Polémica

columna de
Miguel Gazzera
a
Mariano Grondona

Miguel Gazzera
En el Nº 58 de la Revista "MERCADO" el doctor MARIANO GRONDONA llega a conclusiones que revelan hasta qué punto el régimen hace uso de sus ideólogos para tratar de diluir bajo un manto de optimismo, la realidad socio-económica argentina. Por otra parte, pareciera que los escritos de Grondona tuvieran ese solo propósito. Recordemos, por ejemplo, que sobre el triunfo peronista en las elecciones del 18 de marzo de 1962 señaló que éste había sido motivado en que "todavía no estaba madura la democracia" y que la mayoría había votado a la fórmula justicialista "bajo el influjo de la marcha peronista". Omitió el bombo. Por supuesto que no necesito preguntarle a Grondona qué entiende por democracia cuando juzga de "inmadurez" al pueblo porque no votó a la minoría, que él parece prefería.
Todo su juicio es una pieza al servicio de la mistificación y el encubrimiento de las causas reales que han llevado a nuestro país a la crisis más dura de su historia enfrentándolo a la encrucijada de trágicos contornos que estamos viviendo. Intenta corregir, además, las conclusiones de industriales y comerciantes denunciando la creciente recesión económica y la contracción del mercado de consumo. Asegura que no estamos en crisis, por el contrario, los "indicadores objetivos" señalan un creciente progreso, en consecuencia nos hallamos bajo un estado de ánimo saturado de "mal humor". Dice Grondona: "existe el propósito de declarar a Córdoba zona de emergencia con el objeto de brindarle facilidades especiales en materia de créditos, impuestos e inversiones. La noticia no deja de sorprender. Porque a la inversa que Tucumán, objetivamente en crisis, Córdoba está subjetivamente en crisis. A la primera se le ayuda porque padece dificultades. A la segunda porque las crea. Una tiene en su favor la desocupación. La otra, el "Cordobazo". Córdoba viene a representar así, en forma extrema, la situación de una Argentina que progresa según indicadores objetivos y que, sin embargo, se halla poseída por un creciente mal humor según indicadores subjetivos...". "Una Argentina que contradice su relativa holgura con un difundido malestar. Una nación sana se considera a sí misma enferma. No pasará mucho tiempo antes que consiga inscribir en la realidad la falsa imagen que ha forjado de sí misma". Como se observará, el propósito del escrito está claro. En primer lugar, no precisa "objetivamente" el origen del "cordobazo"; la importancia industrial de Córdoba; los actos de protesta de industriales y comerciantes; contra los impuestos confiscatorios; contra la presencia de infiltración de intereses extranjeros avalados por una política preferencial; de protesta y denuncia contra la usura, donde las condiciones de préstamo de dinero están incursas en delitos comunes. Luego del gran conglomerado, que constituye Capital Federal y sus adyacencias, Córdoba, hoy, reviste en segundo término en las raíces industriales del país, sin embargo, las medidas que puedan pretender salvar a Córdoba, a Grondona se le antoja un disparate. Naturalmente, según los intereses que él defiende, la oposición intenta evitar que en el país se den políticas en materia de créditos, impuestos e inversiones destinadas a proteger y estimular a la industria nacional. Para el articulista sería suficiente algunas alegres pinceladas para salvar el estado de ánimo del país. No cabe duda que Grondona conoce la estadística de quiebras y el estado de recesión de la industria nacional, pero la ignora porque prefiere al círculo de 200 adinerados que viven pletóricos de optimismo gracias a la crisis que padecen millones de argentinos, de allí que la desocupación en Tucumán le parece un factor que juega "en su favor".
Dice Grondona, que "la Argentina promete a todos sus miembros la igualdad de oportunidades. Y ésta es, precisamente, una de las razones de la insatisfacción sobreviviente". Grondona olvida su participación en las leyes proscriptivas destinadas a impedir que el pueblo tenga igualdad de oportunidades. Por ello, no es extraño que señale que "una sociedad democrática está inevitablemente trabajada por el resentimiento a los vencidos". Es realmente notable la audacia: en los últimos 15 años la "democracia argentina" ha sido trabajada por los núcleos ideológicos de los factores de poder financiero y por los militares que han depuesto 6 presidentes. Durante estos últimos 15 años, ¿qué participación tuvo el pueblo en el destino argentino?... Pero para Grondona dentro de la democracia argentina, "las (de) una sociedad que niega la democracia y el valor del hombre como el principio y posiciones más altas parecen al alcance de todo, casi todos se sienten vencidos pese a que, objetivamente, su vida puede ser juzgada como un éxito si se considera el lugar de donde partieron". Grondona puede ser incluido en el concepto, pero la gran mayoría de los argentinos se sienten vencidos, precisamente porque las "altas posiciones" están copadas desde hace 15 años por los optimistas que el articulista sirve, de tal manera que más bien parece una expresión de deseo su decir: "pero casi nadie llega, empero, al lugar de sus sueños". El pueblo argentino dará respuesta al interrogante que se plantea el articulista cuando dice que "en un clima de este tipo (democrático) no es fácil ejercer la autoridad ni obtener el reconocimiento tanto a la esfera pública como en la privada". Naturalmente que no es fácil ejercer la autoridad cuando se impone al pueblo una política contraria a sus intereses y se le niega sistemáticamente el derecho a elegir sus gobernantes.
Grondona considera que "la Argentina presenta cada día más el aspecto de una creciente masa media de personas que, con su automóvil y su casa, va imponiendo un estilo de vida y de conducta en Buenos Aires y sus áreas de influencia contra el cual los grupos desplazados tienden a pronunciarse a través de la contestación violenta". Si Grondona tuviera la estadística de las personas que no tienen automóvil y casa, se asombraría de la escasa violencia existente en la Argentina (aceptando su hipótesis), pero más se asombraría si advirtiera de dónde ella proviene: precisamente de quienes tienen automóvil y casa. Lo que no podrá comprender nunca, Grondona, es que la violencia proviene de una generación que no está dispuesta a aceptar que le permuten el derecho a construirse a sí misma, por ciertas ventajas en el mercado de consumo.
Naturalmente, el desarrollo de su teoría no le evita orillar la verdad argentina, de tal forma que dice "promovemos de este modo una sociedad subocupada en la cual millones de personas cumplen una función menos atractiva, menos remunerada y menos exigente que la que correspondería a su nivel de educación. Una sociedad culta, que educa a sus miembros en todos los órdenes, los obliga luego a trabajos monótonos, áridos y mecánicos". Olvida un pequeño detalle: la injusticia social y la arbitrariedad en el reparto de la renta que el pueblo produce. Sin embargo, Grondona sabe que no se trata de satisfacer el nivel de cultura o educación. Ocurre que, "la sociedad culta", trampea, estafa y corrompe. Sobrevive por la guerra, el crimen político, la opresión y la dictadura. Así, el fin de todas las cosas, no es culta ni merece sobrevivir a la crisis que plantea.
"Los hombres de centro se dedican en la Argentina a construir: a sanear la moneda, a invertir, a progresar". Grondona comete otro exceso porque los hombres de "centro" en el mundo "occidental cristiano" han terminado por convertirse en los comisionistas del régimen, los reformistas del sistema y de las políticas de "saneamiento" de la moneda son sólo sus ejecutores y los gerentes de las inversiones de un poder financiero que se ha ido integrando cada día en manos de menos personas. Los hombres de "centro", así, han ido perdiendo vigencia como lo prueban, en nuestras puertas, los casos de Perú, Bolivia y las recientes elecciones en Chile. En un mundo donde la tercera parte se ha decidido por el socialismo y el resto libra decidida batalla contra el capitalismo, el "centro" está seriamente expuesto por cuanto sólo atina a tratar de evitar ciertos excesos del régimen, así es que mientras en nuestro país se clama contra el "vaciamiento" de empresas y contra los abusos de la usura, las estructuras que proveen tales delitos permanecen incólumes sostenidas por la legislación y la guardia pretoriana del sistema. Mientras millones de argentinos vegetan con un sueldo promedio de m$n. 30.000,— y la masa pasiva padece elementales necesidades por sus misérrimas prestaciones. Si el doctor Grondona tuviera que atender a su familia en esas condiciones seguramente sus juicios serían emitidos, no por patriotismo, por necesidad, con la seriedad que carece la irritante hipótesis del artículo que motiva mi respuesta.
MIGUEL GAZZERA
EXTRA
octubre 1970

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