La guerrilla urbana

Las 40 explosiones que sacudieron la noche de Todos los Santos, en noviembre de 1954, marcaron el comienzo de la guerrilla urbana argelina, una experiencia que, recién 3 años después, se extendió a las montañas de Kabylia. El recuerdo de la noche de las 40 bombas alarmó, el domingo último, a un grupo de altos funcionarios de los organismos de seguridad cuando creyeron encontrar un sorprendente paralelo entre el detonante debut de la guerrilla argelina y la espectacular cadena de asaltos políticos que estremeció a la Argentina en 48 horas —desde las 14.10 del lunes 27 hasta las 14.50 del miércoles 29— de la semana anterior


guerrilla urbana
Las 40 explosiones que sacudieron la noche de Todos los Santos, en noviembre de 1954, marcaron el comienzo de la guerrilla urbana argelina, una experiencia que, recién 3 años después, se extendió a las montañas de Kabylia. El recuerdo de la noche de las 40 bombas alarmó, el domingo último, a un grupo de altos funcionarios de los organismos de seguridad cuando creyeron encontrar un sorprendente paralelo entre el detonante debut de la guerrilla argelina y la espectacular cadena de asaltos políticos que estremeció a la Argentina en 48 horas —desde las 14.10 del lunes 27 hasta las 14.50 del miércoles 29— de la semana anterior:
• A las 14.10 del lunes 27, 5 hombres y una mujer, integrantes del Comando Ché Guevara, asaltaron la comisaría 20ª de Rosario y consiguieron huir con 3 ametralladoras, varias pistolas calibre 45, un Winchester y varias cajas de proyectiles; pero fueron detenidos una hora después.
• 20 minutos después del golpe rosarino, 3 mujeres y 2 hombres del Comando Eva Perón robaron uniformes municiones y armas del destacamento policial del barrio Quebrada de las Rosas, de Córdoba.
• Por lo menos 14 personas —con 5 automóviles y aparatos walkie talkie de intercomunicación— intervinieron el martes 28, en el asalto al Banco del Norte y Delta Argentino, de Don Torcuato, una operación sin precedentes teñida de romanticismo político, para apoderarse de 316.000 pesos ley 18188 (31.600.000 de pesos moneda nacional)
• Menos imaginación utilizaron, en la madrugada del miércoles, los 5 hombres que asaltaron el destacamento policial de avenida Mosconi y General Paz, en Buenos Aires; el Comando Juan José Valle —autores de fulminante operativo, según una carta que depositaron en el altar de la iglesia Santo Domingo, de Alsina y Bolívar— se apoderó de 4 pistolas calibre
45, 3 uniformes, 2 gorras y algunos cargadores para utilizarlos en la "lucha que nuestro pueblo lleva adelante por una patria libre, justa y soberana".
• A las 14.50 del miércoles 29, finalmente, 7 adolescentes jugaron un libreto teatral en el Banco Alemán Transatlántico, de Lomas del Palomar, para cosechar un botín de 7 millones y medio de pesos.
Sólo un detalle de los 2 asaltos bancarios permite conjeturar que se trataba de militantes políticos de alguna organización extremista: "Comenzaremos a actuar ahora, luego de 200 años de oír discursos", deslizó uno de los jóvenes que intervinieron en la operación de Don Torcuato. Parece evidente, sin embargo, que los 2 comandos eludieron deliberadamente cualquier referencia política: "Si fueran descubiertos, podrían definirse como delincuentes comunes. De esa forma, sin antecedentes, es posible recuperar la libertad con mayor rapidez", arriesgó un investigador en El Palomar. Pero la extensa conversación que mantuvieron los asaltantes de Don Torcuato con la hija del gerente —Silvia Larrori, una estudiante de 18 años, deslumbrada por los delincuentes y la publicidad del asalto, que invitó a uno de ellos a concurrir a su cumpleaños— permitió reconstruir una fisonomía atípica en atracadores profesionales: "Eran muy cultos y me informaron que no actuaban por dinero; pero se sonrió cuando le pregunté cuál era su ideología", recordó Larrori.
La preocupación que envolvió al gobierno, desde el secuestro del cónsul paraguayo Waldemar Sánchez, quedó evidenciada el jueves 30 con la promulgación de la ley 18.670 —redactada por Conrado Etchebarne y el subsecretario Eduardo Aguirre Obarrio, en los términos anticipados por Confirmado Nº 253—; después de transitar 2 semanas por despachos oficiales, la ley introduce una modificación sustancial en el Código de Procedimiento Penal para cierto tipo de delitos políticos o conexos. Los procesos orales y sumarios con una sola instancia de alzada ante la Cámara de Apelaciones en lo Penal tienden a apresurar un trámite normalmente lento y evitar que pueda filtrarse la impunidad a través de algunas maniobras jurídicas.
Dentro de este esquema de prevención, la secretaría de Justicia y el CONASE estudian un proyecto de ley sobre asaltos —que reduciría el circulante para incrementar las operaciones con cheques— y en otros ámbitos oficiales se analizaría la posibilidad de unificar las fuerzas de seguridad (Gendarmería y Prefectura) para colocarlas bajo la órbita del ministerio del Interior o de un organismo centralizados Un organismo de características similares funcionó, durante la época de Perón, bajo la conducción del general Félix Roble. El proyecto, sin embargo, encuentra resistencias castrenses, un motivo que permitió suponer que quedaría congelado.

FINANCIAR LA GUERRILLA
En 1959, cuando decidió publicitar su movimiento guerrillero, Fidel Castro secuestró al quíntuple campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio, un explosivo golpe de efecto internacional que imitaron, algunos años después, los militantes del FNL venezolano, los Tupamaros uruguayos —con el secuestro de Ulyses Pereira Heverbel—, los brasileños de la Alianza Libertadora Nacional —con el asesinato del capitán norteamericano Charles Chandler y el rapto del embajador Charles Burke Elbrick— y los guatemaltecos de las FAR con el secuestro del canciller Fernández Mohr; a la misma estrategia publicitaria recurrieron, probablemente, los argentinos del Frente Armado de Liberación (FA,L) cuando raptaron al cónsul paraguayo Waldemar Sánchez y, acaso, otros grupos, cuando incendiaron 14 supermercados en la noche del 26 de junio de 1969.
Menos espectaculares, más efectivas, son las acciones que desarrollaron los Tupamaros uruguayos y los guerrilleros brasileños de Carlos Marighella luego de los primeros golpes publicitarios: los asaltos bancarios o expropiaciones, una maniobra típica de la guerrilla urbana, para financiar actividades de mayor envergadura. "Lo fundamental y decisivo para el guerrillero urbano es que es un hombre que lucha a mano armada y, dada esa condición, tiene pocas posibilidades de vivir mucho tiempo de su profesión normal sin ser identificado —delineó Carlos Marighella, en junio de 1969, en su Minimanual del guerrillero urbano—. El papel de la expropiación surge entonces con una claridad meridiana. Es imposible que el guerrillero urbano subsista y sobreviva sin lucha expropiatoria. Es por eso que, dentro de la lucha de clases, cuyo agudizamiento es inevitable y necesario, la lucha a mano armada del guerrillero urbano tiende a 2 finalidades esenciales: a) la liquidación física de los jefes y subalternos de las Fuerzas Armadas y de la policía; b) la expropiación al gobierno, así como a los grandes capitalistas, latifundistas e imperialistas, siendo las pequeñas expropiaciones destinadas a la manutención individual del guerrillero urbano y las grandes al sustento de la revolución".
Aunque puede ser dudosa la influencia de Marighella en los asaltantes de Don Torcuato y El Palomar, sus instrucciones seguramente fueron asimiladas por los integrantes del Comando Ché Guevara, de Rosario: "Las armas del guerrillero urbano son armas ligeras o de fácil sustitución, en general capturadas al enemigo, compradas o fabricadas en el lugar", aconseja Marighella, una razón que justifica los frecuentes asaltos a destacamentos policiales, cuarteles militares o armerías, como el golpe al Tiro Federal de Córdoba (30 de marzo de 1969), el operativo contra el vivac de Campo de Mayo (5 de abril de 19-69), el asalto a las armerías La Trentina, de Buenos Aires (IV de abril de 1969), y de Catamarca 191, de Córdoba (23 de marzo de 1970), la operación contra el Hospital Militar de Córdoba (29 de marzo de 1970) y la veintena de asaltos contra destacamentos policiales, incluyendo los de última semana y la espectacular acción contra la Prefectura del Delta (12 de abril de 1970).
Además de cumplir esa instrucciones, los rosarinos —capturados por la policía una hora después del asalto a la comisaría 20ª— planeaban cumplir el primer consejo de Marighella: la célula, probablemente implicada en el asalto al vagón postal —41 millones de pesos el 30 d* marzo último—, proyectaba atentar contra la vida del general Roberto Aníbal Fonseca, comandante del II Cuerpo de Ejército, con asiento en Rosario, y del director del Servicio de Informaciones de la embajada norteamericana, Stephan Cortes Kibbie.

DE DI GIOVANNI A CARIDE
Las expropiaciones no son, por cierto, un descubrimiento de Marighella: "El asalto y el robo están permitidos porque es una manera de reconquistar los bienes que la burguesía saca, con métodos más refinados, a la clase trabajadora, sostuvo Severino Di Giovanni hacia 1928 en el periódico La Antorcha, cuando inició una serie de asaltos para financiar el mantenimiento de las familias de los presos, la propaganda ideológica y la lucha por su pasión ácrata. No es difícil encontrar antecedentes aún más remotos: el asalto de los anarquistas Wladimirovich y Babby, en 1919, a Perazzo y la tournée de robos emprendida por los españoles Francisco Acaso y Buenaventura Durruti —desde el Banco de Cataluña, en España, hasta el Banco San Martín, en Buenos Aires— para recolectar los 6 millones de pesetas exigidas por un juez español para liberar a 126 anarquistas detenidos.
Con excepción de algunas operaciones en la década peronista o durante la Revolución Libertadora, las expropiaciones fueron exhumadas en noviembre de 1965 por el Movimiento Nacionalista Tacuara en un asalto bañado en sangre: la célebre Operación Rosaura, planeada por el ideólogo José Baxter, contra los pagadores del Policlínico Bancario, les dejó un botín de 13 millones de pesos. La estrategia fue imitada por el grupo peronista de izquierda de Carlos Caride, detenido después de una batalla campal en el departamento de Paraguay al 2600, de Buenos Aires, el 22 de abril de 1969: en 17 asaltos reunió unos 105 millones de pesos. El FAL descubierto en Luján, en abril último, asaltó la armería El Grillo, de Lomas del Mirador, y la sucursal Liniers del Banco Popular Argentino (8 de diciembre de 1969), donde expropió 57 millones de pesos.
Las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), probable autora de los 2 últimos atracás, serían responsables de los asaltos al Banco de Hurlingham (sucursal Villa Bosch, en marzo de 1968, donde recaudaron 9 millones) y a la sucursal Turdera del Nuevo Banco Italiano (junio de 1968, 4 millones), y no es imposible que hayan intervenido en el asalto al ómnibus de Manuel Tienda León con destino a Ezeiza (10 de febrero de 1969, 900 mil pesos), a la sucursal Lomas del Mirador del Nuevo Banco Italiano (noviembre de 1969, 10 millones) y a la sucursal Progreso del Banco de Santa Fe (febrero de 1970, 12 millones).
El error, sin embargo, es posible: "Muchas veces los asaltos de delincuentes comunes —advierte Marighella— son tomados como acciones de guerrilleros urbanos o viceversa". A pesar de las confusiones, el asalto a bancos es utilizado, en la guerrilla urbana, "como una especie de examen preliminar en el aprendizaje de la técnica de la guerra revolucionaria". Es que esa técnica obliga a emplear nuevos recursos "para enfrentar los cambios tácticos del enemigo que echa mano a una potencia de fuego creciente y se torna más astuto y audaz"; pero en este campo debe competir, como advierte Marighella, con el delincuente común y el contrarrevolucionario de derecha, un factor que lleva al pueblo a la incertidumbre; por eso aconseja renunciar a los métodos de los marginales —violencia innecesaria y apropiaciones de bienes y objetos del pueblo— y aprovechar el asalto como medio de propaganda "en el mismo momento en que se realiza y difundiendo posteriormente materiales circulares, cartas con todo tipo de noticias esclarecedoras sobre fines y propósitos del guerrillero urbano". El jefe nacional de las FAP, Héctor Villalón, se encargó de difundir la expropiación realizada el 1º de febrero último en el puesto de vigilancia del barrio de suboficiales Sargento Cabral, de Campo de Mayo, una operación en la que intervinieron el Comando 20 de Noviembre, seguramente del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), acaudillado por José Manuel Cabanas, y el Comando Gerardo M. Ferrari de las FAP. Esta alianza sugeriría la idea de que existe un pacto entre el MNRT y las FAP.

BLANCOS VERSUS NEGROS
Con esos elementos de juicio, no es difícil suponer que también Argentina ha ingresado en el área de los países latinoamericanos que enfrentan la experiencia de la guerrilla urbana: "La guerrilla en la selva de cemento", se escandalizó, a pesar del eufemismo, el vespertino La Razón del jueves 30; pero los primeros tramos de la lucha parecen desarrollarse entre dos grupos —policías y revolucionarios— observados, con indiferencia, sin pasión, por el pueblo. "Por ahora es una guerra entre dos bandos, el A contra el B, y la gente aún es neutral, espectadora. Probablemente ganará el que arrastre su simpatía", reconoció un alto oficial de seguridad el jueves de la semana pasada. No en vano Marighella insistía en la necesidad de asegurarse el apoyo popular para definir la lucha, la clave que, en otro nivel, provocó el fracaso del Ché Guevara en Bolivia, originó el desastre de los brotes guerrilleros de Salta y Taco Ralo, en la Argentina, y aún parece sostener a los Tupamaros en Uruguay y a la ALN en Brasil.

Revista Confirmado
6/5/1970
 

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