La mujer argentina de hoy
 

Con toda su rigidez, la estadística suele ser más elocuente que algunos intentos ensayísticos basados en la pura intuición o en las sorpresas de la prosa. La doctora Yolanda Ortiz, secretaria de Estado de Recursos Naturales, presentó al Foro Internacional, en las Naciones Unidas, un trabajo sobre 'El papel de la mujer en el desarrollo', donde define el verdadero proceso histórico que sufrió la mujer argentina desde la Colonia en adelante. "Antes de la conquista española —dice la doctora, un verdadero testimonio vivo de las luchas que debe afrontar diariamente la mujer en esta sociedad, ya que esgrime una brillante pero trabajosa carrera científica, y ha militado en política en las huestes de la democracia cristiana— existían en el país grupos de aborígenes que dividían el trabajo de acuerdo al sexo. Las mujeres se encargaban de la cerámica, los tejidos, la recolección de fruta silvestre, el cuidado de los hijos y la preparación de la comida.
El virreinato les arrimó tareas más refinadas: el bordado, la costura, los encajes, y hasta la confección de algunos dibujos. "Sin embargo —recuerda la experta— la mujer argentina supo acompañar al hombre en las luchas emancipadoras" Claro: en contadas excepciones, que ya son leyenda.
Porque, en realidad, la condición de la mujer argentina permanece más o menos inalterable hasta la llegada de las grandes corrientes inmigratorias, a principios de siglo.

LA MUJER INMIGRANTE. De los grandes contingentes femeninos que arriban desde el otro lado del mar en los primeros años del siglo, una gran parte colabora junto a los hombres en los primeros comercios y talleres familiares, y la otra en el sector doméstico. Por supuesto, en las familias de inmigrantes que logran atravesar el límite de la ciudad y llegar al campo, las mujeres asumen su parte en las tareas rurales.
La participación de la mujer en otros sectores —incluido el campo intelectual, en el que sólo tienen cabida, de todos modos, algunas mujeres de la clase alta porteña— se produce a partir de la década del 30, con el surgimiento de industrias locales (alimenticias, textiles), que absorben mucha mano de obra femenina, porque es notoriamente más barata.
La funcionaría señala que recién en 1946, cuando Eva Perón modifica la legislación civil, anulando la discriminación entre descendencia legítima e ilegítima, la mujer —que obtiene el derecho al voto— se incorpora a la vida política. El Código Civil de 1869 se ajustaba a las costumbres coloniales; en 1926 se sancionó una ley que casi equiparaba los derechos civiles de la mujer y el hombre, pero mantenía la supremacía del marido en el matrimonio. La reforma constitucional de 1949 estableció la igualdad jurídica de los cónyuges. "Pero la Convención Constituyente de 1957 derogó la nueva Constitución, y se volvió a la de 1853, donde no estaba contemplada para nada la situación de la mujer", concluye la doctora Ortiz.
"De cualquier modo —aclara el abogado Guillermo Frugoni Rey, especializado en Derecho de la Familia—, en 1968 el entonces ministro Borda reúne todos los antecedentes de Derecho Familiar, y realiza una reforma en el código Civil que hace que la mujer deje de ser una "incapaz relativa" para quedar en casi absoluto pie de igualdad con el hombre, con respecto a la tenencia de los hijos en caso de separación o, sobre todo, con respecto a las cuestiones económicas."
El trabajo de la doctora Ortiz marca que, a pesar de la creciente intervención de la mujer en la economía y en la política, su papel se reduce a áreas restringidas: asistencia social, educación, periodismo, algunos trabajos culturales. En fin: tareas en que se cree utilizar la mayor sensibilidad y emotividad de las mujeres, dejando al hombre las tareas técnicas y de racionalización. "A diferencia de los países desarrollados, donde los movimientos de liberación femenina han asumido la representación de la mujer, en nuestro país las reivindicaciones se integran a los movimientos globales de democratización."

DIFICIL ORIENTACION. Una encuesta sobre Posibilidades de educación, formación y empleo ofrecidas a las mujeres, realizada por el Ministerio de Cultura y Educación y dirigida por la doctora Clotilde Sabattini, demuestra (como puede apreciarse en las cifras incluidas en el recuadro), las afirmaciones de la doctora Ortiz. En general, las mujeres se han orientado hacia carreras profesionales artesanales (economía doméstica, corte y confección, cocina, peluquería o decoración) eludiendo, salvo escasas excepciones, las carreras técnicas. En mecánica y en electricidad hay total ausencia de elementos femeninos: "El Estado gasta dinero en cursos y carreras que no le dan buenas posibilidades de empleo a las mujeres", afirma la doctora Sabattini, una mujer múltiple, especializada en "bovinotecnia" y administración de empresas, elegida en 1959 la mujer del año por el Instituto Argentino de la Opinión Pública. Las estadísticas sobre egresados universitarios realizadas bajo su dirección, demuestran, por ejemplo, que es en las carreras de Humanidades (las menos redituables) donde más se alistan las mujeres argentinas.
Las ciencias que solicitan una aplicación técnica del conocimiento no cuentan con el entusiasmo de las mujeres locales, pero, curiosamente, hay una gran inclinación por las ciencias exactas y naturales, elección que no se encuentra en las mujeres de ningún otro país. Las mujeres ocupan el 57 por ciento entre los investigadores en ciencias sociales y el 52 por ciento entre quienes ejercen las ciencias humanas. Pero en ingeniería y arquitectura sólo el 6 por ciento de los profesionales son mujeres; en el sector agropecuario la cifra monta tibiamente al 11 por ciento, y en las ciencias médicas y las ciencias exactas y naturales al 26 por ciento.

LAS TRES CATEGORIAS. Se ha comprobado que las mujeres alcanzan categorías superiores en la investigación, pero que no sucede lo mismo en las empresas donde, difícilmente, llegan a ocupar altos cargos. Una encuesta realizada en dos mil empresas hizo visible que el mayor porcentaje de mujeres que trabajan se distribuye entre las empleadas de oficina y las obreras no calificadas. La mayoría está empleada en el denominado sector terciario (educación, bancos, comercios, seguro, administración pública), que absorbe el 63 por ciento de las mujeres trabajadoras del Gran Buenos Aires, el 80 por ciento de las cordobesas, el 78 por ciento de las mendocinas y el 78 por ciento de las tucumanas.
Se llama sector secundario a la industria, la energía, la construcción. Allí, el porcentaje de mujeres señala el 33 por ciento en el Gran Buenos Aires, el 17 en Córdoba, el 18 en Mendoza, el 26 en Rosario y el 15 por ciento en Tucumán. En cuanto al sector primario (agro y minería) los porcentajes no pasan, en ninguna de las zonas citadas, del 1 al 2 por ciento. En términos generales se ha establecido que la mayoría de las mujeres están empleadas en las diversas áreas de la educación y que, en importancia, le siguen las tareas del servicio doméstico y del comercio.
En relación a las edades, la investigación de la doctora Sabattini concluye que las mujeres más trabajadoras del país tienen entre 20 y 24 años. El casamiento y la maternidad inciden en el abandono de tareas. Se ha notado, eso sí, que las mujeres vuelven a trabajar después de los 35 años, cuando los hijos han crecido.

CUESTION DE STATUS. Ciento cincuenta mujeres fueron seleccionadas por las licenciadas María Inés Blanco y María Graciela Marena, e interrogadas acerca de la situación de la mujer en el mundo del trabajo. La mayoría tenía entre 20 y 30 años, y sus ocupaciones eran: amas de casa (12 por ciento), empleadas (60 por ciento), docentes (18 por ciento) y profesionales (7 por ciento). La mitad solteras y la mitad casadas, casi todas pertenecían a la clase media.
¿Considera que usted ha tenido suficientes oportunidades para su promoción cultural y su preparación cultural?, fue la primera pregunta. El 80 por ciento contestó afirmativamente. La mayoría respondió, también, que para conseguir trabajo habían tenido suficientes (la escala máxima era muchas) oportunidades cuando eran solteras o casadas sin hijos, pero no después. En cuanto a los motivos que las impulsan a trabajar, todas coincidieron en el imperativo económico y en la necesidad de autonomía.
En cuanto al status de la mujer que trabaja, casi todas opinaron que es "bien vista" pero que, en general, tiene pocas posibilidades de ascenso y que, además, la retribución económica es "menor que la debida". Con respecto a las ocupaciones no profesionales, la mitad contestó que las mujeres tenían el mismo status que el hombre, y la mitad que no. En cuanto a las ocupaciones profesionales, el optimismo acerca de la igualdad subió al 70 por ciento. Todas creyeron positivo que la mujer trabaje, señalaron que la de empleada es la mejor ubicación entre las no profesionales, y entre las profesionales señalaron a la docencia.
Las licenciadas concluyeron en que se está formando una nueva imagen de la mujer, que ya irrumpe en todos los ámbitos de la vida socialeconómica, pero que "para que juegue su papel es necesario un eficaz plan de capacitación profesional". Y agregan, femeninas, que la "mujer de hoy no perdió nada de su femineidad; piensa, actúa y trabaja a la par del hombre, pero no para disminuirlo sino para que hombre y mujer se complementen".
Una posición que puede apuntalar el sacerdote jesuita Enrique Fabbri, del Centro de Investigación y Acción Social, autor de un estudio antropológico de la mujer que fue presentado en la Conferencia sobre la Mujer organizada por la OEA en 1972. Fabbri entiende que la desigualdad sexual debe desaparecer del mismo modo que la racial, pero que ninguna posición extremista de la mujer —feminista rabiosa o conejito del varón— es liberadora para el mundo femenino. "La mujer debe comprometerse con el varón en la búsqueda de sentido del mundo. Muchas mujeres adquirieron su libertad de acción, pero son pocas las que lograron su libertad de espíritu, es decir: no dejarse enajenar y oprimir por ningún tipo de condicionamiento natural, cultural, o, simplemente, por el que dirán."

EL MOVIMIENTO FEMINISTA
El movimiento feminista que, ahora, se despliega por el mundo, tuvo su origen en los Estados Unidos. En la Johns Hopkins University de ese país, la doctora Otilia Vainstok, graduada en sociología en la Universidad de Buenos Aires, pudo analizar en su propio terreno esa convulsión, entre 1967 y 1971. Entre sus trabajos, se destacan dos: "Para la liberación del Segundo Sexo" (selección y prólogo) y La mujer y la revolución. La semana pasada, charló con Panorama:
—¿Cómo explica la aparición, a fines de la década del '60, del movimiento feminista norteamericano?
—Por confluencia de procesos políticos de la década anterior y de algunas tradiciones culturales, las mujeres comenzaron a tomar conciencia de su opresión discriminatoria. Se formaron grupos, Inicialmente compuestos por jóvenes blancas progresistas de la clase media, que se extendieron a otras clases y grupos sociales.
—¿Qué destacaban en sus protestas?
—La condición del ama de casa, su inserción en el proceso productivo. En el hogar, decían, se repone la fuerza laboral en dos niveles: se producen los servicios necesarios para recomponer la capacidad productiva de sus miembros, y se "producen" los niños que constituirán la fuerza del trabajo del futuro. El trabajo del alma de casa es invisible; su producción no es valorada ni social ni económicamente. La segregación y el aislamiento del ama de casa es la fuente de frustración de sus capacidades creativas. Esto genera tensiones familiares y arrastra a las mujeres a buscar en el consumo incesante la gratificación que no encuentra en su trabajo. Por supuesto, la situación de las mujeres negras es mucho peor.
—¿Qué reclamaban las feministas en relación al sexo?
—Puntualizaban que, cuando se dieran las condiciones para que la mujer se liberara de determinismos biológicos, el sexo se trasformó en una compulsión nacional, mistificado, sin goce. Los índices de frigidez son altísimos. La mentada revolución sexual norteamericana tuvo muy poco de revolucionaria y menos de liberadora para la mujer.
—¿El movimiento feminista tenía una ideología?
—El número de grupos es enorme y no existe uniformidad ideológica. El elemento común es que todos desean construir una sociedad donde cada ser humano pueda desarrollarse al máximo. Pero la imagen folklorizada de las feministas, como mujeres neuróticas que consideran a los hombres como enemigos no responde a la realidad.
—El feminismo norteamericano, ¿es aplicable a la realidad argentina?
—Ningún movimiento político se exporta. El feminismo norteamericano responde a la realidad actual e histórica de los Estados Unidos, distinta de la nuestra. Aquí existieron grupos feministas desde principios de siglo. Eva Perón escribía: "En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos (...) La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase ...". Ella insistía en que las mujeres se organizaran para atacar sus problemas específicos. Pensó que aún existen desigualdades entre los sexos. Por eso es válido el énfasis del feminismo sobre la importancia de los cambios culturales que remuevan los obstáculos para un desarrollo humano y pleno y para relaciones sanas entre hombres y mujeres. Las formas de lucha serán definidas por el pueblo argentino.
PANORAMA ENERO 7 1975

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Los fanáticos la proclamaron la más elegante del mundo. Los galantes la calificaron como la más bella. El tango, dejando a salvo su condición de madre, la acusó de caprichosa, infiel y llena de ambiciones. La sociología, la política y el psicoanálisis, más allá de esos clisés emotivos, ponen a la mujer argentina en una realidad más concreta que aquellas generalizaciones, inevitablemente parciales.

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