.
COSTO DE VIDA Si se tiene en cuenta que la
tasa anual de inflación en la Argentina había
llegado —en mayo de 1973— a índices que amenazaban
sobrepasar el 80 por ciento, las actuales cifras
oficiales indicarían, el importante grado de
efectividad de la política económica implementada
por el gobierno justicialista. De acuerdo con
las informaciones emanadas de la Secretaría de
Comercio, el costo de la vida registró un aumento,
para los últimos once meses (mayo 1973/abril
1974.), del 8,5 por ciento. De ese total, sólo
correspondería el 6,2 por ciento a este año. Ese
índice fue calificado por el secretario de
Comercio, Miguel Revestido, como "muy
satisfactorio" (la inflación mundial promedio es,
en estos momentos, superior al 10 por ciento).
Del total de rubros que se encarecieron en este
año, los porcentajes más elevados corresponden
fundamentalmente a indumentarias (40,6 por
ciento), mientras que el ítem que menos alza ha
sufrido es el de alimentación: 0,6. Por otra
parte, si se toman los años calendarios para el
análisis, se puede observar que la tasa anual de
variación del costo de vida se ha reducido
sensiblemente: del 79 por ciento para 1972, al
43,8 en 1973; cifra que, se espera, descienda aún
más al finalizar 1974.
PREDICCIONES, UN AÑO
ATRAS El retorno del peronismo al poder provocó
el inevitable revoloteo de analistas políticos, o
aspirantes p serlo. Enfrascados en complejos
vaticinios, casi ninguno recordó que el país
retornaba a la constitucionalidad exactamente 120
años después de que la Carta Magna había sido
promulgada por Justo José de Urquiza (el 25 de
mayo de 1853, en el porteño barrio de Flores).
Algunas de las interpretaciones periodísticas
referidas al acceso del peronismo al gobierno
fueron las siguientes: • Mariano Grondona: "El
doctor Cámpora asume hoy, en representación de
aquél que, en el fondo, lo retiene desde hace
treinta años... Cámpora nos devolverá un bien
político fundamental: la estabilidad". • José
Pasquini Durán: "Las Fuerzas Armadas tienen la
posibilidad de formar parte activa del plan de
reconstrucción nacional, siempre y cuando sean
capaces de elaborar su propia Doctrina Prats, el
general chileno que participa en el gobierno de
Allende. Es decir, respetar a la Constitución en
sus autoridades legítimas y a la voluntad
popular". • Revista Panorama: "Con destreza,
Perón convocó a la unidad de todos los sectores en
medio de la violencia miliciana, y propuso —por
intermedio de Cámpora— el Acuerdo para la
Reconstrucción Nacional, que, en esencia, no es ni
más ni menos que un Gran Acuerdo Nacional
iluminado por el éxito y sostenido por siete
millones de votos". • Rodolfo Terragno: "No es
cierto que hoy se inaugure un régimen
diametralmente opuesto al anterior... El
movimiento alcanzó el gobierno, que es sólo una
cuota de poder, y únicamente la modificación de
ese poder modificará el paisaje social de la
Argentina... Hasta que eso no ocurra, imaginar que
reinará la justicia social, desaparecerá la
violencia, crecerá la economía y se logrará la
total independencia del país, supone elaborar una
utopía.. . El optimismo de hoy tiene sentido. No
porque José Gelbard vaya a ser artífice del
desarrollo autónomo ni José López Rega vaya a
esfumar la injusticia, sino porque la presencia
del pueblo en el gobierno y las circunstancias
históricas de su arribo (...) sirven para creer
que hoy se inicia un proceso (...) que mostrará
marchas y contramarchas."
Revista Siete
Días Ilustrados 27.05.1974
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