MUJERES DE TANGO
AGIL, menuda, aún fresca, Dorita Davis trabajó
19 años. Recorre la memoria hasta 1930, cierra
sus éxitos en 1948 "Con una despedida
inolvidable que me hizo Soiza Reilly en Radio
Belgrano", dice. Todavía era muy joven, "pero
sintió que el bolero surgía" y dejaba algo
atrás sus tangos, los que ahora se atropellan
en el recuerdo como "Confesión", "La Carreta",
"Mi refugio", "Taconeando", "Mi Buenos Aires
querido". Un canto fecundo que la ocupaba
11 meses en el año, colmados con horas en
radio, teatros, grabaciones. Le decimos que
sus amigos piensan que hoy canta mejor que
nunca y sonríe. "Sí, mi voz es buena, madura".
"Cuando a veces oigo mis discos, salgo
pitando, no me gustan, entonces "había un
problema de micrófonos", explica. Habla de sus
40 años de casada, de su paz, pero no puede
escapar a cubrir su presente con otras horas y
dice: "Cuando se lo conoce, cómo no añorar el
aplauso, es maravilloso, nada como eso
embriaga y conmueve". Aparta emociones,
afloran deseos que cree que no sólo perduran
en ella. "Porque cuando me hicieron un
reportaje por televisión, muchos se acordaron
de mí pidiéndome que volviera a cantar".
Siente que el tango sigue muy vigente aunque
no se baile, pero asegura: "Antes estaba más
cerca del pueblo, un cafecito que se tomaba en
cualquier confitería de la calle Corrientes y
la muchachada disfrutaba de su música, hoy
está restringido a lugares caros y no tienen
cómo pagárselos". Descansando en su canto
esparcido que la conforma de tanto años de
lejanía de escenarios y radio, Rosita Quiroga
se afirma en sus discos vendidos en todo el
mundo (hasta en Bagdag y Beirut, aclara
Tania). Abandonó su trabajo en el año 1938.
"Con un contrato a la vista por cinco años",
afirma con su voz marcada de tango arrabalero.
"Me fui en el apogeo, es lo mejor que puede
hacer una artista, no hay que esperar a dar
lástima". Ahora reedita por la R.C.A.
Víctor un long play por año. Una renovada
participación en lejanos triunfos que atempera
lo que confiesa con su lenguaje pintoresco:
"estoy sola como un perejil", por eso también
le gusta juntarse con sus amigos "a pesar del
olor a naftalina", grita. A Mercedes Simone
se le escapan brillos morenos y cierra los
ojos compartiendo ausencias, es la única entre
las cuatro madre y abuela (la primera según
Tania en el ranking de entonces). Piensa en su
trabajo sin pausas desde 1927, en los dos long
play que grabó el año pasado, del último
recuerda con entusiasmo el tango "La última
curda"', de Aníbal Troilo, con orquestación
nueva; habla complacida de sus perspectivas
para el año que viene. Entre el año 1956 y
1966, recorrió América, cantando, entregando
inquieta su vocación, su estilo "sentimental y
dramático" que ella descubrió en las letras de
Manzi, Espósito, Contursi. Cuando le
preguntamos por qué cree que las cumbias y el
surf ahuyentaron el tango de los bailes
populares, nos dice: "Son ritmos fáciles, el
tango es difícil, pero no se perderá nunca,
porque su musicalidad es muy linda".
Mujeres que fueron cuando la televisión
todavía despanzurrada en los laboratorios
esperaba que muchos dedos enhebraran sus
cables y tejieran sus entrañas, que después
meterían en las nuestras luces y caras nuevas.
Para ellas este es un aliado feliz y amigo que
no tuvieron, la mejor explicación a
popularidades hamacadas hasta la cima en pocos
años, a caminos despejados rápidamente, a
ritmos enclavados pronto en crecidos delirios.
Susana Rinaldi, expresión fresca, sentir de
hoy, cadencia del tango que se escucha, del
tango que se dejó de bailar, pero que se oye,
porque es siempre reencuentro en todo lo que
tan simplemente revela, cree que caldear el
éxito es una lucha distinta, pero quemante.
Desde la palidez de esta fragua y con su
mirada redonda de asombro sostiene. "Todo es
muy acelerado". "Hay que empujar,
promocionarse". "Por ahora canto para pocos,
quiero cantar para muchos". No sabe cómo
lograrlo, sí, sabe que no es fácil. "En el
canal te sorprende, hay una colega que no sé
por qué no me saluda". Luchar adentro para
salir afuera. Entre Tania, Rosita Quiroga y
sus amigas, flota el recuerdo de sus
esfuerzos, de su ruta lenta y elaborada en la
que no faltaron negados sometimientos. "A
mí Yankelevich me propuso cantar un jingler,
pero no lo hice, era ajeno a mi trabajo" dice
Dorita Davis. "Ganábamos dinero y todas
teníamos nuestras lindas joyas, pero nadie se
hacia millonario en unos pocos años",
aseguran. Entretanto Tania anuda un pañuelo
que "Dorita" le trajo de Europa, con ella
hablamos de ahora, de su diario revivir en
"Cambalache". Un lugar que abrió hace seis
años, en una calle apurada hacia el río que
arremolina frenadas y bocinazos. Allí todas
las noches se envuelve con oficio un chal de
violentas azalea y canta, Garúa, Sur, Julián.
Una anfitriona sin edad, mezclando entre
amigos notas y palabras. "Yo fui mujer de
éxitos teatrales, de trucos acertados",
confiesa. Pero nada le parece más triunfo que
este presente, que este rincón de encuentros.
Su presencia grata, sus manos en el volante en
madrugada de retorno son su testimonio de
actualidad. No están ni ausentes ni ajenas
a lo nuevo, aunque a Piazzolla lo escuchen
extrañadas y curiosas. Tania repite "tiene
talento, es casi un genio", pero le recuerda a
Bach, no lo siente popular, no sabe como unir
esa música al tango que ella canta. De
"Susanita" les gusta su forma de decir, su
fibra tensa y joven. Activas o aisladas,
distantes o calmas, con el tiempo viejo,
volvieron unidas, nostálgicas, cuatro voces de
tango, apenas sacudimos los recuerdos, apenas
nos abrieron la puerta en esta casa de la
calle Charcas. VICTORIA GARCIA PUENTE
Revista Extra 11/1968
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Reunir a la lozana Susana Rinaldi
con Mercedes Simone, Tania, Dorita
Davis y Rosita Quiroga fue una hazaña
de Victoria Garcia Puente. Después de
citar a esta especie de síntesis de la
historia del tango mujer, Victoria las
hizo hablar y produjo luego algunas
carillas de singular reflexiones.
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