Balance de un año de gobierno peronista
 

Desde hace 10 meses pilotea el ministerio clave de la política nacional Interior. Sucesor en el cargo del doctor Esteban Righi, su gestión desembocó en lo que muchos observadores dieron en llamar la normalización del proceso gubernamental justicialista, luego de la efervescencia inicial promovida por la asunción presidencial del doctor Héctor Cámpora. Es decir que —exceptuando los primeros 60 días de gobierno—, el embajador Benito Llambí (62, cuatro hijos) participó directamente de todo el primer año de administración justicialista, a cerrarse el próximo sábado 25.
De allí que Siete Días considerara más que oportuna la circunstancia para entrevistarlo, para así conocer sus puntos de vista respecto del período a punto de concluir y revelar la otra imagen —doméstica— de un hombre casi exclusivamente asociado a los grandes vaivenes de la política argentina. Sus respuestas, sumadas a la síntesis elaborada por la revista sobre los sucesos más relevantes del primer año de gobierno peronista (ver páginas 8 y 9), permiten estructurar una suerte de ilustrativo balance de un lapso trascendental en la vida del país.
Oriundo de la provincia de San Luis, Benito Llambí accedió a la vida diplomática luego de una intensa experiencia castrense: cursó estudios en la Escuela Superior de Guerra, prestó servicios en varias unidades y en el Estado Mayor y en 1943, participó activamente en la revolución que derrocó al doctor Ramón Castillo. Más tarde, para encarar de Meno su vocación política, solicitó el pase a retiro con el grado de mayor.
Sus primeros oficios diplomáticos datan de 1944, cuando accedió al cargo de secretario de embajada. Su foja de servicios, a las órdenes de la cancillería nacional, revela funciones en casi todo el mundo, sobresaliendo las cumplidas entre 1946 y 1955, cuando en carácter de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de primera clase representó al país en Suecia, Suiza, Irán y Tailandia. Dieciocho años después, el 28 de mayo de 1973, ascendía un nuevo peldaño en su carrera, al ser nombrado embajador extraordinario y plenipotenciario.
Cuando Siete Días se disponía a entrevistar a Llambí, dos cuestiones ocupaban particularmente la atención del ministro: una de ellas era de carácter honorífico (ese día iba a ser condecorado con la Cruz de Malta); la otra rozaba terrenos demográficos: el Ministerio activaba, entre otras cuestiones, a puesta en práctica de la nueva política inmigratoria (tema que Siete Días abordará en el próximo número). Pero no todo el reportaje se realizó en el despacho del embajador: su agitada función obligó a continuarlo en otros escenarios. Uno de ellos fue su hogar —un noveno piso de avenida del Libertador al 3500, donde vive con su esposa, Beatriz Haedo, y tres de sus hijos: Verónica (22), Benito Eduardo (8) y Juan Pablo (5)—; otro, los bosques de Palermo, donde el ministro suele intervenir en cabalgatas buena parte de su escaso tiempo libre.
—¿Podría sintetizarnos cómo es uno de sus días de trabajo?
—Bastante agitado. A eso de las siete de la mañana ya estoy en acción: generalmente liquido algunas cosas pendientes en casa. Luego, a las ocho, voy al Ministerio, donde permanezco hasta las dos de la tarde. Almuerzo, duermo una breve siesta y retorno a Ministerio a ¡las cinco. No me pregunte a qué hora salgo: nunca lo sé, como pasa con ustedes, los periodistas. A veces también tengo jaleo los sábados y domingos.
—Y cuando no trabaja, ¿qué hace?
—Por lo general, leo.
—¿Tiene alguna preferencia?
—Depende del momento. Leo bastante sociología, historia
—¿Y literatura?
—Me gustan los clásicos. También, naturalmente, los autores modernos. Creo que he leído buena parte de ellos.
—¿Recuerda a alguno en especial?
—Podría ser Miguel Ángel Asturias, el autor de 'El presidente'.
—¿Y argentinos?
—Si nombro a todos mis preferidos no terminaríamos nunca. ¿Sabe una cosa? ¡Hasta Borges me gusta! No comparto sus ideas como hombre, pero me deslumbra como escritor.
—¿Le interesa la música?
—¡Cómo no! Me entretiene y permite descansar. No crea que soy muy moderno: escucho Wagner, Beethoven, Schubert. . . También me gusta la ópera, el ballet, pero francamente no tengo tiempo para darme esos gustos.
—Usted ha escrito varios ensayos históricos. ¿Lo sigue haciendo?
—Por el momento, no. Mi tiempo, le repito, es más que escaso: casi le diría inexistente.
—Pero un rato para cabalgar siempre le queda, ¿no es verdad?
—No es que prefiera la equitación a otro esparcimiento: ocurre que me permite despejarme mentalmente en compañía de mi familia. Fíjese que cuando dispongo de un día libre, voy a Palermo con los chicos y Beatriz; si es más de un día, me corro hasta Punta del Este, donde tenemos una casa. Allí recupero fuerzas: aire puro, pinos, caminatas junto al mar...
—¿Qué aspecto de la historia le atrae en particular?
—La evolución que ha sufrido el conocimiento de la Historia Nacional, verdadero precursor del revisionismo histórico, que significa dar a cada uno de los personajes que han participado de nuestro pasado el verdadero lugar que les corresponde. Antes de Saldías, muchos hombres que contribuyeron con esfuerzo a la grandeza del país estaban totalmente ignorados, o, lo que es peor, vilipendiados.
—¿Le reprochan sus hijos el poco tiempo que tiene para estar con ellos?
—¿Y a qué padre no? Por eso le digo siempre a mi mujer que lo que más me preocupa es no poder darles más de lo que les doy. Como son muy chicos, es probable que yo les falte antes de que estén totalmente desarrolladas. Por eso pienso que es fundamental que estén moral y espiritualmente preparados: habrá que cultivarles el intelecto y sugerirles que estudien una carrera que tenga aplicación en el mundo que van a vivir. Es la mejor protección que se puede dar a un hijo. Yo no creo que la fortuna sea un respaldo confiable para nadie: por el contrario, se la puede perder en un mal negocio. Lo que nunca perderá un hombre es lo que lleva en la cabeza y en el alma; es el patrimonio que nadie le podrá quitar.
—Su esposa es una mujer de profundas inquietudes artísticas. ¿Son estas cualidades las que más admira en ella?
—Por supuesto sé apreciarlo, pero por sobre todo me inclino ante su equilibrio, su prudencia y su inteligencia, que te permite entender todos los problemas, comentarlos, compartirlos y convertirse, de este modo, en una verdadera consejera, de manera que mi mujer es un punto de referencia muy importante en mi vida.
—¿Cómo se ve a usted mismo?
—Vea, soy de Tauro y para algunas personas está todo dicho. Pero como no todos confían en el zodíaco le diré que me considero perseverante, luchador, me gusta el trabajo, soy exigente, acepto la crítica, y soy severo cuando corresponde.
—¿Hay alguna función para la que no se considera capaz?
—Los negocios.
—¿Qué es lo que más desea actualmente?
—Le responderé desde dos puntos de vista. A nivel personal, deseo ver desarrollada a mi familia. A nivel nacional, quiero ver crecer al país rápidamente, llegar a la Argentina potencia lo antes posible.

LOS FRUTOS DEL AÑO
—El próximo sábado 25 se cumplirá el primer año de gobierno peronista. ¿Qué saldo deja, a su entender, ese período?
—Altamente positivo. Mire, sería imposible enumerar las cosas realizadas en estos doce meses porque son muchísimas. Pero considere solamente el terreno de la política internacional: está a la vista,
todo el mundo conoce la proyección vigorosa del país en el mundo, donde han caído todas las barreras. Otro aspecto resonante es el económico: sufríamos una espiral inflacionaria y la erradicamos, se logró estabilizar los precios, con gran sacrificio de obreros y empresarios que firmaron un Pacto Social que posibilitó ese triunfo. En cuanto a reservas, el Gobierno recibió al país con menos de 500 millones de dólares en divisas y llevó esa cifra a 1.800 millones de dólares. Todo en menos de un año. No exagero al afirmar que, casi, se ha consumado un milagro, pues tras largos e interminables años de sometimiento hemos logrado recuperar la autonomía necesaria para decidir
por nuestra cuenta, de conformidad con los intereses de la Nación.
—¿O sea que se ha reducido la dependencia del país respecto a las naciones poderosas?
—Yo no diría reducido; afirmaría que hemos roto con la dependencia. En estos momentos negociamos con todos los países del mundo y en condiciones sumamente ventajosas y determinamos la estructura y el funcionamiento de nuestro sistema económico en las variables estratégicas tanto en lo externo cuanto en lo interno. ¿Dónde está, entonces, la dependencia?
—¿Y en lo relativo a su esfera de acción; es decir, la política interna?
—Fundamentalmente, hemos inaugurado un nuevo estilo de vida política, el Gobierno les ha tendido la mano a sus adversarios políticos. El presidente ha proclamado que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. Desde ese instante ha quedado totalmente expedito el camino para la reconciliación, la unidad y la solidaridad nacional. Ahora, todos juntos debemos abocarnos a la construcción de la Argentina del año 2.000.
—Según considera el Gobierno, para alcanzar ese país del futuro es menester modificar la Constitución. Su Ministerio tiene una función precisa respecto de esa reforma. ¿En qué estado se encuentran los estudios respectivos?
—El Ministerio del Interior participará en las consultas con los partidos políticos, con todas las organizaciones importantes del país y con los hombres especializados en la materia, a fin de reunir opiniones relativas a la reforma. También se cursará un cuestionario a cada provincia para que ¡la Constitución que surja después de este estudio cuente con el consenso de todos los argentinos.
—Retomando el balance del primer año de gobierno peronista, ¿qué papel jugó la juventud argentina en ese período?
—La juventud es el más rico potencial con que cuenta un país. La nuestra no escapa a la regla. Para el Gobierno es fundamental contribuir a su formación, pues ellos deberán recibir el país que estamos tratando de construir. Como usted sabe, no es tarea fácil orientar a la juventud. Pero en eso estamos. Vea, para que tenga un ejemplo más que concreto de que nuestra juventud posee una iniciativa sin parangones, le contaré una anécdota que ocurrió días pasados. Un chico de 13 años (se llama Marcelo y cursa el primer año de la escuela de comercio Nº 18), en la obligación de realizar un trabajo sobre la "Realidad social argentina", hizo algo que usted no se imagina.
—¿Qué hizo?
—Tuvo la inusual idea de tramitar una entrevista en este Ministerio.
—¿Con quién quería hablar?
—Conmigo.
—¿Y lo recibió?
—¡Cómo no lo voy a recibir! Vino acompañado por su maestra (que sólo se enteró a último momento de la ocurrencia del chico) y me preguntó, entre otras cosas, cuáles son las provincias ricas, las pobres, si existe intercambio comercial entre ellas... Esto le demuestra a usted que cuando la juventud se propone algo, lo consigue, que cuando necesita saber, acude a las fuentes y, por lo visto, allí nadie les impide beber.

PERON Y EL FUTURO
—Conocí al teniente general Perón en los primeros años de la década del 30 en la actividad militar. Serví a sus órdenes en los comienzos de la revolución de 1943. Luego me desempeñé como diplomático en dos periodos de su gobierno anterior.
—Al margen de sus funciones, ¿qué relación mantiene con él?
—Las de un discípulo con su maestro.
—¿Y cómo definiría al presidente?
—Mire, su personalidad excede los límites del tiempo que le toca vivir: es un elegido, un convocado por ese extraño destino que señale a los grandes hombres.
—¿Qué es, para usted, el peronismo?
—Una concepción del mundo y de la vida; un modo de sentir al hombre como a un semejante y a los pueblos como una realidad sin la que la historia carece de posibilidades de realización. El peronismo es esencialmente cristiano y universalista; procura el tránsito de las confederaciones e integraciones de tipo nacional al continentalismo, al universalismo. Todo en su medida y armoniosamente, porque el peronismo sabe que el tiempo ahorra sangre. En eso está y para eso trabaja y lucha.
—¿Cuáles son las ventajas de la verticalidad?
—Favorece la conducción; sobre todo, en momentos de grandes cambios como el que estamos viviendo. Es sabido que en los cuerpos colegiados se diluyen un poco los esfuerzos y, además, se disminuye el ritmo de conducción en
los procesos de cambio. Pero conviene aclarar que la verticalidad no existe en todos los casos, sino cuando hay un líder de gran magnitud, que es acatado sin reticencias, como el general Perón. En nuestro movimiento la verticalidad hace a las esencias mismas de su historia, en sus triunfos y en sus derrotas. El peronismo es policlasista y todos los intereses se armonizan en el más alto interés de la Nación, cuya titularidad ejerce el general Perón. Por eso son acatadas sus decisiones por todos, salvo los que están al servicio de los enemigos del país o de otra causa.
—Dada su vieja militancia en el Movimiento, ¿podría señalar qué cambios ha experimentado el Justicialismo desde 1955 a la fecha?
—Cambian las circunstancias, el ritmo, la metodología, pero no el rumbo ni las bases filosóficas y pragmáticas. Lo de hoy no es distinto a lo de ayer, sino que es lo mismo frente a diferentes circunstancias históricas, políticas y económicas. Por eso le digo que el Justicialismo, en tanto concepción teórico práctica de la liberación nacional y social del pueblo y de la Nación argentina (integrando, además, la liberación de los pueblos y naciones latinoamericanas), no ha cambiado desde que el general Perón lo conformara, hace 30 años.
—¿Cree que el peronismo ha sufrido algún tipo de evolución respecto del resto de los partidos políticos argentinos?
—Yo invertiría los términos de la pregunta: son los políticos quienes evolucionaron en relación al peronismo. Antes no se comprendía la dimensión de su doctrina y de su programa.
—¿Cómo vivió los festejos del reciente 1º de mayo?
—Fue el reencuentro de un gran líder con su pueblo, que demostró su fe y capacidad para recuperarlo para la conducción del país. Cuando el general dijo: "¡Compañeros!" no hubo nadie que dudara que la historia de nuestra voluntad de grandeza había resurgido.
—¿Considera grave el problema de la infiltración en el peronismo?
—Es un problema, como otros, que no es exclusivo del peronismo, ni se reduce al área política solamente. Hay infiltraciones económicas y de otro tipo, tan perniciosas como las de origen político y, a veces, peores todavía. Lo que ocurre es que el peronismo, por aglutinar a las grandes mayorías nacionales ofrece el campo más propicio para el fraude ideológico. La infiltración, que es eso, un fraude, tiende a despersonalizarnos y a introducir de contrabando ideologías y prácticas ajenas a nuestras concepciones, como la violencia y la intolerancia.
—¿Podría concebirse el peronismo sin Perón?
—El peronismo será con Perón o no será nada.
Viviana Hall
Fotos de Mariolino Castellazzo


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Declaraciones de Cámpora y la síntesis de 365 día muy intensos
"La revista Siete Días me pide una opinión sobre el primer año de gobierno justicialista. Como ciudadano puedo decir que los hechos han confirmado las esperanzas del pueblo, bajo el mandato del general Perón el país se ha encauzado en su vida interior y ha logrado un altísimo prestigio en las relaciones internacionales. La Argentina tiene voz plena en el mundo, con la autoridad de un gobierno que cuenta con el decidido apoyo de la gran mayoría que lo eligió y de los sectores no gubernamentales que, en un acto sin precedentes en nuestra historia política, ejercen la crítica con altura y lealtad. Como embajador en México procuro cumplir, en la esfera de mi acción, con las pautas fijadas por el gobierno del general Perón, y en tal sentido debo decir que las relaciones con México, especialmente en el campo cultural y económico, se hallan en muy alto nivel, en una relación de total franqueza y espontánea cooperación".
El texto corresponde a la respuesta que Héctor José Cámpora —actual embajador argentino en México— dio al corresponsal de Siete Días en la capital azteca, cuando éste le requirió una evaluación sobre el primer año de gobierno peronista, inaugurado por él mismo en la soleada tarde del 25 de mayo de 1973. Ahora el justicialismo se apresta a celebrar su primer cumpleaños en el poder exhibiendo, entre sus logros, el de haber nucleado tras de sí a la mayor parte de la aposición. Han sido 365 días políticamente intensos; una etapa ajetreada que culmina con la afirmación del rumbo trazado por Juan Perón y la puesta en marcha de un ambicioso proyecto nacional. La oportunidad es propicia para echar una mirada retrospectiva.

POLITICA INTERNA
El 25 de mayo de 1973, desde los balcones de la Casa Rosada, Héctor Cámpora había dicho a la muchedumbre allí congregada: "Yo sé que no es a mí a quien ustedes querrían ver en este sitio". Y el 13 de julio —luego de haber puesto en marcha el Pacto Social, eje de la política económica del justicialismo— el primer magistrado y su vice renunciaron (asumiendo el cargo provisionalmente Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados), creando así las condiciones para el acceso de Perón al poder. Ante las nuevas elecciones, los politicólogos vaticinaron una fórmula mixta —Perón-Balbín— que no se concretó, aun cuando ambos caudillos sellaron un acuerdo que aún perdura: aunar fuerzas para impulsar la propuesta triunfante en los comicios del 23 de setiembre. Avalado por el 62 por ciento de la ciudadanía, Perón volvió a la Casa de Gobierno el 12 de octubre, 18 años después de su derrocamiento.
En el curso del año, en tanto se solidificaba la conjunción radical-peronista, avalada por otras fuerzas del espectro político nacional, se suscitaron serias divergencias entre la ortodoxia y los sectores más radicalizados de la Juventud Peronista.
En diciembre, la línea institucionalista del Ejército llevó a la comandancia general a Leandro Anaya, quien reemplazó a Jorge Raúl Carcagno. En enero, la puja interna del justicialismo provocó el reemplazo del gobernador bonaerense Oscar Bidegain por el metalúrgico Victorio Calabró, hasta entonces vice. Días después, ocho diputados de la JP renunciaron a sus bancas. El 1º de marzo, luego de un motín policial, dimitieron Ricardo Obregón Cano y Afilio López, gobernador y vice de la provincia de Córdoba. Ese mismo mes, se rediscutieron las características del Pacto Social: el gobierno decretó un alza salarial del 13 por ciento, al tiempo que aumentó sustancialmente los haberes jubilatorios y las asignaciones familiares. Se anunció que los asalariados habían incrementado su participación en la renta nacional. En abril volvieron a reunirse en Olivos casi todos los líderes políticos, encabezados por Perón y Balbín. Allí se respaldó, expresa o tácitamente, la propuesta pacificadora del presidente. El 1º de mayo, en su mensaje al Parlamento, Perón trazó los objetivos esenciales del Poder Ejecutivo: diálogo abierto con todos los partidos, avance hacia la "liberación nacional y social" de la Argentina, represión para quienes opten por la violencia. Horas después, en Plaza de Mayo, fustigó duramente al ala izquierda de su Movimiento, respaldando al aparato sindical. A mediados de mes, en fin, Ricardo Balbín arrolló a Raúl Alfonsín en los comicios internos del radicalismo; el principal interlocutor extrapartidario del General mantenía la dirección de la Unión Cívica Radical.

LA ARGENTINA Y EL MUNDO
El nuevo gobierno encaró una franca y enérgica política exterior, restableciendo relaciones diplomáticas con Cuba, Corea del Norte, Alemania Oriental y otros países del área socialista. La presencia de Salvador Allende y Osvaldo Dorticós en los actos de asunción de Cámpora y el discurso del subsecretario de Relaciones Exteriores Jorge Alberto Vázquez, pronunciado en junio del año pasado en Lima, fueron quizás los síntomas más empinados del cambio. Con especial énfasis, la Argentina remarcó una política exterior independiente, pero no exenta de prudencia: en septiembre participaba en la Conferencia de Países no Alineados celebrada en Argel; Perón —poco después— se entrevistaba con el presidente boliviano Hugo Banzer (en Buenos Aires) y el uruguayo José María Bordaberry (en Montevideo). Isabel Martínez, por su parte, hacía lo propio con Alfredo Stroessner en Paraguay.
A un ritmo incesante, la política exterior necesitó de nuevas entrevistas, largos viajes y el estudio y concreción de importantes convenios. En enero llegó a Buenos Aires el presidente de Panamá, Omar Torrijos, y en febrero los ministros José López Riega y José Ber Gelbard encabezaban sendas misiones a Libia y Cuba.
La presencia argentina fue preponderante en la conferencia de la OEA en México, y el canciller Alberto Juan Vignes consiguió —como vocero de los países latinoamericanos— un resonante triunfo en otra reunión de ese organismo en abril, en la ciudad de Atlanta (USA). Recalaron en Buenos Aires los integrantes de misiones de países socialistas, del Banco Interamericano de Desarrollo y de gobiernos africanos. Reflotada la Tercera Posición, la amplitud de miras del Palacio San Martín quedó evidenciada con la reciente entrevista de Gelbard con Leónid Breznev, en Moscú, y el diálogo mantenido el 16 de mayo en el aeródromo de Morón, entre Perón y el jefe de la Junta Militar chilena Augusto Pinochet.

TERRORISMO
Poco después de la asunción de Cámpora, grupos sediciosos asaltaron en Buenos Aires un destacamento militar de Sanidad; un alto oficial murió y varios guerrilleros cayeron prisioneros. Entonces, se advirtió que la marejada de violencia desatada durante la Revolución Argentina no se había atemperado. Antes bien, se complicó cuando peronistas ortodoxos y jóvenes promontoneros comenzaron a dirimir sus diferencias con el áspero lenguaje de las metralletas. Así, el año exhibe una larga lista de asesinatos: un número indeterminado de víctimas en Ezeiza, el 20 de junio; varios crímenes en la localidad de San Nicolás (que incluyeron a un periodista, José Colombo); la muerte de jefes de operativos antiguerrilleros, como el inspector mayor Hugo Guillermo Tamagnini, en agosto, en Tucumán. Fue el terror político el que adquirió proporciones de delirio cuando un comando acribilló a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, atentado que se perpetró el 25 de septiembre, floras después que siete millones y medio de votos reventaran las urnas, plebiscitando a Perón. El 27, el dirigente de la JP Enrique Grynberg era asesinado en la puerta de su casa.
El miércoles 21 de noviembre, el senador nacional Hipólito Solari Yrigoyen, radical alfonsinista, estuvo a punto de volar por los aires; pero la bomba colocada en su automóvil sólo alcanzó a producirle lesiones de cierta gravedad en ambas piernas.
Ya en 1974, el terrorismo de derecha e izquierda pareció cambiar su estrategia: la lista de muertos reconoce gran cantidad de militantes de estratos intermedios, especialmente de la JP promontonera y de la ortodoxa JP de la República Argentina. En enero se produjo el más osado golpe intentado por la guerrilla en la Argentina: contingentes fuertemente armados trataron —sin éxito— de copar la guarnición militar de Azul.
En el prolongado tiroteo murió el jefe de la guarnición, el coronel Camilo Gay. Allí fue secuestrado el teniente coronel Jorge Ibarzábal, de quien aún no se tienen noticias. En Córdoba, cinco cooperativistas fueron acribillados por la policía en un episodio todavía no dilucidado. En Buenos Aires, una veintena de locales de la JP quedaron destruidos luego de ser atacados con armas de grueso calibre. En marzo, a pocas cuadras del Congreso Nacional, varios balazos de pistola calibre 45 troncharon la vida de Rogelio Coria, ex jerarca de los albañiles y de las 62 Organizaciones Peronistas. El sábado 11 de mayo fue asesinado el sacerdote tercermundista Carlos Mugica, sin que haya podido determinarse quiénes fueron sus asesinos. El terrorismo, pues, mantiene su desalentadora, vesánica vigencia.

COSTO DE VIDA
Si se tiene en cuenta que la tasa anual de inflación en la Argentina había llegado —en mayo de 1973— a índices que amenazaban sobrepasar el 80 por ciento, las actuales cifras oficiales indicarían, el importante grado de efectividad de la política económica implementada por el gobierno justicialista.
De acuerdo con las informaciones emanadas de la Secretaría de Comercio, el costo de la vida registró un aumento, para los últimos once meses (mayo 1973/abril 1974.), del 8,5 por ciento. De ese total, sólo correspondería el 6,2 por ciento a este año. Ese índice fue calificado por el secretario de Comercio, Miguel Revestido, como "muy satisfactorio" (la inflación mundial promedio es, en estos momentos, superior al 10 por ciento).
Del total de rubros que se encarecieron en este año, los porcentajes más elevados corresponden fundamentalmente a indumentarias (40,6 por ciento), mientras que el ítem que menos alza ha sufrido es el de alimentación: 0,6.
Por otra parte, si se toman los años calendarios para el análisis, se puede observar que la tasa anual de variación del costo de vida se ha reducido sensiblemente: del 79 por ciento para 1972, al 43,8 en 1973; cifra que, se espera, descienda aún más al finalizar 1974.

PREDICCIONES, UN AÑO ATRAS
El retorno del peronismo al poder provocó el inevitable revoloteo de analistas políticos, o aspirantes p serlo. Enfrascados en complejos vaticinios, casi ninguno recordó que el país retornaba a la constitucionalidad exactamente 120 años después de que la Carta Magna había sido promulgada por Justo José de Urquiza (el 25 de mayo de 1853, en el porteño barrio de Flores).
Algunas de las interpretaciones periodísticas referidas al acceso del peronismo al gobierno fueron las siguientes:
• Mariano Grondona: "El doctor Cámpora asume hoy, en representación
de aquél que, en el fondo, lo retiene desde hace treinta años... Cámpora nos devolverá un bien político fundamental: la estabilidad".
• José Pasquini Durán: "Las Fuerzas Armadas tienen la posibilidad de formar parte activa del plan de reconstrucción nacional, siempre y cuando sean capaces de elaborar su propia Doctrina Prats, el general chileno que participa en el gobierno de Allende. Es decir, respetar a la Constitución en sus autoridades legítimas y a la voluntad popular".
• Revista Panorama: "Con destreza, Perón convocó a la unidad de todos los sectores en medio de la violencia miliciana, y propuso —por intermedio de Cámpora— el Acuerdo para la Reconstrucción Nacional, que, en esencia, no es ni más ni menos que un Gran Acuerdo Nacional iluminado por el éxito y sostenido por siete millones de votos".
• Rodolfo Terragno: "No es cierto que hoy se inaugure un régimen diametralmente opuesto al anterior... El movimiento alcanzó el gobierno, que es sólo una cuota de poder, y únicamente la modificación de ese poder modificará el paisaje social de la Argentina... Hasta que eso no ocurra, imaginar que reinará la justicia social, desaparecerá la violencia, crecerá la economía y se logrará la total independencia del país, supone elaborar una utopía.. . El optimismo de hoy tiene sentido. No porque José Gelbard vaya a ser artífice del desarrollo autónomo ni José López Rega vaya a esfumar la injusticia, sino porque la presencia del pueblo en el gobierno y las circunstancias históricas de su arribo (...) sirven para creer que hoy se inicia un proceso (...) que mostrará marchas y contramarchas."

Revista Siete Días Ilustrados
27.05.1974

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En su hogar, en su despacho de la Casa de Gobierno y durante un paseo de fin de semana, el alto funcionario analizó los primeros doce meses de gestión justicialista y reveló facetas de su vida privada. Siete Días, además, analizó los hechos más relevantes del período y solicitó la interpretación del ex presidente Cámpora

Ministro Llambí
Un año de gobierno peronista
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