1923: la primera derrota del Río de la Plata

En una época en que la mujer estaba casi segregada de las actividades físicas, Lilian Harrison, entonces una joven de 19 años, logró cristalizar un intento en el que habían fracasado todos los nadadores varones del momento
Lilian Harrison
El 22 de diciembre de 1923, hace medio siglo, una jovencita rubia, de apenas 19 años, sacudía a la opinión pública argentina con una inédita hazaña deportiva: tras luchar denodadamente contra las aguas del río de la Plata durante 24 horas y 19 minutos lograba unir a nado la costa uruguaya —a la altura de la ciudad de Colonia— con la argentina. En una época en que ni siquiera se conocía el hoy célebre estilo crawl (popularizado años más tarde por el formidable campeón olímpico Johnny Weissmuller, luego protagonista de Tarzán) y las mujeres estaban poco menos que marginadas del trajín deportivo, Lilian Gemma Harrison realizaba una proeza hasta entonces jamás alcanzada por hombre alguno. Nadadores de la talla de Tiraboschi, Dumas, Garramendy, Pérez y Maciel habían sucumbido en todos los intentos (nueve en total) efectuados a partir de 1919.
Con el mismo espíritu con que hace 50 años doblegó al río más ancho del mundo, la formidable nadadora recibió en su casa, en un apacible rincón de la localidad bonaerense de Olivos, a un redactor de Siete Días. A los 69 años, rodeada por su esposo, su hija, siete nietos y un bisnieto, aceptó evocar los momentos más trascendentes de su carrera deportiva. Lo que sigue es un resumen con los pasajes más emotivos de la charla desgranada a lo largo de casi dos horas:
—¿Cuándo y cómo surgió su pasión por la natación en las aguas abiertas?
—Mi historia comenzó el 8 de febrero de 1904, cuando mi madre me trajo al mundo en la localidad bonaerense de Quilmes. Siendo pequeña me trasladé a Gran Bretaña, donde años más tarde iniciaba mi educación. Iba al colegio de Hertforshire. Allí aprendí a nadar. A los 17 años estaba de vuelta en la Argentina. Entonces comencé a frecuentar el Club Náutico San Isidro. Allí el profesor Günter Weber me instó a que me entrenara para nadar en el río, acepté el desafío.
—¿Cómo eran esas prácticas?
—Durísimas. Realmente significaban un ejercicio de la voluntad. Pero yo estaba dispuesta a sacrificarme, porque me gustaba. Por entonces vencer al río de la Plata ya configuraba como una obsesión para mí.
—¿Efectuaron algunas pruebas antes de intentar el cruce?
—Sí, fueren varias. El 4 de marzo de 1922 nadé desde el Náutico Sen Isidro hasta 500 metros antes de la escollera de Puerto Nuevo. Demoré 10 horas en hacer ese trayecto que eran unos 26 kilómetros. Ese raid configuraba un nuevo record nacional femenino para pruebas de largo aliento. A lo largo del trayecto me acompañaron Oscar Meana y Romeo Maciel, dos fuertes nadadores de entonces. Recuerdo que al día siguiente varios diarios hablaron de mí.
—¿Hizo otras pruebas de importancia?
—El 4 de febrero de 1923 uní a nado las localidades bonaerenses de Zárate y Tigre. Empleé 21 horas y 20 minutos para ese trayecto. Con esa marca superaba el record mundial que, para una distancia semejante, ostentaba la norteamericana Hamilton Reduje la marca anterior en una hora 20 minutos. Entre el grupo de nadadores que me acompañaron en esa ocasión estaba mi hermana Marta y Vito Dumas.
—¿Qué recuerdo conserva de Vito Dumas?
—Cuando salí del agua, ese día, me llenó de alabos. Era un atleta fuera de serie y además un excelente compañero. Sin embargo, su cualidad más notable era el amor que profesaba al río.
(Mientras ojea un puñado de fotografías y recortes prolijamente ordenados, Lilian Harrison se apresta a evocar las horas más trascendentes de su carrera deportiva. Como queriéndole restar importancia al episodio comentó sonriente: "Todo esto fue hace mucho tiempo, creo que ya no soy noticia. ¿A quién le interesa ese esfuerzo?")
—¿Recuerda cómo fue aquel cruce del río de la Plata?
—Jamás podré olvidarme de lo que pasó entre el 21 y 22 de diciembre de 1923. Fueron muchas horas de angustia. Me lancé al agua a las 9.28 de la mañana del 21, desde el muelle del puesto de Colonia. Nunca podré olvidarme que uno de los presentes no se cansaba de asegurar que estaba loca, que no llegaría ni al farallón. La verdad es que fueron 24 horas de esfuerzo extenuante. Cuando ya se divisaba la costa argentina estuve a punto de abanderar el intento. Creí que el ánimo no me alcanzaría para llegar. Sin embargo, a las 9.47 del 22, con las piernas temblorosas toqué tierra en la playa de Punta Colorada, cerca de la localidad bonaerense de Punta Lara. Mire qué extraño; lo primero que se me ocurrió pensar fue en aquel uruguayo que había comentado lo de mi locura un día antes. Después, la revista El Gráfico me regaló 5 mil pesos por ser la primera persona que cruzó el río de la Plata a nado.
—¿Qué hizo con todo ese dinero?
—Con ese suma más lo que me regaló el nadador Romeo Maciel, que me dio 1.360 pesos, decidí financiarme una excursión a Europa para intentar el cruce del canal de la Mancha. A fines de 1924 me embarqué junto a mi padre para viajar hasta Francia. En cuatro ocasiones me lancé desde el cabo Gris Nez rumbo a Dover, pero todos mis intentos fracasaron. La última vez tuve que soportar momentos dramáticos: llevaba cerca de siete horas nadando y cuando tenía los acantilados a la vista se desató un temporal que me obligó á luchar denodadamente contra la corriente. De pronto perdí el conocimiento. No me ahogué gracias a un nadador egipcio que me acompañaba —creo que se apellidaba Helmy—, quien me sostuvo hasta que me subieron al bote
—¿Fue lo único que intentó en Europa?
—No, el 1º de agosto de 1925 participé de la Maratón de la ciudad de París. Se realizaba en el río Sena sobre 400 kilómetros. Intervinieron doce nadadores y yo fui la única mujer de la partida. Llegué cuarta y en el camino quedaron nueve hombres, que abandonaron debido al frío y a la fuerte lluvia. Ganó un marinero francés que se llamaba Joseph Ledriant. Pero creo que me llevé los mejores aplausos. Cuando subí por mis propios medios la escalera empotrada en el paredón de piedra del Sena, una multitud me esperaba para ovacionarme.
—¿Siguió nadando cuando regresó de Europa?
—En 1926 cursé en Londres estudios de educación física y masajes. Después me embarqué en el Highlend Laddie rumbo a Buenos Aires. En ese viaje tuve algunas felices complicaciones y la natación se acabó pera mí: conocí al que después sería mi esposo, Jaime Norman Clarck. Curiosamente, a él no le gusta el agua ni para mezclarla con su whisky. En el verano, cuando vamos a nuestra casa en Pinamar, yo nado un poco y él se queda en la costa pescando.
—¿Volvería a intentar otra vez el cruce del río de la Plata?
—Si tuviera algunos años menos, no le quepa ninguna duda que lo volvería a intentar.

EL CRUCE DEL RIO DE LA PLATA
A las 14.56 del jueves 20 de diciembre de 1923 el aviso Nº 5 de la Armada Argentina y dos botes con diez marineros de la fragata Sarmiento estaban listos para zarpar hacia Colonia, Uruguay, con Lilian Harrison, sus asesores, autoridades de la Federación Argentina de natación y numerosos cronistas. Luego de soltar amarras en el puerto de Buenos Aires, la nave fondeó al anochecer a una milla de Colonia, requisito obligatorio por ser buque de guerra. La delegación desembarcó en el puerto uruguayo y el director del raid, Luis Garramendy decidió que, a causa del mal estado del tiempo, la prueba se iniciara en las primeras horas del viernes.
El clima que se vivió esa noche, víspera del acontecimiento, fue de pleno optimismo. Lilian Harrison comió frugalmente y antes de retirarse a dormir, cerca de las 22, comentó: "Si no consigo unir las márgenes uruguaya y argentina, lograré por lo menos superar mi propio record mundial de permanencia. Los cuidados de mi médico, el doctor Grasso, y mi entrenador, Weber, me han permitido llegar a un estado de entrenamiento que me facilitará cualquier esfuerzo".
A las 6 de la mañana del viernes, la nadadora sólo desayunó una taza de té y, con sus compañeros, marchó rumbo al muelle esperando poder dar comienzo al intento. Muchos curiosos se acercaron al embarcadero mientras la nadadora era solícitamente untada con lanolina para resguardar su piel de los efectos del agua. En esos momentos, el cónsul argentino en el Uruguay se acercó a ella para presentarle sus saludos y desearle buena suerte. A las 9, las pulsaciones de Lilian eran de 76 por minuto, acostada, y 80 de pie. Estaba a punto de lanzarse al agua.
El tiempo continuaba amenazador pero, 28 minutos después, Garramendy dio la orden de partir. La nadadora se arrojó al río luego de escuchar un agudo silbato que hizo sonar su entrenador con el fin de sincronizar los relojes. Los curiosos que presenciaron la partida alentaban con vivas a Lilian que ya daba las primeras brazadas en el agua. Con impecable estilo pecho avanzaba a razón de 25 brazadas por minuto. En ese primer tramo la acompañaban los nadadores uruguayos Caracciolo y Graneri quienes, durante tres horas, lucharon desesperadamente junto a Lilian para impedir que la corriente contraria los llevase nuevamente hacia la costa uruguaya.
Tomaron hacia el Sur, o sea por la misma ruta que antes habían utilizado en otros intentos frustrados Vito Dumas y Luis Garramendy. Ya internada en el río, bogaron junto a ella los nadadores argentinos Tiraboschi y Wernich. Pasó el farallón rumbo a La Plata a un ritmo de brazadas que se aproximaba a las 27 por minuto. El ánimo de Lilian era óptimo: llegó a festejar con sonoras carcajadas las bromas que le hacía Tiraboschi. A las 13.30 tomó su primer alimento: jugo de naranjas. Tres horas más tarde consumió un terrón de azúcar. A las 17 bebió un café y con fuertes brazadas entró en el canal Sur.
Durante la noche, el silencio apenas fue interrumpido por los gritos de los marineros del aviso. Un cielo claro y con luna obvió una falencia de organización que pudo anular el intento. Nadie había previsto llevar reflectores. A las 22, con ritmo sostenido, pasó cerca de la boya demarcatoria del canal de Martín García y una hora después la boya 37 quedaba atrás. Sólo restaban 18 kilómetros hasta las cercanías de Punta Lara. La sirena del trasatlántico Cap Polonio saludó a la nadadora que una hora más tarde se cruzó con el Vapor de la Carrera, en viaje hacia Montevideo. Con una formidable entereza, Lilian superó la depresión que suele invadir a los nadadores durante la noche.
Desde la una de la mañana hasta las 4 del 22, nadó sola. Media hora después, desde el aviso ya se percibía la costa argentina. La noticia le fue inmediatamente comunicada. Tras el anuncio, cubrió dos kilómetros más y preguntó si la costa estaba distante. En ese caso abandonaría pues estaba extenuada. Le informaron que apenas restaban cinco kilómetros y decidió proseguir. Tiraboschi volvió al agua a fin de acompañarla en los últimos tramos y evitarle los riesgos de cualquier desfallecimiento. Lilian, haciendo gala de un vigor a toda prueba, continuó avanzando. Imprevistamente, sus pies tocaron tierra. Titubeó un instante, luego comenzó a caminar. Había llegado a la costa argentina. Eran casi las 9.48 cuando pisó Punta Colorada, en el trayecto entre Quilmes y Berazategui.
Mientras el aviso de la Armada hacía sonar su sirena y era aclamada por la tripulación, la joven Lilian, rodeada por Tiraboschi, Garramendy y Maciel, caminaba por la playa con movimientos ágiles y decididos. El manto de agua de 42 kilómetros había quedado atrás. Después volvió al barco y el puerto de Buenos Aires la recibió como una triunfadora. Esa misma tarde el presidente de la República, Marcelo Torcuato de Alvear la recibía para ofrecerle sus congratulaciones.
Revista Siete Días Ilustrados
17/12/1973
Lilian Harrison
Primer cruce a nado del Río de la Plata

Ir Arriba