Perón
A cien horas del
poder
Dentro de poco
tiempo —no más de cien horas—, los argentinos
habrán elegido nuevos gobernantes. Después de
una campaña electoral breve, durante la que el
ánimo del electorado sólo experimentó fervores
circunstanciales, las cifras del comicio
hablarán claro. No sólo discernirán la
identidad del futuro gobierno: también
expresarán con justeza los términos del
equilibrio político nacional. Si bien el peso
del poder, la libertad y margen de acción del
próximo Poder Ejecutivo dependen del veredicto
de las urnas, quien gobierne afrontará la
realidad del país. Una situación cuyos
ingredientes y datos reales no guardan en
muchos casos una relación estricta con los
actos posibles del poder político constituido,
porque hay una Argentina permanente, una
nación con un puñado de designios conscientes
o inconscientes, que no se alterará en sus
sustancias finales a través del reducido lapso
de un período de mando. Más de 24 millones
de habitantes asistirán a este nuevo
acontecimiento político. Un 25 por ciento lo
hará desde el campo; cerca del 48 por ciento
desde las viviendas o villas de
concentraciones urbanas que superan los 20.000
habitantes. Con una renta per cápita superior
a los 1.000 dólares anuales, que crece
considerablemente si se suman las cifras
negras que escapan a los cómputos oficiales,
los argentinos ven que su país se ubica en el
cuarto lugar entre los de mayor población de
Europa y de América latina, antes que España,
México y Brasil. Pero también los economistas
del país saben que un mercado interno limitado
impone a la producción contingencias de
escala, y las estadísticas aclaran que, si
bien la capacidad de refinamiento de petróleo
de la Argentina está por encima de la de
Italia, y muy cerca de la de Francia o Gran
Bretaña —siempre calculando por habitante—, se
corre el riesgo de un balance de pagos
aceleradamente afectado por la importación de
hidrocarburos, por el aumento del consumo y la
ausencia de reservas descubiertas. Todo esto,
mientras la producción agraria, por falta de
incentivos o deficiencia del sistema, mantiene
o disminuye los logros de décadas anteriores,
aunque ahora se calcule en 350 mil el número
de pequeños y medianos productores rurales.
Por fin, desde que el justicialismo asumió el
poder hasta hoy, la Argentina vio cambiada su
situación internacional. Los militares
uruguayos conducen, desde el 27 de junio
pasado, el gobierno formal de Juan María
Bordaberry; el martes 10, las Fuerzas Armadas
de Chile derrocaron a Salvador María Allende;
Hugo Banzer permanece al frente del gobierno
boliviano, y en Paraguay, Alfredo Stroessner
decidió suscribir, el 26 de julio, el tratado
que sienta las bases internacionales para la
construcción de la gigantesca presa de Itaipú.
Entre tanto, el país pergeñó y lideró una
posición distinta en la conferencia militar de
Caracas, obtuvo una moción ventajosa sobre
¡los problemas de los ríos internacionales en
la conferencia de Países No Alineados de
Argel, y se prepara a fundamentar la
modificación de la política marcada por el
Acuerdo de Nueva York, en el ámbito de la
Asamblea General de las Naciones Unidas. En
el plano político interno, la República sufrió
las contingencias de la renuncia del Poder
Ejecutivo elegido el 11 de marzo, asistió a
prolongados conflictos en el plano de las
administraciones provinciales, vio el aumento
de la delincuencia común, y nuevamente la
noticia de las acciones guerrilleras ocupó las
primeras páginas de los periódicos. Por uno de
estos hechos, y por las represalias tomadas
por grupos enemigos del ERP, el matutino
Clarín tuvo que soportar, no sin quejas y
advertencias, el incendio de sus oficinas de
Buenos Aires y Rosario. Pero también las
reservas del Banco Central aumentaron a 1.300
millones de dólares y los precios establecidos
por el gobierno sobre centenares de artículos
se mantuvieron relativamente estables; aunque
escasearon la carne, los pollos, las cebollas
y las papas. Es esta Argentina, entonces,
la que deberá ser interpretada con lucidez por
el mandatario que elija el pueblo el domingo
23; un país en que una manifestación de fervor
político se trasforma en campo de batalla, en
que la caída del gobierno constitucional de
Chile provoca manifestaciones tan elocuentes
como la que el domingo 15 realizó la
Coordinadora de las Juventudes Políticas. Un
país que cuenta, también, con Fuerzas Armadas
cuyos efectivos se aproximan a 100 mil
hombres, y cuya principal empresa
—Fabricaciones Militares— tiene 14.000
agentes, casi todos civiles, con un giro anual
que supera los 35.000 millones de pesos moneda
nacional. Pocas dudas caben ya sobre la
identidad presidencial. La mayoría de los
argentinos coincide, a gusto o a disgusto, en
que Juan Perón asumirá el viernes 12 de
octubre la primera magistratura nacional. Las
encuestas más optimistas le adjudican el 64,5
por ciento de los sufragios; los cálculos de
la oposición le aseguran, en todos los casos,
más de cinco millones de votos, y sólo fundan
sus esperanzas de triunfo en una muy eventual
segunda vuelta. Si alguna definición faltara
para completar el proceso, Perón se encargará
de formularla cuando hable, en la tarde del
miércoles 19, por la cadena oficial de
radioteledifusión.
EL DISCURSO DE
PERON. A lo largo de los últimos días, la
propaganda electoral oficialista revivió un
perfil determinado del caudillo; un perfil
que, a través de los múltiples vaivenes del
contexto político, y a pesar de los repetidos
cambios de imagen que produjo el jefe
justicialista, los argentinos conservan bien
fresco en la memoria. El jueves 21 de junio,
cuando aún el humo y el fragor de los
acontecimientos de Ezeiza flotaba en el clima
y en el ánimo de la gente, vestido con un
traje oscuro y desprovisto de sonrisas, Perón
pronuncio uno de los mejores discursos
políticos que se hayan escuchado en la
Argentina. Aquel día, el líder
justicialista propuso una revolución pacífica
para el país y formuló un llamado a la unión
nacional, afirmándose en la necesidad
perentoria de una tarea común. Además, aseguró
la independencia ideológica de su propio
movimiento, llamó a sus enemigos y prometió el
escarmiento a los contumaces. Fue, entonces,
la palabra de un moderador; pero de un
moderador exigente y preciso, que aclaraba con
exactitud las reglas de un proyecto general de
convivencia. Quizá es probable que Perón
recale otra vez en esta postura poniendo su
imagen sobre las tribunas partidarias o las
cuestiones sectoriales que han ocupado sus
últimas horas de trabajo. Será el momento de
ponerse de nuevo de frente al país íntegro,
después de zanjar las dificultades internas
del justicialismo (ver Nota de Tapa). El
proceso electoral inminente es a todas luces
distinto del que terminó el pasado 15 de
abril. El electorado tiene una muchedumbre de
hechos a la vista. No hay gobierno ilegítimo
que vigile los comicios; gobierna el partido
que triunfó en las elecciones anteriores. La
oposición no ha sido violenta, ni mucho menos.
Aún dentro de un clima político que no se
caracteriza por su sosiego, una mayor
independencia de juicio y un cálculo más
racional sobre el futuro puede guiar el voto
en los comicios.
LO QUE VENDRA. A todas
luces, la Argentina se apresta a enfrentar, a
través de los métodos de la democracia
representativa, un ensayo general de
convivencia política que ya fue
suficientemente explicado; pero que no ha
dejado de sufrir perturbaciones a lo largo de
tres meses. Y fueron los obstáculos
provenientes de cualquier ángulo los que
provocaron, sobre el mismo curso de los
hechos, la idea de la máxima concentración de
poder en el peronismo. Ha sido, también, la
aparición de nuevas vallas lo que decidió, en
última instancia, la conducta del radicalismo,
que intenta siempre preservar la esencia
republicana de la vida política porque ese es
el único estilo que le permite seguir actuando
como fuerza nacional. Sin embargo, el
futuro de este ensayo está directamente
comprometido por posibilidades menos que
eventuales. El alejamiento o desaparición de
Perón del escenario político sería, en caso de
producirse, determinante de una crisis
política de profundidades insondables. La
marcha de los acontecimientos nacionales, al
ritmo actual, no mejorará la situación. El
gobierno que arribe al poder deberá
estabilizar la fisiología política argentina y
resguardar la disciplina, sin entrar en el
menoscabo del régimen de libertades civiles,
bajo el riesgo de enfrentar una oposición
enconada. Y teniendo a la vista la coyuntura
internacional, el funcionamiento genuino de
las instituciones democráticas es la única
garantía sólida de estabilidad que se debe
considerar. En cuanto a la política económica,
los principales proyectos están a la vista.
Algunos otros, menos evidentes, pueden
proporcionar sorpresas, grandes mejorías o
polémicas. El desarrollo de la minería
argentina, a través de empresas nacionales y
extranjeras, se considera en varios niveles de
gobierno. Lo mismo sucede con la explotación
de otros recursos, como por ejemplo la pesca.
Mientras tanto, muchos se preguntan si el
actual equipo económico será requerido por el
triunfador de las elecciones, en sus hombres o
en su política, aunque en general se vislumbre
que las líneas del proceso económico ya están
definidas. Entre tanto, las Fuerzas Armadas
se abocan a un proceso general de
reorganización. Cuando las Juntas de
Calificaciones publiquen sus evaluaciones,
quedarán verificados o desechados los rumores
sobre ascensos y retiros que recorrieron los
cuadros durante las dos últimas semanas,
originando comentarios y tensiones; algo que
el teniente general Jorge Raúl Carcagno habría
explicado a algunos oficiales, entre ellos el
general de brigada Manuel Haroldo Pomar, jefe
de la Cuarta Brigada Aerotransportada, en el
trascurso de un almuerzo, el viernes 13. A
cuatro días de la definición electoral, y a
pesar de las advertencias de los sectores más
extremos del justicialismo, los cuadros
guardan una expectativa muy similar a la de la
población civil. Una nueva etapa del proceso
institucional está por culminar en la
Argentina. El gobierno de transición
pronosticado por Alejandro Lanusse y Arturo
Mor Roig fue más complicado y transitorio que
lo que pudo haberse soñado. Y sus resultados
muy distintos. PANORAMA, SEPTIEMBRE 20,
1973
Elecciones: Perón o Perón
El domingo
23 Juan Domingo Perón afrontará por
tercera vez en 27 años una elección
presidencial. Si bien como en 1952
compite contra Ricardo Balbín, entre
otros jefes políticos, muy pocos dudan
—el revés de lo que ocurrió en 1946—
que obtendrá el triunfo. Empero, esa
misma certeza acerca del resultado no
ha conseguido revelar en forma
inequívoca cuál será el rumbo que
Perón imprimirá al proceso político
luego del 12 de octubre, cuando asuma
el poder el mismo día del aniversario
de la llegada de Arturo Illia al
gobierno nacional.
Sobre esa
cuestión existen tantas
interpretaciones como diversas y
numerosas son las fuerzas que, desde
el interior del peronismo, y a partir
de su periferia aliada, concurren a
convertir en obvio el triunfo
justicia-lista del próximo domingo. El
hecho que implica la composición
exclusivamente justicialista de la
fórmula que el FREJULI presentará el
próximo domingo aumenta, sin duda, la
importancia que la tradicional lucha
interna en el peronismo ha tenido en
el desarrollo de la reciente historia
política.
¿Qué espera
cada ala y sector del peronismo del
tercer gobierno de Perón? O en otros
términos, ¿qué se propone cada línea
del movimiento para lograr que el
gobierno responda a su perspectiva?
EL JARDIN
DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN. En los
incontables análisis que se han
realizado acerca de las líneas
internas del justicialismo, una sola
afirmación recorre todas las
variantes: Perón está, para decirlo
con palabras de la ortodoxia
movimientista, en el "centro del
dispositivo". Esta frase es una figura
militar que representa la disposición
de un ejército en posición de batalla
de acuerdo a los criterios clásicos de
la guerra. Perón, muy afecto a este
tipo de análisis de la realidad, lo
sigue a tal punto que bautizó a las
propias fuerzas guerrilleras del
peronismo (Montoneros, FAR, FAP), como
"formaciones especiales". La realidad
indica que Perón siempre ha reservado
el rol central de observador,
ordenador, conciliador de esas tropas
que casi nunca responden con la
disciplina de una fuerza armada
convencional. Es que como ha dicho
Perón, "en la política no se manda ni
se obedece: se persuade y se sigue".
Más allá
del análisis clásico de las fuerzas
organizadas dentro de la estructura
formal del peronismo (las ramas
política, gremial, femenina), importa
destacar el alineamiento de las
fuerzas protagonistas: el sindicalismo
y la juventud. Por otra parte,
conviene adjuntar a esta lectura la
ubicación de los diferentes
gobernadores, convertidos por su
relación con el poder en importantes
pivotes de decisión.
EL
TORBELLINO SINDICAL. La llegada de
Perón al gobierno sorprende a las
estructuras sindicales justicialistas
enfrascadas en una intensa disputa
interna y en un enfrentamiento
estratégico con las fuerzas gremiales
que, desde el interior y exterior
del
peronismo le disputan la conducción
del movimiento obrero.
Según
algunos observadores, las expectativas
del ala más conservadora de las 62
Organizaciones gremiales (para
algunos, inspirada por Segundo Palma,
sucesor de Rogelio Coria en el gremio
de la construcción), no proponen una
política sustancialmente diferenciada
del tronco central y, generalmente
orientador del peronismo gremial: la
poderosa Unión Obrera Metalúrgica. Con
todo, la mayor lucidez de la dirección
metalúrgica juega a favor de
alternativas más astutas. Esta línea
puede verse fácilmente a través del
comportamiento parlamentario de Carlos
Gallo, virtual jefe de la bancada
gremial en el bloque de diputados del
FREJULI. El antiguo secretario de
Lorenzo Miguel ha encabezado en varias
oportunidades pedidos de investigación
de la política de sectores monopólicos
de la economía nacional, y, en los
hechos, se ha convertido en un
brillante diputado. Es la cara
parlamentaria de la hábil tesitura de
conciliación que el secretario general
de la UOM ha sostenido frente a la
dirección de la juventud orientada por
"la tendencia".
Los
sectores tradicionales del
sindicalismo plantean modificaciones
parciales a la política que desarrolla
el equipo económico en la actualidad
para acentuar los rasgos nacionalistas
y procurar una mayor distribución del
producto en favor del sector
asalariado. Pero en líneas generales
las 62 no aspiran a modificar la
política ya planteada por el gobierno
de Raúl Lastiri. Insistirán
porfiadamente en la sanción de la
modificación de la Ley de Asociaciones
Profesionales. El proyecto respectivo,
elaborado por la dirección sindical,
está a punto de merecer consideración
parlamentaria; en esencia, propone
fortalecer de manera notable el
poderío de las actuales direcciones
gremiales. Las reformas han sido
denunciadas por la Juventud
Trabajadora Peronista (JTP), la nueva
expresión de la "tendencia" que opera
ahora específicamente en el campo
gremial. Se presume que a propósito de
este tema, la lucha entre ambos
sectores —en la que también incidirá
la izquierda "clasista"— asumirá
características severas. Versiones de
esta contradicción han sido los
enfrentamientos en los sindicatos de
ceramistas en Villa Adelina y de
sanidad en Córdoba.
La JTP, por
su parte, propone un gobierno
peronista que encabece un "frente de
liberación nacional" para realizar una
política nacionalista revolucionaria
como fase previa al socialismo.
Cercana a esta perspectiva se
manifiesta el ala izquierda
tradicional de las 62: los
"combativos". Este sector, envuelto en
numerosas contradicciones, coincide
con la JTP en e) andarivel
nacionalista revolucionario. Por su
parte, el Peronismo de Base, que se
manifiesta con políticas relativamente
similares a las de la CGT de Salta que
orienta Armando Jaime, constituye la
línea más izquierdista del panorama
gremial peronista. El PB practica en
los hechos, especialmente en Córdoba
donde es mayoritario respecto de la
JTP, una política de virtual alianza
con el clasismo, cuyo exponente típico
lo constituye la dirección del SMATA
cordobés encabezada por René
Salamanca. Su perspectiva supondrá, en
muchos casos, enfrentamientos con la
política moderada prometida por Juan
Perón.
LA DUREZA
JUVENIL. Como principal pivote de
oposición al proyecto de los sectores
moderados del peronismo se levanta la
línea hegemónica de la JP. Sin
embargo, las falanges dirigidas por
Juan Carlos Gullo, Jorge Obeid y los
otros integrantes del Consejo Superior
han efectuado una serie de cuidadosos
reacomodamientos para moderar su línea
política y adecuarla "a la etapa".
Esta no sería otra que la de la
"liberación nacional", debiendo
posponerse para situaciones más
definidas, con real hegemonía obrera,
la propuesta de "la patria
socialista".
Con sus
frecuentes y poderosas movilizaciones,
la JP ha buscado recuperar el terreno
perdido por los sucesivos golpes
disparados por Perón desde aquella
tarde de abril en que Rodolfo
Galimberti debiera renunciar al cargo
de representante de la Juventud ante
el Consejo Superior del peronismo. El
mayor acierto del sector parece
constituirlo la alianza establecida en
la Coordinadora de Juventudes donde
conviven desde las juventudes del
FREJULI hasta los radicales y el
comunismo moscovita. Esa sería —según
el criterio de la JP— una de las
formas de ir desarrollando el proyecto
de Frente de Liberación Nacional.
Otros
sectores juveniles se oponen
decididamente al "socialismo" de la
Tendencia. Así, por ejemplo, el
Comando de Organización de Alberto
Brito Lima, reitera a nivel juvenil la
línea moderada y conciliadora que
expresan los grandes sindicatos de las
62 como UOM y SMATA. Esa es la
perspectiva de la Juventud Sindical
Peronista, una propuesta paralela y
opuesta a la de la JTP.
En
posiciones centristas se ubican el
denominado Trasvasamiento Generacional
(Alejandro Álvarez y Roberto Grabois)
y el Encuadramiento "Demetrios", una
de cuyas cabezas visibles es el
dirigente Simón Sumovich. El
Trasvasamiento propone, desde una
perspectiva no ligada a la de la
dirección de las "62" seguir "en su
medida y armoniosamente" la propuesta
de "reconstrucción nacional" lanzada
por Perón. Los duros le reprochan
marchar detrás de las mismas
propuestas de Perón. Sin embargo, esta
línea, la segunda en importancia
numérica dentro del movimiento
juvenil, no se inmuta ante estas
acusaciones. Plantea defender la
unidad de] movimiento, y por ello
elude enfrentarse radicalmente a la
"burocracia sindical". Critica tanto a
las "bandas armadas" —como califica a
los sectores inspirados por Brito
Lima—, como a la "tendencia" cuyo
"vanguardismo" estima fuera de lugar
en la perspectiva peronista. No se
propone iniciativas totalizadoras
propias ante Perón aunque sus
representantes parlamentarios trabajan
en muchos casos de acuerdo con la
bancada de JP. El Encuadramiento
oscila entre las dos tesituras
anteriores, aunque su enfoque
ideológico lo lleva a solidarizarse,
en última instancia, con la política
de Trasvasamiento.
EL PODER
PROVINCIAL. Desde el reemplazo de
Héctor Cámpora por Lastiri la sombra
de la intervención federal ha rondado
varias provincias. Buenos Aires,
Córdoba, Mendoza y también Salta
fueron los blancos de una ofensiva,
cuando menos psicológica y
periodística. Oscar Bidegain, Ricardo
Obregón Cano, Alberto Martínez Baca y
Raúl Ragone encarnan las políticas
provinciales ligadas en mayor medida a
la política de la Juventud Peronista.
Obregón
Cano y Martínez Baca han sufrido,
junto a Bidegain, duros embates por
parte del sindicalismo moderado. En
especial el gobernador cordobés ha
debido enfrentar el auge de la
democratización sindical generada en
Córdoba, un tema que irrita a las
direcciones porteñas de los grandes
gremios peronistas. Por el contrario,
y sin estar alineados estrictamente,
gobernadores como Amado Jury (Tucumán)
o Julio Romero (Corrientes) encarnan
las líneas neoconservadoras típicas
del peronismo político provinciano.
Empero, los gobernadores pueden llegar
a perder su margen de iniciativa
política, en tanto el poder de Perón
llega hasta a disponer abiertamente de
sus cargos. Una insinuación suya en
ese sentido, puede modificar el curso
de una situación política provincial.
LA
EXPECTATIVA GUERRILLERA.
En la etapa
que se inició el 25 de mayo las
organizaciones guerrilleras peronistas
afrontaron un grave desafío político.
Si bien dos de ellas, las más
significativas (Montoneros y FAR),
respondieron al proceso electoral
exitosamente con el abierto respaldo a
la fórmula Cámpora-Lima, el período
constitucional las obligó a una rápida
adecuación. De acuerdo a
manifestaciones reiteradas de sus
conducciones, Montoneros y FAR —en
trance de convertirse en un único ente
político— entienden que la presente es
una coyuntura que reclama la alianza
de las fuerzas populares mayoritarias.
De allí que las organizaciones mayores
de la guerrilla justicialista impulsen
un intenso "trabajo de masas" y no
realicen "operaciones militares"
(aunque han advertido que "no piensan
dejar las armas"). En suma, ubicándose
dentro y a la izquierda del planteo
frentista orquestado por Juan Perón,
Montoneros y FAR demandan una política
nacionalista consecuente.
Esta es la
misma perspectiva que parece orientar
a ¡a reciente escisión de las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP), conocida
como FAP-17. Este sector, que se
manifestó en contra del atentado que
costara la vida al sindicalista
marplatense Mansilla— perpetrado por
las FAP—, mantiene, por su parte, una
visión crítica de las maniobras
tácticas de las otras dos
organizaciones. Las FAP, por su parte,
desarrollan una política de
enfrentamiento frontal contra los
sectores de derecha del peronismo;
defienden una política independiente
de la "burocracia" y del Movimiento
—de ahí que se los denomine
"alternativa-tas"— y se vinculan al
peronismo clasista. La columna Sabino
Navarro de los Montoneros oscila entre
los dos sectores de las FAP.
Este damero
—complicado y cambiante— acelerará sus
contradicciones al mero correr de los
días del tercer gobierno de Juan
Perón. Es posible que, como casi
ningún sector espera modificaciones
sustanciales a la política que
desplegará en los primeros meses el
sucesor de Lastiri cada grupo vuelque
sus mayores energías en la batalla por
la reorganización del peronismo. Allí
se probará la subsistencia del poderío
de figuras como José López Rega y se
verificará si Isabel Martínez cumple
la aparente intención de Perón: que la
vicepresidenta permanezca neutral
mientras los grupos miden su fuerza.
El giro de la situación económica y
social determinará, en definitiva,
cuál será la ganadora entre las dos
líneas fundamentales en que se divide
el peronismo.
PANORAMA,
SEPTIEMBRE 20, 1973 |
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