Perón, Balbín y el Operativo Concordia Volver al índice
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Se vivirán, sin duda, sesenta días críticos: Héctor Cámpora, comprometido en el retorno del caudillo desterrado, juega a cara o cruz su mandato mientras Alberto Serú García, vocero del neoperonismo provinciano, reverdece la ilusión de Elías Sapag y de los altos mandos del Ejército para organizar un partido de masas al margen de las órdenes de Madrid. Con más calma, entre tanto, los radicales se aprestan para la batalla de noviembre, cuando los afiliados decidan el candidato a la presidencia entre Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín.
El sábado 23, en el primer piso del hotel Castelar, Balbín inició por tercera vez en su vida la carrera de los honores para llegar a la Casa de Gobierno; no pesan sobre sus hombros los 68 años, nueve menos que Perón, aunque sí quizás pesen las dos derrotas electorales que postergaron su ascenso al poder: la primera en 1952, cuando fue batido por Perón, la otra seis años después, frente a Arturo Frondizi, quien pulverizó a su ex correligionario con el apoyo de la infantería peronista. Dentro de dos meses, Balbín dirimirá fuerzas ante Alfonsín, su discípulo de Chascomús, en una contienda donde los matices ideológicos tienen prioridad sobre los políticos, por eso, aunque se desmienta, la UCR camina por el borde de la escisión.
Justamente hasta 1957, año en que Frondizi quebró el tronco radical, la elección de los candidatos no ofrecía riesgos en la cúspide partidaria: básicamente todo quedaba resuelto "en la mesa del acuerdo", donde los sabios parroquiales decidían quién podía llegar y quién debía esperar. Desde la crisis del 57, empero, los notables tienen que "ver y escuchar" a la masa afiliada; por ese enfoque, Balbín enfrenta la segunda opción para considerarse candidato a la presidencia. Para los ortodoxos de la UCR, el viejo caudillo platense será el vencedor de la lucha interna; sin embargo, el alfonsinismo afirma que "los votos no tienen dueño" y que por eso habrá que esperar hasta el 26 de noviembre.
En la tarde del sábado pasado, Balbín volvió a demostrar su destreza y cautela en el manejo de los problemas domésticos. Aceptó su proclamación "como un deber más" y vislumbró, en el caso de que la UCR gane las elecciones de marzo próximo, un "duro camino" de cuatro años. De algún modo, el veterano líder quiso decir que el presidente en ciernes tendrá que ser un verdadero "piloto de tormentas", definición que usó Raúl Zarriello, desde la jefatura del comité central, para mostrar la silueta de Balbín.

ENTRE AMIGOS. La ausencia de Arturo Illia, presuntamente volcado al alfonsinismo, no alteró al caudillo radical; por el contrario, reconoció que "la punta rectora del proceso electoral está en Illia", porque "las huellas de su gobierno no han sido borradas", para recordar que desde 1963 a 1966 no hubo presos políticos en las cárceles, que el estado de sitio fue "letra muerta" y que las leyes represivas habían sido derogadas. "No tenemos que rectificar nada de lo que hicimos", sentenció.
Hábil componedor, Balbín condenó la violencia antisemita que se acentúa peligrosamente en Buenos Aires, para elogiar luego a todos los partidos que dieron pruebas de coincidencia por la normalización institucional. "No queremos la violencia y la subversión", dijo, y "tampoco queremos gobernar solos: proponemos un programa radical que abrirá camino al progreso, al cambio, a la transformación, por senderos de paz, seguridad y conducta". Tuvo, finalmente, palabras de amigo para Alfonsín. Afirmó: "Si soy vencido saludaré al nuevo abanderado del radicalismo y estoy seguro, si yo gano, que él hará lo mismo. Conozco demasiado a mi adversario para negarle calidades morales".
Más difícil resultó la elección del precandidato a la vicepresidencia. Tres postulantes izaron banderas aceptadas por Balbín: el veterano sabattinista cordobés Eduardo Gammond, el intelectual santiagueño Benjamín Zavalía y el chaqueño Luis León, crédito de los jóvenes capitalinos. Los sostenedores de Gammond argumentaban: "Los votos de Córdoba son importantes para la interna. Con Gammond ganaremos en noviembre y también en marzo". Otros delegados, sobre todo los jóvenes, se inclinaban por León o por Zavalía, seguros de que Conrado Storani pesa más que Gammond dentro y fuera de la UCR.
La definición de los "notables" recién se conoció el domingo 24, luego de seis horas de ardua negociación. El "gammonismo" se mostró irreductible y Mario Roberto inflamó su demanda al reclamar para Córdoba "el derecho que le asiste de haber alcanzado una significación política que trasciende sus límites". En otras palabras, Roberto quiso decir que el cordobazo es el padre de la nueva oposición "al sistema". Pero a eso de las diez y media de la noche, cuando el cansancio imponía condiciones a los adversarios, por fin Carlos Perette proclamó a E. Gammond. Desde la barra se oyó un sordo y prolongado abucheo, al tiempo que algunos delegados manifestaban a gritos el desacuerdo. Balbín no se inmutó. Gammond supo eludir las desagradables consecuencias del fallo de "los notables": había viajado a Córdoba la noche anterior.

EMISARIO SECRETO. Mientras los radicales ya colocaron en carrera a sus candidatos, el peronismo sobrelleva la dura emergencia de aceptar o rechazar la normalización que proponer! los militares. La semana pasada, siguiendo las instrucciones de Cámpora, Benito Llambí y Alejandro Díaz Bialet consultaron a varias compañías de aviación el precio de un "charter" entre Madrid y Buenos Aires. Quince días atrás el delegado había dicho que ese vuelo costaría entre 70 y 80 mil dólares, pero el viernes 22 trascendió que Aerolíneas Argentinas habría ofrecido el vuelo por 10 mil dólares menos.
Ese mismo viernes se confirmaba en Madrid una información que anticipó Panorama: por razones de seguridad, ante la posibilidad de un atentado, Perón habría pedido al gobierno de Francisco Franco nuevas medidas precautorias. Hasta el presente, y durante todo el día, un destacamento de la Guardia Civil vigila los accesos a la quinta 17 de Octubre y anota el nombres y el número de documentos de las personas que entran a visitar a Perón; la nómina de los visitantes, 48 horas después, se envío por nota al agregado militar argentino. Es posible que sobre el tema hubiesen conversado Alejandro Lanusse y el teniente general Manuel Díaz Alegría Gutiérrez, jefe del Estado Mayor del Ejército español, quienes en la noche del jueves 21 se reunieron en comida íntima. Hubiese sido ése u otro el tema de la conversación del presidente con el alto jefe español, el gobierno de Franco no molestará al caudillo justicialista a menos que éste "se pronuncie claramente por la insurrección y la lucha armada"; en ese caso, los militares españoles se molestarían y podrían reaccionar. Díaz Alegría Gutiérrez pertenece a la categoría de militares "académicos" o profesionalistas, bien vistos por sus colegas norteamericanos y de la NATO, y opuestos a los generales azules que vencieron en la guerra civil, teñidos de fascismo.
También el viernes 22 trascendía que un presunto emisario de Perón había llegado a Buenos Aires con una oferta de diez puntos para afianzar la paz social y el proceso normalizador. Según la especie, el emisario se proponía instruir a José Rucci y Cámpora para que presentasen un pedido de audiencia a los comandantes en Jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, paso necesario para llegar a la alianza "Pueblo-Fuerzas Armadas". En la tarde de ese viernes, Rucci y Lorenzo Miguel fueron vistos en el edificio República, de ENTel, en Av. Corrientes y Maipú, comunicándose por télex con Madrid; seguramente nada sabían del emisario.
Al día siguiente, el sábado 23, se supo que Serú García estaba en antecedentes del "operativo concordia" —que resultaría el antídoto de la "operación retorno"—, aunque de sus declaraciones no surgió la luz; habló en Neuquén, pago de los Sapag. El lunes 25, al mediodía, regresó Cámpora de su gira por las provincias. Confirmó que Perón vendría, pero no desechó la posibilidad de que el líder hubiese enviado un comisionado "para la pacificación" El jueves 28, en el Instituto para el Desarrollo de Ejecutivos de la Argentina (IDEA), está previsto que el general Alcídes López Aufranc, futuro jefe del Estado Mayor del Ejército, hable sobre el futuro político-institucional del país a partir de mayo de 1973. López Aufranc puede dar la clave del "operativo concordia".

RADICALES
El pregón y los rivales
Las precandidaturas de Raúl Alfonsín y Conrado Storani fueron proclamadas, en Rosario, el domingo 26. El Movimiento Renovador Nacional de la UCR enfrentará con esa fórmula la encabezada por Ricardo Balbín y Eduardo Gammond en los comicios internos del 26 de noviembre; ese día, los radicales decidirán a quién votará el pueblo en las elecciones del 25 de marzo de 1973.
Ante más de tres mil entusiasmados partidarios, Alfonsín fue claro en su discurso. Agradeció su proclamación, especialmente "a los jóvenes radicales de la dura militancia de los últimos tiempos". Storani, casi bíblico, manifestó que asumía un compromiso para la redención de la Argentina.
Los discursos de Alfonsín y Storani fueron precedidos por la lectura del bando del Movimiento Renovador. Ninguna de las cláusulas programáticas que aspira a incorporar el alfonsinismo a la plataforma radical fue echada en el olvido: ni la nacionalización de la banca, ni, desde luego, la reforma agraria. Tampoco faltó en el manifiesto la acusación al "sistema": los últimos seis años de gobierno son, para el alfonsinismo, el símbolo de "la represión indiscriminada, la entrega del patrimonio y la postergación económica de las mayorías".
En su parte final, el documento reclamaba la derogación de la legislación represiva, la disolución inmediata del fuero antisubversivo y la revisión de las condenas y procesos en trámite ante la justicia. Las voces de Alfonsín y Storani avalaron el programa para enfrentar a las huestes balbinistas.
La precandidatura del cordobés E. Gammond fue, quizás, un recio golpe para Alfonsín; es que la adhesión de Arturo Illia, esperada por muchos de sus partidarios, puede no llegar o convertirse en un silencio neutral. De hecho, el frente interno del alfonsinismo ha sido dañado; los días de noviembre revelarán si ese daño pudo ser cauterizado por Agustín Tosco, dirigente que bien puede ayudar a Storani. Sin doblegarse, Alfonsín emprendió viaje a Córdoba. Allí asistirá al primer acto de la campaña proselitista de los líderes del Movimiento Renovador de la UCR, en La Cumbre, esta semana.

Revista Panorama
28.09.1972

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El gobierno y la oposición, los partidos políticos y el poder militar recorren el último tramo del camino a las elecciones, quizá el más agreste. El recorrido demandará seis meses de la primavera y el verano, pero de acuerdo a los pronósticos sólo dos de ellos encierran peligros: octubre y noviembre. En ese lapso tal vez brote la violencia y se agite el fantasma de la conspiración, pero también es posible que se revele el destino político de Juan Perón y la suerte del movimiento justicialista, nunca más cerca de reconquistar el poder con el voto del pueblo.
Balbin, Alfonsín, Perón
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